Mateo 12:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Los maestros de la Ley habían corrompido muchos mandamientos al interpretarlos con demasiada laxitud, pero en lo que concierne al cuarto mandamiento del Decálogo, se habían ido al otro extremo, interpretándolo con excesivo rigor. Por eso, lo que aquí desea el Señor poner de relieve es la licitud de las obras de necesidad y de misericordia en día de reposo. Es costumbre el sentar jurisprudencia a base de casos concretos, y en esta forma es como Jesús da la correcta interpretación de la ley divina sobre el sábado.

I. Al vindicar la conducta de los discípulos que arrancaban espigas en sábado, Jesús muestra que en ese día son lícitas las obras de necesidad. Obsérvese aquí:

1. Qué es lo que hicieron los discípulos de Jesús. Acompañaban al Maestro un sábado, y pasaban por un sendero entre los sembrados, y tenían hambre (v. Mat 12:1). La Providencia dispuso que pasaran por allí para encontrar alivio a su hambre. Dios tiene muchos medios de proveer para los suyos cuando están en necesidad. Al pasar por entre los sembrados comenzaron a arrancar espigas, lo cual estaba permitido en la Ley (Deu 23:25), para enseñar a su pueblo a ser generosos con el prójimo y no insistir en los derechos de la propiedad privada cuando se trataba de cantidades insignificantes con las que un semejante podía salir del apuro. Aquello era una escasa provisión para Jesús y sus discípulos, pero era lo único que tenían a mano y con eso se contentaban de momento.

2. La ofensa que esto causó a los fariseos (v. Mat 12:2). A pesar de lo frugal de tal desayuno, los fariseos no consintieron que lo tomasen en paz. No les recriminaron por aprovecharse del trigo ajeno, sino por hacerlo en sábado; arrancar espigas y restregarlas con las manos (Luc 6:1) era para ellos un trabajo equivalente a cosechar, lo cual estaba prohibido hacer en sábado.

3. La respuesta que Cristo les dio. Los discípulos poco podían decir por sí mismos, pero Jesús salió en defensa de ellos para justificar lo que hacían.

(A) Lo hace y cita precedentes, lo cual era válido en la consideración de los fariseos mismos. Les recuerda el ejemplo de David: ¿No habéis leído lo que hizo David? (v. 1Sa 21:6). David y los que estaban con él tuvieron hambre y comieron de los panes de la proposición, reservados a los sacerdotes (vv. Mat 12:3-4). Nótese que lo que cualificó a David para comer dichos panes no fue su dignidad de rey, sino su hambre de común mortal. Ni la dignidad da derecho a satisfacer la concupiscencia, ni la condición modesta impide que se tenga en cuenta la necesidad. Por eso, puede hacerse en caso de urgencia y necesidad lo que no es lícito en otro tiempo, con tal que ello no cause deshonor a Dios, daño al propio sujeto o perjuicio directo a la persona de un semejante. Otro ejemplo es el caso de los sacerdotes que realizan mucho trabajo manual en el Templo en día de reposo, sin quebrantar por eso la Ley (v. Mat 12:5), puesto que el servicio del Templo lo requería, mientras que cualquier otro trabajo manual habría sido una profanación del sábado. Esto nos muestra que en el día de reposo están permitidas las obras de piedad, además de las obras de necesidad, puesto que la ley del sábado estaba destinada a promover, no a impedir, el culto del sábado.

(B) Lo confirma con tres argumentos contundentes:

(a) Aquí hay alguien mayor que el templo (v. Mat 12:6). Si el servicio del Templo justificaba el trabajo que los sacerdotes llevaban a cabo en sábado, con mayor razón estaba justificado el que los discípulos hicieran aquello en servicio de Cristo. Cristo en un sembrado, era algo mayor que el Templo (el pronombre está en neutro, para darle mayor fuerza, comp. Mat 11:9 , y menor ofensa, al despersonalizarlo).

(b) Dios desea misericordia, y no sacrificio (v. Mat 12:7). Jesús cita Ose 6:6, como lo había hecho en Mat 9:13; allí, en favor de las almas; aquí, en favor de los cuerpos; ya que el sábado había sido instituido para el hombre, no viceversa. Si hubieseis comprendido qué significa … Los escribas y fariseos conocían muy bien la letra de la Ley, pero ignoraban su verdadero sentido (comp. Jua 5:39, donde el verbo debe traducirse en indicativo). Si hubiesen comprendido el verdadero sentido de la Ley, dada por Dios por Su bondad y compasión hacia los hombres, no habrían tenido por culpables a quienes arrancaban espigas en sábado, forzados por el hambre. No nos basta con conocer bien la Biblia, sino que hemos de esforzarnos por penetrar en su sentido para acomodar a nuestra vida el mensaje de Dios. Se puede citar de memoria cualquier versículo de la Biblia, para mayor tormento suyo (Stg 2:19). El que lee, entienda dice la Palabra (Mat 24:15; Mar 13:14). La ignorancia de la significación de la Escritura es especialmente vergonzosa en los que se encargan de enseñar a otros.

(c) Porque el Hijo del Hombre es Señor del sábado (v. Mat 12:8). Aquí, la razón va más allá de lo expresado en el versículo Mat 12:6. La ley del sábado, como todas las demás, está en manos del Hijo del Hombre, en las que el Padre puso todo poder y toda autoridad. Cristo podía alterar, dispensar de, y acabar con, la ley del sábado, pues, con Él todo fue hecho nuevo (Rom 10:4; 2Co 5:17) hasta el punto de que todo lo ceremonial quedó destituido de valor y de vigencia (Col 2:14-17). Esta es ahora la única razón válida contra judíos inconversos y falsos «testigos» por la que los cristianos no están obligados a observar el sábado.

Después de silenciar a los fariseos Jesús pasó de allí, entró en la sinagoga de ellos; es decir, de los habitantes de aquella ciudad, en la que presidían precisamente aquellos fariseos que se habían querellado contra Él. Hemos de andar con sumo cuidado, no sea que un incidente cualquiera que nos ocurra en el camino hacia el culto nos distraiga o, peor aún, nos indisponga para una devota y provechosa asistencia a los oficios divinos, especialmente al culto de comunión, como tampoco hemos de permitir que pendencias necias o rencillas personales nos impidan asistir a las ordenanzas del Señor. El diablo cobra ventaja cuando, al sembrar discordia entre los hermanos (2Co 2:11), consigue apartarlos del culto y de la comunión con los creyentes.

II. En los versículos anteriores, Cristo había mostrado que son lícitas en sábado las obras de necesidad y las obras de piedad. Ahora va a mostrar que también son lícitas en sábado las obras de misericordia, pues se dispone a sanar en sábado a uno que tenía seca encogida por parálisis una mano (v. Mat 12:10). Aquí vemos:

1. La penosa situación en que se encontraba este pobre hombre. Lucas dice que era la mano derecha (Luc 6:6) el apócrifo «Evangelio de los Nazarenos» añade que era albañil de oficio, y en tal caso su situación sería todavía más lamentable, al verse impedido de ejercer su oficio. Este hombre estaba en la sinagoga. Quienes pueden hacer poco o tienen poco que hacer, como los enfermos, los viejos y los ricos, bien está que procuren hacer tanto más por sus almas cuanto menos pueden hacer por lo temporal.

2. La pregunta insolente que los fariseos hicieron a Jesús, a la vista de este hombre: Preguntaron a Jesús, para poder acusarle. ¿Es lícito sanar en sábado? No leemos que este pobre hombre se dirigiera a Cristo para que le sanara, pero ellos observaron que Jesús comenzaba a fijarse en él, y sabían que tenía por costumbre ser encontrado por los que no le buscaban y, por eso, la maldad de ellos se anticipó a la bondad de Jesús. ¿Puede alguien atreverse a preguntar si le es lícito a Dios enviar su Palabra y sanar? ¿Es lícito sanar? Inquirir sobre la licitud e ilicitud de las acciones es cosa muy buena, y a nadie mejor que a Cristo se le puede hacer una pregunta semejante; pero los fariseos le preguntaron aquí a Jesús, no para que les instruyese, sino para acusarle.

3. La respuesta que Cristo les da, apela al razonamiento y a la práctica de ellos mismos (vv. Mat 12:11-12). En caso de que a ellos se les cayera una oveja en un pozo en sábado, ¿no la sacarían de allí? Seguramente que sí, pues el cuarto mandamiento lo permitía, y así decía hacerse, porque el justo cuida de la vida (o del sustento) de sus bestias (Pro 12:10), y ellos no querrían perder sin más una oveja. ¿Se cuida Cristo de las ovejas? Sí, Él crea, preserva y da provisión al hombre y a la oveja; pero aquí lo dice por los hombres (1Co 9:9-10), y de ahí arguye: ¿Cuánto más vale un hombre que una oveja? (v. Mat 12:12). El hombre, por la naturaleza personal de su ser y por la imagen de Dios que lleva impresa, tiene un valor inmensamente mayor que los brutos animales. Deberían considerar esto quienes tienen mayor solicitud por la cría, por el amaestramiento, el cuidado y la alimentación de sus perros y caballos, que por los pobres de Dios o, quizás, por sus propios familiares.

4. La verdad que Cristo infiere en este caso: Por consiguiente, es lícito hacer el bien en sábado. Ellos habían preguntado: ¿Es lícito sanar? Cristo les contesta que es lícito hacer el bien. En el día de reposo, hay muchas más maneras de obrar bien que asistir personalmente al culto de Dios; una de ellas es obrar el bien, como en este caso; cuando se hace el bien por un motivo de amor y compasión, es un buen obrar, y será aceptado.

5. La curación del hombre por la palabra de Cristo, a pesar de que los fariseos habían de ofenderse por ello (v. Mat 12:13), y Jesús lo sabía. Ni el deber se ha de dejar sin cumplir, ni las oportunidades de hacer el bien se deben desaprovechar, por miedo a causar ofensa a gente de mentalidad farisaica. Le dijo Jesús al hombre: Extiende tu mano; es decir, obedece a mi palabra y ejercita el poder que yo te confiero. Y él la extendió, y le fue restaurada, sana como la otra estaba. Nótese que ni aun desde el punto de vista de ellos mismos, podían los fariseos acusarle de quebrantar el sábado, puesto que Jesús no había trabajado en prepararle algún remedio o en ayudarle con sus manos a que sanara, sino que se había limitado a pronunciar, en arameo, dos palabras muy breves. Podemos aplicarnos a nosotros mismos esta breve y eficaz receta de Jesús: A fin de mejorar nuestra salud espiritual (y aun corporal), hemos de extender nuestras manos, para obrar de la mejor manera posible, de acuerdo con el poder que Él nos da, para levantar hacia Dios manos limpias en oración, para asirnos de Cristo en momentos de tentación y apuro, para todo esfuerzo santo al servicio de Dios y en provecho del prójimo. Ahora bien, este hombre no podía extender por sí mismo su mano atrofiada, sin embargo, Cristo le manda que lo haga. Cuando Dios nos manda hacer algo o cumplir con un deber para lo cual no tenemos fuerzas naturales, obra con el mismo derecho y con el mismo poder con que Cristo mandó a este hombre que extendiera una mano que estaba seca, totalmente marchita por el encogimiento de su enfermedad, puesto que, con el mandato, nos garantiza la gracia necesaria para poder cumplirlo. Como escribió Agustín: «Dios no manda imposibles, sino que, al mandar, nos instruye a que hagamos lo que podamos, a que pidamos gracia para lo que no podemos, y con su gracia nos ayuda a que podamos». A una viejecita creyente, le preguntó un burlón para tentarla: Si Dios le mandara meter la cabeza por una pared, ¿también lo haría usted? «Sí, señor contestó ella mi obligación sería meter la cabeza; y la de Dios, hacer el agujero».

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