Deuteronomio 33:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Las primeras palabras del primer versículo nos dan el título del capítulo: es una bendición. En el capítulo anterior, había lanzado los truenos terroríficos de la ira de Dios contra Israel por su pecado. Ahora, para que no parezca que se marcha a la muerte airado, termina con una bendición. Así también, lo último que el Señor hizo al subir a los Cielos fue bendecir a sus discípulos (Luc 24:50), como quien se despide de amigos. Moisés los bendijo: 1. Como profeta varón de Dios (v. Deu 33:1, comp. con 1Sa 9:6). 2. Como un padre de Israel, como lo son los buenos reyes para sus súbditos. Así bendijo Jacob a sus hijos en su lecho de muerte (Gén 49:1), de acuerdo con cuyo ejemplo Moisés bendice aquí a las tribus que descendían de ellos. Les desea toda felicidad, aunque él no ha de participar de ella porque va a morir pronto antes de morir ; probablemente el mismo día de su muerte (v. Gén 27:7).

Comienza su bendición con una elevada descripción de las manifestaciones gloriosas que Dios les había hecho de sí mismo al darles la Ley; también describe el honor y el provecho que Dios les había otorgado con su santa Ley.

I. Fue una visible y radiante manifestación de la majestad divina, suficiente para convencer y silenciar para siempre a incrédulos y ateos, para despertar y avivar a los más indolentes y negligentes, y para sacar a pública vergüenza todas las secretas inclinaciones hacia otros dioses (v. Deu 33:2). Su escolta era gloriosa; vino con sus miríadas de santos, o con sus santas decenas de millares (las huestes angélicas que hacen guardia a su Trono Celeste), como había profetizado Enoc muchos siglos antes, que había de venir en el último día a juzgar al mundo (Jud. v. Jud 1:14). Por eso leemos que la Ley fue dada por disposición de ángeles (Hch 7:53; Heb 2:2), aun cuando también puede tratarse de la sustitución de la teofanía por una angelofanía («El ángel de Jehová» podría tener aquí una de sus manifestaciones; comp. Jua 1:17).

II. Les dio Dios esta Ley, la cual: 1. Es llamada ley de fuego (v. Deu 33:2), porque fue dada de en medio del fuego (Deu 4:33). En sentido espiritual, puede también decirse de fuego, porque actúa como el fuego: si se recibe, derrite, calienta, purifica, y quema la escoria de corrupción; si se la rechaza, endurece, seca, atormenta y destruye. El Espíritu Santo descendió en lenguas como de fuego (Hch 2:3), porque el Evangelio es también un mensaje de fuego que calienta los corazones iluminados por la Palabra. 2. Se dice que la llevaba a su mano derecha, para denotar el poder y la energía de la Ley, y la fuerza divina de que está investida, para que no vuelva a Él vacía. Vino como un buen regalo para ellos; un precioso regalo, un don de la mano derecha. 3. Era un ejemplo del cariño especial con que les amaba: De cierto ama a su pueblo (v. Deu 33:3). Por eso, aunque era una ley de fuego, era para ellos, como añade el hebreo al final del versículo Deu 33:2, es decir, a favor de ellos. La Ley de Dios escrita en el corazón (Rom 2:15), es evidencia cierta del amor que Dios ha depositado allí, por eso, hemos de tener a la Ley de Dios como uno de los dones de su gracia, por más que en la Biblia no se le llame a la Ley gracia, sino que, antes bien, se la contrapone claramente a ella (Rom 6:14). Todos los consagrados estaban en tu mano (v. Deu 33:3). Ya se trate de los santos de Israel o de todas las naciones, lo cierto es que los hijos de Dios están cubiertos y protegidos por la mano de Dios (comp. Apo 1:16).

III. Los dispuso convenientemente para recibir la Ley que les daba. Estaban sentados a tus pies (como dice el hebreo; v. Deu 33:3), como discípulos a los pies del maestro, para recibir instrucción, y en actitud de atención, humildad y reverencia. Así estuvo Israel al pie del Sinaí, y prometió oír y hacer cuanto Dios le mandase. Esa era entonces su buena disposición, como lo fue cuando Josué volvió a leerles la Ley (Jos 8:34).

1. Se les enseña a hablar de la Ley con gran respeto, llamándola heredad a la congregación de Jacob (v. Deu 33:4). No dice herencia, que podría entenderse como algo que ellos podrían gastar y consumir, sino heredad, como un patrimonio vinculado a la familia, inalienable, que ha de pasar sin falta de padres a hijos.

2. Se les enseña a hablar de Moisés con gran respeto; y estaban tanto más obligados a guardar con respeto su nombre, cuanto que él no había provisto para que se guardase en su familia; así vemos que sus descendientes nunca son llamados los hijos de Moisés, mientras que los sacerdotes son llamados los hijos de Aarón.

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