Apocalipsis 13:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Apocalipsis 13:1 | Comentario Bíblico Online

Vamos a entrar en uno de los capítulos más difíciles de la Biblia y, por otra parte, de los más interesantes, puesto que ofrece ciertas claves de identificación para lo que ha de ocurrir durante el reinado del Anticristo mediante signos de los tiempos que ya están comenzando a aparecer. Por eso, antes de entrar de lleno en el estudio del presente capítulo, me ha parecido conveniente resumir algo de lo que el Dr. Pentecost expone a lo largo de las primeras 50 páginas de su monumental libro Eventos del Porvenir.

1. Comienza Pentecost su estudio afirmando que «ninguna cuestión que enfrente el estudiante de escatología es más importante que la del método que debe ser empleado en la interpretación de las Escrituras proféticas» (pág. 1). Después de describir los dos métodos de interpretación que han prevalecido a lo largo de la Historia de la Iglesia, y antes de describir al por menor las vicisitudes históricas de dichos métodos, arguye en defensa del sentido literal con las siguientes razones:

«(a) Que el significado literal de las oraciones es la forma normal de todos los idiomas.»

«(b) Que todos los significados secundarios de documentos, parábolas, tipos, alegorías y símbolos dependen, para su propia existencia, del significado literal previo de los términos.»

«(c) Que la mayor parte de la Biblia tiene sentido adecuado cuando se interpreta literalmente.»

«(d) Que el enfoque literal no descarta ciegamente las figuras de dicción, símbolos, alegorías y tipos; sino que, si la naturaleza de la oración así lo requiere, fácilmente acepta el segundo sentido.»

«(e) Que este método es el único obstáculo cuerdo y seguro contra las imaginaciones del hombre.»

«(f) Que este método es el único cónsono con la naturaleza de la inspiración. La inspiración plenaria de la Biblia enseña que el Espíritu Santo guió a los hombres a la verdad y los apartó del error. En este proceso, el Espíritu Santo usó el lenguaje y las unidades del lenguaje (como significado, no como sonido) que son las palabras y los pensamientos. El pensamiento es el hilo que hilvana las palabras unas con otras. Por lo tanto, nuestra exégesis misma debe comenzar con un estudio de las palabras y la gramática, los dos fundamentos de todo discurso significativo.»

2. Ésta es, en realidad, una cita que Pentecost hace del Prof. Ramm. Me atrevo a añadir que, en lo tocante a la profecía, el sentido literal puede tener varios niveles superpuestos (dos, y hasta tres), como lo demuestra el uso que la propia Biblia hace de algunos pasajes (v., por ejemplo, Joe 2:28-32, comp. con Mat 24:29; Mar 13:24, Mar 13:25; Luc 21:25; Hch 2:17-21; Apo 6:12, Apo 6:13).

3. Refiriéndose en particular a las reglas de interpretación de la profecía, dice más adelante el Dr. Pentecost (ob. cit., págs. 46 50): «A Interprete literalmente. B. Interprete de acuerdo con la armonía de la profecía. C. Observe la perspectiva de la profecía. D. Observe las relaciones del tiempo. E. Interprete la profecía según la cristología. F. Interprete históricamente. G. Interprete gramaticalmente. H. Interprete de acuerdo con la ley del doble cumplimiento. I. Interprete consecuentemente». No me extiendo en detallar lo que, bajo dichos epígrafes, explica el Dr. Pentecost, a fin de animar a mis lectores a que hagan lo posible para obtener dicho libro.

4. Todavía creo oportuna otra introducción que sirva para aclarar un punto importante de la porción que vamos a estudiar (cap. Apo 13:1-18): Estamos entrando aquí en el período de los segundos tres años y medio de la Gran Tribulación, durante los cuales el Anticristo va a ejercer, en toda su plenitud, su autoridad y su poder sobre los reinos de la tierra. Por consiguiente, recomiendo a los lectores que repasen el comentario a 2Ts 2:3-12, con lo que se adquiere una descripción más plena del Anticristo que vamos a ver en el presente capítulo, versículos Apo 13:1-10.

5. Pasando ya al comentario detallado del capítulo 13, veamos primeramente la descripción que del Anticristo nos hacen los versículos Apo 13:1-3: «Y el dragón se puso de pie sobre la arena del mar. Y vi una bestia que salía del mar. Tenía diez cuernos y siete cabezas, con diez coronas en sus cuernos, y sobre cada cabeza un título blasfemo. Esta bestia que yo vi era semejante a un leopardo, pero sus patas eran como las de un oso, y su boca como la de un león. El dragón le dio a la bestia su poder, su trono y una gran autoridad. Una de las cabezas de la bestia parecía haber sufrido una herida mortal, pero la herida mortal había sido curada. El mundo entero estaba asombrado y seguía a la bestia fascinado» (NVI).

(A) Ya dijimos al final del comentario al capítulo 12 que, según aparece en el texto crítico del original, la primera parte del versículo Apo 13:1 del presente capítulo Apo 13:1-18 forma un versículo aparte, el versículo Apo 12:18 del capítulo Apo 12:1-18. Sin embargo, lo mismo la NVI que nuestra Reina-Valera y otras versiones lo ponen al comienzo del versículo que vamos a comentar.

(B) ¿Qué significa lo de que la bestia que Juan vio ahora «salía (gr. subía) del mar»? Ya dijimos que el mar, como «abismo» (Apo 11:7), era en el Antiguo Testamento el lugar de los monstruos marinos, especialmente del Leviatán, mientras que el monstruo de la tierra era Behemot (v. Job 41:1 y Job 40:15 respectivamente en el hebreo ). Los comentaristas están de acuerdo en que aquí, según el lenguaje de la propia Biblia (por ej., Isa 17:12), el mar significa, como dice Swete (citado por W. Smith en ob. cit., pág. 1.512), «la superficie agitada de una humanidad no regenerada y, en especial, de la caldera en ebullición de la vida nacional y social de la que surgen los grandes movimientos históricos del mundo». Barchuk añade:

Los hombres enemigos de Dios son comparados con el mar turbulento (Isa 57:20) … Finalmente, en el mismo Apocalipsis, los pueblos, las multitudes, naciones y lenguas, son comparados a «las aguas», es decir, al mar (Apo 17:1, Apo 17:15). También en cuanto a las bestias, precursoras del anticristo, está escrito que éstas salieron del gran mar, aunque ellas tipifican a reyes que están en la tierra (Dan 7:2, Dan 7:3, Dan 7:17).

Esta última cita nos da la oportunidad de decir que un buen estudio de la profecía de Daniel resulta muy provechoso para entender los capítulos más difíciles del Apocalipsis.

(C) La bestia que aquí se nos describe aparece con «diez cuernos y siete cabezas». En Dan 7:7, la bestia más terrible de todas sale también del mar y también tiene diez cuernos, señal de poder absoluto, pero una sola cabeza, autoridad simple y limitada. Lo mismo que el dragón (v. Apo 12:3), también el Anticristo tiene siete cabezas y diez cuernos, símbolos respectivamente de autoridad y de poder. Pero hay entre ambas bestias (el dragón y el Anticristo) una diferencia significativa: el dragón lleva las diademas sobre las cabezas, mientras que el Anticristo las lleva sobre los cuernos. Esto indica que la plenitud de la autoridad (para el mal) reside en Satanás, mientras que el Anticristo posee un poder de acción absoluto, pero prestado por Satanás, quien le dio al Anticristo «su poder, su trono y una gran autoridad» (v. Apo 13:2).

(D) Por lo que vemos en el presente capítulo y por lo que veremos en el capítulo Apo 17:1-18, podemos anticipar ya que el dragón, es decir, Satanás, va a emplear, en sus malvados designios, tres agencias humanas: (a) el Anticristo, o bestia que sube ahora del mar (v. Apo 13:1, comp. con Apo 11:7), que le prestará al diablo sus manos y representará un poder mundano anticristiano; (b) El Falso Profeta, o bestia que sube de la tierra (v. Apo 13:11), quien prestará al diablo su mente, y representa una cultura mundana anticristiana; (c) La Gran Ramera, sentada sobre el Anticristo (Apo 17:3), llamada también «Babilonia, la grande» (Apo 17:5, etc.), la cual le prestará al Anticristo su atractivo, y representará una seducción mundana.

(E) Los amilenialistas, tanto católicos como protestantes, andan perplejos sobre la identificación de esta Bestia. Unos piensan que se refiere a diez emperadores romanos, identificando a la Bestia con Nerón, Calígula o, más frecuentemente, Domiciano. Otros opinan que se trata de la dinastía seléucida, que contó con diez reyes a partir de Seleuco I, uno de los cuatro sucesores de Alejandro Magno; en este caso, el cuerno pequeño de Dan 7:8 sería Antíoco IV Epífanes, quien intentó destruir el pueblo de Dios, su religión y su culto (v. 1Ma 1:43-56).

Es cierto que Daniel pudo ver en el primer plano de la perspectiva profética la persecución de Antíoco IV, que duró precisamente tres años y medio, por lo que, junto con la duración de la sequía en Israel en tiempo de Elías, se constituyó en el modelo de todo desastre nacional (partiendo en dos el número 7, símbolo de plenitud y perfección) y, a la vez, de desdicha llevadera por su corta duración. También es cierto que Daniel tuvo todavía más en cuenta el imperio romano, simbolizado en las piernas de hierro de la estatua de Nabucodonosor (Dan 2:33, Dan 2:40). Pero, en un plano más lejano de la perspectiva profética, tanto Daniel (en el caso de las 70 semanas), como Juan en Apocalipsis, vieron surgir, en un círculo que tiene su centro y capitalidad en Roma (la Babilonia de los caps. Apo 17:1-18 y Apo 18:1-24), diez naciones (los diez cuernos de la Bestia), de entre las cuales surgirá el Anticristo, y sobre las cuales ejercerá un control perfecto.

(F) El versículo Apo 13:1 termina diciendo que la Bestia tenía sobre cada cabeza un título blasfemo (NVI). Parece ser que el emperador Domiciano, el que envió al exilio a Juan, fue el primero en arrogarse títulos divinos como Señor y Dios. Otros nombres que los emperadores romanos recibían o se daban a sí mismos eran «divino», «adorable», «hijo de Dios» y «salvador» (v. Bartina, ob. cit., pág. 736).

(G) El versículo Apo 13:2 comienza diciendo: «Esta bestia que yo vi era semejante a un leopardo, pero sus patas eran como las de un oso, y su boca como la de un león» (NVI). Para entender este pasaje es preciso recurrir de nuevo al libro de Daniel:

(a) Al comparar Dan 2:28-45 y Dan 7:1-28, fácilmente deducimos que la cabeza de oro de la imagen se corresponde con el león, y significa el imperio babilónico. Dice sobre esto, entre otras cosas, Barchuk: «En el Museo Británico se conservan figuras gigantescas de leones con alas de águilas y cabezas humanas, que representan a Nabucodonosor en su florecimiento y gloria … La combinación del rey de los animales y el rey de las aves resulta un cuadro que se ajusta para representar la grandeza del rey de Babilonia».

(b) En cuanto al oso, dice también Barchuk: «Como es la plata inferior en precio y belleza al oro, así también lo es el oso en su fuerza ante el león. Este oso representa a Medo-Persia, y es plata en la imagen. Ella se parece al oso, debido a que su victoria dependía, no de una astuta estrategia política, sino simplemente de su extraordinaria fuerza».

(c) El leopardo o pantera es el bronce en la imagen y representa a Grecia, especialmente tipificada en Alejandro Magno, quien con escaso ejército, pero perfectamente adiestrado, conquistó rápidamente todo el mundo civilizado de entonces, debido a su valentía y rapidez de maniobra, como el leopardo. Cuatro cabezas y cuatro alas son sus cuatro grandes generales, que, a su muerte, se repartieron su imperio.

(d) La bestia final, el hierro de la imagen, es la cuarta bestia «espantosa y terrible y en gran manera fuerte» de Dan 7:7. Podemos asegurar que esta bestia representa al Anticristo de Apo 13:1., con la particularidad de que encarna en sí el conjunto de todas las demás: Tendrá la «astuta agilidad, la crueldad felina y el poder de camuflarse» (Bartina, ob. cit., pág. 736) del leopardo o pantera; la masiva potencia irresistible del oso (los pies); y su boca como la de un león, significa que será atrevido, fuerte, desgarrador y triturador. Comoquiera que el leopardo de Daniel tenia cuatro cabezas, esta bestia (conjunto de las cuatro) tiene también las cabezas de las otras tres bestias; en total, siete.

(H) En la segunda parte del versículo Apo 13:2, vemos que el dragón (Satanás) le otorga a su hijo predilecto, el Anticristo, el poder, el trono y la autoridad, de la misma manera que Dios el Padre da a su hijo Unigénito, Jesucristo, el poder (Hch 10:38), el trono (Apo 3:21) y la autoridad (Jua 17:2). Se ha dicho con razón que «el diablo es la mona esto es, el imitador de Dios». Tengamos en cuenta que, cuando Juan escribía esto, Domiciano se había proclamado a sí mismo Dios y Señor, obligando a sus súbditos a confesar: César es el Señor. Contra este grito blasfemo, los cristianos profesaban públicamente: Jesús es el Señor (v. 1Co 12:3). El conflicto era inevitable, porque «nadie puede servir a dos señores» (Mat 6:24). Por eso fue tan terrible la persecución desencadenada por Domiciano. Y, ¿no se repite constantemente la misma alternativa para el creyente? Lo malo es que también hay modos incorrectos de entender la frase de Cristo, y pensar que ella nos dispensa de obedecer, en lo que es justo, a las autoridades humanas.

(I) El hecho de que esta bestia salga del mar denota, según Caird (ob. cit., págs. 161, 162), que es algo importado, mientras que lo que emerge de la tierra es nativo. Ya podemos aventurar algo sobre la identidad del Anticristo. Puesto que el mar, la muchedumbre de las aguas, es símbolo de las naciones alborotadas, lo más probable es que el Anticristo surja de entre las naciones, no de Israel. Sin afán de dogmatismos ni conjeturas aventuradas, es probable que tal personaje de tan siniestra catadura sea el que, en el tiempo de la Gran Tribulación, presida, gobierne y controle la Comunidad Europea.

(J) El versículo Apo 13:3 nos dice que «una de las cabezas de la bestia parecía haber sufrido una herida mortal, pero la herida mortal había sido curada» (NVI). Cuentan que Domiciano tenía un parecido extraordinario con Nerón, con la diferencia de que Domiciano ostentaba una cicatriz en el rostro; de ahí que le llamaran «Nerón redivivo». Pero Juan no podía referirse, entre las cosas que habían de suceder después, a Domiciano, pues éste moría el año 96, poco más o menos cuando él escribía el libro del Apocalipsis. Mucho menos podía referirse a Nerón, quien había muerto el año 68, poco después del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo; menos aún, a Calígula, muerto el año 41. Los amilenialistas sufren aquí un grave error por negarse a ver la realidad. Lo más sensato es pensar que el futuro Anticristo será herido de muerte, pero sanará por obra de una intervención extraordinaria de Satanás y, con ello, causará el estupor de los inconversos, atrayendo hacia sí más y más partidarios. Además, con esta especie de «milagro», Satanás hará que el Anticristo se asemeje más todavía al Señor Jesucristo, muerto y resucitado. De este modo, como dice Barchuk (ob. cit., pág. 249), podrá «persuadir a los incrédulos, especialmente a los hebreos, de que el Anticristo es el Mesías».

6. En el versículo Apo 13:4 vemos que, de la misma manera que Dios el Padre y el Cordero comparten el trono y la adoración (Apo 11:15., Apo 22:1), así también vemos que los seguidores del Anticristo le adoran a él y, en especial, al dragón que le ha dado la autoridad (comp. con Mat 28:18). Toda persona humana sirve a algún señor (Mat 6:24; Rom 6:12-23). Pablo dice que «el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos» (2Co 4:4), los cuales están siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire (Efe 2:2). Pero ahora, en el período de la Gran Tribulación, este príncipe está en la tierra (Apo 12:9, Apo 12:12.) y, por medio del Anticristo, su dominio y su poder se hacen palpables. Quien adore, sirva y obedezca al Anticristo, estará adorando, sirviendo y obedeciendo al diablo.

El grito de la humanidad rebelde (v. Apo 13:4): «¿Quién como la bestia?», está en marcado contraste con Éxo 15:11: «¿Quién como tú, oh Jehová …?» (v. también Sal 35:10). Pero, además, la frase referida ofrece, en hebreo, un notable parecido con la frase de signo contrario: «¿Quién como Dios?» (hebr. Mi kael ¡Miguel!) En efecto, es el arcángel Miguel el que aparece, a lo largo de la Palabra de Dios, como el gran campeón de la gloria de Dios, el gran defensor del pueblo de Dios, y el que cifra y compendia la lealtad de los ángeles buenos en su lucha con el diablo y sus huestes (Dan 10:13, Dan 10:20, Dan 10:21; Dan 12:1; Zac 3:2; Jud 1:9).

Este contraste llegará a su punto culminante durante el reinado del Anticristo, pero tiene ya su relevancia en la época presente, puesto que cada ser humano está ya sirviendo en uno de los dos ejércitos: el de Cristo (v. Efe 6:12.) o el de Satanás (v. Efe 2:2). Como dice Robert Dubarry (Pour faire connaissance avec un trésor caché, pág. 147): «Conscientemente o no, todos los hombres adoran, ya sea al Dios verdadero, ya sea a sus imitaciones. El valor de un culto se mide, pues, no por su fervor, sino por su objeto».

7. Después de describir el aspecto de la Bestia, Juan pasa a describir sus actividades (vv. Apo 13:5-7). Dicen dichos versículos en la NVI: «A la bestia se le dio una boca para proferir palabras insolentes y blasfemias y se le concedió que ejerciese su autoridad durante cuarenta y dos meses. Abrió su boca para blasfemar de Dios y maldecir su nombre y su morada (lit. su tienda de campaña) y a los que viven en el cielo. Se le dio poder para guerrear (lit. se le dio hacer guerra) contra los fieles (lit. con los santos) y vencerles. Y se le concedió autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación».

(A) Ya dijo Juan en el versículo Apo 13:2 que la boca del Anticristo era «como boca de león», atrevida, violenta y dañosa. «Se le dio» demuestra, como en muchos otros lugares de estos capítulos, que su poder se lo debe, sí, al dragón, pero, en último término, bajo la permisión de Dios, que rige y controla cuanto acontece en el Universo. Esto aparece más claro aún al final del versículo Apo 13:5: «y se le concedió que ejerciese su autoridad durante cuarenta y dos meses» (NVI), pues eso indica claramente que es Dios quien pone límite de autoridad, poder y tiempo al dragón y a la bestia que actúa con el poder recibido del dragón. La boca de la bestia habla «grandes cosas» (lit.), es decir, frases arrogantes y altaneras, y «blasfemias», esto es, insultos horribles y calumnias contra Dios y todo lo sagrado.

(B) El versículo Apo 13:6 especifica contra quiénes van dirigidas las blasfemias de la bestia: «contra Dios» en su persona y en su santuario, así como en los rescatados por Él del poder del diablo. En efecto, vemos que blasfema:

(a) Del nombre de Dios, es decir, de la misma naturaleza santa, poderosa y justiciera del Dios Trino.

(b) Del tabernáculo de Dios, en el cual está sentada ahora la bestia, es decir, el Anticristo (v. 2Ts 2:4). El original de 2Ts 2:4 dice, en el griego original, naón, santuario, pero Juan, excepcionalmente, no usa naón, porque este término corresponde más bien, en Apocalipsis, al santuario celeste (v. Apo 7:15), sino skenén, tienda de campaña, para indicar el templo reconstruido en Jerusalén, ahora hollado por el Anticristo y sus secuaces. En este templo, y contra este templo, lanza la bestia sus palabras altaneras y blasfemas.

(c) También blasfema de los que viven en el cielo, esto es, de los ángeles y, especialmente, de la Iglesia que ya se encuentra allí, de la cautividad que le ha sido arrebatada al diablo (Efe 4:8) y está ahora total y perfectamente redimida (v. Rom 8:23). Esta actitud blasfema del Anticristo ya estaba prefigurada en Dan 7:8, Dan 7:20, Dan 7:25; Dan 11:36. No cabe duda de que la resurrección y ascensión gloriosa de los dos testigos (Apo 11:11, Apo 11:12) habrá colmado el furor del dragón y de su principal agente, el Anticristo.

(C) La profecía de Dan 7:21, Dan 7:22 nos da la clave para entender de qué «santos» se nos habla en el versículo Apo 13:7, y qué clase de victoria es la que el Anticristo consigue sobre ellos. Éste es un punto en que, por olvidar la referencia a Daniel, o por entenderla mal, los amilenialistas sufren graves equivocaciones, como R. Dubarry (ob. cit., pág. 148), quien piensa que se trata aquí de derrotas espirituales (¡!), y otros, como Grau, Caird, Bartina y Hendriksen, quienes opinan, no que se trate propiamente de derrotas espirituales, aunque advierten del peligro que ronda a los creyentes, sino de la persecución que la bestia realiza contra la Iglesia, y que aumenta considerablemente el número de mártires. Dice Bartina (ob. cit., pág. 738):

La bestia no perdona a nadie que no se le entregue en cuerpo y alma. A quien le resiste, lo aniquila. Pero estas persecuciones hacen víctimas sin abatir a la Iglesia. Más aún, por una paradoja divina, los vencidos en esta lid son los vencedores (Apo 20:4-6).

Ahora bien, por Dan 7:21, vemos que los «santos» de aquí son «los santos del Altísimo» (Dan 7:22), es decir, los qadishín Jehová, en favor de los cuales lucha el arcángel Miguel (Dan 12:1). Son los judíos que han aceptado a su Mesías, pues ellos son los que van a reinar con Él (Dan 7:22; Apo 20:4, Apo 20:5, a la luz de Apo 12:17) durante el Milenio, inmediatamente antes del cual van a resucitar los que cayeron muertos en la persecución desencadenada por el Anticristo. Por tanto, la victoria de éste no puede ser espiritual, sino física.

(D) Por el contrario (v. Apo 13:7), el Anticristo ejerce plena autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación, donde se ve el contraste con la multitud incontable de Apo 7:9, también «de toda nación y tribus y pueblos y lenguas» (lit.), que no se han sometido a la autoridad del Anticristo y, por eso, se hallan delante de Dios con palmas de martirio y de victoria en las manos.

8. El versículo Apo 13:8 necesita ser bien leído para poder ser bien entendido. El original griego ofrece un caso de hipérbaton, según Bullinger, o de pequeño paréntesis, en mi opinión. Su lectura (conforme se halla en la Reina-Valera 1977) debe ser la siguiente: «Y la adorarán (a la Bestia) todos los moradores de la tierra cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado».

(A) Quienes van a adorar a la Bestia son, pues, los inconversos que se muestran impenitentes y recalcitrantes durante esta segunda parte del período de la Gran Tribulación; en esta segunda parte, como ya vimos en otros lugares, no habrá ya convertidos; pasó el día de la gracia, y sólo queda el día de la ira.

(B) La redacción de Apo 17:8, tan similar a la de Apo 13:8, nos confirma que la lectura que la RV 1977 da del presente versículo es la única correcta.

(C) Efectivamente, los nombres de los elegidos están escritos en los cielos desde antes de la fundación del mundo, pues la elección de los santos se remonta a la eternidad en el consejo de Dios, mientras que el Cordero no fue inmolado, sino destinado, desde antes de la fundación del mundo, pues su inmolación se llevó a cabo en un día y año determinados de nuestra era, cuando fue manifestado en los últimos tiempos (v. 1Pe 1:19, 1Pe 1:20).

(D) Tenemos en el original de este versículo Apo 13:8 un dato muy interesante. El pronombre griego autón, que aparece al comienzo del versículo, es de género masculino, siendo así que el griego theríon, bestia, es neutro. Ello indica claramente que estamos ante una persona humana y, en concreto, ante un varón que encarna el poder bestial del Anticristo.

9. El versículo Apo 13:9 repite una frase que no leíamos desde Apo 3:22, e indica, como siempre, que se va a declarar algo sumamente importante y, por eso, se llama la atención de los oyentes (o lectores) para que presten atención a lo que va a decirse. Lo curioso es que el versículo siguiente no parece, a primera vista, expresar nada espectacular. Dicen así los versículos Apo 13:9 y Apo 13:10 en la NVI: «El que tenga oídos que escuche.

Quien está destinado a ir a la cautividad,

a la cautividad irá.

Quien esté destinado a morir a espada,

a espada será matado.

Esto pide constancia y fidelidad de parte de los creyentes» (lit. Aquí está la paciencia gr. hupomoné y la fe o fidelidad de los santos).

(A) El sentido del versículo Apo 13:10, que confunde a muchos comentaristas, queda aclarado (en parte) por el verbo griego hupáguei, lleva. A primera vista, parece que se trata de una ley del talión en dos versiones similares. En tal caso, se parecería a la respuesta que Jesús dio a Pedro en Mat 26:52. Pero esta explicación, como advierte Bartina (ob. cit., pág. 740), «rompe la marcha del pensamiento en el contexto». En efecto, ¿qué sentido tendría en este caso la última parte del versículo? Otros autores piensan, por la referencia de Jer 15:2; Jer 43:11, que, a semejanza de Nabucodonosor, el Anticristo perseguirá a los creyentes y, en este caso, cada uno debe resignarse a sufrir la persecución que le está destinada, con lo que se mostrará la fe y la paciencia de los creyentes que perseveren. A la vista del texto griego, esta interpretación es insostenible, pues el original dice textualmente: «Si alguien (va) a la cautividad, va a la cautividad …». Sin embargo, la traducción de la NVI aclara mejor la elipsis del verbo del primer miembro de las frases del versículo Apo 13:10, y hace así que desaparezca la tautología de la versión literal que damos.

(B) Si Juan tenía presente aquí los referidos textos de Jer 15:2 y Jer 43:11, lo cierto es que aquí cambia radicalmente el sentido y, por eso, la referencia a Jer 15:2 puede resultar desconcertante, pues lleva a la confusión. Sólo dos MSS refrendan la semejanza con Jer 15:2. No es precisamente la ley del talión lo que aquí se invoca, sino la necesidad que los creyentes (de todos los tiempos) tienen de ejercitar la paciencia (gr. hupomoné, el aguante ante circunstancias adversas) y la fidelidad, esto es, la fe (como actitud constante) en que Dios hará justicia con los perseguidores, castigándolos a su debido tiempo, por lo que deben dejar la venganza en manos de Dios (v. Rom 12:19) y no ejercitar la violencia. Aunque Dubarry pueda estar equivocado en cuanto al contexto histórico del pasaje, sus palabras son valederas para toda época y para todos los creyentes, judíos o gentiles:

La «paciencia» comenta Dubarry , es decir, la aptitud para sufrir, y la «fe», es decir, la aptitud para gozar, deben constituir el doble testimonio de los santos durante toda la economía cristiana.

Y termina diciendo:

Nuestro texto subraya el carácter inevitable de las pruebas a las que el verdadero pueblo de Dios debe resignarse. Pero debemos leer también en él igualmente la lección de que «la paciencia y la fe de los santos» serán sostenidas por la seguridad de que a sus enemigos les llegará el turno de sufrir el mismo tormento que ellos habrán infligido a la inocencia cristiana.

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