Colosenses 3:5 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Con esta esperanza por espolique, el apóstol exhorta ahora a los fieles de Colosas a que no se dejen gobernar por el pecado, el cual ya ha perdido sus derechos contra ellos (Rom 6:12-14), sino que, por el contrario (comp. con Rom 8:13) le vayan dando muerte. Dar muerte al pecado no es acabar de una vez con él, pues eso es imposible en esta vida; el pecado que anida en nuestro interior, como una hidra de múltiples cabezas, se yergue una y otra vez cuando ya lo creíamos vencido y domeñado; se le puede cortar el tallo, pero siempre queda la raíz. Tampoco consiste en afligir el cuerpo con azotes y privaciones; la labor es más profunda; se necesita una crucifixión (v. Gál 5:24), no por las propias fuerzas, pero sí por el poder del Espíritu, el cual está siempre a nuestra disposición (comp. con 1Co 15:10 y Flp 4:13). En la práctica de la vida cotidiana, consiste en decir continuamente «¡No!» a lo que nuestro viejo «yo» desearía por inclinación natural.

1. El uso del vocablo «miembros» (v. Col 3:5) como objeto de esta obra de continua mortificación, es muy expresivo, pues nos conduce a Rom 6:19; Rom 7:23, donde nuestros miembros son presentados como obedeciendo a una ley que es contraria a la ley de Dios. Conviene tener presente el mandato de Cristo en Mat 18:8, Mat 18:9. A veces, el huir de una tentación o el abandonar una ocasión próxima de pecado cuesta más que arrancarse un ojo o amputarse un brazo; tal es la fuerza que ciertos pecados ejercen sobre nuestro «yo pecador».

2. El apóstol especifica a continuación algunos de esos pecados (v. Col 3:5): «inmoralidad sexual (gr. pornéian), impureza (gr. akatharsían), que suele añadir cierta perversidad (v. Rom 1:24) a la inmoralidad sexual, lujuria (lit. pasión), malos deseos (lit. mala concupiscencia, pues ése es el sentido que epithumía tiene en Stg 1:14, Stg 1:15) y avaricia (gr. pleonexía, deseo pecaminoso de tener más y más), que es idolatría» (NVI). No es éste el único caso en que la avaricia va unida, por un lado, a la impureza sexual (v. Efe 4:19; Efe 5:3) y, por otro, a la idolatría (v. 1Co 5:11; Efe 5:5). Los tres vicios suelen siempre ir unidos: El deseo de tener más y más dinero precede o acompaña al deseo de gozar más y más de los placeres de los sentidos y, bien pronto, el dinero y la carne se convierten en ídolos a los que el individuo, y aun la sociedad, sacrifican el honor, la salud y la conciencia.

3. El apóstol añade a continuación la advertencia de que «a causa de las cuales cosas viene la ira de Dios» (v. Col 3:6). Algunos MSS importantes omiten lo que sigue después («sobre los hijos de desobediencia»), lo cual es, con la mayor probabilidad, una glosa introducida de Efe 5:6, donde puede verse el comentario a este versículo.

4. En los versículos Col 3:7-11, aparecen exhortaciones que hallamos esparcidas por otros lugares ya conocidos, como 1Co 12:13; Gál 5:6; Efe 2:12.; Efe 4:22.; Efe 5:8.

(A) Nótese el contraste entre «en otro tiempo» (v. Col 3:7) y «ahora» (v. Col 3:8). Estos dos tiempos, el antes y el ahora están separados por la línea divisoria que es la conversión a Dios (comp. con 1Ts 1:9). Sólo la gracia de Dios ha hecho la separación entre nosotros y nuestros antiguos compañeros de pecado y rebeldía contra Dios (v. 1Pe 4:4).

(B) En términos ya conocidos, por el estudio de Rom 10:12; 1Co 12:13; Gál 3:28; Efe 4:23, el apóstol exhorta a despojarse del viejo hombre con sus prácticas (v. Col 3:9), lo que equivale a desechar las cosas que enumera en el versículo Col 3:8, y revestirse del nuevo hombre (v. Col 3:10).

(a) Las cosas que hay que echar de sí (el verbo es aquí, en el v. Col 3:8, más genérico que el de v. Col 3:9) forman una lista de seis: ira, enojo, esto es, el enfado como actitud habitual, del que la ira o cólera es como una explosión pasional del momento, malicia (nombre con que se designa la maldad perversa), maledicencia (mejor que blasfemia, pues eso es lo que dicho vocablo griego significa), palabras deshonestas (que salen) de vuestra boca y (señalándolo en especial) «no mintáis (v. Col 3:9) los unos a los otros», donde quedan incluidas, es cierto, las mentiras propiamente dichas, pero se incluyen también todas las formas de expresión que denotan la falsedad del que las pronuncia: mentiras deliberadas, medias verdades, exageraciones, silencios calculados y aun gestos que producen distorsión de los hechos, juicios atrevidos sobre intenciones, falsas informaciones o falta absoluta de información, etc. Al saber lo que la Biblia entiende por verdad, se comprenderá la importancia que el apóstol da a la mentira, que es su contrario (comp. con Apo 21:8 final de la lista ).

(b) Esta conducta, que se manifiesta en ese arrojar de sí, dejar a un lado y poner bien lejos todas esas prácticas en las que se echa de ver la amargura contra el prójimo y las malas intenciones de un corazón no regenerado, es consecuencia necesaria del cambio que se produjo en cada uno de nosotros cuando nos volvimos a Dios; y consistió en desvestirse (lit.) del viejo hombre con sus prácticas (v. Col 3:9) y (v. Col 3:10) revestirse (o, simplemente, vestirse; el verbo es el mismo en los vv. Col 3:10 y Col 3:12) del nuevo (hombre).

(c) De este nuevo hombre dice Pablo que «conforme a la imagen del que lo creó, se va renovando hasta el conocimiento pleno» (v. Col 3:10). En cuanto a la renovación que aquí declara Pablo, notemos que el verbo está en presente continuativo y es de la misma raíz que la renovación de que habla Pablo en Rom 12:2, donde también el verbo transformaos está en presente de imperativo. Lo del conocimiento pleno es un proceso continuo (2Co 4:16), que sólo en la segunda venida de Cristo tendrá su consumación (v. el comentario a Efe 4:13).

(d) Especial atención requiere lo de que se va renovando conforme a la imagen del que lo creó. No cabe duda de que tenemos aquí una alusión a Gén 1:27, donde vemos que el primer hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios. Sin embargo, Adán cayó y la imagen de Dios que lo creó quedó desfigurada en él. El viejo hombre es precisamente la estampa del ser humano caído a causa de la caída del Primer Adán en quien todos morimos (1Co 15:22, 1Co 15:45-49). El nuevo hombre hace referencia a la nueva naturaleza, que es una nueva creación (v. 2Co 5:17) en el ser humano, salvo de gracia mediante la fe (v. Efe 2:8, Efe 2:10). El creyente es así creado de nuevo a imagen de Dios en Cristo, de tal manera que revestirse del hombre nuevo (v. Col 3:10) equivale a revestirse de Cristo (Gál 3:27), aun cuando en Col 3:10Col 3:10, el énfasis cae en el creyente, no en Cristo, ya que éste no fue creado, sino engendrado.

(C) Ese «nuevo hombre» se constituye así en el «común denominador» de todos los creyentes en Cristo, ya que, para ilustrarlo de algún modo, todos los cristianos, sin que por ello desaparezcan las diferencias de raza, sexo, nacionalidad, temperamento, etc., son revestidos de la misma túnica; túnica del mismo color y de la misma largura en todos. Por eso, dice el apóstol (v. Col 3:11): «donde no hay ya distinción entre griego y judío (comp. 1Co 12:13), circuncisión e incircuncisión (comp. Gál 5:6), bárbaro y escita, siervo y libre (comp. con 1Co 12:13; Gál 3:28; Efe 6:8), sino que Cristo es todo y en todos» (v. Efe 1:23). En este versículo Pablo llega a describir no sólo las diferencias que existían en cuanto a raza y religión, sino también las que había entre las distintas culturas, pues distingue de los bárbaros, común apelativo de todos los pueblos que no poseían la civilización grecorromana, a los escitas, quienes eran tenidos por los más rudos e incultos de todos los bárbaros. Repetimos lo que ya hemos dicho en el comentario a 1Co 12:13 y Gál 3:28 : Col 3:11 no quiere decir que hayan desaparecido las diferencias de raza, nación, sexo, etc., sino que no hay distinción en cuanto a la salvación eterna.

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