Daniel 2:31 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Ahora Daniel va a dar plena satisfacción al rey Nabucodonosor con respecto a su sueño. Y también el rey será abundantemente recompensado por escuchar a este profeta, aunque no lo haga en nombre de un profeta.

I. El sueño en sí (vv. Dan 2:31, Dan 2:45).

1. Nabucodonosor era adorador de imágenes y, ¡hete aquí que se le presenta una gran estatua ante los ojos! Era la estatua de alguien que estaba en pie delante de él (v. Dan 2:31); en pie, como de alguien vivo. Y, como las monarquías representadas en la estatua eran admirables a los ojos de sus amigos, la estatua era muy grande y de un brillo extraordinario; mas, porque era de temer para sus enemigos, su aspecto era terrible: tanto los rasgos del rostro como la postura y las dimensiones del cuerpo la hacían aparecer terrible.

2. Pero lo que daba a la estatua un aspecto verdaderamente extraordinario era la diversidad de los metales de que estaba compuesta: (A) La cabeza (v. Dan 2:32) era de oro fino, el metal más precioso y duradero; (B) su pecho y sus brazos, de plata, que es un metal valioso después del oro; (C) su vientre y sus caderas (o costados o lomos), de bronce, metal que sigue, en nobleza, al oro y a la plata; (D) sus piernas (v. Dan 2:33), de hierro, metal menos noble que el bronce o cobre; y, finalmente: (E) sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido. Véase lo que son las cosas de este mundo: cuanto más bajas, tanto más viles. Mas a Nabucodonosor, gran admirador de los reinos de este mundo y de su gloria (Mat 4:8), le eran presentadas bajo la imagen pomposa, grande y variopinta de un hombre brillante y terrible.

3. Sin embargo, ¿qué quedó después de esta imagen o estatua? La secuencia del sueño la presenta (v. Dan 2:34) hecha añicos, reducida a polvo y aventada como el tamo de las eras. Vio el rey una piedra que se desgajó de la cantera sin que la tocasen manos humanas y golpeó los pies de la estatua, que eran una mezcla de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó; falta entonces de base, cayó por tierra la gran estatua, y el oro, la plata, el bronce y el hierro (v. Dan 2:35) fueron también desmenuzados; más aún, llegaron a ser (v. Dan 2:35) como tamo de las eras en verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra que había golpeado a la estatua fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra.

II. La interpretación del sueño (vv. Dan 2:37-45).

1. La estatua representaba los reinos de la tierra que habían de gobernar sucesivamente sobre las naciones e influir, de un modo u otro, en los asuntos del pueblo de Israel. Las cuatro monarquías son representadas no por cuatro estatuas diferentes, sino por una sola, porque todas ellas tienen el mismo espíritu en cuanto a su oposición al Dios verdadero y al pueblo de Dios.

(A) La cabeza de oro simbolizaba la monarquía caldea, de la que el rey Nabucodonosor (vv. Dan 2:37, Dan 2:38) era el representante más notable: «tú eres aquella cabeza de oro» (v. Dan 2:38, al final). Dice Alonso Díaz: «Rey de reyes (v. Dan 2:37) es un título persa (cf. Esd 7:12), aunque también se encuentra aplicado por Ezequiel a Nabucodonosor (cf. Eze 26:7)». Para las otras frases de los versículos Dan 2:37 y Dan 2:38, véase especialmente Jer 25:9, Jer 25:11; Jer 27:5-7. Había por este tiempo en el mundo otros reinos poderosos, como el de los escitas; pero fue el de Babilonia el que reinó sobre los judíos. Es llamado cabeza por su sabiduría; de oro, por sus riquezas (comp. con Isa 14:4).

(B) El pecho y los brazos de plata significaban la monarquía de los medos y los persas, reino inferior (v. Dan 2:39) al caldeo, no en extensión, sino en calidad. En realidad, según bajamos en la calidad de los metales, más extensos son los reinos, y hasta más poderosos. La monarquía medopersa fue, en realidad, fundada por Darío el medo y Ciro el persa, y aun el propio Ciro era persa por parte de padre, pero medo por parte de madre. El poderío medopersa duró desde 538 hasta 333 a. de Cristo.

(C) El vientre y las caderas de bronce (o cobre) significaba la monarquía griega, llegada al pináculo de su poderío bajo Alejandro el Grande, quien derrotó al último de los emperadores persas, Darío III. De este tercer reino de bronce (v. Dan 2:39) no se dice que sea inferior al anterior, aunque el bronce es inferior, en calidad, a la plata; quizás se tiene en cuenta que dominará sobre toda la tierra, ya sea porque en el occidente no había cuajado aún ningún reino de importancia política o militar, ya sea por la jactancia del propio Alejandro Magno, quien se gloriaba de haber conquistado el mundo entero (y aun dice la leyenda que lloró por no poder conquistar la luna).

(D) Las piernas y los pies de hierro simbolizan, sin duda, el imperio romano, que, como el hierro, aplastaba todos los pueblos que conquistaba. Walvoord hace notar que «Daniel presta más atención a este cuarto reino que a todos los precedentes reinos juntos». También hace notar, en cuanto a los pies, que Daniel «presta especial atención a esto y, de hecho, dice de los pies de la imagen tanto como de toda la imagen por encima de los pies». Esto significa que lo de los pies reviste especial importancia:

(a) Al explicar (v. Dan 2:41) el significado de la mezcla de hierro y barro cocido, dice que «será un reino compuesto» (mejor que «dividido»), ya que «estaba compuesto de pueblos fuertes (hierro) y débiles (barro)» (Ryrie). Se trata de «barro cocido», pues si estuviese sin cocer no se sostendría en modo alguno; además, es el barro cocido, endurecido, el que resulta frágil.

(b) La clave de la interpretación del cuarto reino se halla en el versículo Dan 2:44: «Y en los días de estos reyes, el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre». El plural reyes da a entender claramente que los diez dedos de los pies de la estatua representan diez reyes que reinan simultáneamente; es decir, hay diez reinos simultáneos en los días en que Dios hace surgir el reino que permanecerá para siempre.

(c) Que éste es el reino mesiánico del futuro se prueba por las siguientes razones: Primera, la fraseología del versículo Dan 2:44 concuerda con la profecía de Luc 1:32, Luc 1:33, la cual apunta a la Segunda Venida de Cristo, pues en la Primera no se inauguró el reino mesiánico, sino que el Mesías-Rey de Israel fue rechazado por su propio pueblo y crucificado. Segunda, la Iglesia no puede ser el reino representado por la piedra cortada, porque no coincide con las características que aquí se asignan a dicho reino: ni es un monte, ni es un reino propiamente dicho, ni ha llenado de una vez la tierra, ni ha desmenuzado los reinos existentes, ni estaba el Imperio Romano dividido en diez reinos cuando surgió la Iglesia. Tercera, el paralelismo con el capítulo Dan 7:1-28 de la presente profecía muestra que los diez reinos del capítulo Dan 2:1-49 pertenecen al futuro, en una especie de reinstauración del Imperio Romano, que ya parece comenzar a fraguarse. Cuarta, será precisamente en su Segunda Venida (v. Apo 19:11-21) cuando Cristo aparecerá como Rey de reyes para (Apo 19:15) regir a las naciones con vara de hierro (comp. con Sal 2:9); y Él pisa el lagar del vino del furor de la ira del Dios Todopoderoso (comp. con Isa 63:1-6). Quinta, la distancia entre la caída del Imperio Romano antiguo (año 1453 de nuestra era en su parte oriental) y su futuro establecimiento en forma de diez reinos no ha de extrañar, como no extraña la clara división de épocas distantes en Isa 61:2 (v. el comentario a dicho versículo). El profeta pasa por alto lo que no interesa al nervio de su profecía.

III. Después de interpretar el sueño, a plena satisfacción del rey Nabucodonosor, Daniel cierra con una solemne aserción: 1. Del origen divino del sueño (v. Dan 2:45): «El gran Dios ha dado a conocer al rey lo que sucederá después de esto» (lit.). Ni los magos del rey, ni sus dioses pudieron revelar al rey este misterio, pero el gran Dios, el único verdadero ha podido hacerlo y lo ha hecho. 2. De la indudable certeza de las cosas predichas mediante este sueño. Bien podemos creer con toda firmeza y seguridad lo que Dios nos ha dado a conocer.

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