Ezequiel 1:26 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Las otras partes de esta visión no eran sino el prefacio. En ellas, Dios se daba a conocer como Señor de los ángeles y supremo director de todos los asuntos de este mundo inferior. Pero ahora que el profeta va a recibir una revelación de Dios mismo, hemos de mirar por encima de los seres vivientes y de las ruedas.

1. Nótense las semejanzas de esta porción con Apo 1:12-17. Ezequiel, al oír la voz que salía de encima de la bóveda, miró, como Juan en Apo 1:12, Apo 1:13, y vio «como la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro» (v. Eze 1:26, comp. con Éxo 24:10; Isa 6:1; Dan 7:9; Apo 4:2). Es un trono de gloria, de triunfo, de gracia, de gobierno y de juicio.

2. Sobre el trono vio (v. Eze 1:26) «una semejanza como la apariencia de un hombre sobre él, en lo alto» (lit.). Feinberg hace notar que «son nueve las veces que el vocablo semejanza se menciona en este capítulo». Pero hay un detalle que a este traductor se le antoja extraordinario: Había de esperarse que en un libro profético del Antiguo Testamento no se mencionase ni siquiera «la apariencia de un hombre» al hablar de Dios, al ser así que en el libro profético del Nuevo Testamento se evita cuidadosamente la mención de ninguna apariencia de hombre al hablar del que está sentado en el trono (Apo 4:2, Apo 4:3). La razón no puede ser otra que la siguiente: El que aparece «sobre la figura del trono» en Eze 1:26-28 no es otro que el Cristo preencarnado, por medio del cual Jehová-Dios va a comunicar a Ezequiel su mensaje. Una vez encarnado todos los detalles con que se describe al que está en el trono coinciden con lo que Juan vio en Apo 1:12-17, atribuido a Jesucristo. Por tanto, ya puede quedar Dios el Padre, en Apo 4:2., en su absoluta trascendencia (comp. con Jua 1:18; Jua 14:9), ya que tenemos a uno semejante al Hijo del Hombre (Apo 1:13).

3. Ezequiel vio a continuación (v. Eze 1:27) «como el color u ojo del electro (lo mismo que en Eze 1:4; Eze 8:2), como la apariencia de fuego en derredor envolviéndolo». Refiriéndose a la división descrita en el versículo Eze 1:27, «… de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para abajo …», dice M. Henry: «Lo de arriba era interior y envuelto. Lo de abajo era exterior. Algunos piensan que lo primero significa la naturaleza divina de Cristo, escondida dentro del color del ámbar (es decir, del electro); esto es lo que ningún hombre ha visto ni puede ver. Lo segundo suponen que es su naturaleza humana, cuya gloria fue vista por algunos … (Jua 1:14)». En una línea parecida, dice Maimónides cosas tan interesantes como éstas (Guía, III, 7, citado por Fisch):

Es también digno de notarse que la apariencia de hombre sobre el trono está dividida, y es la parte superior como el color de jashmal, y la parte inferior como la apariencia de fuego … Ahora considera cómo afirmaron claramente los sabios que la apariencia dividida de hombre no representa a Dios, quien está sobre toda la carroza, sino que representa una parte de la creación. Asimismo dice el profeta: Ésta era la apariencia de la semejanza de la gloria del SEÑOR (los judíos evitan nombrar a Jehová nota del traductor ); pero la gloria del SEÑOR es diferente del SEÑOR mismo.

Basta leer Flp 2:6 y Heb 1:3 («siendo el resplandor de su de Dios gloria») para ver hasta qué punto tales «sabios» judíos llegaron a ser casi cristianos.

4. El trono estaba aureolado por algo «semejante al arco iris (v. Eze 1:28) que aparece en las nubes el día que llueve» (v. el comentario a Gén 9:13 y comp. con Apo 4:3; Apo 10:1). Así como es un alarde de majestad, es también prenda de misericordia, pues es confirmación de la benigna promesa que Dios tiene hecha. Ahora que el fuego de la ira de Dios fulguraba contra Jerusalén, se podía mirar al arco iris y recordar el pacto, como prometió en referencia al pacto con los patriarcas (Lv. 16:42).

5. Como en el caso de Juan (Apo 1:17), Ezequiel (v. Eze 1:28) se postró sobre su rostro, abrumado por lo que había visto; lo cual, a su vez, sólo tenía por objeto prepararle para escuchar lo que iba a oír: «y oí la voz de uno que hablaba» (lit.). Lofthouse hace notar, citado por Fisch, que «la reticencia al final del versículo es digna de especial atención después de la abundancia de los detalles precedentes».

6. Nada mejor para terminar el comentario a este difícil capítulo Eze 1:1-28 de Ezequiel que transcribir lo que dice Feinberg al final de su comentario al presente capítulo, bajo el epígrafe «¿Cómo se refiere todo esto a nosotros?» Dice así:

Cuando el lector corriente de la Escritura llega a un pasaje como Eze 1:1-28, puede a veces pensar que las materias bajo consideración están muy alejadas de su vida y servicio. Pero lo contrario es lo cierto. Justamente como Ezequiel fue un mensajero fiel por Dios, que advirtió del juicio para los incrédulos, y aseguró bendición para los creyentes, así también nosotros hoy tenemos el privilegio sin par de convocar a todos los hombres a la verdad en Cristo el Señor. Si hemos tenido alguna vez una visión de la santidad y majestad de nuestro Dios, ¡cómo podemos dejar de proclamar Su mensaje de urgencia para los perdidos! Si somos fieles, El ha prometido llamar a un remanente de entre todos los pueblos. ¡Ojalá sea llevado a cabo este cumplimiento en nuestras vidas!

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