Apocalipsis 8:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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La apertura del séptimo sello va a desencadenar una serie gradual de siete plagas (aunque no serán las últimas v. Apo 15:1 ), al son de siete trompetas, pero antes de que los ángeles hagan sonar las trompetas, los versículos Apo 8:1-6 describen un prólogo impresionante: 1) Hay un solemne silencio (v. Apo 8:1), tras del cual aparecen siete ángeles (v. Apo 8:2), a quienes son dadas sendas trompetas. 2) Viene luego una, igualmente solemne y corporativa, oración (vv. Apo 8:3, Apo 8:4). 3) La eficacia de la oración se muestra de inmediato por medio de extraordinarios fenómenos físicos (v. Apo 8:5). 4) Tras de esta introducción, los siete ángeles, con sus siete trompetas, se disponen a tocarlas (v. Apo 8:6).

1. Dicen así los versículos Apo 8:1 y Apo 8:2: «Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, se hizo en el cielo un silencio por espacio como de media hora. Y vi a los siete ángeles que están delante de Dios, y se les dieron siete trompetas» (NVI).

(A) En un contexto como el actual, lleno de alabanzas, de gritos, etc., este silencio, inmediatamente después de la apertura del séptimo sello, augura algo muy solemne, majestuoso y terrible. Hay una tradición judía según la cual hay en el quinto cielo compañías de ángeles de servicio, que entonan alabanzas de noche, pero guardan silencio de día a causa de la gloria de Israel, es decir, para que puedan oírse las alabanzas del pueblo de Israel. Pero, en nuestro caso, el silencio no se hace para oír alabanzas, sino gritos de angustia, mientras Dios va a intervenir a favor de los suyos.

(B) El espacio de media hora simboliza, ya en los profetas del Antiguo Testamento, el tiempo de espera de una extraordinaria intervención de Jehová (v. Hab 2:20; Sof 1:7; Zac. 2:17). Es poco tiempo, pero resulta largo para quienes esperan con ansia la intervención de Dios.

(C) Los siete ángeles (v. Apo 8:2), de pie y alineados ante el trono de Dios, reciben sendas trompetas. Juan usa el artículo determinativo para referirse a los siete ángeles porque los supone ya conocidos. Parece ser que se trata de los siete arcángeles, o «ángeles de la faz», cuyos nombres conocemos, parte por la Biblia (Daniel, Lucas, Apocalipsis), en parte por los apócrifos (Tobías Tob 12:15; Henoc Seudoepigrafía 1En_20.2-8; 2Es 4:36). Sus nombres son: Uriel, Rafael, Raguel, Miguel, Saraquiel, Gabriel y Remeiel (o Jeremiel).

(D) La trompeta es símbolo del toque de alerta ante una intervención divina o un solemne acontecimiento. La primera referencia bíblica a la trompeta la tenemos en Éxo 19:16, Éxo 19:19, cuando se nos refiere la aparición de Jehová en el Sinaí para encontrarse con Moisés. El son de la trompeta convocaba a los israelitas para ser instruidos (Núm 10:3, Núm 10:4), o para que emprendiesen la marcha (Núm 10:3-7), o para que se dispusiesen a la batalla Jer 4:19; Jer 42:14), para que regresaran de la dispersión (Isa 27:13) o para nunciar la liberación en el año del jubileo (Lev 25:8-10). Aquí señala el gran juicio de Dios sobre la tierra (v. también Joe 2:1; Mat 24:31; 1Co 15:52; 1Ts 4:16).

2. Del solemne silencio, se pasa luego a una solemne oración, cuyo símbolo es el incienso. Dicen así los versículos Apo 8:3 y Apo 8:4: «Vino otro ángel, que llevaba un incensario de oro, y se puso de pie junto al altar. Se le dio gran cantidad de incienso para que lo ofreciese junto con las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que está delante del trono. El humo del incienso, junto con las oraciones de los santos, subió a la presencia de Dios de la mano del ángel» (NVI).

(A) Como ya advertimos en otro lugar, los dos altares del tabernáculo terrestre (el de los holocaustos de bronce y el de los perfumes de oro ) están aquí simbolizados en un solo altar (comp. Apo 6:9 con Apo 8:3). El «Lugar santísimo» está aquí simbolizado y representado en el «trono»; los querubines de sobre el propiciatorio se hallan simbolizados y representados en estos ángeles de grados superiores, que cumplen también funciones superiores, similares a las de los querubines del Templo.

(B) Vemos aquí (v. Apo 8:3) un octavo ángel que se presenta de pie ante el altar con un incensario de oro, dispuesto a cumplir las funciones del sumo sacerdote el «Día de la Expiación» o Yom Kippur. Notemos que no tomó él el incienso, sino que le fue dado mucho incienso. ¡Dado, dado, dado! Cómo se repite este verbo, así en pasiva, a lo largo del libro, para poner de relieve que todo es de iniciativa divina, que ni el hombre ni el ángel pueden hacer ni merecer nada por sí mismos, sino en virtud de la gracia de Dios y en atención a la obra expiatoria de Cristo en el Calvario!

(C) Lo mismo aquí que en el Templo de Jerusalén, el altar y el incensario son de oro. El ángel da (no «añade») a las oraciones de los santos, de todos por imperfectos que sean), fuego e incienso sagrados, para dar a entender así que sólo por la intercesión celeste del Señor Jesucristo, nuestro Gran Sumo Sacerdote (Heb 4:14-16; Heb 7:24-28) y Abogado (1Jn 2:1, 1Jn 2:2), tienen eficacia nuestras oraciones (v. Sal 141:2; Apo 5:1). Este ángel, a quien no se debe identificar con el Cordero, coloca el incienso sobre las brasas, como hacía Aarón (Lev 16:12, Lev 16:13) en el Yom Kippur.

(D) Tan pronto como el ángel pone el incienso en las brasas, la columna del humo perfumado por la combustión del incienso sube ante el acatamiento del Señor (Sal 141:2). Estas oraciones de los santos, hechas eficaces por el fuego y los perfumes celestiales, parecen acelerar el día de la ira de Dios que se va a cernir sobre la tierra. Dice Grau (ob. cit., pág. 172): «¡Qué papel tan importante juega la oración en el destino del mundo!» Y Todd, citado por W. M. Smith (ob. cit., pág. 1.508), comenta:

Los juicios anunciados en esta profecía serán la consecuencia, en alguna forma notable, de las oraciones de los santos que claman a Dios que complete cuanto antes el número de sus elegidos y apresure la llegada de su reino.

(E) ¡Entiéndase bien! Todo esto no tiene nada que ver con la mediadora intercesión que la Iglesia de Roma atribuye a los ángeles y a los santos. Nunca leemos en la Palabra de Dios que ángeles o espíritus desencarnados de los santos escuchen oraciones de los hijos de Dios en la tierra e intercedan por ellos como mediadores ante Dios. Únicamente se nos habla de la intercesión de nuestro Gran Mediador, Jesucristo, y de la de los hijos de Dios, unos por otros, aquí en la tierra, como comiembros del mismo Cuerpo, en virtud de la eficaz mediación de la Cabeza, Cristo.

3. La eficacia de la oración anteriormente descrita bajo los símbolos del altar, del fuego y del incienso, se manifiesta ahora (vv. Apo 8:5, Apo 8:6) en los fenómenos extraordinarios que se producen en la atmósfera y en la tierra misma, y en la presteza con que los siete ángeles se disponen a hacer sonar sus trompetas. Dicen así los versículos Apo 8:5 y Apo 8:6: «Entonces el ángel tomó el incensario, lo llenó con fuego del altar y lo arrojó sobre la tierra; y se produjeron truenos, estruendos, relámpagos y un terremoto. Entonces los siete ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas» (NVI).

(A) Vemos, pues, que el octavo ángel (el del v. Apo 8:3) «ha tomado» (lit.; en pretérito perfecto, conforme a la secuencia temporal de la visión de Juan) el incensario, lo llena de fuego del altar y lo arroja a la tierra, en un gesto semejante al que se nos narra en Eze 10:2-7. Al caer, este fuego produce (v. Apo 8:5) una especie de trastorno cósmico; el retumbar del trueno (como en Apo 4:5) va aquí seguido de un terremoto que sacude la tierra, y preludia el comienzo de las plagas que seguirán al toque de las siete trompetas. Dice Salguero (ob. cit., pág. 395):

La caída de las brasas produce un efecto parecido al de la explosión de una bomba: se produce un trastorno cósmico, con truenos, voces, relámpagos y temblores de tierra. Éstos son los signos de la venganza inminente de Dios. La justicia simbolizada por este fuego va a abatirse sobre el mundo culpable. Ha llegado la hora de la manifestación de la justicia divina.

Por su parte, Grau comenta (ob. cit., pág. 172): «Los juicios que anuncian las trompetas no tienen nada que ver con la Iglesia como a tal, sino con los juicios de Dios sobre el mundo». ¡Naturalmente! ¡Como que la Iglesia aparece ya arrebatada en el capítulo Apo 4:1-11!

(B) Los siete ángeles (v. Apo 8:6) se disponen ya a tocar las trompetas que, como vimos en el versículo 2, les fueron dadas. Aparte de lo que dijimos en el comentario a dicho versículo, añadiremos que aquí, como en Joe 2:1-32; Joe 3:1-15, las trompetas anuncian el Día de Jehová, que va a pronunciar sus últimos juicios sobre el mundo rebelde. Mundo que va a continuar rebelde, pues, a partir de este punto (v. Apo 9:20, Apo 9:21), se pone de relieve la impenitencia del resto de la humanidad.

(C) El apócrifo 2Es 7:30 dice que la destrucción del mundo durará 7 días, como 7 días duró su creación. A cada toque de trompeta va a corresponder una plaga. En este momento ha cesado la prohibición dada en Apo 7:3 hasta que se realizase el sellado de los 144.000. Nos daremos cuenta de que estas plagas son semejantes a las de Egipto. Las 4 primeras forman un todo cerrado, como los 4 jinetes de los 4 primeros sellos (cap. Apo 6:1-17) y las 4 primeras copas que vendrán después (cap. Apo 16:1-21).

(D) Como en Egipto, las plagas van obteniendo un resultado mayormente negativo, por lo cual Dios envía un castigo mayor. Las plagas, en la Biblia, son principalmente castigos contra los idólatras (v. Eze 38:22). Las 4 primeras afectan directamente a la naturaleza (como consumación de la sentencia pronunciada en Gén 3:17-19); indirectamente, al hombre. De ellas, la primera afecta a las propiedades rústicas; la segunda, al comercio; la tercera, a la bebida; y la cuarta tiene resonancias cósmicas. La quinta y la sexta tendrán carácter ultracósmico: fuerzas demoníacas que infestan a los que son rebeldes contra Dios.

(E) Nótese también la extensión que cubren las plagas, tanto en el área geográfica (continentes, mares, ríos y manantiales, luminarias celestes), como en el daño causado (un tercio, en vez de un cuarto, que fue el daño sufrido por la acción de los jinetes del cap. Apo 6:1-17). El castigo es, pues, mayor, la cólera divina llegará al máximo en los juicios de las 7 copas del capítulo Apo 16:1-21.

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