Apocalipsis 4:4 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Después de la descripción del trono de Dios, Juan describe lo que vio cerca de ese trono (vv. Apo 4:4-8): «Alrededor del trono había otros veinticuatro tronos; y sentados en los tronos, veinticuatro ancianos. Estaban vestidos de blanco y llevaban sobre sus cabezas coronas de oro. Del trono salían relámpagos, estruendos y truenos. Delante del trono ardían siete lámparas, que son los siete espíritus de Dios. También delante del trono había algo parecido a un mar de vidrio, claro como el cristal. En el centro, alrededor del trono, estaban cuatro seres vivientes, y estaban cubiertos de ojos por delante y por detrás. El primero de los seres vivientes era como un león; el segundo ser viviente, como un toro; el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto era como un águila volando. Cada uno de los cuatro seres vivientes tenía seis alas y estaba cubierto de ojos por todas partes, incluso por debajo de las alas. Día y noche, nunca cesan de decir:

Santo, santo, santo

es el Señor Dios Todopoderoso,

el que era, el que es, y el que está viniendo » (NVI).

1. El versículo Apo 4:4 avanza describiendo en círculos concéntricos la posición simbólica (¡no se olvide!) de los diversos seres que rodean el trono de Dios. Una lectura superficial podría inducir a pensar que los 24 ancianos se hallan más cerca del trono de Dios que los cuatro seres vivientes de los versículos Apo 4:6., pero no es así. W. Hendriksen (ob. cit., pág. 83) traza un sencillo diagrama que explica la posición de todos los elementos mencionados en este capítulo Apo 4:1-11 en siete círculos concéntricos:

(A) En torno al trono de Dios el Padre, y en el primer círculo, está la piedra de jaspe, símbolo de la transparente pureza de Dios.

(B) En el segundo círculo interior está la cornalina, misericordia de Dios sobre su pueblo Israel, pero ira de Dios que pende sobre el mundo en juicio condenatorio.

(C) En el círculo tercero está el arco iris la verde esmeralda , símbolo de esperanza por la fidelidad de Dios a Su pacto.

(D) En el cuarto círculo están los seres vivientes o querubines, como ocupando los cuatro puntos cardinales en torno al trono. Al tener en cuenta el punto de mira del vidente (Juan), uno de ellos parecía estar (v. Apo 4:6) «en medio del trono», esto es, al tener el trono como fondo de perspectiva; los otros tres, «alrededor del trono».

(E) En el quinto círculo están los 24 ancianos, de los que hablaremos de inmediato.

(F) En el sexto círculo están los «muchos ángeles» que se mencionan en Apo 5:11.

(G) Finalmente, en el séptimo círculo, a la mayor distancia del trono de Dios, se halla el resto del Universo: «todo lo creado, etc.» (v. Apo 5:13). Luego veremos (vv. Apo 4:5, Apo 4:6) que las siete lámparas y el mar de vidrio se hallan entre los círculos cuarto y quinto, es decir, entre los querubines y los ancianos. Mención especial requiere la colocación inicial del Cordero (Jesucristo), el cual es introducido en escena en el capítulo Apo 5:1-14, y que, en la perspectiva del vidente, aparece como «en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos» (Apo 5:6), hasta que, como veremos en Apo 5:7, Juan lo describe avanzando hasta el trono (dentro del círculo primero) para tomar en sus manos el rollo, y terminar (v. Apo 22:1) sentándose en él con el Padre. Entender esto es de suma importancia para la recta comprensión de todo el Apocalipsis, pues son muchos los predicadores a quienes les he oído que Juan vio, ya aquí, al Señor Jesucristo «sentado en medio del trono» (¡!) ¿Qué lugar del trono, entonces, ocuparía Dios el Padre?

2. ¿A quiénes representan los veinticuatro ancianos, sentados en veinticuatro tronos, que comienzan a mencionarse en el versículo Apo 4:4? Hay quienes ven en ellos la representación angélica o «celestial contraparte de las 24 clases sacerdotales en 1Cr 24:4». (Bruce). Otros ven en ellos a los redimidos de todos los tiempos (Ryrie). Personalmente, estoy de acuerdo con Walvoord y Pentecost. El primero resume así sus conclusiones: «La identificación de los veinticuatro ancianos no debería sostenerse de una manera dogmática, pero la evidencia que aquí tenemos es tal que apunta hacia la conclusión de que pueden representar a la Iglesia como Cuerpo de Cristo» (ob. cit., pág. 107). J. D. Pentecost es más explícito y detallado:

Puesto que, de acuerdo con Apo 5:8, estos veinticuatro ancianos están asociados en un acto sacerdotal, lo cual nunca se dice de los ángeles, deben ser creyentes-sacerdotes asociados con el Gran Sumo Sacerdote. Considerando que Israel no es resucitado hasta el fin de la septuagésima semana, ni juzgado ni recompensado hasta la venida del Señor, conforme a Isa 26:19-21 y Dan 12:1, Dan 12:2, éstos deben ser representantes de los santos de la época actual. Visto que aparecen resucitados, en el cielo, juzgados, recompensados y entronizados al comienzo de la septuagésima semana, la conclusión es que la Iglesia ha debido ser arrebatada antes de que comience la septuagésima semana. Si la Iglesia no está aquí resucitada y trasladada, como sostienen algunos, y no lo está hasta Apo 20:4, ¿cómo podría la Iglesia estar en el cielo en Apo 19:7-11? (Things to Come, pág. 209).

Supuesta esta identificación de los veinticuatro ancianos como representantes de la Iglesia ya trasladada en cuerpo y alma a los cielos, podemos pasar al análisis de la descripción que se hace de ellos:

(A) Al decir «ancianos» se da a entender que forman una especie de senado (vocablo que procede del latín senex = anciano), o cuerpo consultivo de Dios, que participan así de la dignidad judicial lo mismo que de la nobleza regia, puesto que están sentados en sendos tronos.

(B) Juan los vio «cubiertos con vestiduras blancas», lo cual, aparte del simbolismo de justicia, pureza (comp. con Efe 5:27), paz y victoria, indica la función sacerdotal de adoración y alabanza que están ejerciendo (v. Apo 5:8.).

(C) También los vio Juan con coronas de oro en la cabeza. El vocablo griego para «corona» es aquí stéphanos, que no designa la corona regia, sino la del vencedor. Pero los vencedores de los juegos olímpicos no eran premiados con coronas de oro, sino de laurel; por lo que aquí, junto con el símbolo de la victoria, aparece el símbolo de glorificación celeste, donde se unen la victoria y la realeza.

3. «Del trono, continúa Juan (v. Apo 4:5), salían relámpagos, estruendos y truenos» (NVI). Quizá los dos últimos vocablos deberían traducirse como hendíadis: «fragor de truenos» (RV 1977). Los truenos y los relámpagos son siempre en la Biblia manifestaciones del poder y de la majestad de Dios (comp. con Apo 8:5; Apo 11:19; Apo 16:18; Éxo 19:16.; Éxo 20:18-20; Sal 18:8-16). Inmediatamente, como contrapunto a estas manifestaciones del poder y del juicio de Dios, Juan ve que «delante del trono ardían siete lámparas, que son los siete espíritus de Dios» (v. Apo 4:5. NVI). Por una parte, no cabe duda de que se refiere al Espíritu Santo, como en Apo 1:4; por otra, hay aquí una clara alusión al candelabro de los siete brazos, que ardía y alumbraba constantemente, noche y día, delante del trono de Dios. El vocablo enópion, lo mismo que en Apo 1:4; Apo 3:2, Apo 3:5 y muchos otros lugares de Apocalipsis, indica algo más que presencia: cercanía a la vista de Dios, como en el Lugar Santísimo.

4. Prosigue Juan (v. Apo 3:6): «También delante del trono había algo parecido a un mar de vidrio» (NVI). A la vista (gr. enópion) del que estaba sentado en el trono, se halla esta especie de mar de vidrio. Según la mentalidad antigua, especialmente la oriental, que ya se refleja en Gén 1:6, Gén 1:7, hay una división entre las aguas de arriba y las de debajo del firmamento. Sobre estas aguas de encima del firmamento, aparece levantado el trono de Dios. Un «mar de vidrio» es un mar en calma, tranquilo, en contraposición a los mares de este mundo, que son tempestuosos, agitados en olas traidoras por fuertes vientos y tormentas fragorosas. Esa calma celestial señala que hasta allí no llega la agitación rebelde de los pueblos de la tierra (Sal 2:1.). Grau hace notar que, en la antigüedad, el vidrio era opaco, muy oscuro; el que era como el cristal «solía, dice, ser muy caro y era un lujo que sólo los reyes podían darse» (ob. cit., pág. 148).

5. La segunda parte del versículo Apo 3:6 conviene traducirla según la RV que da la versión literal: «Y en medio del trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y por detrás». Como ya hemos explicado más arriba, al describir los círculos concéntricos en torno al trono de Dios tanto el Cordero como uno de estos cuatro seres vivientes aparecen desde el punto de vista de Juan como si se hallasen en medio del trono. ¡No cabe mayor aberración que pensar que uno de estos cuatro seres vivientes estuviese sentado en medio del trono! Por lo que Apo 4:6 y Apo 5:6 se clarifican mutuamente, y nos ayudan a conocer la exacta situación del Cordero antes de avanzar hasta el trono para recoger el rollo.

6. La última frase de este versículo Apo 4:6, así como los versículos Apo 4:7 y Apo 4:8, nos ofrecen la descripción de estos seres vivientes:

(A) «Estaban llenos de ojos por delante y por detrás» (v. Apo 4:6). Esto simboliza la vigilancia continua y la observación perfecta que estos seres vivientes guardan con respecto a todo lo que ocurre en el mundo universo, en el que no hay nada que pueda escaparse a la escrutadora mirada de estos seres vivientes.

(B) La descripción del versículo Apo 4:7 no debe llevarnos a considerar estos seres vivientes como animales. El original dice zóa (que puede aplicarse a todo lo que vive comp. con zoé, vida, aplicado a la vida eterna inclusive ), no thería (bestias). Por otra parte, no cabe duda de que son seres angélicos (v. Apo 4:8) y su identificación precisa ha de hacerse a la vista de Isa 6:2 y Eze 1:10; Eze 10:14. Los símbolos bajo los cuales son representados pueden interpretarse de varias maneras:

(a) Pueden representar lo más notable (león), lo más fuerte (toro), lo más sabio (hombre) y lo más ágil (águila) de la creación terrestre. En esta misma línea, pero de forma diferente, dice un comentario rabínico del año 300 de nuestra era: «El águila es el más poderoso de los pájaros. El becerro es el más poderoso de los animales domésticos. El león es el más poderoso de los animales salvajes. El hombre es el más poderoso de todos en la creación».

(b) Desde antiguo, se les ha comparado con los cuatro aspectos en que los cuatro Evangelios consideran al Señor Jesucristo: En Mateo se le considera como Mesías-Rey de Israel, el León de la tribu de Judá; en Marcos, como al Siervo sufriente, fiel, obediente y paciente, el becerro para el sacrificio; en Lucas, el Salvador del mundo, el Hijo del Hombre; en Juan, es el Hijo de Dios, como el águila que se eleva hasta el seno del Padre (Jua 1:1, Jua 1:18). Sin embargo, la representación más popular a este respecto difiere mucho de ésta, excepto en lo del cuarto Evangelio, en el que todos han visto representada el águila, aunque no como símbolo del mismo Cristo, sino de la elevación del propio Juan en su prólogo (Jua 1:1-18). En cambio, el hombre se aplica a Mateo, por comenzar con la genealogía humana de Cristo; el león a Marcos, porque empieza por el grito del Bautista en el desierto; y el becerro a Lucas, porque empieza con el ministerio de Zacarías en el templo.

(c) Walvoord (ob. cit., pág. 110) cita a W. Scott, el cual observa que:

antiguos escritores rabínicos declaran que las tribus de Israel levantaron sus tiendas y sus estandartes en los cuatro lados del tabernáculo en este mismo orden; a saber, la tribu de Judá, león; la tribu de Efraín, buey; la tribu de Rubén, hombre; la tribu de Dan, águila (cf. Núm 2:2).

(C) Los elementos que el versículo Apo 4:8 nos aporta nos ayudan a identificar a estos seres vivientes como cumpliendo funciones y misiones propias de los ángeles de más elevadas categorías:

(a) Lo mismo que los serafines de Isa 6:3, estos seres vivientes (v. Apo 4:8), «no cesan día y noche de decir (gr. légontes. ¡Nótese el verbo! No dice de cantar): Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso (comp. con Apo 1:8); el que era, el que es y el que está viniendo» (lit. Comp. con Apo 1:4, Apo 1:8). Por una referencia que encontramos en el apócrifo Libro de Enoc, vemos que los judíos representaban a los ángeles divididos, al menos, en cuatro grupos, en gradación descendente: Seraphim, Querubim, Ophanim y el resto de los ángeles. Son, pues, serafines, pues repiten sin cesar el trisagio. Él es el primero de los 20 himnos que dicen en Apocalipsis los grupos celestiales.

(b) Pero, por la función de vigilancia y escrutinio que desempeñan, estos seres vivientes son también querubines. Los querubines salen por primera vez en la Biblia en Gén 3:24, y de allí se desprende que a ellos están encomendadas las cosas más sagradas de Dios.

(c) Por otra parte, es curioso que ophanim sea precisamente el término hebreo con que Ezequiel expresa las «ruedas» con las que se mueven los querubines (v. Eze 1:18). Una somera lectura de Eze 1:5. nos hace notar tanto las semejanzas con Apo 4:6., como las diferencias. También en Ezequiel hay cuatro seres vivientes, pero allí cada uno tiene cuatro caras. También es de notar que en Ezequiel tienen que acarrear el trono de Dios en la dirección que el ocupante del trono indica, mientras que en Apocalipsis los querubines no acarrean el trono, porque el dominio del Universo se ejerce desde el propio trono celestial, sin que Dios necesite ir visitando los lugares. Otra notable diferencia es que, en Ezequiel, el espíritu y los ojos están en las ruedas, que son las que tienen que moverse, mientras que en Apocalipsis los seres vivientes vigilan desde arriba, sin necesidad de trasladarse de un lugar a otro.

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