Apocalipsis 20:4 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Estos versículos contienen, de forma muy concisa, lo relacionado con el Milenio. Dicen así en la NVI:

«Vi unos tronos, en los que estaban sentados aquellos a quienes se había dado autoridad para juzgar. Y vi las almas de los que habían sido decapitados por el testimonio que habían dado de Jesús y por la Palabra de Dios. No habían adorado a la bestia, ni a su estatua, ni habían recibido su marca en la frente ni en la mano. Volvieron a la vida y reinaron con Cristo mil años. (Los restantes muertos no volvieron a la vida hasta que estuvieron acabados los mil años.) Esta es la primera resurrección. Felices y santos son los que toman parte en la primera resurrección. La muerte segunda no tiene poder sobre ellos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años».

1. El largo versículo Apo 20:4 puede dividirse en cuatro partes:

(A) En las frases primeras, se nos relata una nueva visión de Juan. Esta vez, contempla unos tronos (comp. con Dan 7:9), y contempla también a los que se sientan en ellos (comp. con Luc 22:29-30; Mat 19:28). El Señor les dijo, en efecto, a los apóstoles que habían de juzgar a las doce tribus de Israel, dándonos así una clave para establecer, dentro de la cronología de los últimos tiempos, el tiempo del juicio sobre Israel, el cual está marcado por las dos parábolas del Señor en Mat 25:1-30. Este juicio es anterior al de las naciones (Mat 25:31-46); y éste, a su vez, al de los ángeles caídos de 2Pe 2:4 y Judas versículo Apo 20:6. Como ocurre siempre en Apocalipsis, la autoridad para juzgar les será dada.

(B) Después, Juan ve las almas de los decapitados, etc. Que éstos decapitados son los mismos de Apo 6:9; Apo 12:11; Apo 13:15-17 es evidente, pues todas las características concuerdan. En efecto, estos mártires habían sido decapitados por no someterse a la autoridad tiránica de la Bestia: No la habían adorado a ella ni a su estatua, ni habían recibido su marca, requisito indispensable para poder comprar y vender durante la Gran Tribulación.

(C) Finalmente, se dice de ellos que «vivieron» (lit.), después de haber sido decapitados, lo cual significa (v. Apo 20:5, comp. con Apo 1:18; Apo 2:8) que resucitaron, que «volvieron a vivir». Y, ya resucitados, reinaron con Cristo mil años. El autor sagrado lo expresa en aoristo, porque lo ve ya desde el punto de vista del final del Milenio y en el comienzo de la eternidad. Nótense, con respecto a esto, un par de detalles:

(a) Si el reino mesiánico milenario ha de ser terrenal, aunque no proceda de este mundo (éste es el sentido de Jua 18:36, que los amilenaristas invocan a su favor), éstos han de reinar también en la tierra. Una comparación con Apo 3:21; Apo 5:10 puede llevar a cierta confusión, como parece haber confundido a Bruce, cuando dice (ob. cit., pág. 1.708): «No se dice, ni quizá se insinúa incluso, que la tierra es el lugar donde reinan con Él (Cristo)». La solución está, a mi juicio, en que sus tronos estarán ciertamente en el cielo (v. Apo 4:4; Apo 5:10), pero ellos ejercerán sus funciones regias, durante el Milenio, y cumplirán sus servicios en la tierra, «administrando el reino universal durante mil años», como dice Davidson (ob. cit., pág. 397).

(b) Un análisis de Isa 65:17-25 nos muestra implícitamente (v. el v. Isa 65:22) la ausencia de muerte para los fieles que no hayan muerto antes del Milenio durante la Gran Tribulación (los anteriores a la Gran Tribulación habrán sido arrebatados) , mientras que Isa 65:20 nos dice que habrá muerte para los impíos de corazón. Aun así, el pecador que muera a los 100 años de edad será considerado como visitado por una maldición especial.

2. El versículo Apo 20:5 comienza con un obvio paréntesis, como lo ha hecho la NVI con muy buen criterio. En efecto, si los del versículo Apo 20:4 aparecen ya resucitados, y los demás no vuelven a la vida hasta después de los mil años, la primera resurrección no puede ser la de los del versículo Apo 20:5, sino la de los del versículo Apo 20:4. Para escapar de esta evidencia y, con ello, de la interpretación literal del Milenio, los amilenaristas sostienen que la primera resurrección es espiritual y equivale al «nuevo nacimiento». Acerca de esta curiosa opinión, dice Alford (citado por Newell, ob. cit., pág. 324, nota):

Si, en una porción en la que se mencionan dos resurrecciones en donde algunos volvieron a la vida los primeros, y «el resto de los muertos» volvieron a la vida sólo al final de un período que se especifica, después de esos primeros , la «primera resurrección» se puede entender en el sentido de una resurrección «espiritual» con Cristo, mientras que la segunda significa una resurrección literal del sepulcro, entonces se acabó todo significado del lenguaje, y se desvanece la Escritura como testimonio decisivo para cualquier cosa. Si la primera resurrección es espiritual, entonces también lo es la segunda; pero si la segunda es literal, igualmente lo es entonces la primera, lo cual, con toda la primitiva Iglesia, lo mantengo yo.

3. Por cierto, el vocablo griego anástasis, que aparece al final del versículo Apo 20:5, ocurre unas cuarenta veces en el Nuevo Testamento y, con la sola excepción de Luc 2:34, siempre significa resurrección corporal, contra el sentido espiritual que le dan aquí los amilenaristas. Por otra parte, la Iglesia habrá sido arrebatada (Apo 4:1., comp. con 1Ts 4:17), con lo que la primera resurrección, más que un acontecimiento único, es toda una clase de gloriosas resurrecciones. Aunque hayamos de repetir conceptos ya expresados en otros lugares (v. el comentario a 1Co 15:23-24), insistiremos en que esta primera resurrección (resurrección para vida Jua 5:29 ) consta de las etapas siguientes:

(A) Primero Cristo, acompañado (con la mayor probabilidad) por los mencionados en Mat 27:52, Mat 27:53.

(B) Después, los que hayan participado en el arrebatamiento de la Iglesia (v. 1Ts 4:15-17).

(C) Después, los santos no pertenecientes a la Iglesia y que se mencionan específicamente en esta porción (v. Apo 20:4) por la razón de que, así como fueron públicamente humillados y maltratados hasta el extremo, también son seleccionados para un triunfo público notable, con ocasión del establecimiento del reino de Cristo en la tierra. En esta etapa se incluyen, a mi juicio, los santos del Antiguo Testamento.

(D) Finalmente, los creyentes que (en opinión de algunos) hayan muerto durante el Milenio. Los que así opinan se apoyan en las razones siguientes: (a) Durante el Milenio existirá la muerte (v. Isa 65:20). (b) Para la segunda resurrección (v. Apo 20:5), el texto sagrado usa el mismo verbo que para la primera: ézesan, vivieron, el cual (comp. con Jua 5:29) se entiende mejor si engloba a creyentes e impíos. (c) En el Juicio Final ante el Gran Trono Blanco, se abre, entre otros libros, el libro de la vida (v. 12), lo cual insinúa, aunque no demuestra (v. el comentario a dicho versículo), que puede haber creyentes que se presenten ante dicho Trono. La razón más fuerte es la segunda, aunque sería demasiado tenerla por contundente.

4. Tres cosas muy buenas se dicen (v. Apo 20:6) de los que toman parte en la primera resurrección:

(A) Son llamados «felices» o «dichosos» (gr. makários, en singular, puesto que la primera frase del versículo Apo 20:6 está en singular). Eso significa que se hallan en un estado de inmensa e imperecedera felicidad, en plena y perfecta comunión con Dios; por eso, son llamados también «santos» (gr. háguios, también en singular), puesto que su dedicación a Dios es ahora también perfecta.

(B) «Sobre éstos (v. Apo 20:6) la segunda muerte no tiene autoridad» (lit.). En el versículo Apo 20:14 leemos que «el lago de fuego es la muerte segunda». Los que han muerto en el Señor no pueden sufrir ningún daño de la muerte segunda, pues el infierno supone condenación eterna, y «para los que están en Cristo Jesús no hay ya ahora ninguna condenación» (Rom 8:1). La muerte segunda no tiene ninguna autoridad sobre ellos, porque ya no puede reclamarlos una vez que han lavado sus ropas en la sangre del Cordero.

(C) «Sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con Él (v. Apo 20:6, comp. con Apo 3:21) durante los mil años» (lit.). Muchos MSS omiten el artículo griego ta, los. Estas frases nos llevan a Apo 1:6; Apo 5:10; Apo 22:5 y hasta 1Pe 2:9. Dice Newell (ob. cit., pág. 325): «Su reino participa del carácter de Melquisedec del trono de Cristo. La expresión de Dios y de Cristo es muy notable. Quizás Apo 1:6 arroja luz sobre ello: Él (Cristo) nos ha hecho un reino, sacerdotes para su Dios y Padre. Es oficio de los sacerdotes administrar para otros las cosas pertenecientes a Dios (Heb 2:17 y Heb 5:1). ¡Esto nos pone ante un tema maravilloso!» El futuro «reinarán» de los mejores MSS añade nueva fuerza a favor de la interpretación premilenarista.

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