Efesios 6:10 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El apóstol llega al final de las exhortaciones a los fieles de la región efesina en orden a poner en práctica los principios doctrinales que ha expuesto sobre el misterio de Cristo. Esta última exhortación está dirigida a urgir a los cristianos a mantenerse en guardia contra los enemigos de la Iglesia, los poderes espirituales de maldad (v. Efe 6:12). Para luchar contra tales enemigos, no valen las armas humanas, por lo que Pablo les exhorta (v. Efe 6:10) a robustecerse con el vigor de la fuerza que presta el Señor y a vestirse de toda la armadura (gr. panoplían. Véase los vv. Efe 6:11 y Efe 6:13) de Dios. Lo repite, a fin de que se les grabe bien. Y da el motivo para ello: Nuestra lucha no es contra hombres (v. Efe 6:12), sino contra ángeles caídos, pero que conservan toda su fuerza natural y están bajo el mando del poderoso príncipe y dios de este mundo, el diablo (v. Efe 6:11), cuyas artimañas (el mismo vocablo de Efe 4:14) sólo pueden ser descubiertas y derrotadas por un poder mayor (v. 1Jn 4:4, comp. con 2Re 6:16; 2Cr 32:7; Sal 55:8), como es el de Dios. Sólo Dios, pues, puede proporcionarnos las armas que necesitamos para tan desigual combate. Respecto de este combate, el apóstol describe la posición del creyente en el campo de batalla, las armas con que ha de combatir al enemigo y la fuente de la que ha de extraer la energía necesaria para triunfar en esta guerra espiritual.

1. En cuanto a la posición que hemos de observar en el campo de batalla, el apóstol no deja lugar a dudas de que es una posición defensiva. Tres veces, en el espacio de cuatro versículos, usa Pablo el verbo hístemi, estar firme, en aoristo segundo ingresivo (sténai v. Efe 6:11 , sténai v. Efe 6:13 , stéte v. Efe 6:14 ), y una vez el verbo compuesto de hístemi, también en aoristo segundo ingresivo, antisténai, resistir (v. Efe 6:13). Incluso la espada del Espíritu del versículo Efe 6:17 es arma defensiva; no es la rhomphaía o espada larga, de ataque, que sale de la boca del Verbo de Dios (Apo 19:15), sino la mákhaira, daga o machete para el combate cuerpo a cuerpo, que llevaban al costado los soldados, y aun en nuestro siglo lo llevaban los soldados en la punta del fusil para el combate a la bayoneta. La razón de esto es que el enemigo está ya de antemano derrotado legalmente en la Cruz del Calvario (v. Col 2:15) y no puede ganar la guerra, no puede sacarnos de nuestra firme plataforma de victoria en Cristo; lo que sí puede hacer es que caigamos al suelo dentro de la posición que ocupamos. Por eso, urge el apóstol a «estar firmes» y a «resistir», pero no a «atacar» ni a «avanzar» (en este campo, se entiende). «El día malo» (v. Efe 6:13) indica, como dice Foulkes, «el tiempo en que el conflicto ha de ser más duro, tanto por la persecución que viene de fuera como por las pruebas que surgen dentro de la comunión cristiana». La última frase del versículo Efe 6:13: «y manteneros firmes después de llevar a cabo magníficamente todas las cosas» (lit.), expresa el triunfo después de un combate estupendamente peleado (comp. con 1Co 9:25.; Flp 1:30; 1Ti 1:18; 1Ti 6:12; 2Ti 4:7).

2. En cuanto a la armadura espiritual, está expresada metafóricamente en términos de las armas que, en tiempo de Pablo, llevaban para su defensa los soldados griegos y romanos, aunque acomodadas al sentido que ofrecen pasajes del Antiguo Testamento tales como Isa 11:5; Isa 49:2; Isa 59:17, etc. Notemos que las armas son seis y cubren todo el cuerpo. Hendriksen hace observar el orden perfecto en que están dispuestas: «El soldado, antes que ninguna otra cosa, se sujetaría bien el cinturón, se pondría luego la coraza y se calzaría las sandalias. También, después de agarrar con la izquierda el escudo y llevándolo sujeto, no podría muy bien proseguir su acción inmediatamente tomando con la derecha la espada, no puesta en la vaina sino sujetándola preparada para su uso inmediato, ya que, en tal caso, no le quedaría ninguna otra mano con que tomar el yelmo. De ahí que el orden sea: escudo, yelmo, espada». Veamos ya el significado espiritual de cada una de estas armas (seguiremos la NVI):

(A) «Permaneced firmes, pues, con el cinturón de la verdad ceñido a vuestra cintura» (v. Efe 6:14). ¿Cuál es este «cinturón de la verdad»? Contra la opinión de Leal, quien entiende por «verdad» el Evangelio, la Palabra de Dios, etc., no cabe duda de que está en lo cierto Foulkes cuando dice: «Podemos concluir que no es la verdad del Evangelio lo aludido aquí, sino el ceñirse la verdad en sentido de integridad, la verdad en lo íntimo , de la que habla el Sal 51:6».

(B) «Vestidos con la coraza de justicia» (v. Efe 6:14). La «justicia» a la que aquí se refiere el apóstol no puede ser la «justicia imputada» de Rom 3:21., pues con ésa no nos cubrimos nosotros mismos, sino que es Dios quien nos cubre con ella (2Co 5:21), además de que ésa no pertenece al combate del creyente, sino a la justificación del pecador. Se trata, pues, de la «justicia practicada», la cual, para proteger al creyente, debe ser total (comp. con Stg 2:10, Stg 2:11), ya que, de lo contrario, sería una coraza que no cubre todo el pecho y, por cualquier parte que quedase al descubierto, podría introducir el enemigo sus dardos.

(C) «Y calzados los pies con el evangelio de la paz» (v. Efe 6:15). Hay quienes toman el vocablo griego hetoimasla (única vez que tal término ocurre en el Nuevo Testamento) como «preparación», presteza para llevar a los demás las Buenas Nuevas del Evangelio de la salvación. Pero tal idea está totalmente fuera del contexto actual, que no es misional, sino de defensa. El sentido de hetoimasía en este contexto es de «preparación», sí, pero no para salir a misionar, sino como «condición para pisar suelo firme». Este calzado equivale, pues, a «las sandalias del soldado romano reforzadas con clavos» (Foulkes). Tenemos aquí, como hace notar Foulkes, la paradoja de que, aun en lo más recio del combate, el creyente cristiano puede gozar de paz interior (v. Jua 16:33), por cuanto está seguro de la victoria que, con la gracia de Dios, va a conseguir en cada batalla.

(D) «Además de todo esto, tomad (analabóntes, el mismo verbo del v. Efe 6:13, y también en aoristo ingresivo, aunque aquí está en participio; en el v. Efe 6:13, está en imperativo) el escudo de la fe, con el cual podéis extinguir todos los dardos encendidos del maligno (es decir, del diablo)» (v. Efe 6:16). Cuatro detalles son de notar aquí:

(a) El verbo usado para «tomar» significa literalmente «recoger» o «levantar del suelo». Esto expresa la iniciativa voluntaria del soldado cristiano en empuñar este escudo.

(b) El escudo que Pablo menciona no es el aspís o escudo pequeño, redondo, de unos 70 cm de diámetro, que usaban los soldados de a caballo, sino el thureós o escudo alargado, de más de un metro de largo, «que cubría desde la espinilla, a la altura de las rodillas, hasta la altura de los ojos» (Lenski).

(c) Pablo lo llama «el escudo de la fe», y entiende «fe» como firme adhesión a la verdad revelada, pues ésta es la fe que vence al mundo (1Jn 5:4). Esta firme adhesión a la verdad comporta igualmente una firme confianza en el poder de Dios (comp. con Luc 8:49, Luc 8:50). Dice Moule: «La verdadera salvaguardia en el día malo está siempre, no en la introspección, sino en esa mirada totalmente hacia fuera, hacia Dios, que es la esencia de la fe (v. Sal 25:15)».

(d) El apóstol habla de «extinguir (con el escudo) los dardos encendidos del maligno», aunque el escudo no servía para apagar dardos, sino para hacer que cayesen al suelo. El sentido, pues, es que la fe torna inofensivos aun los más fuertes ataques del diablo.

(E) «Tomad (gr. déxasthe, recibid o aceptad, en imperativo de aoristo) el yelmo de salvación» (v. Efe 6:17). Lo primero que notamos aquí es que el verbo griego es muy distinto del usado en los versículos Efe 6:13 y Efe 6:16. Aquí significa «recibir» o «aceptar», porque tanto la salvación como la Palabra de Dios (yelmo y machete respectivamente) nos son otorgados como regalo de Dios, no nos los procuramos nosotros mismos. Llama «yelmo» a la salvación porque la seguridad de la salvación presente y futura (comp. con 1Ts 5:8) es la mejor protección para la cabeza, es decir, para que la mente del creyente no se vea jamás sacudida por tentaciones de duda y de inseguridad.

(F) El apóstol añade al yelmo (v. Efe 6:17) «la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios». Ya dijimos que el término griego para «espada» es mákhaira, machete o daga. El mismo vocablo aparece en Heb 4:12, en sentido de bisturí que penetra hasta lo más profundo del hombre, a fin de ponerlo al descubierto y separar lo falso de lo verdadero, con lo que pueden extirparse mejor los tumores y restaurarse la salud espiritual de la persona (comp. con Isa 11:4; Ose 6:5). Aquí, dice Foulkes, «la idea es que la Palabra de Dios es un arma defensiva para la persona que la empuña. Podemos ver en las respuestas que Cristo dio al Tentador, cómo se debe manejar esta espada: recurrir a la Palabra de Dios. Se llama la espada del Espíritu porque es el Espíritu Santo quien nos provee de ella (v. Efe 3:5; 2Ti 3:16; Heb 3:7; Heb 9:8; Heb 10:5; 1Pe 1:11; 2Pe 1:21)». Dice Moule: «Él (el Espíritu) le pone (al creyente) la espada en la mano y le capacita para usarla».

3. Todas estas armas resultarían ineficaces para resistir al enemigo de las almas si no fuese por la ayuda decisiva que les presta la oración (vv. Efe 6:18-20), por lo que el apóstol, tras de presentar todas las piezas de la armadura de Dios, describe el papel de la oración en esta lucha mediante la conexión con que comienza el versículo Efe 6:18: «por medio de toda oración, etc.»… Aunque la oración no es un arma más de la panoplia del cristiano, aparece en séptimo lugar como el espigón de la menorah o candelabro de oro que, con los otros seis brazos, hacía que fuesen siete las lámparas que alumbraban delante de Jehová (comp. con Isa 11:1, Isa 11:2). Para entender el papel de la oración en esta lucha, no hace falta echar mano de ninguna ilustración humana, sino acudir a Éxo 17:8-16, donde vemos que la gran batalla contra Amalec no se ganó con el número ni por la fuerza de los ejércitos de Israel, sino por la intercesión de Moisés en la cumbre del collado de Refidim. Véase también Zac 4:6: «No con la fuerza, ni con el poder, sino sólo con mi Espíritu, dice Jehová de las huestes». Estos versículos Efe 6:18-20 del capítulo final de Efesios merecen un análisis especial.

(A) Veamos primero su versión literal: «Mediante toda oración y petición orando en todo tiempo en el Espíritu, y estando en vela para ello con toda perseverancia y petición por (gr. perí, acerca de) todos los santos, y por (hupér, a favor de) mí, a fin de que me sea dada palabra (gr. lógos) en el abrir de mi boca, para dar a conocer con denuedo (gr. parrhesía) el misterio del evangelio, por (gr. hupér) el cual actúo como embajador en cadenas, para que en ello (esto es, en el desempeño de tal función) me exprese con franqueza (libertad y denuedo) como es menester que yo hable».

(B) No puede menos de impresionar a cualquier lector atento ese cuádruple «toda», «todo», «toda», «todos», que vemos en el versículo Efe 6:18. La importancia de la oración queda bien manifiesta ahí en:

(a) La universalidad en las formas de oración: «mediante toda clase de oración (ahí se incluyen la oración de alabanza y de acción de gracias, conforme a Efe 5:19, Efe 5:20) y de petición» (la cual, tanto por nosotros mismos como por otros, ocupa un segundo lugar).

(b) La universalidad en los tiempos de oración: «en todo tiempo». El griego kairós, oportunidad u ocasión (el mismo vocablo de Efe 1:10; Efe 5:16), da a entender, como observa Foulkes, «que todo incidente de la vida debe ser tratado en la oración».

(c) La universalidad en los lugares de oración queda expresada suficientemente con la frase «en el Espíritu» (comp. con Rom 8:26.), pues nos recuerda lo que dijo el Señor a la samaritana junto al pozo de Jacob (Jua 4:21-24).

(d) La totalidad en la constancia con que se ha de velar en oración: «estando en vela para ello con toda perseverancia y petición». El verbo griego agrupnéo, que aquí usa el apóstol, ocurre también en Mat 13:33; Luc 21:36 y Heb 13:17, siempre en sentido de velar. Su etimología es muy curiosa, pues está formado por el verbo agréo, cazar, y húpnos, sueño, con lo que se expresa gráficamente el esfuerzo que el pastor realiza a fin de no dormirse, ya que el sueño del pastor suele resultar en tragedia para las ovejas. No es tan fuerte como su sinónimo gregoréo, vigilar con esfuerzo, pero es muy expresivo. Esta vigilancia insomne es la que Pablo recomienda en la oración y súplica.

(e) La universalidad de los beneficiarios de la oración (vv. Efe 6:18, Efe 6:19): «por todos los santos; y por mí …», dice. Los «santos», como en otros lugares de esta misma epístola (Efe 1:1, Efe 1:15, Efe 1:18; Efe 2:19; Efe 3:8, Efe 3:18; Efe 4:12; Efe 5:3), son los fieles cristianos. El apóstol no se tiene a sí mismo por autosuficiente; por eso, pide también oraciones por él mismo; tanto más cuanto que la misión que se le había confiado requería un denuedo especial.

(C) Mucho denuedo necesitaba el apóstol para proclamar el misterio del Evangelio, que, como en Efe 3:4, es «el misterio de Cristo», según puede comprobarse por el lugar paralelo en Col 4:3Col 4:3. El «abrir de la boca» es una expresión que pone de relieve la importancia y solemnidad de lo que se va a decir. Por eso, lo que directamente requiere que se pida para él es «que le sea dada palabra», no sólo «expresión» (gr. rhéma. V. el v. Efe 6:17 al final), sino «mensaje» (gr. lógos). Una clara indicación de la importancia que Pablo daba al denuedo, la libertad y franqueza (sin compromisos ni medias tintas) en la proclamación del Evangelio, es que, tras de pedir oración a fin de que le sea dada palabra para dar a conocer con denuedo, etc. (v. Efe 6:19), vuelve a pedir oraciones a fin de que en el desempeño de su embajada se exprese con denuedo como es menester que él hable (v. Efe 6:20).

(D) Finalmente, no debe pasarse por alto la paradoja «embajador en cadenas» (v. Efe 6:20), que tan brillantemente comenta W. Hendriksen del modo siguiente: «¡Qué paradoja! ¿No se supone que un embajador esté en situación de libertad? Pero aquí tenemos un representante oficial de Aquel que es Rey de reyes y Señor de señores, ¡y este embajador está encadenado!»

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