Si ustedes no cambian y se vuelven como ninos, no entraran en el reino de Dios.

Proclamaré el nombre del Señor: ¡reconozcan la grandeza del Dios nuestro! Él es nuestro protector; sus obras son perfectas, sus acciones son justas. Es el Dios de la verdad, en él no hay injusticia; él es justo y verdadero (Deuteronomio 32,3 - 4).

¡Dios quiere que nos hagamos como niños pequeños! En realidad, resulta extraordinario que el Señor considere grandes en su reino a los que son como niños. La esencia de ser como niños frente a Dios es depender totalmente de Él, de manera que cuando Jesús nos invita a hacernos como niños para entrar al reino de Dios, nos está diciendo que nadie tiene derecho de exigir su entrada al reino; que solamente entrarán los que reciban ese privilegio como un regalo.

Naturalmente, hay una diferencia bastante grande entre ser como niños y adoptar una conducta infantil. El de conducta infantil exige que los demás satisfagan sus caprichos y se cree con derecho a irritarse si no lo complacen; en cambio, el que es como niño reconoce que no puede exigirle nada a Dios, por el contrario confía que el Padre le concederá lo que necesite, y no considera que tiene que ganarse el favor de Dios, porque cree que el Señor le ha dado libremente a su Hijo para que lo redima de sus pecados y lo lleve por el camino que lleva a la presencia del Padre.

En este mundo, que exalta nada más que los logros personales y la autosuficiencia, la noción de depender absolutamente de Dios es muy difícil de aceptar. ¿Cómo podemos ser como niños pequeños después de tantos años de luchar por salir adelante sin más ayuda que la capacidad y los talentos propiosí La respuesta está en entender el amor de Dios. Jesús salió a rescatarnos, como a la oveja perdida, para llevarnos de regreso al Padre, y en la medida en que logremos comprender la naturaleza de este tipo de amor, poco a poco aprenderemos a confiar en el Señor. Abandonarse en manos de Dios, como un niño en brazos de su padre o de su madre, es una reacción natural cuando uno llega a experimentar el amor de un Dios que siempre demuestra ser completa y absolutamente bondadoso y digno de confianza.

Continuemos buscando al Señor y pidámosle que nos demuestre su amor; sin temor de hacerle preguntas ni de contarle los problemas que a veces nos hacen difícil confiar en su bondad. Mientras mayor sea el tiempo que pasemos en la presencia de Jesús, orando y meditando en su palabra, más nos convencerá el Espíritu del amor del Señor y más fácil será tener la confianza de un niño.

¡¡¡Gracias, Jesús, mi Pastor y Salvador, por salir a buscarme cuando yo estaba extraviado; gracias por enseñarme a confiar siempre en Ti y saber que Tú provees para todas mis necesidades conforme a las inagotables riquezas de tu gloria!!!

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Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.

Juan Alberto Llaguno Betancourt
Lima - Perú

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