Ezequiel 4:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Se le ordena aquí al profeta que represente por medio de signos el asedio de Jerusalén; esto constituía una predicción.

1. Sobre un ladrillo (v. Eze 4:1) de barro cocido había de grabar la ciudad de Jerusalén. Era un honor para Jerusalén el que Dios la tenía tatuada en las palmas de Sus manos (Isa 49:16); también los nombres de las doce tribus estaban grabados en las piedras preciosas que el sumo sacerdote llevaba sobre su pecho; pero, ahora que la ciudad fiel se ha convertido en una ramera, un vil ladrillo de barro es suficiente para diseñarla sobre él.

2. También se le ordena que construya contra el diseño de la ciudad fortalezas, baluarte o terraplén, trincheras de campamento y arietes (v. Eze 4:2), todo ello en miniatura; y (v. Eze 4:3) una sartén de hierro, que simule un muro de hierro. Este hierro simbolizaba lo fuerte de las defensas de la ciudad, junto con la dureza del asedio, y representaba así la inflexible resolución de ambos bandos: los caldeos, resueltos a no abandonar el asedio hasta haber conquistado la ciudad; los judíos, resueltos a no capitular jamás.

3. Se le ordena después que se acueste (v. Eze 4:4) sobre su lado izquierdo, «no continuamente, sino durante las horas en que estaba profetizando; así ilustraba Ezequiel el pecado del reino del norte, Israel; y, cuando estuviese acostado del lado derecho, la iniquidad del reino del sur, Judá» (Ryrie). De este modo, «de asediante, se convierte el profeta en asediado» (Asensio).

(A) El número de días en que debe Ezequiel estar acostado junto al diseño sobre sus costados respectivos corresponde (vv. Eze 4:4-6) a los años de maldad de cada uno de los dos reinos. Tanto el texto hebreo como los LXX coinciden en asignar cuarenta años (v. Eze 4:6) a los de la maldad de la casa de Judá, pero, en cuanto a la de Israel, no coinciden, pues el texto hebreo tiene (v. Eze 4:5) trescientos noventa años, mientras que los LXX tienen ciento noventa.

(B) Aunque no hay razón suficiente a juicio del traductor y de algunos otros autores para apartarse del texto hebreo, el Dr. Ryrie explica así las cifras de ambos cómputos: «Trescientos noventa años desde la división del reino (en 931) llegan al 541 (los exiliados quedaron libres para regresar el 538). Ciento noventa años desde la cautividad asiria en 722 llegan al 532. Los cuarenta años podrían contarse desde el 586 (la caída de Jerusalén) hasta el 546, cuando Ciro era un poder amenazante para Babilonia». Quizás sea más probable, en este punto, la opinión de Malbim, según el cual, «el tiempo se computa desde el año decimotercero del reinado de Josías (626 a. de C.), cuando Jeremías comenzó su ministerio (Jer 1:2)». De esta forma, el término de los días-años para Judá sería exactamente el año 586.

4. Se le ordena que, con gesto simbólico, prosiga vigorosamente el asedio de la ciudad (v. Eze 4:7): «Después volverás tu rostro hacia el asedio de Jerusalén, con el brazo descubierto, y profetizarás contra ella».

(A) De esta forma representaba Ezequiel la determinación de los caldeos en el asedio de Jerusalén. La indignación de Nabucodonosor por la traición de Sedequías a causa de haber roto éste el pacto con el rey caldeo explotó en un acceso de furia para apretar más y más el cerco, a fin de castigar a este príncipe desleal y a su pueblo. Esta determinación de emplear todos los recursos militares posibles en el asedio estaba representada por el brazo remangado de Ezequiel, gesto que indica la preparación del guerrero para entrar en acción (Isa 52:10). En una palabra, los caldeos van a persistir con toda resolución en su ataque a Jerusalén.

(B) Todo esto tenía por objeto servir de señal para la casa de Israel (v. Eze 4:3, al final), esto es, para los exiliados en Babilonia, lo mismo que para los que habían quedado en el país. El profeta estaba mudo (Eze 3:26), pero Dios no se dejó a Sí mismo sin testimonio, sino que le ordenó hacer gestos que sirviesen de señales con las que poder comunicar a sus compatriotas la mente de Dios, ya que los judíos tenían ahora tan embotado su entendimiento, que había que hablarles como a los niños, por medio de gráficos y dibujos. Por la misma razón, el Señor Jesús hablaba en parábolas al pueblo. Parábolas e imágenes producen en la mente una impresión más directa que las palabras, ya que hacen trabajar a la imaginación, la cual, como el fuego, es un mal amo, pero es un buen criado. Toda esta operación parece infantil y aburrida, pero nuestra comodidad debe ser sacrificada en aras de nuestra obligación, y nunca debemos llamar servicio duro al servicio de Dios.

(C) Este modo de profetizar contra Jerusalén no había de hacer popular a Ezequiel ni ganarle el afecto de sus compañeros de cautiverio, pero es un profeta del Dios verdadero y debe seguir las instrucciones de Dios, no los afectuosos impulsos de su propio corazón, y debe proclamar lisa y llanamente la ruina de la ciudad, por muy vehementes que sean sus deseos de verla indemne y próspera. Todo esto que el profeta pone ante los ojos de sus compatriotas concerniente a la destrucción de Jerusalén tiene por objeto llevarles al arrepentimiento. Pero obsérvese que es un día de castigo por cada año de pecado (v. Eze 4:5): «Pues yo te he fijado los años de su maldad por el número de los días».

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