Apocalipsis 22:6 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Todo lo que sigue hasta el final del Apocalipsis viene a ser como un epílogo. En estos versículos tenemos: 1) Una garantía de las visiones que Juan ha referido en este libro (vv. Apo 22:6-9); 2) Un último anuncio (aunque volverá a resumirlo en el v. Apo 22:20) que Jesús hace de su próxima venida (vv. Apo 22:10-17).

1. Dicen los versículos Apo 22:6-9 en la NVI: «Y me dijo el ángel: Estas palabras son fidedignas y verdaderas (gr. pistoí kai alethinoí, combinación ya bien conocida). El Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que tienen que suceder en breve (gr. en tákhei, con rapidez). ¡Mirad que vengo enseguida! (gr. takhú, rápidamente). ¡Feliz el que guarda las palabras de la profecía contenida en este libro! Yo, Juan, soy el que escuché y vi estas cosas. Y después que las oí y las vi, caí de hinojos para prosternarme a los pies del ángel que había estado mostrándomelas. Pero él me dijo: ¡No lo hagas! (la misma expresión de Apo 19:10). Soy un consiervo tuyo y de tus hermanos los profetas y de todos los que guardan las palabras de este libro. ¡Adora a Dios!»

(A) Se acabó la revelación propiamente dicha. El ángel que comunicó a Juan lo último y más importante de dicha revelación, repite ahora (v. Apo 22:6), con ligeras variantes, lo que ya vimos en Apo 1:1; con lo que el libro acaba como empezó en cuanto a garantizar la completa verdad y la total credibilidad de su contenido. Como las enseñanzas de Apocalipsis son, casi en su totalidad, enseñanzas proféticas, «el Dios de los espíritus de los profetas, es decir, el que, en tiempos pasados, comunicó a sus siervos el espíritu de profecía, ha enviado su ángel para mostrar, con el mismo espíritu profético, a sus siervos, a todos los redimidos, lo que no tardará en suceder» (comp. con 2Pe 3:9).

(B) La frase del versículo Apo 22:7 «¡Y he aquí que vengo enseguida!» (lit.) puede entenderse como dicha directamente por el propio Señor Jesucristo o, más probable, por el ángel mismo en calidad de embajador del Señor. La frase es pronunciada, no para que la oigan los que ya están en el cielo, sino aquellos a quienes el libro había de ser leído. Se refiere, pues, a la Venida de Cristo para recoger a Su Iglesia. Y la misma voz que ha pronunciado dicha frase continúa diciendo: «¡Dichoso (gr. makários, como en toda bienaventuranza) el que guarda las palabras de la profecía contenida en este libro!» Ésta es la sexta de las siete bienaventuranzas que aparecen en Apocalipsis, y es semejante a la primera (Apo 1:3), con la notable diferencia de que aquí no dice «… el que lee», puesto que ya ha leído; sólo queda «guardar», es decir poner por obra lo que Dios ha dicho (comp. con Mat 13:4; 1Ts 5:20).

(C) Como notario excepcional, Juan pone (v. Apo 22:8) su firma y rúbrica en garantía de que su testimonio es fidedigno: «Yo (el pronombre es enfático en el griego), Juan, soy el que oye y ve estas cosas» (lit. Comp. con Apo 1:1, Apo 1:4, Apo 1:9). El testimonio de una de las columnas (Gál 2:9) de la primitiva Iglesia no podría menos de llevar la más profunda convicción al ánimo de los lectores.

(D) Como en Apo 19:10, Juan hace ademán de prosternarse en adoración, al ver en él a un embajador de Dios (vv. Apo 22:8, Apo 22:9). Pero el ángel se lo impide de nuevo. No debe extrañarnos la reacción de Juan por la tremenda impresión que estas revelaciones le han producido. Dice Bartina (ob. cit., pág. 856): «Juan … se postró reverentemente en tierra (épesa), según la costumbre oriental, para adorar o acatar al ángel, enviado por Dios para estas revelaciones. El celeste mensajero corta de raíz todo asomo de adoración que pudiera ponerle incluso aparentemente en rango superior a Jesucristo». Por su parte, Jamieson-Fausset-Brown hacen notar que el ángel actúa «al contrario que el diablo (que dijo): ¡Póstrate y adórame! (Mat 4:9)».

2. Los versículos Apo 22:10 y Apo 22:11 deben leerse juntos para entender mejor su sentido: «Luego añadió: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo de su cumplimiento está cerca. Deja que el malvado continúe en sus maldades, y el vil, en sus vilezas; el justo, que continúe por el camino de la rectitud, y el santo, por el camino de la santidad» (NVI).

(A) El rollo de Apo 5:1. estaba sellado, porque no se conocía su contenido, y nadie podía descubrirlo ni ponerlo por obra, excepto Dios y el Cordero, pues tienen la suficiente autoridad, el conocimiento pleno futuro y el poder omnímodo para llevar a cabo los oráculos contenidos en él. Pero ahora, el futuro está profetizado, revelado en toda su integridad. Por si fuera poco, el tiempo de su total cumplimiento está cerca; así que, no hay por qué volver a sellar el libro. Dice Bartina (ob. cit., pág. 857):

Lo que debía permanecer secreto se sellaba (Apo 5:1; Apo 10:4). Se prohíbe a Juan cifrar, mantener oculto o ininteligible, sellar las cosas de este libro profético … Por el contrario, a Daniel se le mandó mantener secreta la revelación mesiánica, la del final, porque en su tiempo quedaba todavía muy lejos (Dan 8:26; Dan 12:4, Dan 12:9). Aquí, en cambio, como la realización de las profecías está cerca, se han de consignar claramente.

(B) El versículo Apo 22:11 ha confundido a muchos, lectores y autores. Walvoord (ob. cit., págs. 334, 335) lo entiende del modo siguiente:

No quiere decir que los hombres queden inmóviles ante las profecías de este libro, sino más bien que, si estas profecías se rechazan, Dios no tiene ya más que decir. Los impíos han de continuar en su maldad y ser juzgados por el Señor cuando venga. Lo mismo pasa, al lado opuesto, en los justos: que continúen santificándose. No hay neutralidad posible. Hay un sentido también en el que las decisiones presentes fijan el carácter; viene un tiempo en que el cambio será imposible. Las elecciones presentes se harán permanentes en su carácter.

De manera parecida habla Swete, citado por W. Smith (ob. cit., pág. 1.524):

No sólo es cierto que las tribulaciones de los últimos días tenderán a fijar el carácter de cada individuo de acuerdo con los hábitos que ya ha formado, sino que llegará un tiempo en que será imposible el cambio cuando no se ofrecerá ninguna oportunidad más para el arrepentimiento por una parte, o para la apostasía por la otra.

No puedo estar de acuerdo con estos autores. Mientras el Señor no ha llegado todavía, y mientras hay vida consciente en la persona, siempre queda tiempo para ser convicto de pecado y recibir, por fe en el Señor, la salvación. A eso viene, en realidad, la invitación del versículo Apo 22:17. Estoy completamente de acuerdo con Caird, cuando dice con respecto a las frases del versículo Apo 22:11:

No hay ningún determinismo en esas palabras. Más bien, es una clara llamada al lector para que ponga su vida en orden mientras hay todavía oportunidad para el cambio.

En efecto, se podrá hablar de dificultad para cambiar, dado lo breve del tiempo que queda, pero no puede hablarse de imposibilidad.

3. Los versículos Apo 22:12-16 contienen un urgente mensaje del Señor Jesucristo. Dicen así en la NVI:

«¡Mirad que vengo pronto! La recompensa viene conmigo, y yo le daré a cada uno de acuerdo con lo que haya hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin. Dichosos son los que lavan sus túnicas, para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas a la ciudad. Fuera se quedan los perros, los que practican las artes mágicas, los sexualmente inmorales, los asesinos, los idólatras y todo el que ama y practica la falsedad. Yo, Jesús, he enviado mi ángel para daros este testimonio destinado a las iglesias. Yo soy el Vástago y la Estirpe de David, y el brillante Lucero de la mañana».

(A) El versículo Apo 22:12 comienza repitiendo al pie de la letra la primera frase del versículo Apo 22:7. Allí teníamos el primer alerta de la Segunda Venida de Cristo. Ahora se introduce por segunda vez con la misma expresión: «He aquí que vengo pronto» (lit. Gr. Idoú érkhomai takhú), lo cual indica un futuro inminente. La repetición, pues, tiene carácter de urgencia. Pero aquí el Señor añade que trae la recompensa para darle a cada uno de acuerdo con lo que haya hecho. Es un juicio de obras. Con esto se echa de ver que Jesús está hablando ahora del momento, ya inminente, en que vendrá a recoger a los Suyos. La recompensa se dará en el tribunal de Cristo (v. 2Co 5:10, 2Co 5:11).

(B) El versículo Apo 22:13 repite los epítetos que ya hemos visto en Apo 1:8, Apo 1:17; Apo 21:6, y nos muestra que Cristo posee la misma naturaleza divina y las mismas perfecciones que el Padre. Los tres pares de epítetos connotan la misma verdad: Cristo es el comienzo y fuente de todo, como también el final y la consumación de todo.

(C) El versículo Apo 22:14 comienza con la séptima y última de las bienaventuranzas del Apocalipsis. Algunos MSS tienen «guardan sus mandamientos» (así lo tradujo Reina en 1569), en lugar de «lavan sus túnicas». Los vocablos son parecidos en griego, ya que plúnontes tas stolás «que lavan las túnicas» es parecido a poioúntes tas entolás «que hacen los mandamientos» . Está mucho mejor atestiguada la lectura que trae la NVI: «lavan las túnicas». La diferencia es importante, pues, como dice Walvoord, «la obediencia de los mandamientos no es la base sobre la cual se otorga la vida eterna. Es don de Dios a todos los que creen (Jua 5:24)» (ob. cit., pág. 336, citando de W. Scott). En este sentido de justicia imputada, vimos ya la frase en Apo 7:14. Este pasaporte es, de suyo, suficiente para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas de la ciudad (NVI).

(D) El versículo Apo 22:15 enumera (por tercera vez. V. Apo 21:8, Apo 21:27) los excluidos de la ciudad. El énfasis (como en Apo 21:8) recae sobre los que practican la mentira. La lista es parecida a la de Apo 21:8, y coinciden cinco de los grupos. Lo de «y todo el que ama y practica la falsedad» (NVI), del final del versículo Apo 22:15, es una excelente explicación de lo que significan los mentirosos del final de Apo 21:8. Tenemos ahora un grupo que no se hallaba en Apo 21:8. ¿Quiénes son «los perros» que encabezan aquí la lista? Por supuesto, no se trata de animales, sino de personas de carácter vil, corruptor (comp. con Flp 3:2). Dice Bartina (ob. cit., pág. 859):

Son … los canes (hoi kúnes), como las bestias que infestaban las poblaciones y eran odiados de los orientales. Merodeaban por las ciudades, igual que las personas corruptoras, y eran echados fuera de las murallas (Deu 23:18; Mat 7:6; Mar 7:27; Flp 3:2). Son los paganos, con todo su cortejo de vicios, y también los malos cristianos (cf. 2Pe 2:22). En sentido más técnico, son los dedicados a la prostitución sagrada masculina (Deu 23:18, Deu 23:19).

(E) En el versículo Apo 22:16, Jesús mismo atestigua el origen divino e inspirado de este mensaje (comp. con el v. Apo 22:8). Son frases semejantes a las del prólogo del libro. El propio Señor Jesucristo pone ahora su firma y rúbrica a todo lo que ha revelado por medio del ángel que envió (gr. épempsa envié , en aoristo). Así, el Rey de reyes y Señor de señores pone todo el peso de su divina autoridad sobre lo que leemos en el Apocalipsis (comp. con Apo 1:1 «revelación de Jesucristo»). Los títulos que aquí se atribuye a sí mismo los hemos visto en Apo 2:28; Apo 5:5, y estaban ya profetizados en Núm 24:17; Isa 11:1. Y, por única vez, desde Apo 4:1, sale aquí el vocablo «iglesias». Nótese que Jesús dice literalmente: «Yo, Jesús, envié mi ángel para atestiguaros estas cosas sobre (gr. epí) las iglesias»; es decir, «CON DESTINO A LAS IGLESIAS». ¡Y pensar que el libro del Apocalipsis es el menos leído, estudiado y predicado en las iglesias! Es cierto que lo de las «iglesias» va dirigido primordialmente a las mencionadas en los capítulos Apo 2:1-29 y Apo 3:1-22, pero sabemos muy bien que todas las iglesias de todos los tiempos, y todos los miembros de cada una de las iglesias, son también destinatarios de este libro, lo mismo que de todos los demás libros de las Sagradas Escrituras.

4. El versículo Apo 22:17 constituye como una respuesta a la voz de Jesús, seguida de un conciso mensaje evangelístico: «El Espíritu y la esposa dicen: ¡Ven! Y el que escucha, diga: ¡Ven! Todo el que esté sediento, venga; y el que lo desee, tome gratis del agua de la vida» (NVI).

(A) Esta respuesta ardiente, conmovedora, la dan el Espíritu y la esposa, es decir, la Iglesia, rogando al Señor que venga, que acelere su Venida, no sólo para que libre a los suyos de quienes les oprimen, sino, sobre todo, para consumar la redención (Rom 8:16, Rom 8:23, Rom 8:26; Heb 9:28, al final). Lo dice el Espíritu, por cuanto Él es el alma de la Iglesia (v. Efe 4:5) y el que intercede en el interior del creyente con gemidos inefables (Rom 8:26, Rom 8:27). Él es quien actúa en la comunidad eclesial, tanto en la oración como en la adoración y en la acción (v. Hch 13:14; Hch 15:28, entre otros lugares).

(B) El autor sagrado pide al que escucha la lectura en público del libro (comp. con Apo 1:3) a que ruegue también al Señor: «¡Ven!» A mi juicio, que es el de otros muchos autores, no cabe duda de que este ruego («¡Ven!») se hace al Señor, no «a todos», contra la opinión de Walvoord.

(C) El versículo Apo 22:17 se cierra con otro conciso mensaje evangelístico, que contiene dos ofrecimientos equivalentes, aunque el segundo amplía la invitación del primero: (a) «El que tenga sed, venga» (lit.). ¿Quién no estará sediento de salvación, la cual únicamente se halla en Cristo? (Hch 4:12); (b) «El que quiera, tome gratis el agua de vida» (lit.). Oímos la misma invitación que ya se halla en Isa 55:1. La vida eterna es un regalo de Dios (Rom 6:23); no se merece ni se gana con esfuerzos humanos; pero Dios no la niega a nadie que quiera tenerla. Por supuesto, nadie puede quererla sin que antes la gracia de Dios le ilumine los ojos del corazón (v. Efe 1:18), para que pueda ver su miseria natural, así como el remedio (comp. con Jua 3:14-16). Dice D. D. Turner (ob. cit., pág. 127, Col 2:1-23.a):

Dios convida pero no obliga a nadie a ser salvo en contra de su propia voluntad. El agua de vida es gratuita, pero hay que acercarse a la Fuente. Esperamos que cada lector de estas páginas se haya apropiado ya de la oportunidad de esta invitación, y sepa por experiencia propia lo que es tener al Espíritu Santo en su vida Jua 7:37-39). Si no lo ha hecho todavía, que venga ahora mismo, antes de que sea demasiado tarde.

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