Apocalipsis 20:7 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos tenemos la última batalla de la Historia, y la última y definitiva derrota de Satanás. Dicen así en la NVI: «Cuando se hayan cumplido los mil años, Satanás será soltado de su prisión y saldrá a engañar a las naciones de las cuatro esquinas de la tierra a Gog y a Magog , a congregarlos para la batalla. Su número será como el de las arenas de la playa. Marcharon a través de lo ancho de la tierra y cercaron el campamento del pueblo de Dios y la ciudad predilecta de Dios. Pero descendió fuego del cielo y los devoró. Y el diablo, que los engañaba, fue arrojado al lago de azufre ardiente, al que habían sido arrojados la bestia y el falso profeta. Allí serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos».

1. «Cuando se hayan terminado los mil años» (lit.). Es la sexta y última vez que en los versículos Apo 20:2-7 se designa el Milenio con esa frase. Es entonces, al final de los mil años, cuando el diablo es soltado de su prisión, según ya se nos había indicado en el versículo Apo 20:3, donde tenemos (también en el v. Apo 20:5) el mismo verbo y en el mismo tiempo que aquí (gr. telésthe, en aoristo pasivo de subjuntivo). En el versículo Apo 20:3 se nos decía que esa suelta del diablo había de ser por poco tiempo.

2. Pero siempre que al diablo le queda poco tiempo (comp. con Apo 12:12), no lo desaprovecha de ninguna manera, ni pierde una décima de segundo. ¡Si tan diligentes fuésemos nosotros para el bien! Sale a extraviar a las naciones (v. Apo 20:8) desde las cuatro esquinas (gr. goníais, que también podría traducirse por ángulos o rincones) de la tierra. Un ejército tan grande y tan universal no se habrá conocido ni aun bajo el mando del Anticristo mil años antes. Si la Palabra de Dios no nos asegurase que el corazón (del hombre) es engañoso más que todas las cosas y perverso (Jer 17:9), sería inexplicable que el diablo pudiese reclutar para su causa perversa un número de soldados como la arena del mar, después de un reinado de paz y justicia durante mil años, con Cristo en el trono, ya sea en persona, ya sea teniendo en la tierra, como lugarteniente suyo, a David o un vástago cualquiera de la dinastía davídica (v. Eze 34:24; Eze 37:25, entre otros lugares).

3. Supuesta, desde luego, la malicia congénita del corazón humano, ¿es posible que el diablo pueda reclutar tanta gente para su causa, habida cuenta de las condiciones que habrán imperado en la tierra durante el Milenio? Tal posibilidad se explica si nos percatamos de que, en un lapso de mil años y precisamente a causa de las condiciones de paz y prosperidad que habrán reinado, sin interrupción, durante todo ese tiempo, los descendientes de quienes hayan entrado en el reino mesiánico se multiplicarán prodigiosamente en el Milenio, hasta llenar la tierra a rebosar. A pesar de las condiciones tan favorables, se habrán conformado exteriormente a las normas del reino de Cristo, pero, con su inexperiencia de pruebas duras y con la realidad de una fuerte tentación del enemigo, al final del Milenio, serán víctimas fáciles de los engaños de Satanás. «¿Por qué someterse como borregos?», les dirá. «¡Haced uso de vuestra libertad! ¡Escoged vuestros propios caminos!»

4. El autor sagrado impone un epíteto especial a esta inmensa horda de diabólicos enemigos del pueblo de Dios y de la ciudad santa, amada por Dios, Jerusalén. Los llama «Gog y Magog». Los términos están tomados de Ezequiel, capítulos Eze 38:1-23 y Eze 39:1-29, pero la batalla que aquí (Apo 20:8, Apo 20:9) se menciona es distinta de la que es narrada en Ezequiel. Dice Walvoord (ob. cit., págs. 303, 304):

Satanás es prominente en ésta, mientras que no es mencionado en Eze 38:1-23, Eze 39:1-29. La invasión de Ezequiel viene del norte, mientras que ésta viene de todas las direcciones. La batalla de Ezequiel ocurre probablemente antes de la batalla del gran día de Dios Todopoderoso antes del milenio, mientras que ésta ocurre después que se han terminado los mil años. El número de los que se rebelan contra Dios y siguen a Satanás son descritos como innumerables «como la arena del mar».

Por Eze 38:2, puede verse que Gog es un príncipe, mientras que Magog es un territorio, su territorio. Dice Bartina (ob. cit., págs. 820, 821):

En el Viejo Testamento, Gog es una persona, un príncipe; Magog es el nombre de su tierra. Es una región que está junto a las costas del mar Negro, en el nordeste de Anatolia. Así aparece en el mapa de las naciones del Génesis (Gén 10:2). Sin embargo, el Apocalipsis parece decir que Magog es también una persona. Puede entenderse del ejército nacional. En todo caso, la tradición rabínica une siempre los dos nombres indistintamente.

Sea como sea, la demarcación territorial de «Magog» no cuenta para nada en Apo 20:8, pues dichos nombres han sido usados, no sólo en la tradición rabínica, sino también en los oráculos sibilinos, como un «símbolo de los poderes mundanos opuestos a Dios» (Bruce). Barchuk (ob. cit., pág. 372) hace notar que «mientras en Apo 16:14 el demonio va a engañar a los reyes, ahora engaña a las naciones. ¿Por qué? Porque en el reino milenial las naciones son regidas por los santos». Verdaderamente, sin la gracia de Dios y el poder del Espíritu Santo, el corazón no regenerado es siempre igual en toda clase de circunstancias y en la más favorable de las dispensaciones.

5. El versículo Apo 16:9 nos describe, con toda parsimonia, los preparativos de los enemigos para la lucha contra los santos y contra la capital del reino mesiánico milenario: «Y subieron sobre la llanura de la tierra y cercaron el campamento de los santos y la ciudad, la amada» (lit.).

(A) Recuérdese que, en la Biblia, ir en dirección hacia Jerusalén es siempre subir, más por el carácter santo de la ciudad que por su situación geográfica (v. Eze 28:11; Luc 2:4, entre otros muchos lugares).

(B) La llanura (gr. plátos) es, con la mayor probabilidad, «la de Esdrelón, lugar clásico donde plantaban sus reales los invasores del pueblo de Dios a través de la historia de Israel. A ella se ha hecho referencia en el mismo Apocalipsis (cf. Apo 16:16)» (Bartina). Ello se confirma con la añadidura «de la tierra», término con que, en contextos como éste, se designa a Palestina.

(C) El campamento de los santos. El vocablo griego parembolé designa un cuartel o fortaleza armada, más bien que un conjunto de tiendas de campaña en campo abierto; por lo que es más que probable que el vocablo designe a la propia ciudad amada, como opina Walvoord. A mi juicio, el vocablo santos designa aquí primordialmente a creyentes israelitas (comp. con Deu 23:14), puesto que Jerusalén será, durante el Milenio, la capital del reino, «pues de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová» (Isa 2:3). La ciudad amada es, pues, Sion (Sal 78:68; Sal 87:2).

6. Pero, como en otras ocasiones (comp. con Apo 11:5; Apo 19:17-21; 2Re 7:6, 2Re 7:7; Eze 38:22; Eze 39:6), la victoria se obtiene sin lucha. Es probable que Cristo permita que los enemigos tengan ya completamente cercada la ciudad. Y ello, por dos razones: (A) Para que la derrota de los enemigos sea más notoria. (B) Para que los propios creyentes atribuyan la victoria únicamente a Dios, no a sus propias fuerzas. En efecto, el texto sagrado (v. Apo 20:9) nos dice que «descendió fuego del cielo y los devoró» (NVI). ¡Lo mismo que a Sodoma y Gomorra! ¡Qué contraste con Apo 11:8! Allí se llamaba a Jerusalén (aunque sin nombrarla) simbólicamente Sodoma y Egipto, puesto que entonces era un foco de abominación por obra del Anticristo, pero ahora, en el Milenio, había vuelto a ser la ciudad amada, porque «los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables» (Rom 11:29).

7. El versículo Apo 20:10 contiene la prueba más contundente de la eternidad de las penas del infierno: «Y el diablo que los engañaba (o extraviaba gr. ho planón, en participio de presente), fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde también (estaban) la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos» (lit.).

(A) Nótese el énfasis que se carga sobre el carácter mentiroso de Satanás, «el que los engañaba» (comp. con Jua 8:44). Así comenzó su propia carrera, engañándose a sí mismo (v. Is. 14:13, 14, pero léase también el comentario a dicho lugar), y continuó engañando desde el principio de la historia de la humanidad, primero a Eva (Gén 3:1-6) y, después, a miles de millones de hombres y mujeres.

(B) El lago de fuego y azufre es, como en todos los demás lugares de Apocalipsis (vv. Apo 20:14, Apo 20:15; Apo 19:20; Apo 21:8), el infierno. Está, pues, claro que el diablo es arrojado, aquí y ahora, al infierno, donde estaban la bestia y el falso profeta. El verbo estaban no aparece en el griego original, por lo que algunas versiones lo suplen de otra manera. Por ejemplo, la New English Bible suple «habían sido arrojados». Como hace notar Walvoord (ob. cit., pág. 304), «es muy significativo que el verbo basanisthésontai esté en tercera persona de plural, lo que indica que el verbo debe entenderse como teniendo por sujetos, no sólo a Satanás, sino también a la bestia y al falso profeta».

(C) Así, pues, en este versículo Apo 20:10 la Palabra de Dios enseña claramente que los impíos no serán aniquilados, sino que tendrán una existencia eternamente atormentada: «de día y de noche, sin pausa y sin prisa, por los siglos de los siglos», esto es, por toda la eternidad, pues no hay otro modo más explícito para dar a entender que las penas del infierno son eternas, no sólo para el diablo, el Anticristo y el falso profeta, sino también para todos los que mueren sin haber sido reconciliados por la soberana gracia de Dios y mediante la fe (Efe 2:8) en la Obra del Calvario (v. Apo 20:15 y Apo 21:8). Continúa diciendo el Prof. J. Walvoord en el mismo lugar: «No hay en el idioma griego otro modo posible de declarar con mayor énfasis el castigo eterno de los perdidos que el usado aquí, al mencionar, tanto día y noche como por los siglos de los siglos». Por su parte, Ironside dice lo siguiente: «Esto prueba que el lago de fuego no es la aniquilación, ni tampoco el purgatorio, porque ni aniquila ni purifica a estos dos enemigos de Dios y de los hombres, después que habrán pasado mil años bajo el juicio de Dios».

Por eso, me resulta alarmante el comentario que F. F. Bruce (ob. cit., pág. 1.708) hace de la última frase del versículo Apo 20:10 (así como del v. Apo 20:15): «Serán atormentados por los siglos de los siglos. Comoquiera que la bestia y el falso profeta representan sistemas más bien que personas individuales, la destrucción permanente del mal es lo que evidentemente se significa». Ahora bien digo yo , si se niega la personalidad individual del Anticristo y de su falso profeta, la mayor parte del Apocalipsis (v. también 2Ts 2:8-10) queda desprovista de sentido. Además, ¿para qué, entonces, tener más miedo al que puede arrojar al infierno que al que mata el cuerpo? (v. Mat 10:28). Ya sé que se me objetará: «El que mata al cuerpo no le impide al alma vivir eternamente, mientras que la aniquilación destruye al individuo»; pero los mayores criminales podrían decir: «¡Qué más da!»

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