Mateo 28:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Como pruebas de la resurrección del Señor tenemos aquí el testimonio del ángel y del mismo Cristo. No queramos imponer condiciones a la Sabiduría Infinita, la cual tuvo a bien que los testigos de Su resurrección le viesen resucitado, pero no le viesen resucitar. Su encarnación fue un misterio; también lo había de ser lo que podemos llamar Su segunda encarnación.

I. Llegada de las buenas mujeres al sepulcro.

1. Cuándo vinieron: Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana (v. Mat 28:1). Esto fija con toda claridad el tiempo de la resurrección de Cristo.

(A) Resucitó al tercer día después de Su muerte. Fue sepultado en la tarde del sexto día de la semana, y resucitó en la madrugada del primer día de la semana siguiente. Comoquiera que los orientales contaban como días enteros los fragmentos de los días de entrada y salida, no ha de extrañarnos cuando leemos en Mat 12:40 «tres días y tres noches», aunque, en realidad, estuvo en el sepulcro solamente dos noches un día y fragmentos de otros dos.

(B) Resucitó pasado el sábado judío, y era el sábado de la Pascua. En el sexto día, acabó Cristo Su obra, y gritó: Consumado está; en el séptimo día, descansó; y luego, en el primer día de la semana siguiente, como si comenzase un mundo nuevo emprendió una obra nueva: las cosas viejas pasaron; he aquí, todas son hechas nuevas (2Co 5:17). El tiempo en que los creyentes yacen en el sepulcro es un sábado para ellos, pues allí descansan de sus trabajos (Job 3:17; Apo 14:13).

(C) Resucitó en el primer día de la semana. En el primer día de la primera semana mandó Dios que brillara la luz de en medio de las tinieblas; por eso, quiso en este día salir de las tinieblas de la muerte y del sepulcro el que era la Luz del mundo. El sábado fue instituido en señal y recuerdo de que Dios había terminado la obra de la creación (Gén 2:1). El hombre, con su rebelión, hizo una brecha en esta obra ya perfecta, y esta brecha no quedó reparada perfectamente hasta que Cristo se levantó de entre los muertos. El que resucitó en este día es el mismo por quien, en quien y para quien todas las cosas fueron creadas (Col 1:16), y ahora son recreadas.

(D) Resucitó al amanecer del día. Tan pronto como pudo decirse que amaneció, nos visitó desde arriba, de nuevo el Sol de justicia (Luc 1:78). Su Pasión comenzó de noche; cuando fue crucificado se oscureció el sol; fue puesto en el sepulcro al atardecer pero se levantó del sepulcro al despuntar el alba, porque Él es la estrella resplandeciente de la mañana (Apo 22:16), la luz verdadera (Jua 1:9).

2. Quiénes vinieron al sepulcro: María la Magdalena y la otra María, las mismas que habían estado presentes en el funeral y deseaban expresar una vez más su afecto al Señor. No sólo acompañaron al Señor hasta el sepulcro, sino que deseaban hacerle compañía también en el sepulcro. Y el Señor es muy buen recompensador: así como sus fieles seguidores le amaron en el sepulcro, así también Él ama a los suyos en el sepulcro, porque la muerte y el sepulcro no pueden romper los lazos de amor que nos unen con Él: Estimada es a Sus ojos la muerte de Sus santos (Sal 116:15).

3. Qué vinieron a hacer: los otros evangelistas dicen que vinieron para ungir el cuerpo. Mateo sólo dice que vinieron a ver el sepulcro. Vinieron a mostrar su afecto en otra visita a los restos de su amado Maestro. En el sepulcro de Jesús pueden verse también nuestros pecados sepultados, y la gran prueba de amor redentor que brilla con todo esplendor en la región de las tinieblas.

II. La aparición de un ángel del Señor a las mujeres (vv. Mat 28:2-4). Aquí tenemos un relato del modo como se llevó a cabo la resurrección de Cristo.

1. Hubo un gran terremoto. Cuando murió Jesús, la tierra tembló de pavor; cuando resucitó, la tierra que le había alojado en su seno, saltó de gozo por Su exaltación. Era la señal de la victoria de Cristo y como si el sepulcro en trance de parto, no pudiera retenerlo y tuviera que darlo a luz (ésta es la idea implícita en Hch 2:24). Los que son convertidos y resucitados así a la vida espiritual, mientras se realiza el nuevo nacimiento, hallan en su interior una especie de temblor de tierra, como Pablo «temblando y temeroso» (Hch 9:6).

2. Un ángel del Señor descendió del cielo. Los ángeles asistieron al Señor Jesús en algunas ocasiones pero en la cruz no hallamos a ningún ángel que le asistiera; cuando el Padre le desamparó, los ángeles le retiraron también su asistencia; pero ahora que vuelve a tomar Su gloria, de nuevo vienen a Su encuentro.

3. Llegando, removió la piedra y, después de voltearla, se sentó sobre ella. La pesada piedra de nuestros pecados fue volteada a la puerta del sepulcro de nuestro Señor Jesús y, para mostrar que la justicia divina estaba satisfecha, fue comisionado un ángel para remover la piedra. Todos los poderes de las tinieblas y de la muerte están bajo el control del Dios de la luz y de la vida. El ángel celestial viene con la autoridad necesaria para romper el sello y con la fuerza suficiente para remover una gran piedra. Y se sentó sobre ella, como desafiando a todos los poderes del Averno a que la vuelvan a poner a la entrada del sepulcro.

4. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido, blanco como la nieve (v. Mat 28:3). Su mirada hacia los soldados de la guardia era como ráfagas de relámpagos. La blancura de su vestido era un emblema, no sólo de pureza, sino también de gozo y de victoria. Cuando Cristo murió, la corte celestial se puso de luto, simbolizado en el eclipse del sol; pero, cuando resucitó se pusieron de nuevo las vestiduras de alabanza. La gloria de este ángel representaba la gloria de Cristo, a la que ahora resucitaba pues es la misma descripción que se da de Él en Su transfiguración (Mat 17:2).

5. Y de miedo de él, los guardias temblaron y se quedaron como muertos (v. Mat 28:4). Nótese que eran soldados, endurecidos contra el miedo; sin embargo, la sola presencia del ángel les sobrecogió de terror. La resurrección de Cristo, así como es un gozo para Sus amigos, es el terror y la confusión de Sus enemigos. Temblaron; el vocablo del original es el mismo que se usa para el terremoto (v. Mat 28:2). Al temblar la tierra, temblaron también los terrenales (1Co 15:48), pues toda su porción está aquí en la tierra, mientras que los que han puesto su felicidad en las cosas de arriba, aunque la tierra tiemble, ellos no tienen miedo. Su quehacer era guardar un muerto en su tumba, de seguro, el servicio más fácil que jamás les habría sido encomendado y, con todo, les resultó demasiado duro.

III. El mensaje que el ángel comunicó a las mujeres (vv. Mat 28:5-7).

1. Dejad de temer vosotras (v. Mat 28:5). Llegarse a tumbas y sepulcros, especialmente en el silencio y la soledad, produce cierto espanto; mucho más les espantaría a estas mujeres encontrar un ángel junto al sepulcro. Pero él se apresura a tranquilizarlas. Los guardias temblaron y quedaron como muertos, pero a las mujeres viene a decirles el ángel: «Las nuevas que os traigo no deben sorprenderos; no temáis, porque Su resurrección será vuestra consolación; porque yo sé que buscáis a Jesús. No vengo a asustaros, sino a animaros». Quienes buscan a Jesús, no tienen motivo para estar con miedo, porque, si le buscan con diligencia, le hallarán. Sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. Menciona la crucifixión para mayor recomendación del afecto que ellas le tenían: «Todavía le buscáis, a pesar de que fue crucificado». Los verdaderos creyentes aman y buscan a Jesús, no sólo a pesar de que fue crucificado, sino precisamente porque fue crucificado.

2. Les da seguridad de que Jesús ha resucitado: No está aquí, pues ha resucitado (v. Mat 28:6). Esto era bastante para disipar los temores que abrigaban. El oír que no estaba allí no habría sido ninguna noticia buena para los que le buscaban, si no hubiese añadido: ha resucitado. No hay que escuchar a los que dicen: está aquí o está allí, porque Él no está aquí ni está allí, está resucitado. Hemos de buscarle como al que ha resucitado. Los que hacen estampas e imágenes de Cristo olvidan esto. Nuestra comunión con el Señor debe ser espiritual, por fe en Su palabra. Hemos de buscarle con reverencia, con humildad y con una mentalidad celestial. Si en alguna ocasión nos sentimos tentados a hacer de este mundo nuestro hogar y decimos: Bueno nos es estar aquí, recordemos que nuestro Señor Jesús no está aquí, ha resucitado; y por consiguiente, nuestros corazones no deben estar aquí, sino donde está el resucitado.

Dos cosas les dice el ángel a las mujeres para confirmar su fe:

(A) Que la palabra de Jesús se ha cumplido: Ha resucitado como dijo: «Si Él dijo que había de resucitar, ¿por qué tardáis en creer lo que ya os dijo que había de suceder?» Nunca pensemos que es cosa extraña que se cumplan las esperanzas que la Palabra de Dios ha suscitado en nosotros. Si recordamos lo que el Señor nos ha dejado dicho, no nos sorprenderá que nos haga lo que prometió.

(B) Que podían ver cómo la tumba estaba vacía: «Venid, ved el lugar donde yacía el Señor. Juntando lo que acabáis de oír con lo que podéis ver, no os será difícil creer». ¡Cuánto bien nos haría mirar con frecuencia, con los ojos de la fe, al lugar donde el Señor yacía! Cuando miramos al sepulcro donde esperamos reposar un día, quitemos de nosotros todo temor y miremos al lugar donde Jesús yació, pues la tumba de nuestro Salvador nos consuela del temor de ir a la nuestra.

3. Les encarga que se apresuren a comunicar a los discípulos las buenas noticias: Id pronto a decirlo a sus discípulos (v. Mat 28:7). Bueno era el estar allí, pero el ángel les encomendaba otro trabajo; no debían monopolizar su gozo, sino compartirlo. Ser de utilidad para otros debe prevalecer sobre el placer de la comunión privada con Dios.

(A) Los discípulos de Cristo deben ser los primeros en conocer las noticias; no les dice: Id a los principales sacerdotes y a los fariseos para que queden confundidos, sino: id a los discípulos para que queden confortados. Dios prefiere que el gozo de Sus hijos se anticipe a la vergüenza de Sus enemigos. Decid a sus discípulos: (a) Para animarles bajo las presentes circunstancias de pesadumbre y dispersión. Eran horas amargas para ellos, entre la pena y el miedo. ¡Qué refrigerio sería para ellos oír que su Maestro había resucitado! (b) Para que por sí mismos investigasen el hecho, pues preparándose para buscarle, se prepararían para que se les apareciese. Las insinuaciones generales excitan en los que buscan, una investigación más a fondo.

(B) Las mujeres reciben el encargo de llevar este mensaje. Esto era una recompensa al afecto con que le habían seguido junto a la cruz y, después, junto al sepulcro; al mismo tiempo, era un velado reproche a los discípulos que habían abandonado a su Maestro. Así como la mujer fue la primera en la transgresión, así estas mujeres fueron las primeras en creer en la redención que de la transgresión había sido llevada a cabo por la resurrección de Cristo.

(C) El ángel les dice que vayan pronto a cumplir este encargo. ¿Qué prisa había en ello? Sí, es cierto que tan buenas noticias habrían sido bien recibidas en todo tiempo, pero los discípulos estaban abrumados de pesar, y Cristo quería que se les confortara lo antes posible. Ellos le habían abandonado a toda prisa, pero Él es tan misericordioso que desea consolarles a toda prisa. Nosotros también debemos apresurarnos a confortar a nuestros hermanos y hacerles el bien sin ninguna dilación.

(D) El encargo comportaba la orden de que los discípulos fuesen a encontrarse con el Señor en Galilea. Esta cita para encontrarse en Galilea, a unos ciento cincuenta kilómetros de Jerusalén, la hacía el Señor: (a) por delicadeza para con los discípulos que se habían quedado en Galilea y no habían venido (quizá no habían podido venir) a Jerusalén. Cristo sabe dónde viven los Suyos y los visitará allí. Incluso a los que viven a cierta distancia espiritual de Él, no deja por eso de manifestarse a ellos misericordiosamente con la abundancia de sus gracias: (b) por consideración a la debilidad de los discípulos que estaban ahora en Jerusalén, pero que, por miedo a los judíos, no se atrevían a aparecer en público. Cristo conoce nuestros temores y conoce nuestra frágil condición; por eso, en esta ocasión, les cita en el lugar que menos peligro ofrecía de ninguna perturbación.

4. Finalmente, el ángel afirma solemnemente sobre su palabra lo que acaba de comunicarles: He aquí que os lo he dicho. Como diciendo: «Podéis estar completamente seguras de mi mensaje, pues en él empeño mi propia palabra». De este modo, el ángel que había sido enviado a certificar de la resurrección de Cristo, dejaba en manos de los discípulos la tarea de proclamar por todo el mundo las nuevas que iban a recibir. Venía a decir: «Yo ya he cumplido con mi encargo de comunicar el mensaje: He aquí que os lo he dicho». Los mensajeros de Dios que cumplen fielmente con su deber, pueden consolarse con ello, sea cual fuere el éxito (v. Hch 20:26-27).

IV. Las mujeres se marchan del sepulcro para llevar las noticias a los discípulos (v. Mat 28:8). Consideremos:

1. En qué estado de ánimo marcharon: con temor y gran gozo; extraña mezcla: temor y gozo, al mismo tiempo, en un mismo corazón. Oír que el Señor había resucitado no podía producir otra cosa que gran gozo; pero tener una visión sobrenatural y recibir de un ángel la noticia, les causaba un santo temor. Nótese que del gozo se dice que era grande, pero no del temor, porque el temor santo siempre tiene gozo, pero el gozo, cuando va acompañado de amor perfecto, echa fuera todo temor (1Jn 4:18).

2. Cómo se apresuraron: fueron corriendo. Juntos el temor y el gozo, les dieron prisa y les dieron como dos alas en su marcha. Esto nos enseña a no malgastar el tiempo ni ser holgazanes cuando Dios nos ha encomendado una tarea.

3. Con qué objetivo marcharon tan deprisa: a dar las nuevas a sus discípulos. Corrieron a llevar a los discípulos el consuelo con que ellas mismas habían sido consoladas por Dios (v. 2Co 1:4). Los discípulos de Cristo deben estar dispuestos a comunicarse recíprocamente sus experiencias espirituales y comunicar a otros lo que Dios ha hecho por ellos y lo que les ha comunicado. El gozo en Cristo Jesús no puede pasar inadvertido por los demás.

V. La aparición de Cristo a las mujeres para confirmar el testimonio del ángel (vv. Mat 28:9-10). Estas buenas y celosas mujeres, no sólo fueron las primeras en recibir las buenas noticias acerca de Él, sino también en verle después de Su resurrección. Jesucristo es, con frecuencia, mejor que Su Palabra, nunca peor; a veces adelanta, nunca frustra, las legítimas expectaciones de los Suyos.

1. La sorprendente aparición de Cristo a las mujeres: Mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, he aquí que Jesús les salió al encuentro. Las visitas que Dios nos hace con Su gracia suelen encontrarnos en el camino de nuestro deber, y quienes usan lo que tienen para beneficio de otros, recibirán del Señor mucho más. Esta entrevista con el Señor fue inesperada. Cristo siempre está más cerca de los Suyos que lo que ellos mismos se imaginan. En Su Palabra, siempre está cerca de nosotros.

2. El saludo con que se dirigió a ellas: ¡Salve! Aunque este es el significado del griego, no cabe duda de que Jesús se dirigiría a ellas con el acostumbrado saludo hebreo: Shalom = paz, que, en hebreo significa toda clase de bendiciones de parte de nuestro Padre celestial (v. Stg 1:17). Este saludo comportaba (A) el deseo de toda clase de bienes para ellas; (B) la familiaridad con Sus discípulos, pues por eso les llamaba amigos; (C) este saludo tendía a disminuir el temor que tenían y aumentarles el gozo, ya de suyo grande: No temáis ya (v. Mat 28:10). Es voluntad de Cristo que los Suyos sean una gente alegre; por eso, la alegría era una de las principales características de los primeros cristianos (v. Hch 2:46).

3. El homenaje respetuoso que ellas le tributaron: Y ellas acercándose, se asieron a sus pies, y le adoraron (v. Mat 28:9). De esta forma expresaron: (A) La reverencia y el honor que tenían para Él: (B) el amor y el afecto que le profesaban: (C) los transportes de gozo que las invadían, ahora que tenían esta seguridad adicional de Su resurrección.

4. Las palabras alentadoras que Cristo les dirigió (v. Mat 28:10). No hallamos que le dijeran ni una sola palabra; sus actitudes de afecto y adoración hablaban suficientemente por sí mismas, y lo que Él les dijo fue lo mismo que el ángel les había dicho (vv. Mat 28:5, Mat 28:7). Ahora observemos:

(A) Cómo las anima: No temáis ya. Las nuevas, aunque extrañas, eran verdaderas y buenas. La resurrección de Cristo, aunque es algo incomprensible para la razón humana, tiene la garantía de Su Palabra y debe llenar de gozo a los discípulos que la aceptan por fe como una gran seguridad de su propia futura resurrección y glorificación.

(B) Cómo les repite el mensaje del ángel: Id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán. (a) Siempre que hay un encuentro de comunión con el Señor, es Él quien lo dispone, así como el tiempo y el lugar; (b) Les llama a los discípulos mis hermanos. Nunca les había llamado así, sino después de Su resurrección aquí, y en Jua 20:17 (v. Heb 2:11, Heb 2:12, Heb 2:17). Desde ahora, Cristo no convive con sus discípulos con la misma frecuencia y familiaridad de antes; pero les da este preciado título de hermanos. Ellos le habían abandonado vergonzosamente en Sus sufrimientos; pero Él no sólo continúa con Su propósito de llegarse a ellos, sino que les llama hermanos.

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