Apocalipsis 17:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Antes de comenzar el comentario de este capítulo, conviene recordar a los lectores que los sucesos referidos en los capítulos Apo 4:1-11 al Apo 18:1-24 del Apocalipsis no guardan orden cronológico. Por eso, lo que se describe en los capítulos Apo 17:1-18 y Apo 18:1-24 antecede, en su mayor parte, a los efectos llevados a cabo por las siete copas de la ira de Dios. Más aún, como advierte Walvoord, «es probable que los sucesos del capítulo Apo 17:1-18 ocurran al comienzo de la Gran Tribulación». En efecto, una ojeada a Apo 6:9. sobra para confirmarnos en dicha opinión.

Como también hemos apuntado en otros lugares, la ciudad que tenemos a la vista en los capítulos Apo 17:1-18 y Apo 18:1-24 es, sin duda, Roma como centro gubernativo, tanto político como militar y económico, del Imperio del Anticristo, así como, en el capítulos Apo 17:1-18, centro religioso de la Iglesia apóstata. El presente capítulo es muy difícil y no se puede dogmatizar sobre algunos detalles, pero la explicación que el ángel nos da en los versículos Apo 17:8-18 ayuda enormemente a entender lo que el texto sagrado nos dice en estos versículos (Apo 17:1-7) de la primera sección. Dicen así esos versículos en la NVI:

«Uno de los siete ángeles que tenían las siete copas vino hacia mí y me dijo: Ven y te mostraré el castigo de la gran prostituta que está sentada sobre muchas aguas. Con ella fornicaron los reyes de la tierra; y los habitantes de la tierra quedaron intoxicados con el vino de su fornicación . Entonces el ángel me llevó en el Espíritu a un desierto. Allí vi a una mujer sentada sobre una bestia de color escarlata, la cual estaba cubierta de nombres blasfemos y tenía siete cabezas y diez cuernos. La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata y deslumbraba de joyas de oro, de piedras preciosas y de perlas. Llevaba en la mano una copa de oro, llena de cosas abominables y de las inmundicias de su fornicación. En su frente estaba escrito este título:

MISTERIO:

BABILONIA LA GRANDE,

LA MADRE DE LAS PROSTITUTAS

Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.

Vi que la mujer estaba ebria de la sangre de los creyentes, de la sangre de los que dieron testimonio de Jesús. Cuando la vi, quedé grandemente sorprendido. Entonces me dijo el ángel: ¿De qué te sorprendes? Yo te explicaré el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva encima, y que tiene siete cabezas y diez cuernos ».

1. Como puede verse por el versículo Apo 17:1, el título de todo el capítulo Apo 17:1-18 podría ser «la Iglesia apóstata». Es presentada como gran ramera (gr. porné), puesto que los reyes de la tierra (v. Apo 17:2) han fornicado con ella, y los habitantes de la tierra han sido seducidos por ella. No se la llama adúltera (gr. moikhé) porque no representa al verdadero pueblo de Dios. Además, como hace notar Walvoord (ob. cit., pág. 244): «El simbolismo del adulterio espiritual no se usa de ordinario con respecto a las naciones paganas, que no conocen a Dios, sino siempre acerca del pueblo que lleva exteriormente el nombre de Dios, mientras, en realidad, está adorando y sirviendo a otros dioses». De ahí, la admonición de Santiago (Stg 4:4) contra las «almas adúlteras». Por consiguiente, se trata aquí del contubernio de la Iglesia apóstata con los poderes políticos de todos los tiempos, pero, en especial, del final de los tiempos. Las «muchas aguas» (final del v. Apo 17:1) representan la muchedumbre de los paganos o gentiles, lo mismo que el «mar» de Apo 13:1.

2. Lo abominable de esta mujer se confirma por el modo con que nos es presentada en el versículo Apo 17:3: «Sentada sobre una bestia de color escarlata …»; es decir, sostenida y apoyada por el propio Anticristo, al par que ella misma, durante la primera parte de la Gran Tribulación, dirige y controla, hasta cierto punto, al Anticristo, así como un jinete dirige, espolea o frena a su cabalgadura. Basta leer Apo 13:1., para percatarnos de que tal cabalgadura es el mismo personaje que allí veíamos. Pero, ¿por qué tuvo que ser llevado Juan en espíritu (es decir, en éxtasis) al desierto para ver a esta mujer? ¿Acaso es la misma mujer de Apo 12:6? ¡Ciertamente, no! Lo más probable es que aquí «desierto» (sin artículo en el original) indique un lugar retirado desde el cual, sin el ruido de la gran urbe y sin el tráfago de las gentes, pueda contemplar el vidente la descripción que el ángel le hace de la gran ramera.

3. El modo como la mujer va vestida y aderezada coincide de modo sorprendente con la pompa ostentosa de los altos dignatarios de las Iglesias oficiales, no sólo de Roma, sino también de la llamada Ortodoxia y, aunque en menor grado, de la Iglesia Anglicana (tanto más cuanto más «alta»). La «púrpura cardenalicia» es ya una frase proverbial. Lo mismo puede decirse del aderezo de oro, perlas y piedras preciosas que con tiaras, mitras y pectorales han estado cubiertos (en especial, hasta el Concilio Vaticano II).

4. El elemento más sorprendente es la copa, o cáliz, de oro (v. Apo 17:4) en la mano de la mujer. Esta copa está llena de abominaciones. El brebaje que esta mujer ofrece a los poderes políticos de las naciones y a sus pueblos respectivos es una mezcla de religión e idolatría, de símbolos espirituales y ritos paganos, de cátedra pontifical y de tribuna sociopolítica, de evangelio y filosofía humanista. Los amilenialistas de todos los colores ven en esta mujer a la Roma pagana, por lo que la perspectiva futurista de todo el pasaje (y de casi todo el libro) les pasa desapercibida. Así se explica que el propio papa Juan XXIII hiciera acuñar una medalla en cuyo anverso estaba impresa su propia efigie, y en el reverso la mujer de Apo 17:1-18, ¡exactamente como aquí se la describe!

5. Según hace notar Walvoord (ob. cit., pág. 246), el vocablo «misterio» que, en la NVI como en la AV inglesa, aparece en mayúsculas, como si fuese parte del título de la mujer, no significa tal cosa, sino que el título mismo es misterioso, algo secreto (comp. con Apo 16:19; Apo 18:2). El misterio está en que, aquí, el epíteto «Babilonia la Grande» no representa políticamente una nación o ciudad, sino una organización religiosa que corresponde, en este sentido, a lo que la Babilonia histórica era en el sentido religioso. Y añade, en el mismo lugar: «Han hecho notar muchos escritores que los ritos inicuos y paganos de Babilonia penetraron solapadamente en la Iglesia de los primeros siglos y fueron responsables, en gran parte, de las corrupciones incorporadas en el Catolicismo Romano, de las que se separó el Protestantismo en la Edad Media». Aunque ya hemos ofrecido, en otros lugares, algunos datos acerca de este particular, vamos a dar aquí algunos detalles:

(A) Gén 10:1-32 marca ya, con Nimrod, el comienzo de la perversidad politicorreligiosa con la fundación de Babel, que es el nombre hebreo de Babilonia. Gén 10:10 menciona Erec, donde 3.000 a. de C. había ya ziggurats o torres escalonadas de ladrillos más bien, adobes secados al sol, unidos con argamasa . Cerca de Ur, fue descubierta por Woolley una de fines del tercer milenio a. de C. ésta, de ladrillos cocidos y con base de adobes secados.

(B) Babel fue un alarde de orgullo y rebeldía contra Dios, como se ve por la rebelión narrada en Gén 11:1-32. Dios, al confundir las lenguas, la llamó Babel, es decir, «confusión» (Gén 11:9). Llamada después Babilonia, tuvo gran prominencia bajo Hammurabi (1728 1686 a. de C.) y alcanzó su mayor gloria bajo Nabucodonosor II (que reinó desde el 605 hasta el 562 a. de C.).

(C) Su historia ha sido descifrada en miles de tablillas cuneiformes. En dichos materiales se nos dice que la mujer de Nimrod, Semíramis, fue la jefa o suma sacerdotisa de la religión mistérica, llena de arcanos o secretos religiosos (por tanto, sagrados) que formaban parte del culto a los ídolos. Según la leyenda, concibió y dio a luz milagrosamente un hijo llamado Tammuz, al que tuvieron por Salvador de Babilonia, un falso Mesías. Así surgieron las estatuas de Semíramis con el niño Tammuz en sus brazos, surgió también una casta sacerdotal, agua sagrada («bendita») para rociar, y una especie de orden religiosa de «vírgenes» dedicadas a la prostitución sagrada (parecido a los ritos satánicos).

(D) Tammuz fue muerto por una fiera y fue resucitado, en anticipación satánica de Jesucristo (v. Eze 8:14, donde mujeres israelitas están endechando a Tammuz). En Jer 7:18, se habla de «tortas a la reina del cielo». En Jer 44:17-19, Jer 44:25, dicen: «ofreceremos incienso a la reina del cielo». No hace falta andar muy lejos para ver sorprendentes semejanzas en el culto catolicorromano a María, la madre de Jesús. Babilonia, la mujer perversa, se encuentra en Zac 5:1-11; especialmente, en los versículos Zac 5:7 y Zac 5:8. Este culto pasó a Pérgamo (posible alusión a esto en Apo 2:13), entre otras ciudades de Asia.

(E) Los sacerdotes de Babilonia llevaban coronas en forma de cabeza de pez (como las mitras de los obispos), en reconocimiento a Dagón, el dios pez, y llevaban sobre esa especie de mitra el título de «guardián del puente»; el equivalente en Roma fue el de Póntifex Máximus, «sumo pontífice», usado por el César y, luego, por el emperador en los años finales del Imperio Romano, y de ahí pasó al obispo de Roma.

(F) Babilonia estaba asentada «sobre Sinar» (lit. Gén 10:10; Gén 11:2), pero esta Babilonia de los capítulos Apo 17:1-18 y Apo 18:1-24 de Apocalipsis está sentada sobre siete montes (v. Apo 17:9). Walvoord (ob. cit., pág. 248) termina de este modo su magnífica exposición de los versículos Apo 17:1-5 del presente capítulo:

Ofrece un triste comentario sobre el cristianismo contemporáneo el hecho de que está mostrando un deseo presuntuoso de regresar a Roma, a pesar de la evidente apostasía de Roma del verdadero cristianismo bíblico. De hecho, el liberalismo moderno ha superado con ventaja a Roma en su desviación de la teología de la Iglesia primitiva, así que tiene poco que perder con su regreso al romanismo. La apostasía, observada hoy en su forma latente, florecerá en su forma definitiva, en esta futura superiglesia, que englobará de forma manifiesta a toda la cristiandad en el período que seguirá al arrebatamiento de la Iglesia.

(G) Como hace notar W. M. Smith (ob. cit., pág. 1.516), «Babilonia fue la que conquistó el reino de Judá, la teocracia (2Re 24:1-20; 2Re 25:1-30, etc.). Con Nabucodonosor, rey de Babilonia, comenzaron los tiempos de los gentiles (Jer 27:1-11; Dan 2:37, Dan 2:38). Babilonia ocupa un amplio lugar en las profecías de las naciones en el Antiguo Testamento (Is. caps. Isa 13:1-22; Isa 14:1-32; Isa 47:1-15; Jer 50:1-46; Jer 51:1-64)».

6. El versículo Apo 17:6 parece dar la razón a los amilenialistas, pues dice que «la mujer estaba ebria de la sangre de los creyentes, de la sangre de los que dieron testimonio de Jesús» (NVI). Es cierto que los emperadores romanos se cebaron en la sangre de los creyentes cristianos, ya que persiguieron a muerte a cuantos se resistieron a dar culto al emperador como si fuese Dios. Pero, ¿era eso bastante para que Juan se quedase grandemente sorprendido? ¿No se debía más bien su sorpresa a que, bajo la inspiración divina, estaba contemplando el futuro de una institución eclesiástica que, bajo pretexto de pureza doctrinal y unidad religiosa, había de perseguir a muerte (¡la Inquisición!) a los verdaderos creyentes, obedientes a Dios y a Su Palabra más que a los hombres, aun cuando éstos se llamen «representantes de Dios en la tierra» y «Vicarios de Cristo»?

7. Al ver el asombro de Juan, el ángel pasa a explicarle lo que ha visto (v. Apo 17:7.). La descripción requiere un cuidadoso análisis que veremos luego. Baste por ahora con decir que «las siete cabezas y los diez cuernos» (frase con que termina el v. Apo 17:7) nos sirven para identificar, una vez más, al Anticristo (comp.con Apo 13:1.).

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