Apocalipsis 22:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos, encontramos «las delicias de la Nueva Jerusalén», como titula el Dr. Ryrie esta sección.

1. La primera de dichas delicias es el río de agua viva (vv. Apo 22:1, Apo 22:2): «Luego, el ángel me mostró el río del agua de la vida, claro como el cristal, que fluye del trono de Dios y del Cordero y desciende por en medio de la gran avenida de la ciudad» (NVI).

(A) El río de agua de vida (lit.), esto es, del agua viva, divina (comp. con Jer 2:13; Jua 7:37-39; Apo 7:17; Apo 21:6; Apo 22:17) entraña la realidad de la vida divina trinitaria, como se ve por la descripción que se nos hace de su origen: «Sale del trono (único trono) de Dios (el Padre) y del Cordero (el Hijo)», con lo que es muy probable (en especial, a la vista de Jua 7:39) que en este río esté representado el Espíritu Santo vivificante, que procede del Padre y del Hijo, como dice expresamente el Credo Niceno-Constantinopolitano.

(B) La frase «claro como el cristal» expresa la pureza suma del agua, en la que no cabe turbiedad ni agitación malsana.

(C) A pesar de que hemos dado la lectura que hace la NVI, es más probable, como lo hace notar la puntuación del texto crítico de las Sociedades Bíblicas Unidas, que la primera parte del versículo Apo 22:2 no vaya unida al versículo Apo 22:1 (falta en el texto el kai copulativo), sino que forme un todo con lo que sigue del versículo Apo 22:2. Así está en nuestra Reina-Valera. Por tanto, con esta puntuación, que es más probable que la de la NVI, el versículo Apo 22:1 queda así: «Y me mostró un río de agua de vida, claro cual cristal, saliendo (en participio de presente; gr. ekporeuómenon ¡el mismo verbo de Apo 15:2-6, aplicado al Espíritu Santo! ) del trono de Dios y del Cordero» (lit.). Este río no debe confundirse con el de Eze 47:1, Eze 47:12 ni con las aguas vivas de Zac 14:8. Eso pertenecía al Milenio.

2. La segunda delicia es el árbol de la vida (v. Apo 22:2): «En medio de la gran avenida de ella (de la ciudad), y a uno y otro lado del río, el árbol de la vida (sin artículos en el original), que produce doce frutos, dando su fruto conforme a cada mes, y las hojas del árbol (son) para curación de las naciones» (lit.).

(A) Por la descripción, algo imprecisa, que nos hace el texto de la ubicación del río, así como del árbol de la vida, podemos colegir, como más probable, lo siguiente: Tenemos la gran avenida de la ciudad; por en medio de la gran avenida, a todo lo largo de ella, fluye el río; y a ambos lados del río, siempre dentro de la gran avenida, está el árbol (mejor dicho, los árboles pues están a ambos lados del río) de la vida. Aunque se dice de los frutos del árbol, no del árbol mismo, que son doce, podemos conjeturar que son también doce los árboles, con lo que tendríamos una composición de bellísima y simétrica factura.

(B) El hecho de que el árbol de la vida produzca frutos cada mes no significa que los árboles ni, por tanto, los frutos sean diferentes, sino que su fruto no falta nunca; es de fruto perenne. Dice Bartina (ob. cit., pág. 844): «El árbol de la vida (xúlon zoés) da fruto continuo, del cual todos pueden fácilmente comer. Es símbolo del don de la inmortalidad. Ha vuelto el Paraíso (Gén 2:9; Gén 3:22)».

(C) A muchos ha confundido lo de «las hojas del árbol son para curación (gr. therapeían, de donde procede «terapéutica») de las naciones», como si esto implicase la posibilidad de enfermedades en el cielo. Pero, aparte de su valor simbólico, el vocablo griego puede muy bien entenderse en sentido de «preservación», más bien que de «curación».

3. La tercera delicia es que ya no habrá allí nada que esté bajo la maldición de Dios (v. Apo 22:3). El griego katáthema significa, no la maldición misma (gr. katára v. Gál 3:13 ), sino un objeto retenido en un lugar como perjudicial. A mi juicio, hay aquí una alusión a Gén 3:17-19, donde Dios maldice, no a Adán, sino a la tierra por causa de él. En un contexto donde predomina la idea del Paraíso recuperado, se entiende la alusión, una vez más, al Paraíso perdido.

4. La cuarta delicia será el servicio continuo que rendiremos a Dios en el cielo (v. Apo 22:3): «El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad, y sus siervos (gr. doúloi, esclavos, en el sentido de servidores a tiempo completo) le rendirán culto» (NVI). Con muy buen acuerdo ha vertido la NVI el verbo latreoúsousin por «rendirán culto», pues dicho verbo es de carácter sacerdotal, cultual (comp. con Apo 7:15 y Heb 10:2; Heb 12:28; Heb 13:10, entre otros muchos lugares). De esta forma se comprende que el griego doúloi no rebaja en nada la dignidad de los hijos de Dios en el cielo, cuando el propio Mesías es presentado en Isa 42:1.; Isa 52:13 como el «siervo de Jehová» (hebr. ebed YHWH) por antonomasia. Además de una continua adoración, habrá en el cielo otros servicios que ahora no podemos adivinar.

5. La quinta delicia, nos habla de una comunión muy íntima con Dios (v. Apo 22:4), que ya quedaba implícita en Apo 21:3. Ahora se nos dice que: «Y verán su rostro (el de Dios)». Este es uno de los lugares que la Iglesia de Roma, y muchos evangélicos mal informados, entienden como si en el cielo se pudiese ver la figura (o la esencia) misma de Dios el Padre. Repetidas veces hemos dicho en este comentario que «ver el rostro de Dios», como otras expresiones similares, significa «disfrutar de su favor, tener íntima comunión con Él». En el cielo, llega a su grado más alto esta comunión íntima con Dios, pero nunca pierde la esencia divina su carácter invisible (v. 1Ti 6:16). W. Scott (ob. cit., pág. 441) lo entiende del rostro de Cristo, lo cual es muy improbable.

6. La sexta delicia, que ya se ha mencionado varias veces en este libro (v. Apo 2:17; Apo 3:12; Apo 7:3; Apo 14:1, por ejemplo), es que llevarán en la frente el nombre de Dios (v. Apo 22:4). Dice Bartina (ob. cit., pág. 845): «El nombre divino lucirá en sus frentes, porque siempre serán posesión de Dios (cf. Apo 13:16, Apo 13:17)».

7. La séptima delicia es una repetición, con ligeras variantes, de lo que ya vimos en Apo 21:23, pero aquí aparece más personalizada (v. Apo 22:5): «Y no habrá ya noche, y no tendrán necesidad de luz de lámpara y de luz de sol, pues el Señor Dios (Jehová Elohim habría dicho en hebreo ) irradiará su luz (gr. photísei) sobre ellos» (lit.).

8. La octava delicia (ocho es el número de la perfección escatológica) es (v. Apo 22:5, al final): «Y reinarán por los siglos de los siglos». Aquí vemos el trasfondo bíblico del proverbio: «Servir a Dios es reinar». En efecto, en el versículo Apo 22:3 hemos visto a los habitantes de la Nueva Jerusalén «sirviendo» a Dios como sacerdotes; ahora los vemos dominando como «reyes». Como Cristo continuará por toda la eternidad siendo «Rey de reyes y Señor de señores», sus redimidos correinarán con Él también por toda la eternidad. Dice Walvoord (ob cit., pág. 332): «La idea de que el reino de Cristo debe cesar con el Milenio, basada en 1Co 15:24, 1Co 15:25, es un malentendido. Lo que cambia es el carácter de Su reino».

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