Ezequiel 11:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. La seguridad de los príncipes de Jerusalén. El profeta es llevado, en visión, a la puerta del templo donde estos príncipes estaban sentados en consejo (v. Eze 11:1): «El espíritu me elevó y me llevó a la puerta oriental de la casa de Jehová … y he aquí a la entrada de la puerta veinticinco hombres, etc.».

(A) A éstos no se les acusa de corrupciones en el culto, sino de mala administración en el gobierno. Dos de ellos son mencionados por su nombre: Jaazanías, hijo de Azur (distinto, pues, del Jaazanías de Eze 8:11) y Pelatías, hijo de Benayá. Hay quienes dicen que Jerusalén estaba dividida en veinticuatro distritos, y que estos hombres eran lo que en España llamamos alcalde de barrio, subordinados al alcalde principal de la ciudad. Se le dice a Ezequiel (v. Eze 11:2) que «éstos son los hombres que maquinan perversidad y dan en esta ciudad (Jerusalén) perversos consejos». Bajo pretexto de seguridad pública, endurecían al pueblo en sus pecados y les quitaban el temor a los juicios de Dios con los que les amenazaban los profetas.

(B) Los perversos consejos que daban a la gente eran, sin duda, los insinuados en el versículo 3: Decían a la gente: «No será tan pronto; es decir, la ruina de Jerusalén no está tan cercana como dicen esos profetas; edifiquemos casas aquí mismo; la ciudad es lo bastante fuerte para protegernos, porque ella es la olla y nosotros somos la carne», expresión, al parecer, proverbial, para dar a entender lo siguiente: «Estamos tan seguros en esta ciudad como la carne en una olla, la cual es protegida del fuego por el fondo y las paredes de la olla misma, los muros de Jerusalén serán para nosotros como muros de bronce, y no recibirán de los sitiadores mayor daño del que la carne de una olla recibe del fuego que está debajo». Cuando Satanás no puede persuadir a una persona a tener por dudoso e incierto el juicio venidero, obtiene su victoria persuadiéndole a que lo considere como cosa lejana.

2. El método usado para despertarles de esa falsa seguridad. A fin de ayudarles a comprender, les es enviada la palabra de Dios en forma de advertencia (v. Eze 11:4): «Por tanto, profetiza contra ellos y haz por sacarles de su engaño; profetiza, hijo de hombre, sobre estos huesos muertos y secos». Deben percatarse de que (v. Eze 11:5, al final) Dios sabe muy bien lo que están pensando. El hebreo dice enfáticamente en la última frase: «Y las cosas que suben a vuestro espíritu (comp. con 1Co 2:9), yo lo sé». A Dios no se le escapa ninguno de nuestros pensamientos ni tampoco uno solo de los secretos motivos que influyen en nuestro modo de pensar y actuar.

3. A continuación, se especifica el crimen que han cometido y se les lee la sentencia (vv. Eze 11:6-12). Han llenado de muertos las calles de la ciudad (v. Eze 11:6). Y, al apelar al proverbio que ellos mismos han proferido (v. Eze 11:3), el Señor Jehová les dice (v. Eze 11:7) que esos muertos son la carne que ha quedado en la olla de la ciudad. Y ellos, los perversos consejeros, saldrán, sí, de ella, pero para ser entregados en manos de los enemigos extranjeros (vv. Eze 11:7-9) y caerán a espada en la frontera de Israel (v. Eze 11:10); exactamente, en Riblá (Eze 6:14), en el año 587 a. de C. Que sepan bien, dice Dios (vv. Eze 11:10 y Eze 11:12), que yo soy Jehová. Ellos le han provocado a abandonar la ciudad, y todavía pensaban que podrían arreglárselas bien, con su propia fuerza y astucia, después de marcharse de allí la visible presencia de la gloria de Dios; pero Él les hace saber que no puede haber paz ni seguridad para los que han apostatado de su Dios. Que sepan que todo esto es el castigo bien merecido por sus pecados, y la revelación del justo juicio de Dios contra ellos (v. Eze 11:12).

4. Esta palabra de amonestación fue seguida de una providencia de confirmación (v. Eze 11:13): «Y aconteció que, mientras yo profetizaba, aquel Pelatías, hijo de Benayá, murió». Parece ser que esto lo contempló él en visión, pero era completamente seguro que, cuando esta profecía se hiciese pública, la muerte de Pelatías sería ya un hecho real y, al mismo tiempo, la prenda del completo cumplimiento de la profecía de Ezequiel sobre la suerte funesta que habían de correr los consejeros perversos de este capítulo.

5. Aun cuando la muerte súbita de Pelatías era una confirmación de su profecía, Ezequiel se echó a temblar (v. Eze 11:13) ante la perspectiva de las otras muertes que habían de seguirse, por lo que, postrado con el rostro en tierra, clamó con gran voz, llevado de la preocupación que su amor al pueblo de Israel le causaba, y le dijo a Dios: ¡Ah, Señor Jehová! ¿Destruirás del todo al remanente de Israel? Comenta Fisch: «El profeta sacó de este incidente la conclusión de que la población entera de Israel iba a compartir el destino de Pelatías y perecer».

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