Deuteronomio 27:11 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Había en Canaán, en la parte que después tocó por suerte a la tribu de Efraín (la tribu de Josué), dos montañas cercanas la una a la otra, con un pequeño valle por medio, llamada la una Gerizim, y la otra Ebal. Las seis tribus mencionadas en el versículo Deu 27:12 habían de colocarse sobre el monte Gerizim y, de cara a ellas, las otras seis mencionadas en el versículo Deu 27:13 habían de colocarse sobre el Ebal. Según la tradición rabínica, en un lugar del valle, intermedio entre ambos montes, estaban los levitas en torno al Arca. Hecho el silencio, tras el toque de atención, los levitas habían de volverse hacia la multitud situada sobre el Ebal, y pronunciar en voz alta una de las maldiciones aquí registradas y todo el pueblo sobre la cima y la falda del monte había de contestar: Amén. A continuación, habían de volverse los levitas hacia la multitud situada en la cima y en la falda del Gerizim, y pronunciar la bendición correspondiente, y toda la multitud situada allí había de contestar: Amén.

I. Es menester hacer algunas observaciones generales respecto a esta solemnidad, la cual había de tener lugar una sola vez pero había de ser narrada muchas veces a la posteridad. 1. Dios mismo nombró las tribus que habían de estar sobre cada uno de los dos montes (vv. Deu 27:12-13). Las seis tribus nombradas para refrendar las bendiciones eran todas de los hijos de las mujeres libres de Jacob (Lea y Raquel), porque a ellas les pertenece la promesa (v. Gál 4:31). Es de notar que, entre ellas, aparece la de Leví, con lo que se nos enseña que los ministros de Dios han de aplicarse a sí mismos las bendiciones y los juicios que ellos proclaman y predican a los demás y añadir, por fe, su correspondiente Amén. 2. De las tribus que habían de decir Amén a las bendiciones, se dice que estarán de pie para bendecir al pueblo, pero de las otras se dice simplemente que estarán de pie para pronunciar la maldición, sin mencionar al pueblo, como dando a entender que era difícil de suponer que alguien a quien Dios había tomado por hijo, se colocase a sí mismo bajo maldición. Los levitas que fuesen nombrados para el oficio, habían de pronunciar las maldiciones lo mismo que las bendiciones. 4. En esta porción, tenemos las maldiciones expresadas, pero no las bendiciones. En cambio, en el Sermón de Cristo sobre el monte, que era el verdadero Gerizim, tenemos sólo bendiciones (Mat 5:3.). Por algo, el Antiguo Testamento, que contiene la Ley, termina con la palabra «maldición» (Mal 4:6); en cambio, el Nuevo Testamento, en el que domina el Evangelio = «Buena Nueva», termina con una bendición (Apo 22:21). 5. A cada una de las maldiciones, el pueblo había de decir Amén. Los judíos tienen dos refranes referentes a esto: (A) «Todo el que responde Amén a un voto o juramento, es como si él mismo hubiese pronunciado ese voto o juramento». (B) «A todo el que dice Amén con toda su fuerza, a ése le serán abiertas las puertas del Paraíso». Pero, ¿cómo podrían decir Amén a las maldiciones? Sí, porque Amén, no sólo significa: Es cierto que así será, sino también: Es cierto que así debe ser.

II. Consideremos ahora cuáles son en detalle los pecados contra los que se pronuncian estas maldiciones. Son doce en total y se distribuyen del modo siguiente:

1. Pecados contra el segundo mandamiento. Esta espada flameante se alza primeramente para defender este mandamiento (v. Deu 27:15). Quedan malditos aquí, no sólo los que adoran imágenes, sino también los que las hacen o las conservan, si son como las que los idólatras usaban en el servicio de sus dioses.

2. Contra el quinto mandamiento (v. Deu 27:16). El desprecio a los padres es algo tan abominable, que figura inmediatamente después del desprecio a Dios mismo.

3. Contra el octavo mandamiento. Aquí, la maldición de Dios cae: (A) Sobre el injusto vecino que reduce el límite de la heredad ajena (v. Deu 27:17; v. Deu 19:14). (B) Sobre el injusto consejero. (C) Contra el injusto juez, que pervierte el derecho del extranjero, del huérfano y de la viuda (v. Deu 27:19), precisamente de los que debería proteger y vindicar.

4. Contra el séptimo mandamiento. Pecado maldito es el incesto, y aquí se especifican los cometidos con la madrastra, con la hermana y con la suegra (vv. Deu 27:20, Deu 27:22, Deu 27:23).

5. Contra el sexto mandamiento. Se especifican aquí dos de las peores clases de homicidio: (A) El homicidio con alevosía, cuando un hombre no planta cara a su adversario, sino que lo hiere ocultamente, matándolo a traición (v. Deu 27:24), ya sea con veneno, ya de cualquier otro modo en que el atacado no pueda ver quién es el que le ataca (v. Sal 10:8-9). (B) El homicidio cometido «legalmente»; es decir, el de quien es comprado por dinero para acusar, presentar falso testimonio, o condenar, para quitar así la vida al inocente (v. Deu 27:25; v. Sal 15:5).

6. La solemnidad concluye con una maldición general sobre todo aquel que no confirme las palabras de esta ley para hacerlas (v. Deu 27:26). Con nuestra obediencia a la Ley, ponemos nuestro sello sobre ella y la confirmamos, mientras que con nuestra desobediencia, hacemos todo lo que está de nuestra parte para anularla (v. Sal 119:126).

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