Apocalipsis 3:7 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Apocalipsis 3:7 | Comentario Bíblico Online

1. Comienza aquí el mensaje a la iglesia en Filadelfia y, como en las demás cartas, damos primero algunos detalles descriptivos de esta ciudad.

(A) Filadelfia fue fundada por Atalo II, rey de Pérgamo (reinó del 159 al 138 a. de C.), cuya lealtad a su hermano Eumenes le ganó el epíteto de «Filadelfo», que, en griego, significa «amigo del hermano». En justa correspondencia, Eumenes dio a la ciudad el nombre de Filadelfia, esto es, «afecto fraternal» (en este sentido ocurre dos veces el vocablo griego philadelphía en 2Pe 1:7).

(B) Situada a unos 45 km al sureste de Sardis, en un valle fertilísimo regado por el río Cogamis, afluente del Hermo, tenía la acrópolis, o cima de la ciudad, colocada sobre un triple montículo. Su envidiable posición en la cabecera de aquel valle tan fértil (debido al subsuelo volcánico), que llegaba hasta el mar cerca de Esmirna, pasando por Sardis, hizo que Atalo II la destinase a ser un centro de difusión del lenguaje y de las costumbres helénicas en toda la región de Lidia y Frigia.

(C) De ahí que fuese una ciudad apta para la acción misionera (v. lo de «puerta abierta» en el v. Apo 3:8) con éxitos notables, tanto en la proyección de la cultura griega, como en la difusión del Evangelio. Me resulta extraño que los sostenedores del nivel vertical futurista en la representación de estas iglesias, hayan visto en Filadelfia la época de los reavivamientos (siglo XIX y parte del XX) frente a la incredulidad de las masas en una época que se ha caracterizado por toda clase de revoluciones, pero no mencionen, con base en el versículo Apo 3:8, la fundación de numerosas organizaciones misioneras que tuvieron lugar precisamente en ese período de la Historia de la Iglesia, mientras que los reavivamientos comenzaron mucho antes, especialmente en el siglo XVIII.

(D) La ciudad fue destruida por el terremoto que destruyó también a Sardis el año 17 d. de C. Tiberio mandó reconstruirla y le prestó su ayuda generosa, como a Sardis, por lo cual levantaron un templo a Germánico, hijo adoptivo del emperador. Tenían ya erigido un templo al Dios Diónisos (gr. Diónusos) o Dionisio. Este dios era llamado por los romanos «Baco» y era tenido por «dios del vino»; de ahí que el vocablo «bacanales» signifique las fiestas dedicadas a este dios, con profusión de borracheras.

(E) A consecuencia de la protección del emperador, recibió el nombre de Neocesarea. Medio siglo más tarde, cambió el nombre por el de Flavia, en honor de Vespasiano. A este cambio de nombres, tomados de los «divinos» emperadores, alude sin duda la carta (v. Apo 3:12) con la mención de otros tres nombres inamovibles, y del Dios verdadero, así como lo de «columna» firme (v. Apo 3:12) alude a la inestabilidad de la ciudad frente a los terremotos, etc.

(F) La lealtad de Atalo II hacia su hermano Eumenes es sobrepasada por la lealtad de esta iglesia a Cristo (vv. Apo 3:8, Apo 3:10). La «corona» mencionada en el versículo Apo 3:11 hace referencia a los festivales paganos de la ciudad, en los que los asistentes solían llevar coronas de laureles en honor de los dioses. Había allí un poderoso grupo de judíos (v. Apo 3:9).

(G) Ignacio de Antioquía, martirizado a mediados del siglo II, en su epístola a los cristianos de Filadelfia (párrafos 3, 5 y 10), alude a la excelente reputación de que gozaba esta pequeña comunidad cristiana, a la cual visitó en su viaje de Antioquía a Roma, donde sufrió el martirio. En la persecución general de Trajano (años 111 112 d. de C.), unos quince años después que se escribió el Apocalipsis, todas las iglesias sufrieron mucho, excepto la de Filadelfia, a lo que parece aludir proféticamente el versículo Apo 3:10.

(H) Igualmente permaneció intacta, casi milagrosamente, cuando el naciente mahometismo exterminó prácticamente todas las iglesias del Asia Menor. Durante las invasiones de Tamerlán (siglo XIV), nuevamente fue protegida milagrosamente, mientras todas las demás iglesias del Asia Menor eran borradas de la faz de la tierra. Como dice Barchuk (ob. cit., pág. 85): «Aun los mismos mahometanos no podían comprender esto, porque nadie molestó a la iglesia de Filadelfia y la llamaron Alashir, es decir, Ciudad de Dios ». Añadamos, para terminar esta introducción, que actualmente es una ciudad grande, con unas doce iglesias, pero ninguna de ellas es evangélica.

2. El Señor se presenta a esta iglesia (v. Apo 3:7) como «el Santo» (comp. con 1Jn 2:20), epíteto que, en el contexto general de la Biblia, se aplica a Jehová, y «El Verdadero» (gr. alethinós, en el doble sentido de «genuino» y «verídico»), en contraste con los mentirosos de la sinagoga de Satanás (v. Apo 3:9), que son unos embusteros. También se presenta (v. Apo 3:7) como «el que posee la llave de David. Lo que él abre, nadie lo puede cerrar; y lo que Él cierra, nadie lo puede abrir» (NVI). Tenemos aquí una cita de Isa 22:22, donde se usa como símbolo de autoridad; se indica así que Cristo tiene el supremo poder y la suprema autoridad en el Reino de Dios (comp. con Apo 5:5 y Mat 28:18). Curiosamente, ninguno de los tres títulos que Jesús se da a sí mismo en este versículo figura en el capítulo Apo 1:1-20.

3. Viene luego la alabanza del Señor (v. Apo 3:8): «Conozco (lit. sé) tus obras. Mira que he puesto delante de ti una puerta abierta que nadie la puede cerrar. Ya sé que tienes poca fuerza (lit. poder), pero has guardado mi palabra y no has negado mi nombre» (NVI).

(A) El Señor está muy bien enterado de todo lo que hace su Iglesia, bueno o malo, así como lo que deja de hacer. En este caso, se trata de obras excelentes, como lo muestra la segunda parte del versículo, después de una especie de paréntesis. Tres veces en sólo dos versículos (Apo 3:8 y Apo 3:9) y una más según el Textus Receptus, al comienzo del v. Apo 3:11 sale el vocablo griego idoú (¡mira!, ¡he ahí!), que, en este contexto, indica admiración ante algo excelente (comp. con Hch 9:11).

(B) La «puerta abierta, que nadie la puede cerrar» significa que el Señor tenía preparada para la fiel iglesia de Filadelfia una magnífica oportunidad para predicar el Evangelio, así como también una poderosa acción de la gracia divina para preparar oídos atentos al mensaje (comp. con Hch 14:27; Hch 16:14; 2Co 2:12; Col 4:3). Éste es el primero de los dos aspectos en que la iglesia de Filadelfia aventaja a la de Esmirna, quizá porque las condiciones de ambas ciudades y, también, de ambas comunidades cristianas eran diferentes.

(C) «Tienes pequeño poder» (lit.), añade el Señor. Se refiere al poder material, puesto que era una iglesia pequeña en el número de sus miembros, y pobre en recursos materiales, por ser sus componentes de baja condición social; pero eran ricos en bienes espirituales, leales a Dios y fieles a su palabra, cosas que comportan, no un poder humano, sino el verdadero poder del Espíritu de Dios (comp. con Sof 3:11, Sof 3:12). En efecto, dice el Señor que a pesar de su pequeñez (v. Apo 3:8): «has guardado (gr. etéresas verbo que comporta una observancia interior efectiva ; el verbo está en aoristo ingresivo) mi palabra, y no has negado mi nombre», es decir: «me has confesado con toda valentía y afrontado cualquier riesgo». El nombre, como sabemos, indica la persona, como en Apo 2:3, Apo 2:13.

4. A esta excelente iglesia de Filadelfia, Cristo le promete cuatro magníficas recompensas (vv. Apo 3:9-12 dos generales, y otras dos particularizadas ): tres, para el tiempo presente; una, para el final. Hallamos la primera en el versículo Apo 3:9: «Mira lo que voy a hacer con esos que son de la sinagoga de Satanás, que alegan ser judíos, pero no lo son, sino que son unos embusteros; yo haré que vengan y caigan postrados a tus pies y reconozcan que yo te quiero (lit. te amé-aoristo ingresivo )» (NVI).

(A) En contraste con el que es «Verdadero» (v. Apo 3:7), se mencionan aquí unos judíos de raza, pero que no merecían tal nombre, pues Judá (Yehudá) significa «alabanza agradecida» (a Jehová), mientras que ellos iban contra Jehová al ir contra Cristo (v. Jua 5:23; Jua 12:44; Jua 14:1; Jua 15:23); e iban contra Cristo al ir contra los cristianos (v. Hch 9:5). Por eso dice el Señor que son unos embusteros al alegar que son judíos, pues, en lugar de ser de la familia de Dios, son de la familia del diablo (v. Jua 8:39-47). Lejos de pertenecer al verdadero qahal de Israel, pertenecen a la sinagoga de Satanás.

(B) En este contexto, la primera promesa de Cristo a esta iglesia (v. Apo 3:9) es que la iglesia de Filadelfia, no sólo prevalecerá contra los «falsos judíos» que la acosan (comp. con Apo 2:9), sino que los conquistará, hasta el punto de que muchos de ellos se convertirán (no se trata aquí de la conversión, casi masiva, de Israel Rom 11:26 ), y los convertidos participarán alegres de la victoria de los cristianos gentiles, y reconocerán que Dios Jehová les ha amado como amaba al propio pueblo elegido de Israel (v. 1Pe 2:10). Hallamos aquí una clara alusión a Isa 60:14, compárese con Isa 45:14; Isa 49:23.

5. Viene luego la segunda promesa (v. Apo 3:10): «Puesto que has guardado mi consigna de aguantar con paciencia, yo también te preservaré de la hora de prueba que está a punto de venir sobre el mundo entero para poner a prueba a los que viven en la tierra» (NVI).

(A) Obsérvese primero, como hace notar Davidson (ob. cit., pág. 79), la reciprocidad con que Dios recompensa a esta iglesia: «Pues guardaste (gr. etéresas) la palabra …, también yo te guardaré (gr. tereso el mismo verbo )». Como si dijese: Así como has hecho tú conmigo, así haré yo contigo (comp. con Jua 14:21, Jua 14:23; Gál 6:7).

(B) «La palabra de mi paciencia» puede entenderse de varias maneras: (a) El mandato de Cristo de aguantar pacientemente por su causa. Así lo entiente F. F. Bruce (ob. cit., pág. 1.686) y así lo ha vertido la NVI. (b) El Evangelio de la Cruz donde se muestra la paciencia de Cristo. Éste es el parecer de Hendriksen (ob. cit., pág. 75). (c) El mismo Evangelio total de Cristo, observado perseverante y pacientemente, a pesar de todas las dificultades que puedan presentarse. Así opina Bartina (ob. cit., pág. 662). La primera y la tercera de estas opiniones me parecen las más probables. Podría resumirse en: «la consigna del discipulado», el cual comporta el privilegio de compartir los sufrimientos de Cristo (comp. con Apo 1:9).

(C) A esto responde (v. Apo 3:10) la segunda promesa del Señor a la iglesia de Filadelfia: «También yo te guardaré de la hora de la prueba que está a punto de venir sobre toda la tierra habitada para poner a prueba a los que habitan sobre la tierra» (lit.). Esta segunda parte del versículo Apo 3:10 exige un análisis más detallado:

(a) Hay quienes opinan que el uso de la preposición ek (de entre) en lugar de apó es una indicación de que esta iglesia (la Iglesia) entrará en la Gran Tribulación, aunque será protegida dentro de ella o sacada de entre ella. Pero el contexto próximo posterior y el de todo el libro del Apocalipsis van en contra de tal opinión. Por tanto, el sentido ha de ser que será preservada de tal tribulación.

(b) El original dice: «te guardaré de (entre) la hora de la prueba», donde el griego tiene peirasmoú en lugar de thlípseos. Pero, también por el contexto, se ve claro que dicha prueba coincide con el «tiempo de angustia» de Jer 30:7; Dan 12:1, «el gran día de Jehová» de Sof 1:14, Sof 1:15; 2Pe 3:10, y la «Gran Tribulación» de Mat 24:21. Dice Bruce (ob. cit., pág. 1.686): «Ésta es la visitación descrita en las series sucesivas de las visiones de juicio desde Apo 6:1 en adelante, juicio contra los habitantes de la tierra expresión frecuente en Apocalipsis , que excluye al pueblo de Dios».

(c) En efecto, el verbo que Juan usa para designar a dichos «habitantes» es katoikoúntas (en participio de presente). Dicho verbo tiene siempre el matiz de fuerte adhesión al lugar donde se reside. Son los que tienen el corazón puesto enteramente en las cosas de la tierra. El propio Bartina admite que «los que habitan sobre la tierra» son, «en todo el resto del Apocalipsis (Apo 6:10; Apo 8:13; Apo 11:10; Apo 13:8, Apo 13:12, Apo 13:14; Apo 17:2, Apo 17:8), los hostiles a Cristo, por tanto los no cristianos».

(d) El detalle que contundentemente determina la naturaleza de la «prueba» a la que aquí se alude es su localización: No afecta sólo a una región o área particular, sino a «toda la tierra habitada» (gr. epí tes oikouménes hóles). El vocablo griego oikouméne, la tierra habitada (como la casa o habitación de todos los hombres en general), ocurre 15 veces en todo el Nuevo Testamento (aquí y en Mat 24:14; Luc 2:1; Luc 4:5; Luc 21:26; Hch 11:28; Hch 17:6, Hch 17:31; Hch 19:27; Hch 24:5; Rom 10:18; Heb 1:6; Heb 2:5; Apo 12:9; Apo 16:14) y siempre tiene este sentido de universalidad. De él se deriva el grupo de vocablos castellanos y de otras lenguas que tienen que ver con el «ecumenismo».

(e) La expresión «que está a punto de venir …» no ha de llamarnos a engaño, pues especifica bien el carácter escatológico de la prueba, ya que el Día de Jehová, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, siempre es presentado con cierto carácter de «inminencia», a fin de estimular la vigilancia, la oración y la conducta realmente cristiana: «Estad, pues, siempre en vela y orad para que podáis escapar de todo lo que va a suceder, y presentaros con la cabeza alta ante el Hijo del Hombre» (Luc 21:36. NVI). Son palabras del Señor Jesucristo, y su parecido con las del versículo que venimos comentando es evidente. Comenta Davidson (ob. cit., pág. 81): «Esto parece lo suficientemente claro, que la Iglesia no pasará por la tribulación, sino que será guardada de ella».

6. Es en conexión con ese versículo Apo 3:10 como se entiende mejor la exhortación general que sigue a continuación (v. Apo 3:11): «Mira que vengo enseguida; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona» (RV 1977).

(A) Como en otras ocasiones (v. Apo 2:16; Apo 22:7, Apo 22:12, Apo 22:20), «Vengo enseguida» tiene el tono de urgencia y rapidez. Viene Jesús a recibir en el aire (1Ts 4:16, 1Ts 4:17) a los que le esperan (Heb 9:28). Dice Davidson: «Ésta es probablemente la razón por la que los poderes satánicos se concentran al presente en el aire, para ser expulsados en breve y arrojados a la tierra para ser causa de la gran tribulación» (ob. cit., págs. 81, 82).

(B) La frase «retén lo que tienes» es la misma de Apo 2:25, con dos pequeñas diferencias gramaticales: (a) En Apo 2:25 está en plural; aquí, en singular, (b) En Apo 2:25 está en aoristo; aquí está en presente, para señalar mejor la necesidad de estar siempre agarrando firmemente lo que se tiene. Otros lugares en que se expresa la necesidad de asirse firmemente de algo son Col 2:19Col 2:19 («de la Cabeza»); 2Ts 2:15 («de las enseñanzas»); Heb 4:14 («de nuestra profesión»); Heb 6:18 («de la esperanza puesta delante de nosotros»). «Lo que tienes» podría describirse en términos muy generales: la Palabra, la gracia, la fe, el poder del Espíritu, etc. Pero en el contexto actual se refiere, en mi opinión, a la lealtad que la iglesia de Filadelfia había guardado hasta entonces a su Señor.

(C) «Para que nadie tome tu corona» es una alusión a la corona de los festivales paganos, pero aquí está en la línea de 2Ti 4:8; 1Pe 1:4. No significa que haya el peligro de que otra iglesia pueda arrebatar la corona de Filadelfia, como el «primer premio» de 1Co 9:24, sino que siempre existe el riesgo de que un creyente o una iglesia pierdan la recompensa prometida a los que conservan el primer amor. Providencia divina y libertad humana no se excluyen mutuamente, sino que se conjugan admirablemente (v. por ej., Jua 8:32.).

(D) Nótese, en fin, que también a la iglesia de Sardis se le amonesta a guardar (Apo 3:3); pero el contexto, además del verbo, es diferente: allí va acompañado de reproches y se trata de consolidar lo poco bueno que queda; aquí va acompañado de alabanzas y se trata de conservar lo mucho bueno que hay. También es de advertir que, a pesar de todo lo que hayamos de sufrir, la «corona» es para siempre, con tal que no la dejemos escapar.

7. Vienen ahora (v. Apo 3:12) las dos promesas restantes. Aunque están en forma particularizada, tienen un sentido general: «Al que venza, yo le haré columna en el templo de mi Dios, y ya no saldrá jamás de allí. Escribiré sobre él el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la que está bajando del cielo, de parte de (gr. apó, desde) mi Dios; y también le escribiré sobre él mi nuevo nombre» (NVI).

(A) «Yo le haré columna en el templo de mi Dios.» Esta promesa está llena de significado:

(a) Pedro dice que todos los creyentes somos «piedras vivas», que somos sobreedificados sobre la principal piedra del ángulo (1Pe 2:4-7; comp. con Efe 2:20, Efe 2:21). Pero, como hace notar Barchuk (ob. cit., pág. 88), «columna en el templo es algo mucho más grande que una simple piedra en la pared», puesto que «la columna es el adorno y el sostén del templo». En 1Re 7:15, 1Re 7:21, vemos que el templo de Salomón descansaba sobre dos columnas que sostenían el gran pórtico: una, al lado derecho, a la que puso el nombre de Yaquín, que significa «Jehová ha dado estabilidad»; otra, al lado izquierdo, a la que llamó Boaz, que significa «en la fuerza (de Jehová)». También la iglesia de Filadelfia tenía fuerza y estabilidad, a pesar de ser una comunidad pequeña. Por eso, era columna y baluarte de la verdad (1Ti 3:15), con mayor potencia y estabilidad que la iglesia de Éfeso, a la que Pablo alude en dicho lugar.

(b) Del «templo» se sigue hablando en Apo 7:15; Apo 11:19; Apo 14:15, Apo 14:17; Apo 15:5, Apo 15:6, Apo 15:8; Apo 16:1, Apo 16:17. Si la única cosa que David deseaba con toda su alma según el original hebreo era: «que yo esté en la casa de Jehová todos los días de mi vida» (Sal 27:4), aquí se promete a la iglesia de Filadelfia ser columna inconmovible, sin que haya terremotos que la puedan destruir (como le había ocurrido a la ciudad en el año 17 de nuestra era) ni atemorizar; tampoco existe fuerza humana que pueda arrojarla del templo de Dios, pues el Señor asegura: «y ya no saldrá jamás de allí» (NVI).

(c) El honor especial que, para la iglesia de Filadelfia, había de suponer ser «columna en el templo de Dios» es puesto de relieve por Ryrie, quien alude «a la costumbre de honrar a un magistrado colocando una columna, en su nombre, en uno de los templos de Filadelfia».

(B) Viene a continuación (v. Apo 16:12) la cuarta promesa, en la misma línea que la tercera, que acabamos de comentar. «Escribiré sobre él el nombre de mi Dios …». Varios son también aquí los detalles dignos de especial consideración:

(a) Tanto «el que venza», como «columna», como «él» son masculinos en griego (gr. nikón, stúlon, autón), por lo que la inscripción de los tres nombres que se enumeran a continuación puede referirse al creyente como persona o como columna, aunque los dos sentidos son compatibles. En las columnas de los templos había inscripciones referentes a las divinidades que en ellos se adoraban.

(b) La comparación con la propia ciudad de Filadelfia nos da otra pauta adicional para referir estos nombres, porque la ciudad misma había tenido tres nombres diferentes y, al fin, los tres caducaron, puesto que ninguno de ellos permaneció, mientras que Cristo impone a los suyos un nombre glorioso y definitivo: «escribiré sobre él el nombre de mi Dios», como un sello de protección (comp. con Apo 7:2, Apo 7:3) sobre el pueblo santo, escogido, de Dios (v. 1Pe 2:9, 1Pe 2:10).

(c) Continúa diciendo: «… y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén …». Si el nombre de Dios era como el sello de protección sobre sus hijos, el nombre de la ciudad de Dios, la nueva Jerusalén (Apo 21:1) indica que está inscrito en el padrón de dicha ciudad (comp. con Flp 3:20). Ya estamos, todos los creyentes, registrados en ese padrón, pues somos ciudadanos de ella por derecho (Efe 2:6). Para esa ciudad, como dice J. Grau (ob. cit, pág. 135), «ya tenemos el pasaporte en regla».

(d) En su éxtasis, Juan había visto la nueva Jerusalén bajando (gr. katabaínousa, en participio de presente, lo mismo que en Apo 21:2) del cielo, descendiendo desde Dios, como un don suyo (v. el comentario a 21:1 y ss.) que la nueva tierra (v. Apo 21:1) ha de recibir, pues la actual no está en las condiciones de pureza y santidad que se requieren para tal regalo.

(e) Un tercer nombre será inscrito sobre el que venza: «y también escribiré sobre él mi nuevo nombre». Esto indica que se trata de un nuevo nombre, no del creyente, sino del propio Jesucristo. Sabemos que Jesús recibió, con manifestación gloriosa, el nombre (Flp 2:9, Flp 2:10). Quizás coincida con el de Apo 2:17, contando con que la «piedrecita blanca» llevaría, con gran probabilidad, tanto el nombre de Jesús como el del creyente, según su peculiaridad espiritual (v. el comentario a 2:17). Bartina es de opinión (ob. cit., pág. 663) que el nombre nuevo, como el que se puso a las dos columnas del templo de Salomón, es más bien el nombre nuevo que Cristo pone al que venza, y que Cristo puede llamar suyo porque Él lo da y porque guarda relación con Él. Prefiero la opinión de Bruce de que es «el nombre de Cristo, su Señor» (ob. cit., pág. 1.686).

«Es raro, agrega Bartina en el mismo lugar, que, según el orden de dignidad, se anteponga el nombre de la Iglesia triunfante, esposa, al de Cristo, esposo». Pero, suponiendo que la nueva Jerusalén sea, en efecto, la Iglesia, no ha de extrañar que se la nombre antes, por la sencilla razón de que va conectada, como «la ciudad de mi Dios», con el nombre que antecede: «el nombre de mi Dios».

(f) Así pues, «el que venza» disfrutará de los privilegios que comportan los tres nombres que serán inscritos sobre él. Notemos también finalmente que la palabra «ciudad», además de «residencia estable» (v. Gén 4:14 «errante y extranjero»; versículo Apo 3:17 «… edificó una ciudad»), comporta varios matices: número, seguridad, comunión, belleza, etc.

8. El mensaje termina (v. Apo 3:13) como en las tres últimas cartas, con el llamamiento común: «Quien tenga oídos, que escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias» (NVI). El mensaje a la iglesia en Filadelfia nos debe llenar de estímulo, al saber que las maravillosas promesas que el Señor hace a esta iglesia serán nuestras también si de veras GUARDAMOS SU PALABRA Y NO NEGAMOS SU NOMBRE (v. Apo 3:8). ¡Que Él nos conceda serle tan leales como era este grupo de creyentes, pequeño y débil en la carne, pero valioso y poderoso en el Espíritu del Hijo de Dios!

Apocalipsis 3:7 explicación
Apocalipsis 3:7 reflexión para meditar
Apocalipsis 3:7 resumen corto para entender
Apocalipsis 3:7 explicación teológica para estudiar
Apocalipsis 3:7 resumen para niños
Apocalipsis 3:7 interpretación bíblica del texto

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí