2 Timoteo 3:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. El apóstol comienza como con «un toque de atención a lo que se va a decir» (Collantes): «Ten en cuenta esto» (NVI). Lo que Pablo quiere aquí que Timoteo tenga en cuenta es que «en los últimos días sobrevendrán tiempos difíciles» (lit.). «Los últimos días» es una frase que, de suyo, significa el tiempo inmediatamente anterior a la Segunda Venida del Señor. Sin embargo, el tiempo presente en que se hallan los verbos de los versículos 2Ti 3:6. indica que ya se estaban cumpliendo los tiempos (kairoí, sazones, circunstancias) difíciles a los que alude en el versículo 2Ti 3:1 (comp. con 1Jn 2:18). Timoteo ha de tener en cuenta esto precisamente para apartarse de los sujetos que menciona (v. 2Ti 3:5); una indicación más de que los «tiempos difíciles» ya habían comenzado.

2. A continuación, el apóstol describe los rasgos que caracterizan a los malvados de dichos tiempos difíciles; ellos mismos son los que están haciendo difíciles esos mismos tiempos, esa sazón. El catálogo de vicios no es exhaustivo; puede completarse con lo que el mismo Pablo menciona en Rom 1:29-31; Gál 5:19-21; 1Ti 1:9. Aunque el apóstol no pretende establecer una secuencia rigurosamente organizada, podemos distinguir tres grupos con sus correspondientes cabezas de serie: egoísmo, desdén, traición.

(A) Comienza el apóstol (v. 2Ti 3:2) por (a) el amor de sí mismo (gr. phílautoi), del que pronto se llega, como dice Agustín de Hipona, al desprecio de Dios. Por supuesto, se trata de un falso amor a sí mismo, pues el amor de sí mismo que es según Dios es propuesto en la palabra de Dios como modelo para el buen amor al prójimo (v. Lev 19:18; Mat 7:12); (b) el egoísta es, por eso mismo, «amante de la plata» (lit.; gr. philárguroi). (c) Una vez que el egoísta tiene amasada una gran fortuna, el próximo paso suele ser la ostentación vanidosa (gr. alazónes, comp. con 1Jn 2:16, al final) alazoneía tou bíou, la ostentación del tren de vida); (d) cerrando esta serie se halla la arrogancia (gr. huperéphanoi, altaneros, amigos de aparecer por encima de los demás, como indica su etimología).

(B) Encabezando la segunda serie (vv. 2Ti 3:2, 2Ti 3:3), y como consecuencia de la altanería que tiende a rebajar a los demás, tenemos (a) lo que el griego llama blásphemoi, que suele verterse impropiamente por blasfemos, pues su verdadero sentido es maldicientes, no porque echen maldiciones sino porque dicen mal de otros, divulgan sus defectos, etc., o calumnian, lo cual es todavía peor. (b) En su desdén, no perdonan a sus propios padres: son rebeldes a sus progenitores (gr. goneúsin apeitheís); (c) con ello, ya muestran bien a las claras que son ingratos, sin apreciar las muchas cosas buenas que sus padres han hecho y sufrido por ellos. (d) Su desdén no se detiene ni siquiera ante Dios; son impíos (o, mejor, irreligiosos). Dice Collantes: «Así, la suprema ingratitud va unida con la suprema impiedad». (e) El griego ástorgoi, con que comienza el versículo 2Ti 3:3, significa «sin entrañas» (como muy bien traduce la NVI). No tienen corazón, ni para sus padres, ni para sus hijos, ni para sus amigos. Dice Collantes: «Tanto valen sus amigos cuanto les sirven para sus intereses». (f) De ahí que sean también implacables; no se avienen a ninguna conciliación (comp. con Mat 18:28-30). (g) Son también calumniadores (gr. diáboloi, ¡diablos!), «puesto que la honra de los demás no la estiman en nada» (Collantes). (h) Intemperantes (gr. akrateís, sin dominio de sí mismos; lo opuesto a la enkráteia, que cierra la serie en el fruto del Espíritu Gál 5:23 ), por lo que están a merced de sus bajos instintos. (i) Entre los bajos instintos, campea la violencia: son crueles, que es precisamente una característica de los cobardes. (j) En una palabra, aborrecen todo lo bueno. «Amigos únicamente de sí mismos, son enemigos del bien en cualquiera de sus manifestaciones» (Collantes).

(C) Con todo ese desdén, acumulado bajo tantos epítetos, ya podemos imaginar que tales individuos, llegada la ocasión, han de mostrar (v. 2Ti 3:4) con (a) la traición su deslealtad, efecto de su desdén. (b) Pagados de sí mismos y desdeñosos de los demás, «son capaces de exponerse temerariamente al peligro con tal de conseguir sus depravados intentos» (Collantes). (c) El orgullo les ciega de tal forma que se vuelven infatuados y no prestan atención a nadie; son «los sabelotodo». (d) Amigos del placer más bien que amigos de Dios (lit.). Antes que a Dios, prefieren a Epicuro. (e) Cerrando la serie, y la lista (v. 2Ti 3:5), están los hipócritas, «que tienen (presente continuativo) apariencia (gr. mórphosin no morphén, forma , sino una como caricatura de forma) de piedad religiosa (gr. eusebeías), pero han negado el poder de ella» (lit.). La verdadera piedad contiene un dinamismo sobrenatural que se proyecta en manifestaciones genuinas de amor a Dios, de respeto y lealtad al prójimo, y de dominio propio. Todo esto les falta a estos malvados: lo han negado y lo siguen negando (de ahí, el participio de pretérito perfecto), es decir, rechazan el poder efectivo de la piedad genuina y, con su conducta no piadosa, están diciendo tácitamente que la piedad de que alardean no es genuina, sino solamente un pretexto, una capa con la que pretenden cubrirse para que los demás los acepten por buenas personas y hasta por fieles cumplidores de sus deberes religiosos.

3. Que tales personas pueden llegar a ser admitidas (y de hecho lo son en muchas ocasiones) en nuestras congregaciones, lo muestra Pablo en la frase que dirige a Timoteo al final del versículo 2Ti 3:5: «también de éstos apártate» (lit. vuélveles la espalda, NVI). Dice Collantes: «El verbo empleado, que no se encuentra en ningún otro lugar de la Biblia, es bastante fuerte, pues significa apartarse con horror. Es más duro que el que se emplea en 1Ti 6:20».

4. Después de describir las características de estos hipócritas, el apóstol describe algunas de sus malvadas actividades (vv. 2Ti 3:6-9).

(A) «Porque de entre éstos son …» (lit.), es decir, al círculo de esta gente pertenecen los que va a mencionar en sus malas actividades: «se introducen de matute por las casas para seducir a las mujeres (lit. mujercillas) necias y débiles de voluntad, cargadas de pecados y que se dejan arrastrar por toda clase de pasiones» (NVI). Ya en 1Ti 5:13, aludió Pablo a mujeres que corren este peligro por holgazanas, frívolas, chismosas y entrometidas. Por lo que dice Pablo, estos falsos maestros, salidos del círculo de malvados que acaba de mencionar, eran especialistas en meterse de rondón por las casas donde sabían que las mujeres eran presa fácil, por su buena «hoja de servicios» (cargadas de pecados, participio de pretérito), además de la falta de seso y de la debilidad de voluntad de tales mujeres. Mientras los maridos se hallaban ausentes de casa, ocupados en sus trabajos, estos falsarios se captaban (lit. llevándose cautivas de guerra) a estas mujeres, ya de suyo rebosantes de pecados pasados y que se dejaban conducir (participio de presente medio-pasivo) de concupiscencias de diversos colores (lit. gr. poikílais; el mismo vocablo que usaron los LXX para describir equivocadamente la túnica que Jacob hizo para su hijo favorito). Vamos a entresacar un par de detalles que no deben quedar en el aire:

(a) Se preguntan los autores: «¿Por qué buscan precisamente a las mujeres?» (Hendriksen, por ejemplo). A mi juicio, la razón es doble: 1) La mujer es más impresionable y, por eso, más fácil de seducir, siente, no calcula. El primer ejemplo nos lo ofrece la tentación en el Edén (Gén 3:1-6). 2) La mujer puede ejercer una tremenda influencia sobre el marido; si éste se resiste, unas pocas lágrimas lo enternecerán. No nos dice la Biblia si nuestra primera madre usó también este recurso, pero es muy posible.

(b) Me pregunto yo: ¿Puede deducirse de este versículo que la seducción no era sólo ideológica, sino también sexual? Es más que probable, no sólo por la corrompida condición de tales maestros y de tales discípulas, sino por un elemento de fondo que debe tenerse en cuenta: Según la gnosis, de la que probablemente eran adeptos estos falsarios (como todos los que suele mencionar Pablo en estas epístolas), la materia es mala ontológicamente, pero neutral éticamente, con lo que los mismos que prohibían casarse (v. 1Ti 4:3), a fin de que no se multiplicaran los cuerpos, podían permitirse los pecados sexuales, puesto que son del cuerpo, es decir, según ellos, éticamente inocentes (v. el comentario a 1Jn 3:7, donde Juan tiene en cuenta este funesto error).

(B) El apóstol sigue diciendo de estas mujercillas (v. 2Ti 3:7) que «siempre están aprendiendo» (participio de presente; por el género neutro, sabemos que Pablo se refiere a las mujercillas, no a los maestros, pues entonces estaría en masculino) y nunca pueden llegar al conocimiento pleno de la verdad. Nótese que el apóstol no dice que nunca llegan, sino que nunca pueden llegar, al conocimiento pleno de la verdad. ¿Por qué? Sencillamente, porque lo que les seduce no es el deseo de aprender, sino la curiosidad por los sensacionales conocimientos que, con su labia refinada, les propinan estos seductores.

(C) Volviendo a los maestros (vv. 2Ti 3:8, 2Ti 3:9), el apóstol viene a decir que no es extraño que las discípulas no puedan llegar nunca al conocimiento de la verdad, cuando sus maestros resisten a la verdad (v. 2Ti 3:8). El apóstol los compara a dos prominentes magos de Faraón, no mencionados en ningún otro lugar de la Biblia. Dicen así los versículos 2Ti 3:8 y 2Ti 3:9 en la NVI: «Igual que Yanes y Yambrés se opusieron a Moisés, así también estos individuos se oponen a la verdad, hombres de mente corrompida, quienes, en lo que concierne a la fe, están descalificados. Pero no han de llegar demasiado lejos, porque, como pasó en el caso de los antes citados, también la insensatez de éstos quedará patente a todos». Analicemos la comparación que establece aquí Pablo:

(a) Yannes y Yambrés, como los escribe Pablo, eran, según la tradición judía, dos cabecillas de los magos de Faraón, que se opusieron a Moisés cuando éste, de parte de Dios, urgió a Faraón para que dejase marchar al pueblo de Israel (Éxo 5:1). Estos magos imitaron ciertos milagros de Moisés (Éxo 7:11, Éxo 7:22; Éxo 8:7), con los que cooperaron al endurecimiento del corazón de Faraón.

(b) Así también estos individuos (los mencionados en los vv. 2Ti 3:6.) se oponen a la verdad, es decir, a la revelación de Dios proclamada por Pablo y sus colaboradores. Siempre según la tradición judía, que Pablo tiene aquí en cuenta, Yanes y Yambrés fingieron hacerse prosélitos de la religión judía y salieron de Egipto con el pueblo de Israel entre la gran multitud no israelita que se menciona en Éxo 12:38, y fueron precisamente ellos los que indujeron al pueblo a fabricar el becerro de oro. Del mismo modo, según insinúa el apóstol, estos falsos maestros hicieron una falsa profesión de la fe cristiana y ahora resistían a la verdad como los magos resistieron a Moisés (en ambos lugares usa Pablo el mismo verbo de Efe 6:13).

(c) El apóstol califica a estos sujetos con dos frases muy fuertes: 1) «son hombres corrompidos (participio de pretérito) de mente» o, en mejor castellano, «de mente corrompida». Dice Hendriksen: «En el caso de éstos, precisamente el órgano que se les dio a los hombres para que pudiesen recibir las realidades espirituales y reflexionar sobre ellas, ha quedado contaminado completa y permanentemente». 2) Están descalificados en lo que concierne a la fe, puesto que cuando su fe ha sido puesta a prueba, han demostrado que no tenía la consistencia necesaria para ser la fe que Dios otorga y demanda.

(d) «Pero no han de llegar demasiado lejos, añade Pablo (v. 2Ti 3:9), porque, como pasó en el caso de los antes citados, también la insensatez de éstos quedará patente a todos». Parece que están consiguiendo éxitos, pero no van a progresar (gr. prokópsousin, el mismo verbo de 2Ti 2:16) o avanzar mucho en el mal camino que han emprendido, pues no tardará en manifestarse su impostura, como se manifestó la de los magos (Éxo 7:12; Éxo 8:18, Éxo 8:19), no sólo cuando la vara de Aarón devoró las varas de ellos, sino especialmente cuando se vieron obligados a confesar que en los milagros que Moisés y Aarón llevaban a cabo, estaba el dedo de Dios (comp. con Luc 11:20).

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