Isaías 14:4 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Los reyes de Babilonia fueron, sin solución de continuidad, opresores del pueblo de Dios. La monarquía babilónica pretendía ser absoluta, universal y perpetua y, con estas pretensiones, intentaba competir con el Omnipotente. Era, pues, justo que fuese abatida y que su último rey, Belsasar, fuese asesinado la misma noche en que fue tomada Babilonia (v. Dan 5:30). Veamos:

1. La caída del rey de Babilonia. De ella se hace aquí una hermosa y pintoresca dramatización, y se nos da un relato de la vida y muerte de este poderoso monarca: «¡Cómo terminó el opresor!» (v. Isa 14:4), descendiendo al Seol … por cuanto el terror de los fuertes fue en la tierra de los vivientes (Eze 32:27).

(A) La prodigiosa altura de poder y riquezas a la que este monarca y su monarquía habían llegado. Según el texto masorético actual, la última frase del v. Isa 14:4 viene a decir de Babilonia, «la que exigía oro». Los modernos expositores rechazan esta expresión por ser un inusitado arameísmo y cambian el dálet por resh, y hacen que diga «insolente», y así es como aparece en nuestras versiones (nota del traductor). Lo cierto es que el rey de Babilonia vivía en la opulencia, era la cabeza de oro de Dan 2:38, que dominaba a las naciones con cetro de terror (v. Isa 14:6), hasta abatirlas (v. Isa 14:12). Tan poderosos y numerosos eran sus ejércitos que hacía temblar la tierra (v. Isa 14:16); todos sus vecinos tenían miedo de él y se veían forzados a someterse a él.

(B) El perverso abuso que hacía de su riqueza y de su poder:

(a) Se le menciona con el epíteto de opresor (v. Isa 14:4), de bastón de los impíos y cetro de los déspotas (v. Isa 14:5), el que hería a los pueblos (v. Isa 14:6), no con justicia, sino con furor, y continuamente, con llagas permanentes, no para reforma y corrección, sino con ira y con acoso sin tregua. De forma que el que dominaba a todos cuantos se hallaban en derredor suyo, no sabía nunca dominarse a sí mismo.

(b) El versículo Isa 14:17 describe hasta qué punto llegó su crueldad: «Puso el mundo como un desierto, tan grande fue la devastación que llevó a cabo; por doquier asoló sus ciudades, de forma que no quedase de ellas ni el recuerdo, y a sus presos nunca abrió la cárcel; les hacía sufrir cadena perpetua, sin esperanza alguna de regresar a sus hogares». Esto lo hizo especialmente con los judíos, pero no fue más benigno con sus propios súbditos (v. Isa 14:20): «destruiste tu tierra, mataste a tu pueblo».

(c) A esto se añadía su orgullo, altivez y arrogancia. Se toma nota aquí de su pompa (v. Isa 14:11), esto es, de la extravagancia en el séquito, del lujo de la vestimenta, de la suntuosidad en el mueblaje, etc. Pero era sobre todo la presunción orgullosa de su fantasía lo que le hizo madurar para la ruina (vv. Isa 14:13, Isa 14:14): «Subiré al cielo, por encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono». Como Satanás, aspira a ser igual a Dios. Todo este pasaje ha sido aplicado, desde antiguo, al diablo, pero no es éste el sentido literal de la porción, ni los judíos lo entendieron jamás así. El monte de la reunión es, con alguna probabilidad, Sion (comp. con Sal 48:3), aunque no puede descartarse la opinión de que Isaías se refiera a la montaña sagrada de la mitología babilónica. Dice Slotki: «La ambición de Nabucodonosor en unirse a la asamblea de los dioses principales de su pueblo». Moriarty hace notar que Elyón (Altísimo) (v. Isa 14:14) «es un epíteto que se aplica a Él, el dios supremo en la mitología de Canaán». Entre los fundadores de la monarquía asiria había algunos que habían sido deificados y sus nombres habían sido puestos a ciertas estrellas, pero el monarca de Babilonia quería subir «por encima de las estrellas de Dios» (v. Isa 14:13).

(C) La ruina total que le había de sobrevenir:

(a) Se predice que su poder y su riqueza serán quebrantados. Ha sido un opresor por largo tiempo, pero el opresor (no sólo la opresión) va a terminar (v. Isa 14:4). A los que no cesan de pecar, Dios les hará cesar de existir. Dios, Jehová, ha quebrantado su bastón y su cetro (v. Isa 14:5). Y él mismo queda cortado por tierra (v. Isa 14:10), es decir, talado y derribado en tierra. Su fuerza ha resultado tan débil (v. Isa 14:10) como la de cualquier otro rey que acabó en el sepulcro y, con él, descendió al Seol su pompa (v. Isa 14:11).

(b) Este poderoso príncipe, que solía dormir en un lecho de edredón, tendrá ahora (v. Isa 14:11) «gusanos por cama y gusanos que le cubrirán». Aun cuando se hacía venerar como dios, se comprobará que estaba hecho del mismo material que los demás hombres. «Todos los reyes de las naciones (v. Isa 14:18) yacen con honor, cada uno en su morada», es decir, tienen su propio sepulcro, pero este rey de Babilonia es echado (v. Isa 14:19) de su sepulcro como un brote abominable, como una planta ponzoñosa que nadie se atreve a tocar, en lugar de una mortaja regia, con su cadáver embalsamado, estará «vestido (lit.) de muertos pasados a cuchillo», es decir, rodeado de los cadáveres de sus soldados, y «como cadáver pisoteado» por los caballos y los soldados que habrán pasado sobre él. Ese «ellos» del versículo Isa 14:20 se refiere, no a sus antepasados, sino a los reyes del versículo Isa 14:18.

(c) Ahora que está muerto, toda la tierra está en reposo y en paz (v. Isa 14:7), pues él era el gran perturbador de la paz internacional; y no sólo los seres humanos prorrumpen en aclamaciones (v. Isa 14:7), sino que hasta los cipreses y los cedros del Líbano (v. Isa 14:8) están de fiesta, pues se creen seguros ahora que no hay peligro de que los talen para proveer de maderamen al monarca. Si esto se toma como símil para simbolizar a los príncipes de los países circunvecinos (v. Zac 11:2), esos príncipes se sentirán ahora a salvo de ser desposeídos de sus derechos reales.

(d) Los muertos le darán la bienvenida (vv. Isa 14:9, Isa 14:10), especialmente los príncipes y reyes, porque el tan temido rey de Babilonia ha corrido la misma suerte que ellos, y ha descendido al sepulcro como los demás. Como muy bien hace notar Trenchard, «el rey no es tanto Nabonido, quien, con su hijo Belsasar, regía el imperio en el momento de su caída, sino la encarnación de todo el orgullo carnal de Babilonia, que fue representado por la cabeza de oro de la imagen de Daniel capítulo Dan 2:1-49 y por el león con alas de águila en la visión de las bestias de Daniel capítulo Dan 7:1-28».

(e) El que pensaba poner su trono por encima de las estrellas (v. Isa 14:13), no sólo ha caído del cielo (v. Isa 14:12) a la tierra, sino desde la tierra al Seol (v. Isa 14:11) con toda su pompa. Se le llama «lucero» (hebr. heilel) e «hijo del alba» (hebr. ben shájar). Como ya dijimos nota del traductor , algunos escritores eclesiásticos de los primeros siglos de la Iglesia aplicaron esto a Satanás, de donde le vino el apodo de «Lucifer». El propio Trenchard dice: «Muchos expositores han visto aquí por lo menos una ilustración del orgullo y de la ambición de Satanás, quien, por soberbia y ambición, cayó de su sublime lugar angelical». Lo curioso del caso es que la Biblia aplica el epíteto de «Lucifer» (gr. phosphóros, portador de luz), no a Satanás, sino al Señor Jesucristo en su parusía o Segunda Venida, como puede comprobarse leyendo 2Pe 1:19 (donde el gr. phosphóros corresponde al hebr. heilel de Isa 14:12), a la luz de Isa 60:1, Isa 60:2; Luc 1:78.

(f) ¿Cómo ha podido un lucero de tal magnitud convertirse en un pedazo de barro putrefacto? ¿Ha caído jamás un ser humano de tal elevación de honor y poder a tal abismo de vergüenza y miseria? (v. Isa 14:15). «Se inclinan hacia ti los que te ven, te contemplan de cerca asombrados (v. Isa 14:16), diciendo: ¿Es éste aquel varón que hacía temblar la tierra, que sacudía los reinos …? ¿Quién habría imaginado que iba a parar en esto? (v. Sal 82:7). Vienen a comentar: «¿Hubo jamás un hombre a quien la muerte produjese un cambio tan tremendo como a este? ¿Es posible que un hombre, que hace pocas horas parecía tan grande, parezca ahora tan horrible, tan despreciable?

(D) La consecuencia que el profeta saca de esto (v. Isa 14:20): «No será mencionada para siempre la descendencia de los malignos (o malhechores)». Los príncipes de la monarquía babilónica eran unos malhechores y, por consiguiente, habían de llevar su infamia como blasón deshonroso de su linaje. Los caminos del pecado carecen de prestigio.

2. Se predice también aquí la ruina total de la familia real, junto con la de la ciudad regia.

(A) La familia real será completamente extirpada. A los medos y persas, que van a ser empleados en esta obra destructora, se les ordena que, cuando hayan dado muerte a Belsasar, preparen para sus hijos el matadero (v. Isa 14:21). Nabucodonosor había ordenado la muerte de los hijos de Sedequías (Jer 52:10) y, por esta iniquidad suya, a sus descendientes se les paga con la misma moneda, para que no se levanten ni posean la tierra, no sea que hagan en su tiempo tanto daño como hicieron sus antepasados en sus días. La providencia de Dios vela por el bien de las naciones más de lo que nosotros nos apercibimos, pues hace que mueran tempranamente algunos que, si viviesen por más tiempo, harían daños incalculables.

(B) La ciudad imperial ha de ser demolida y abandonada (v. Isa 14:23). Va a ser el patrimonio (v. Isa 14:23), la posesión perpetua, de erizos (también podía significar alcaravanes, aves de mal agüero comp. con Isa 34:11 ) y en pantanos, agua estancada, maloliente, donde la ciénaga cultiva miasmas e insectos malignos.

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