Apocalipsis 2:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos tenemos el tercer mensaje del Espíritu a las iglesias. Esta vez, a la iglesia ubicada en Pérgamo.

1. Comencemos por los detalles interesantes acerca de la ciudad:

(A) Esta ciudad estaba situada a unos 70 km al norte de Esmirna y a unos 30 del mar. Era una ciudad grande y próspera a principios del siglo III a. de C. El año 133 a. de C., su rey Atalo III se sometió a Roma. Su nombre se hizo famoso por la gran biblioteca (unos 200.000 pergaminos podía competir con la de Alejandría ) que los reyes de Pérgamo habían fundado allí, y que dio origen a la industria del pergamino, que vino a sustituir al papiro en la composición y escritura de libros.

(B) La ciudad estaba asentada en una colina de unos 300 metros de altitud, y se hizo notable por sus monumentos religiosos, entre los que descollaban el templo dedicado a Zeus Soter (nombre griego de Júpiter Salvador), asentado sobre una plataforma excavada en la roca, y el dedicado al dios de la medicina Asclepio o Esculapio, cuya insignia era la serpiente que todavía figura como emblema de la Farmacia, y que para los cristianos era el símbolo de Satanás (v. Gén 3:1; Apo 12:9). En la escuela de Esculapio aprendió sus artes curativas el famoso médico de la antigüedad, Galeno.

(C) «Pérgamo» significa, según F. F. Bruce, «ciudadela»; según la Pilgrim Edition de la AV inglesa, «matrimonio mixto». Es cierto que Pérgamo era una ciudadela, ubicada en un montículo en la antigua ciudad de Troya, pero eso no quiere decir que ése sea su significado etimológico. Que gámos significa en griego «matrimonio» está fuera de toda duda; mas el per inicial es difícil de trazar hasta una etimología fiable. En todo caso, podemos adoptar el de «matrimonio mixto», y decir con el refrán italiano: «si no es verdadero, está bien hallado». Según la citada escuela de interpretación que adopta el nivel vertical histórico, esta iglesia representaría el maridaje de la Iglesia con el Estado a partir de la presunta conversión del emperador Constantino a la fe cristiana y la subsiguiente declaración del cristianismo como religión oficial del Estado (aproximadamente, desde el 313 hasta fines del siglo v).

(D) La ciudadela de Pérgamo, con la colina sobre la que estaba edificada, se hallaba rodeada por el grandioso valle del Caico. Los romanos la hicieron capital de la provincia de Asia en el año 241 a. de C. Dice Ramsay: «Más que cualquier otra ciudad del Asia le da al visitante la impresión de ser la sede de la autoridad» (v. Apo 2:13 «el trono de Satanás»). Fue también la primera ciudad que erigió un templo al emperador (Augusto) el año 29 a. de C. Después erigieron también templos a Roma, y a los emperadores Trajano y Severo. También Venus, por supuesto, era venerada. Y todo esto, unido a la superstición curandera, en el emporio mismo de la Medicina. «Era dice Grau el Lourdes de la antigüedad.» Todo esto hacía que la situación de los creyentes de Pérgamo fuese especialmente difícil en aquella ciudad que, según testigos de la época, se dedicaba a la idolatría más que todo el resto de Asia. Allí, los cristianos eran forzados a ofrecer incienso a la imagen (centro de la adoración) del emperador (recuérdese lo de la estatua de Nabucodonosor) y a decir: Kaísar Kúrios, «César es el Señor» (comp. con 1Co 12:3). Vamos al análisis.

2. Conforme al contexto peculiar de la carta, el atributo de Cristo que se menciona a la cabeza del mensaje a esta iglesia (v. Apo 2:12) es: «El que tiene la espada aguda de dos filos» (la misma frase de Apo 1:16). Una expresión parecida a la de Apo 1:16 sale también en el versículo Apo 2:16: «pelearé contra ellos con la espada de mi boca». Cristo se pone en plan de batalla para luchar contra los nicolaítas del versículo Apo 2:15, como el Fineés (mejor, Pinjás), hijo del sumo sacerdote Eleazar, cuando traspasó con su lanza a Zimrí, hijo de Salú, y a la madianita Cosbí, hija de Sur (v. Núm 25:1.).

3. En el versículo Apo 2:13 hay tres alabanzas a esta iglesia:

(A) «Sé dónde vives donde tiene Satanás su trono » (NVI). Lo de «tus obras» no tiene aquí ningún soporte en los MSS. Hay cierto énfasis en ese repetido «donde»; como si dijese: En medio de un lugar tan peligroso, en medio de las peores circunstancias, sois valientes y sois fieles. No es difícil dar testimonio en circunstancias favorables; pero el arraigo de la semilla se nota cuando llegan las pruebas.

(B) «Con todo, permaneces fiel a mi nombre» NVI. Lit. retienes mi nombre). Contra el grito pagano de «César es el Señor», los fieles de Pérgamo se asían firmemente del nombre de Jesús, el Cristo, creyendo en Él y confesando valerosamente: «Jesús es el Señor» (1Co 12:3; Flp 2:10, Flp 2:11). Recordemos que Policarpo de Esmirna fue martirizado por negarse a maldecir de Cristo.

(C) «No has renunciado a tu fe en mí» (NVI), la fe en el Autor y Consumador de la fe del creyente (Heb 12:2), la cual con todo es un don de Dios (Efe 2:8, según opinión probable. V. el comentario a ese versículo).

4. El valor de esa fe de la iglesia de Pérgamo se había puesto a prueba duramente: «… ni siquiera en los días de Antipas, mi testigo fiel» (NVI. Gr. ho mártus ¡mártir! mou, ho pistós mou. Lit. mi testigo, mi fiel). Esa frase indica una prueba singularmente dura, pero bien definida y limitada en el tiempo, a diferencia de la continua persecución que azotaba, según parece, a la iglesia de Esmirna. Esto nos enseña varias lecciones:

(A) La cultura humana, la del mundo, puede ir de la mano de la más fiera persecución. La biblioteca de Pérgamo contaba con más de 200.000 pergaminos, pero allí reinaban la superstición, la idolatría y la persecución de los cristianos. No en vano estaba allí «el trono de Satanás» (v. Apo 2:13). El sitio desde donde dominaba Satanás todo el Este dice Bartina era Pérgamo (v. ob. cit., págs. 648, 649), pues allí se hallaban el centro del culto imperial, el colegio de los sacerdotes paganos y la mayor abundancia de templos paganos.

(B) La valentía de los pergamenos creyentes era tanto más de notar cuanto que según opinan casi todos los intérpretes el propio pastor de la iglesia, Antipas (contracción de Antípatro), había sido martirizado allí mismo: «entre vosotros» (v. Apo 2:13, al final). Los bolandistas que coleccionaron las Actas (muchas de ellas, puras leyendas) de los mártires, colocan su muerte y celebración litúrgica el 11 de abril. Parece ser que padeció bajo Domiciano poco antes de que se escribiese el Apocalipsis , quemado dentro de un buey de bronce.

(C) Otra lección que hemos de aprender aquí es a no juzgar con demasiada precipitación a los hermanos débiles, sin tratar de comprender las circunstancias especiales en que pueden hallarse, ya sea de continuo, o en un momento determinado.

5. Luego (v. Apo 2:14) viene el reproche: «Sin embargo, tengo unas pocas cosas contra ti» (NVI). Téngase en cuenta que no dice «pequeñas», sino «pocas», que no es lo mismo. Unas pocas cosas, si son graves, pueden ser fatales. ¿Qué cosas eran ésas? Se enumeran a continuación:

(A) «Que TIENES ahí a los que RETIENEN la doctrina de Balaam …» (v. Apo 2:14. Lit.). En el versículo Apo 2:15 va a repetir los dos verbos tienes y retienen. Nótese de entrada la diferencia entre ambos verbos: (a) «tienes» (gr. ékheis), como si dijese: «lo tienes en medio de ti como un tumor»; (b) «retienen» (en el v. Apo 2:13, mi nombre en buen sentido ; en el v. Apo 2:14 en mal sentido , la doctrina de Balaam); en ambos casos, el verbo griego es krattein, agarrar, asir, sujetar, retener.

Ya vimos, al analizar el versículo Apo 2:6, la analogía entre los nicolaítas y la doctrina de Balaam, cuyos mantenedores estaban allí, en medio de la congregación, sin que se les aplicase la necesaria disciplina. Para entender bien lo de Balaam, léase Núm 25:1., junto con Núm 31:16. Dice Salguero (ob. cit., 348): «Balaam quedó en la literatura judaica como el prototipo del inductor al mal». De ahí, lo que sigue (v. Apo 2:14): «el que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel» (lit.). El griego usa la palabra bien conocida skándalon. También dice que enseñaba «a comer de cosas sacrificadas a los ídolos (gr. eidolothúta, el mismo vocablo de Hch 15:29; 1Co 8:1, entre otros lugares) y a cometer fornicación». Aunque esté también comprendida la fornicación espiritual, puesto que, para un hijo de Dios, la idolatría es siempre «prostituirse ante un extraño» (Salguero, ob. cit., pág. 348), no hay que descartar la fornicación física, como en el caso de Zimrí (también se incluye aquí el caso de los matrimonios mixtos).

La lección que hemos de sacar de aquí es obvia: ¡Atención a la mundanalidad entre los creyentes! No basta con la ortodoxia. ¡También los demonios son «ortodoxos»! (Stg 2:19). Como dice Grau (ob. cit., pág. 110): «No basta tener la verdad, si no andamos en la verdad». Es cierto que, en aquellas circunstancias, era difícil ser testigo de Cristo, cuando hasta el rehusar tomar parte en los festivales, los banquetes y los negocios de los paganos con los dioses tutelares de cada gremio de comerciantes , significaba la marginación social y la pérdida del empleo. Para algunos, esto era un «tropiezo», y seguramente inventarían excusas similares a las que se inventan en nuestros días: «Hay que entrar en el ambiente de ellos para atraerlos … Ya sé que los ídolos son nada … Yo asisto de forma pasiva … ¿Qué mejor cosa que entrar a conocer bien las doctrinas y los métodos de ellos, para poder vencer a Satanás más eficazmente, etc.?»

(B) «Y asimismo (v. Apo 2:15) TIENES a los que RETIENEN la doctrina de los nicolaítas» (lit.). La añadidura: «la que yo aborrezco» no figura en el original. Se nos vuelve a hablar de los nicolaítas, como en el versículo Apo 2:6. La diferencia con aquel versículo es doble: (a) En el versículo Apo 2:6 se nos habla de obras; aquí, de doctrina. Hay en la carta a Pérgamo una clara insistencia en la doctrina (gr. didakhé aquí y en el v. Apo 2:14 . Nótese igualmente el «enseñaba» gr. edídasken del v. Apo 2:14); pero es una doctrina que lleva a una vida de corrupción. (b) Pero la diferencia principal con el v. Apo 2:6 es que, allí, la iglesia de Éfeso aborrecía tales cosas, como el Señor las aborrece, mientras que aquí se dice: «tienes, esto es, no sueltas, no disciplinas, a los que retienen, etc.». Allí hay alabanza; aquí, reproche. Ya hablamos de los nicolaítas, como tocados de gnosticismo, pues no tenían en cuenta los pecados de la carne (¡materia!), contra lo que dice Pablo en Rom 3:8; Rom 6:1, y Juan en 1Jn 3:4-10. Todo ello facilitaba el compromiso con el mundo. ¡Servir a dos señores! ¡Hermanos, cuidado!

6. Llega ahora (v. Apo 2:16) la invitación al arrepentimiento: «Por tanto, arrepiéntete» (gr. metanóeson, en aoristo, como algo urgente; el mismo vocablo del v. Apo 2:5, en la carta a Éfeso). Era preciso darse cuenta del peligro, cambiar de mentalidad y darse media vuelta. Analicemos y ahondemos:

(A) ¿De dónde arrancaba este descuido? ¿Cómo es que no se aplicaba la disciplina necesaria? Hendriksen (ob. cit., págs. 66, 67) opina que ello se debía a un exagerado énfasis en la salvación individual, descuidando el buen estado de la iglesia como congregación y, por tanto, no se percataban de que lo que atañe a un miembro repercute en todos. Si se admite que los fieles de Pérgamo no daban demasiada importancia al tinte gnóstico de los nicolaítas, puede pensarse que estaban siendo tocados de antinomianismo.

(B) En todo caso, el Señor anuncia su pronta visita (v. Apo 2:16): «mas, si no, vengo a ti enseguida» (lit.). Jesús va a llegar con la vara de la disciplina, para purgar de males a la iglesia. No es un castigo, sino una medida de amor, de pureza, de invitación a «volver en sí»; en una palabra, viene a educar a su pueblo (v. 1Co 11:32, ¡PEDAGOGÍA!)

(C) Nótese también el contraste entre lo que se dice a la iglesia como a tal («arrepiéntete») y lo que se dice de los falsos maestros, los balaamitas y nicolaítas (v. Apo 2:16): «… y pelearé contra ellos con la espada de mi boca» (comp. con el v. Apo 2:12 y Apo 1:16). «Se señala con esto, dice Bartina (ob. cit., pág. 651), una calamidad pública, como guerras, facciones o mortandad a espada y lanza». Lo mismo que en el caso de Acán (Jos. cap. Jos 7:1-26), la congregación entera pagaría, por solidaridad, por la aberración de unos pocos falsos profesantes.

7. Después del estribillo común a todas las siete cartas, viene ahora (v. Apo 2:17) la recompensa peculiar al que venza en las condiciones en que se hallaban los creyentes de Pérgamo. La recompensa es, en realidad, doble:

(A) «Al que venza, le daré del maná escondido» (NVI). Recordemos que el maná estaba escondido en el Arca (Éxo 16:32-34; Heb 9:4). Había una expectación general entre los judíos de que, cuando se manifestase el Mesías, descendería maná del cielo (comp. con Jua 6:33, Jua 6:38). ¡El pan bajado del cielo! (comp. con Sal 78:25, Sal 78:26). Se trata de un alimento espiritual, como el «agua de vida» o «el fruto del árbol de la vida». Era algo muy apropiado para incitarles a abstenerse de comer de los idolotitos: «Nosotros tenemos un altar …» (Heb 13:10). Privándose de aquellos delicados manjares, los cristianos podían mirar en lontananza, para toda la eternidad, cómo se les preparaba algo mucho mejor. Este maná está escondido del mundo, pero revelado a los creyentes sinceros ya en este mundo y, sobre todo, en la eternidad; especialmente, a los fieles de Pérgamo que, por amor a Cristo, se abstenían de los banquetes idolátricos; el mismo Señor les servirá en el banquete celestial, como ha prometido en su Palabra: «Serán alimentados por el Señor en persona». La victoria es por la fe que vence al mundo (1Jn 5:4). Según el apócrifo 2 Macabeos, Jeremías, antes del destierro, había escondido el maná del Arca, y se conservaría para los últimos tiempos (v. 2Ma 2:5).

(B) «Y le daré (v. Apo 2:17) una piedrecita blanca, e inscrito en la piedrecita un nombre nuevo, el cual ninguno conoce (lit. sabe) sino el que lo recibe.» Esta promesa merece un estudio más detallado:

(a) Se trata de una piedrecita blanca (gr. pséphon leukén). El griego pséphos sale únicamente dos veces en este versículo y en Hch 26:10 en todo el Nuevo Testamento. La piedrecita, blanca o negra, según su empleo (como la bola blanca o negra, usada hasta hace poco en España en las votaciones para ciertas prebendas catedralicias), era usada tanto por los griegos como por los romanos (latín, lapillus) para diversos menesteres: 1) Para votar: blanca, para absolver; negra, para condenar. En este sentido, dice Ovidio (Metamorfosis, 1:15), en un par de hexámetros: «Mos erat antiquis, niveis atrisque lapillis / His damnare reos, illis absolvere culpa»; es decir: «Los antiguos tenían por costumbre usar piedrecitas blancas y negras / éstas, para condenar a los reos; aquéllas, para absolverles de culpa» (comp. con Hch 26:10). Esto va contra W. Hendriksen (ob. cit., págs. 67 71), quien opina que se trata de «diamante»; si así fuese, el original no diría pséphon, sino líthon tímion (comp. con 1Co 3:12). 2) Los hebreos las usaban como Urim y Tumim: para explorar la voluntad de Jehová, en forma de respuesta afirmativa o negativa. 3) Hay quienes las relacionan con las doce piedras que el sumo sacerdote llevaba en el efod, en señal de que llevaba sobre sí la representación de las doce tribus de Israel. 4) También eran usadas por los romanos como billetes de entrada para los festivales más importantes. 5) Finalmente, en un sentido parecido al anterior, los romanos la usaban como téssera hospitalis, esto es, como «señal para el huésped».

(b) Lo más probable es que Juan quiera dar a entender esta última acepción, ya que el contexto habla de comer del maná escondido. Era una piedrecita blanca, oblonga, que servía como de billete de personal identificación al ser invitado a un banquete; se partía en dos con la mano, a fin de evitar una perfecta simetría; en una de las mitades, figuraba el nombre del anfitrión; en la otra, el nombre del invitado. Al llegar éste al lugar del banquete, presentaba su mitad y el anfitrión la juntaba con la otra mitad, con lo que la identificación quedaba garantizada.

(c) En cuanto al «nombre nuevo», inscrito en la piedrecita blanca, se dan varias opiniones, pero lo más probable es que, al seguir lo dicho sobre la téssera hospitales, se halle, en una de las mitades, el nombre del anfitrión Jesús (comp. con Flp 2:10); en la otra, el del propio creyente, que es el invitado. Aunque todos los creyentes genuinos comparten la divina naturaleza (2Pe 1:4) y, por tanto, la santidad, la sabiduría y el poder de Jesús, cada creyente tiene una peculiaridad.

(d) Sería así como un nuevo status: un carácter peculiar de cada individuo, moldeado por la gracia y el poder de Dios, para un llamamiento y un servicio peculiares. De la misma manera que Dios cambió el nombre de Abram («padre excelso») en Abraham («padre de multitudes»), y el de Jacob («suplantador»), en Israel («el que lucha con Dios»), así tambien cada creyente puede tener un nuevo nombre, propio y valioso, que los demás desconocen. ¡Qué consuelo tan grande para un discípulo de Cristo! Aunque seamos unos desconocidos para el mundo, Dios nos ha puesto un nombre nuevo, bien conocido de Él, y que nos caracteriza personalmente.

(e) «… el cual ninguno conoce, sino aquel que lo recibe», dice la frase final de este mensaje. En la literatura semítica, así como en la egipcia, el que conoce el nombre secreto de una persona tiene un poder absoluto sobre ella. De ahí que Dios no quisiese revelar a Moisés su propio nombre secreto y respondiese con un «YO SOY EL QUE SOY» (Éxo 3:14. V. el comentario a este lugar), no sólo porque no hay palabra humana que pueda definir al Infinito, sino porque Dios no puede ser manipulado por nadie. De ahí deducen algunos, como Bartina, que en la piedrecita no puede figurar el nombre de Jesús, porque ningún creyente tiene poder sobre Cristo; sin embargo, el versículo Apo 2:13 dice, en tono de encomio: «retienes (gr. krateís, echas mano, agarras, sujetas) mi nombre». Dios se ha hecho tan accesible en Cristo, que los hombres no sólo lo arrestaron, sino que lo mataron. Por otra parte, si se trata de un banquete, como aquel al que el Señor invita en Apo 3:20, ¿no se indicará aquí una mutua «posesión», esto es, una íntima comunión del creyente con su Señor y Salvador?

8. Aparte de las aplicaciones que ya han surgido espontáneamente del análisis de este mensaje, añadiremos algunas ideas más concretas y prácticas:

(A) El seguimiento del Maestro obliga al creyente a una vida de santidad, bien reflejada en lugares como Rom 6:12.; Gál 5:13, Gál 5:22.; Efesios capítulos Efe 5:1-33, Efe 6:1-24; Tit 2:11-14; 1Pe 1:13.; y hasta Stg 1:27 (la primera parte invita a imitar la inmanencia de Dios; la segunda, la trascendencia) y Jud 1:20-23. Como dice Grau (ob. cit., págs. 110, 111): «El sello del Maestro tiene dos lados. Sobre uno están esculpidas estas palabras: Conoce el Señor a los que son suyos ; y sobre el otro lado: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre del Señor ». Y continúa: «Es blasfemia cualquier tentativa de eliminar este segundo lado del sello. Esta blasfemia no puede ser tolerada dentro de la iglesia. El mandato de Dios es mandato de paz, pero paz fundada en pureza, porque la sabiduría que es de arriba es primeramente pura y luego pacífica (Stg 3:17)».

(B) Por su parte, I. Barchuk (ob. cit., págs. 62, 63) hace notar que la amistad con los mundanos, por inocente que parezca, y aunque se cubra con capa de querer atraer a los inconversos, da siempre malos resultados, porque lo corriente es que, en tales casos, los mundanos no dejan al creyente hablar del Evangelio; en cambio, ellos tratan de arrastrar al cristiano a sus propios vicios: el tabaco, el alcohol, los espectáculos, los bailes y las conversaciones y chistes indecentes. Y termina Barchuk diciendo: «En una palabra, los seguidores de Balaam desearían arrastrar a los creyentes al mundo y al pecado».

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