2 Timoteo 4:6 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos tres versículos, el apóstol compendia su vida de fe, como hace notar Hendriksen: en el versículo 2Ti 4:6, describe el modo como su fe cristiana se expresa en el presente; en el versículo 2Ti 4:7, cómo se ha manifestado en el pasado; y en el versículo 2Ti 4:8, cómo le hace saltar de gozo ante la perspectiva del futuro.

1 «En cuanto a mí, ya estoy a punto de ser derramado como un sacrificio de libación, pues el tiempo de mi partida es inminente» (v. 2Ti 4:6, NVI). Pablo echa mano aquí de dos metáforas para describir el curso actual de su vida de fe:

(A) La primera es la del sacrificio de libación: «estoy ya siendo derramado» (lit) Dice J. Collantes: «El vino se vertía en los sacrificios inmediatamente antes de ser inmolada la víctima. Toda la vida de Pablo ha sido un sacrificio de culto a Dios, y ya no queda sino ofrecer sobre ella la libación de su sangre. Esta libación, que terminará con el martirio cruento, ya (gr. éde) ha comenzado con la prisión». En efecto, la vida de todo creyente debe ser un continuo sacrificio de holocausto a Dios (v. Rom 12:1); todo creyente ha de desvivirse en el cumplimiento de todas las obligaciones que la vida cristiana comporta. Es cierto que no a todos llama Dios a la palma del martirio cruento, a esa libación de la que habla aquí el apóstol, pero todo el que soporta las dificultades (o aflicciones) a las que se ha referido en el versículo 2Ti 4:5 (y nótese el «Porque» con que comienza literalmente este v. 2Ti 4:6), es como si derramara su sangre gota a gota en sacrificio de libación, ya que cuesta mucho más cumplir bien con el ministerio en medio de dificultades y aflicciones, que entregar la vida de un tiro o de un golpe de espada.

(B) La segunda metáfora es la de soltar amarras «el tiempo (gr. kairós, la sazón u oportunidad) de mi suelta (gr. analúseos) es inminente». Pablo se ve ya saliendo de puerto, sueltas las amarras y navegando ya «a velas desplegadas hacia las playas de la eternidad» (J. Collantes). El verbo que la NVI traduce por es inminente es el mismo del versículo 2Ti 4:2 (gr. epístethi, en imperativo de presente, con el sentido de estar siempre a punto sobre algo), pero aquí, en el versículo 2Ti 4:6, está en pretérito perfecto (gr. ephésteken), por lo que mejor podría traducirse por «ha llegado». «Ya ha comenzado, dice Hendriksen, el levar anclas y soltar amarras.»

2. «He combatido el noble combate, he llevado a feliz término mi carrera, he preservado intacta la fe» (v. 2Ti 4:7, NVI). ¡Noble, gozosa, majestuosa confesión de una vida bien empleada en el servicio de Dios! ¡Ojalá cada uno de los creyentes, y especialmente cada uno de los ministros de Dios, pudiésemos hacerla tan gozosa y confiadamente al término de nuestros días en este mundo! ¡Quién no se animará con este admirable ejemplo de fidelidad!

(A) Comienza el apóstol por una de sus metáforas favoritas: la de la milicia o, más probablemente aquí (como en 1Ti 6:12), la de la lucha (gr. kalón agóna egónismai, he luchado la lucha excelente; en todo, conforme a las normas del juego). D. Guthrie hace notar que los tres verbos de este versículo 2Ti 4:7 están en pretérito perfecto; lo cual «comporta, dice, un sentido de finalidad». Los combates de Pablo habían sido constantes (v. por ej., 2Co 11:23-29), pero los había luchado noble y limpiamente. A punto de ser ejecutado, poco le quedaba ya por luchar. Por eso, habla del combate como ya acabado (comp. con Jua 17:4).

(B) De la metáfora de la lucha, pasa después a la de la carrera «he llevado a feliz término mi carrera» (comp. con Heb 12:1). En 1Co 9:24 ésta fue la primera metáfora que usó. Como hace notar Guthrie, Pablo no dice que ha ganado la carrera, sino que la ha llevado a feliz término. «Esta metáfora, añade Guthrie, es favorita de Pablo y es particularmente apropiada para expresar la idea de aguante en la vida y el servicio cristianos.»

(C) «He preservado intacta la fe.» La NVI ha vertido muy bien el sentido del original, pues Pablo usa aquí, no el verbo phulásso, que significa custodiar, como un guardián, para que nadie se lleve el objeto que se guarda ni lo perjudique, sino el verbo teréo, que significa preservar de forma que el objeto guardado no sufra ninguna corrupción en su interior. Discuten los autores si fe se ha de tomar aquí en sentido subjetivo (la fe personal de Pablo) u objetivo (el depósito de la fe). Hendriksen, al seguir a Calvino, lo interpreta de la fe subjetiva: «He retenido mi confianza personal en Dios, mi confianza en todas sus promesas centradas en Cristo». Guthrie prefiere el sentido objetivo: «He guardado intacto el depósito de la fe» (comp. con 1Ti 6:20, 1Ti 6:21; Jud 1:3). Ryrie da como probables ambos sentidos: «Pablo guardó la fe en dos sentidos: fue obediente a ella, y la transmitió conforme la recibió». También J. Collantes tiene como probables ambos sentidos. Personalmente, me inclino por el sentido objetivo, sin negar la probabilidad del sentido subjetivo, a la vista de 1Ti 6:12.

3. «Por lo demás (v. 2Ti 4:8), ya está aderezada y puesta aparte para mí la corona de la justicia, que me otorgará en aquel día el Señor, el Juez justo; y no sólo a mí, sino también a todos los que hayan suspirado por su futura manifestación» (NVI).

(A) «Por lo demás» no significa aquí el paso a otro asunto, sino (en sentido temporal) lo que resta por ser llevado a cabo después de lo que Pablo ha llevado a su feliz término.

(B) El verbo apókeimai, que Pablo usa aquí, ocurre otras tres veces en el Nuevo Testamento (Luc 19:20; Col 1:5; Heb 9:27) y siempre significa algo que está completamente preparado y guardado a buen seguro en reserva. El sentido está magníficamente captado en la NVI: «ya está aderezada y puesta aparte para mí». Aquí es algo que Dios mismo ha aderezado y le guarda aparte, en reserva, al apóstol.

(C) Lo que le está reservado a Pablo es «la corona de la justicia» (lit.). ¿Qué significa esta frase? Hay quienes la entienden en sentido aposicional: «la corona que es la justicia» (como en Stg 1:12; Apo 2:10, «la corona de la vida»). Sin embargo, la mayoría de los autores la entienden en el otro único sentido posible: «la corona que se debe en justicia» al vencedor. La metáfora está, pues, tomada de los juegos olímpicos, como están también tomadas de dichos juegos las que Pablo usa en el versículo 2Ti 4:7.

(D) Esta opinión se confirma por el contexto posterior: «que me otorgará en aquel día el Señor, el Juez justo». El apóstol contrasta aquí al Señor como árbitro de la lucha y de la carrera que Pablo ha llevado a feliz término (y, como Pablo, todos los que hayan amado, es decir, suspirado con amor por, la futura manifestación del Señor), y los árbitros humanos de los juegos olímpicos, jueces expuestos al peligro de la equivocación o del soborno. Dios es un Juez justo, que no puede equivocarse en la concesión de los premios ni tiene, ni admite, sobornos de ninguna clase, pues con Él no hay favoritismos (v. por ej., Deu 10:17; Job 34:19; Hch 10:34; Rom 2:11; Gál 2:6; Efe 6:9; Col 3:25; 1Pe 1:17).

(E) La solución presentada parece provocar, a primera vista, una seria objeción: Todo es de gracia en la obra de nuestra salvación. ¿Cómo, pues, puede hablarse de una corona que se debe en justicia? La respuesta varía según el trasfondo teológico. Asi J. Collantes (catolicorromano) contesta: «El hombre solo no puede nada delante de Dios, pero las obras buenas hechas con la gracia merecen una justa retribución». Cita a su favor 1Co 15:10 (v. el comentario a dicho versículo). Este sinergismo (Dios que pone una parte, y el hombre que pone otra) no se halla de acuerdo con la Palabra de Dios. La correcta respuesta es como sigue: La justicia de esa corona se basa únicamente en la fidelidad de Dios que la ha prometido al vencedor (v. 1Ti 6:12; Stg 1:12; 1Pe 5:4; Apo 2:10). Además, esa corona ha sido ganada por Cristo para ellos (v. el comentario a Tit 3:5-6; Apo 4:10 b). No se puede hablar, pues, de virtud que merece, sino de recompensa que se ha prometido. Dice Agustín de Hipona sobre este versículo: «¿A quién podría otorgar la corona el Justo Juez, si no diese la gracia el Padre Misericordioso? ¿Y cómo sería de justicia esa corona, si no hubiera precedido la gracia que justifica al impio?»

(F) Nótese también que la corona no será otorgada en el momento posterior a la muerte, sino «en aquel día», el día de las recompensas ante el tribunal de Cristo (v. Rom 14:10; 1Co 3:13; 2Co 5:10). Con base en este último texto («… mediante el cuerpo»), podemos decir que el atleta que acude a recibir el premio no puede ser un espíritu desencarnado, sino el mismo que luchó y corrió.

(G) Finalmente, puede verse que el apóstol no se considera a sí mismo como un campeón «en solitario», a quien nadie puede alcanzar. ¡No, y esto es lo grande en este atletismo del creyente: Todo el que corre legítimamente, obtiene el premio! (v. 1Co 9:24, al final). Por eso, el apóstol dice aquí: «y no sólo a mí, sino también a todos (gr. pási, universal distributivo; v. el comentario a 3:16) los que hayan amado su manifestación» (lit.). Así lo sabe Pablo, y no tiene celos de nadie. La razón es muy sencilla: La herencia eterna, la comunión íntima con Dios, no se disminuye con el número de participantes, precisamente porque es una «comunión»: un regalo para disfrutarlo en común. Hace notar Hendriksen que Pablo no dice «los que hayan temido», sino «los que hayan amado», la manifestación futura del Señor; los fieles siervos de Cristo no tienen nada que temer por la Venida del Juez, sino suspirar con amor y gratitud por lo que les espera.

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