Apocalipsis 18:20 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En agudo contraste con la inmensa pena de reyes y mercaderes de la tierra, el sagrado texto nos presenta a continuación las aclamaciones del cielo, donde los santos, los apóstoles y los profetas son estimulados a regocijarse por la caída de Babilonia, porque Dios ha vindicado a los Suyos, y ha cargado sobre ella la retribución que se merecía por la sangre vertida. No se les pide ser crueles o vengativos, sino regocijo por el triunfo de la justicia de Dios y de la verdad por la que los mártires dieron su vida. Viene primero (v. Apo 18:20) el grito de aclamación, probablemente de labios del propio Juan. Después tenemos una acción simbólica del hundimiento definitivo de la Gran Babilonia (v. Apo 18:21). En tercer lugar, el mismo ángel profiere un oráculo sobre la destrucción de la ciudad (vv. Apo 18:21-23), y da también cuenta de las tres causas principales que motivaron dicha destrucción (vv. Apo 18:23, Apo 18:24).

1. Dice el versículo Apo 18:20 en la NVI: «¡Regocijaos sobre ella, oh cielos! ¡Regocijaos, santos, apóstoles y profetas! Dios la ha juzgado por el modo con que ella os trató». Nótese que el propio Juan tampoco se deleita precisamente en la ruina de la ciudad, sino en la justicia de Dios (comp. con Isa 26:9). Dice Bruce (ob. cit., págs. 1.705, 1.706): «En los juicios de Dios, rectamente considerados, el pueblo de Dios puede regocijarse de modo apropiado, pero se regocijarán temblando, al recordar que Sus juicios comienzan por los de Su propia casa (1Pe 4:17, siguiendo a Eze 9:6; Amó 3:2)».

2. A las aclamaciones por la caída de Babilonia, «un ángel forzudo» (lit.) añade una acción simbólica (v. Apo 18:21): «Entonces un ángel poderoso levantó una piedra grande, del tamaño de una rueda de molino, y la lanzó al mar, diciendo:

Con este mismo ímpetu,

será arrojada la gran ciudad de Babilonia,

y no será jamás hallada» (NVI).

Es una escena parecida a la de Jer 51:61-64, con la sola diferencia de que la piedra de molino es arrojada al mar, en lugar de al Éufrates. Dice Walvoord (ob. cit., pág. 266): «El simbolismo es el mismo. Representa la destrucción de la gran ciudad, la cual, como una piedra arrojada al mar, no volverá a ser hallada». Por cierto, la frase «de ningún modo será hallada» (lit. Gr. ou me euréthe) se repite siete veces.

3. Pero el ángel no se contenta con arrojar simbólicamente al mar la piedra que representa a Babilonia, sino que pronuncia un oráculo y expresa las razones que han motivado dicha destrucción (vv. Apo 18:22-24):

«La música de arpistas y músicos cantores,

de tocadores de flauta y de trompeta,

nunca volverán a escucharse en ti.

Ningún artesano de ningún oficio

volverá jamás a encontrarse en ti.

El ruido de la rueda de molino

no volverá jamás a escucharse en ti.

La luz de una lámpara

no volverá a brillar en ti jamás.

La voz del esposo y de la esposa

no volverá a oírse en ti jamás.

Tus mercaderes eran los magnates del mundo.

Por tus encantamientos fueron seducidas todas las naciones.

En ella se encontró la sangre de los profetas y de los santos,

y de todos cuantos fueron asesinados en la tierra» (NVI).

(A) Ryrie resume admirablemente el sentido del oráculo de los versículos Apo 18:22 y Apo 18:23: «Ni música, ni trabajador, ni maquinaria, ni luz, ni felicidad volverán a hallarse en Babilonia». Expresiones similares pueden verse en Jer 7:34; Jer 16:9; Jer 25:10; Eze 26:13. La ciudad que había sido centro y emporio universal de prosperidad, alegría, jolgorio y placeres mundanos, así como de la más abominable idolatría y de la más grosera inmoralidad, ha sido reducida a un silencio sepulcral y se encuentra completamente devastada.

(B) El mismo ángel declara a continuación las razones que motivaron la destrucción de la ciudad: (a) Los mercaderes de Roma habían explotado a la gente y habían corrompido la tierra, convirtiéndose (v. Apo 18:23) en magnates sin Dios, que todo lo controlaban con su gran poder y tremenda influencia (comp. con Isa 23:8). (b) Con sus brujerías (drogas, venenos en las copas, etc.) habían engañado, seducido, extraviado, al mundo entero (v. Apo 18:23, comp. con Isa 47:12). (c) El mayor crimen era haber vertido mucha sangre inocente (v. Apo 18:24): «la de los profetas, que habían predicado el Evangelio de salvación y habían amonestado para bien; la de los santos, que habían sellado con su sangre el difícil testimonio durante la Gran Tribulación; y la de todos los degollados (lit.) sobre la tierra», por el mero hecho de obedecer a Dios y creer en Jesús (v. Apo 12:17). Por cierto, en el versículo Apo 18:24 vemos el plural intensivo «sangres» (gr. haímata); compárese con Jua 1:13, donde hallamos igualmente el mismo plural.

4. Bueno será terminar este capítulo con algunas provechosas consideraciones que nos ofrecen algunos de los más expertos estudiosos del Apocalipsis:

(A) Caird (ob. cit., págs. 230, 231) hace un fino análisis lingüísticohistórico de la frase final del versículo Apo 18:20 «porque Dios ha juzgado vuestro juicio de ella» (lit.), y dice que el «de ella» (gr. ex autés) sólo puede entenderse a la luz de dos leyes del Antiguo Testamento: (a) la ley de sangre derramada (Gén 9:5-9), y (b) la ley de falso testimonio (Deu 19:16-19, comp. con Apo 11:13). Y añade: «Juan une las dos leyes para expresarlas así: Dios ha impuesto sobre ella la sentencia que ella quiso imponeros. Babilonia ha acusado falsamente a los santos, etc., haciéndoles morir. Pero el caso ha sido llevado al tribunal de Dios … donde Babilonia ha sido hallada culpable de perjurio».

(B) Sobre los versículos Apo 18:22 y Apo 18:23, comenta D. Turner, en el Curso de la Academia Cristiana del Aire, Apocalipsis, página 105, Col 1:1-29.a: «Todos estos que tuvieron relación con Babilonia, se acaban. No habrá más jazz ni rock and roll, ni pinturas modernistas, ni novelas llamadas realistas, en vez de nombrarlas por su verdadero carácter de inmorales o pornográficas, obscenas. Estas cosas que los espíritus diabólicos han usado como carnada o cebo para atraer y entrampar a la juventud especialmente, ya dejarán de existir, siendo quemadas todas en el fuego de Dios».

(C) Al final de su comentario sobre este capítulo, el Dr. Walvoord (ob. cit., pág. 267) hace notar el paralelismo de esta Babilonia con la Babel de Gén 11:1-9: Su torre, elevada hasta el cielo, trataba de unir al mundo con un culto y un lenguaje comunes. Dios frustró este plan, confundiendo el lenguaje y esparciendo las gentes. La Babilonia eclesiástica de Apo 17:1-18 proponía una religión universal, una Super-Iglesia apóstata. Ésta es destruida por la Bestia en cumplimiento de la voluntad de Dios (Apo 17:16, Apo 17:17). La Babilonia politicoeconómica de Apo 18:1-24 tiende a dominar el mundo con un Mercado Común y un gobierno mundial. Ésta es destruida por Cristo en su Segunda Venida (Apo 19:11-21). El triunfo de Dios, al acabar con la gran ramera de Apo 17:1-18 y con la gran ciudad de Apo 18:1-24, prepara el camino para la Segunda Venida de Cristo y el establecimiento de su reinado glorioso en la tierra. Por su parte, Beasley-Murray (New Bible Commentary, Revelation) explica cómo, a la luz de las antiguas profecías y de las condiciones mundiales de su tiempo un emperador satánico, una Roma corrompida y un sacerdocio idólatra , Juan pudo predecir con vivos colores cuál sería la situación durante la Gran Tribulación. Personalmente, veo también otro paralelismo (además del señalado por Walvoord) con Gén 11:1-32, en el sentido de que el triunfo de Dios sobre los rebeldes de Babel, cuando les confundió las lenguas y los esparció así sobre la faz de la tierra, preparó el camino para el llamamiento de Abraham (Gén 12:1-20).

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