Apocalipsis 12:5 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Dicen estos versículos en la NVI: «Ella (la Mujer) dio a luz un hijo, varón que ha de regir a todas las naciones con un cetro de hierro. Y el hijo de la mujer fue arrebatado a la presencia de Dios y ante su trono. La mujer huyó al desierto, a un lugar preparado por Dios para ella, para ser sustentada allí durante 1.260 días».

1. En el momento en que el versículo Apo 12:5 va a tener su completa realización, todo el capítulo Isa 66:1-24 de Isaías obtiene su cumplimiento profetizado (v. el comentario a Isaías del rabino Slotki, págs. 321, 322, así como el de E. Trenchard, pág. 177). Allí encontramos, como dice Trenchard:

El castigo de la parte apóstata del pueblo de Israel en el «día de Jehová» (Isa 66:15-18); la restauración del resto, del cual saldrá una nación entera con pasmosa rapidez (Isa 66:8-10); la manifestación repentina y gloriosa de Dios (Isa 66:5, Isa 66:14 y Isa 66:15); la gloria del reino que se ha de establecer alrededor del nuevo Israel como centro (Isa 66:12-14, Isa 66:20-24). Un detalle nuevo es la misión de los «escapados» (miembros del resto); predicarán a las naciones y recibirán el encargo de recoger a sus hermanos de la dispersión de todo el mundo. Suponemos que estos israelitas de la dispersión se habrán convertido durante el período del juicio, o por la manifestación de la gloria del Señor después del testimonio del que hemos hablado (v. Isa 66:19 y Isa 66:20).

2. Si nos percatamos de que, como ya hemos dicho, el alumbramiento del Mesías por parte de la Mujer-Israel y su entronización a la diestra de Dios el Padre, a pesar de la oposición de Satanás y sus huestes, forman un solo conjunto, entenderemos mejor el simbolismo de textos como Efe 2:2; Efe 4:8; Efe 6:12; Apo 12:8 (v. Barchuk, ob. cit., págs. 209, 210). Bueno será recordar (v. el comentario a Efe 6:12) que Satanás y sus huestes de maldad tienen, al presente, su residencia en el primer cielo, esto es, el cielo atmosférico, desde donde «el príncipe de este mundo» (v. Jua 12:31; Jua 14:30; Jua 16:11; Efe 2:2) o «dios de este siglo» (2Co 1:4) reina y controla los reinos y poderes de la tierra.

En ese cielo atmosférico, morada de Satanás, sitúa Efe 4:8 la victoria infinitiva de Cristo sobre el diablo. Si tenemos en cuenta que, durante las tres primeras horas de la crucifixión de Cristo, las tinieblas se extendieron por la faz de la tierra, y que a las huestes diabólicas las llama la Palabra de Dios «el poder de las tinieblas» (por ej., Luc 22:53; Efe 6:12; Col 1:13, comp. con Mat 27:45; Mar 15:33; Luc 23:44), comprenderemos también toda la fuerza de Col 2:14Col 2:14, Col 2:15, pues en el mismo lugar y a la misma hora que marcaba el triunfo de Cristo en la Cruz sobre el pecado, la ley y la muerte, estaba empeñado en la más dura lucha con el diablo, redimiéndonos como sustituto, mientras pesaba sobre Él el desamparo de Dios.

Piensa Barchuk (ob. cit., pág. 210) que los diez días que mediaron entre la Ascensión del Señor y el descenso del Espíritu de Pentecostés son una muestra de que la batalla fue dura. Opino personalmente que esto ya es querer sacar las cosas de quicio, pues el intervalo entre ambas fechas se comprende sin tener que recurrir a una explicación tan caprichosa. El número 40 que (según muchos) en años es una generación, en días es una preparación (Moisés en el Sinaí, Cristo en el desierto, el primer grupo de discípulos al ser instruidos Hch 1:3, etc. ), mientras que el 50 (la palabra griega pentecostés» significa 50.¡) marcaba la coincidencia del nacimiento oficial de la Iglesia con la Fiesta de la Siega (v. Éxo 23:16).

3. En el versículo Apo 12:6 se nos narra la huida de la «Mujer» al desierto, tras de la Ascensión del hijo varón, que fue arrebatado para ser entronizado solemnemente, de acuerdo con el Sal 2:1-12. Tres puntos de observación se ofrecen a nuestra vista en este versículo: (A) La fecha; (B) El lugar, y (C) La duración de la huida. El sentido general es que Israel, el pueblo elegido de Dios, queda a salvo durante gran parte del reinado del Anticristo (v. Apo 7:1-8; Apo 11:2; Apo 12:13-16; este último lugar es una ampliación del v. Apo 12:6).

(A) En cuanto a la fecha, hemos de advertir que no sigue de inmediato, en el tiempo, a la Ascensión del hijo varón, sino a su manifestación visible como Rey de reyes y Señor de los que dominan, cosa que aquí no se anticipa y que en Apo 19:11. se proclama. Por otra parte, como hace notar Barchuk, ambas fechas se empalman como aspectos de una misma profecía desdoblada en dos tiempos lejanos entre sí, como ocurre con la profecía de Isa 1:1, Isa 1:2, compárese con Luc 4:18-21, en que Cristo se detuvo a mitad de Isa 61:2, puesto que la segunda parte de este versículo había de cumplirse al final de los tiempos. Un caso semejante lo encontramos en las 70 semanas de Dan 9:24-27, en que la última semana se refiere a «la consumación». Dice Barchuk (ob. cit., pág. 211):

En el caso presente, esto sucedió porque si Dios no le hubiera mostrado (a Juan) el pasado, nadie podría haber entendido el futuro. Si este capítulo Apo 12:1-18 del Apocalipsis comenzara con el versículo Apo 12:6, donde se habla de la huida de la mujer al desierto, nosotros nunca sabríamos quién es esa mujer, a quién representa ella y por qué el dragón la persigue con tanta determinación. De manera que los primeros cinco versículos vienen a ser como el hilo del cuadro completo, mediante el cual quedan aclarados los demás acontecimientos. Si no hubiera esta visión del pasado, nosotros no sabríamos los misterios de los difíciles y sorpresivos ataques a Israel. Tampoco sabríamos las causas de las reiteradas agresiones en contra del Señor Jesucristo, y tantos otros peligros que Él experimentó. En general, no sabríamos por qué y sobre qué línea se desarrollaba la lucha entre Satanás y Dios. Pero esta maravillosa visión, a semejanza de una llave mágica, nos revela de una sola vez muchos misterios del pasado, al par que nos muestra un cuadro claro del futuro.

(B) En cuanto al lugar, se nos dice que «huyó al desierto» (gr. éremon de donde proceden los vocablos «ermita», «ermitaño», etc. ). Ahora bien, la palabra «desierto» es ambivalente, como nota Caird (ob. cit., págs. 151, 152), es decir, tiene dos sentidos diferentes en la Palabra de Dios: (a) Unas veces, significa lugar de caos y maldición, residencia de animales salvajes y espíritus inmundos (v. Isa 13:20-22; Isa 34:13-15; Mar 1:13; Luc 11:24); de ahí, la ceremonia de Lev 16:10, Lev 16:20-22, en que el macho cabrío que cargaba con las iniquidades de todo el pueblo el Día de la Expiación, era enviado al desierto; (b) Otras veces, significa lugar de refugio, como aconteció a los israelitas cuando huían del Faraón, después de atravesar a pie enjuto el mar Rojo. Dice Caird en el mismo lugar:

Para Juan, la esfera de los espíritus inmundos y de los animales salvajes no era el desierto, sino la gran ciudad, llamada Sodoma y Egipto en sentido figurado, y en la que el Señor fue crucificado (Apo 11:8), y puesto que dicha ciudad es sinónimo del mundo civilizado, se sigue que el desierto es cualquier lugar fuera de la autoridad de la ciudad impía.

En el comentario al versículo 14, diremos algo más acerca del lugar en que podría estar ubicado el desierto que aquí se menciona.

(C) Finalmente, en cuanto a la duración de esta huida al desierto, el texto nos dice que, en ese lugar preparado por Dios, será sustentada «por mil doscientos sesenta días», es decir, durante la persecución del Anticristo (v. Dan 7:25; Dan 12:7; Apo 11:2; Apo 12:14). Dan 12:11, Dan 12:12 no está en contradicción con esta duración, sino que el versículo 11 añade 30 días, pasada ya la Gran Tribulación, para la completa purificación del Templo; y el versículo Apo 12:12 añade otros 45 días más para que los que hayan esperado pacientemente puedan disfrutar dichosamente de todas las bendiciones que comportará el Milenio (v. el New Bible Dictionary, pág. 293). Nótese, sobre todo, la paternal providencia de Dios, que ha preparado con todo cariño, y con la debida anticipación, el lugar y el sustento diario de los fugitivos de Israel (comp. con 1Re 17:2-6 y Jua 14:2, Jua 14:3; 1Pe 1:4). ¡DIOS SIEMPRE TIENE «RESERVA» PARA LOS SUYOS!

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