Estudio Bíblico | Explicación de Gálatas 2:11 | Comentario Bíblico Online
Esta porción contiene el llamado «incidente de Antioquia», cuando Pablo tuvo que enfrentarse con Pedro, porque éste se había hecho digno de reprensión (v. Gál 2:11). El incidente en cuestión se contiene en los versículos Gál 2:11-14. Los versículos Gál 2:15-19, según la opinión más probable, describen la argumentación que Pablo esgrime ante Pedro a fin de razonar su reproche. Es también probable, que en los versículos Gál 2:20 y Gál 2:21, continúe Pablo en su argumentación con Pedro.
1. Vemos primero (vv. Gál 2:11-14) la falta cometida por Pedro y el reproche que Pablo le hizo. El incidente es posterior a Hch 15:1-41.
(A) ¿En qué consistió la falta de Pedro? En una de sus correrías apostólicas (comp. con Hch 9:32), había llegado a visitar a los fieles de Antioquía de Siria (v. Gál 2:11). Y al estar él allí, vinieron algunos (v. Gál 2:12) de parte de Jacobo, como indica la preposición griega apó. No se nos dice con qué fin llegaron allá, pero desde luego no vinieron a espiar a Pedro o a otro cualquiera. Antes de que viniesen estos judíos, Pedro no tenía reparo en comer con los gentiles, esto es, con cristianos convertidos del paganismo. Lo había hecho otras veces, y él mismo había defendido la legitimidad de esta conducta (v. Hch 10:28; Hch 11:3). «Pero después que vinieron, se retraía y se separaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión» (v. Gál 2:12), es decir, de los cristianos procedentes del judaísmo. Nótense bien los siguientes detalles:
(a) Estos judíos que habían venido de Jerusalén no cometían ninguna falta al comer en grupo, pues nadie les imponía mezclarse con otros grupos.
(b) Pedro no cometió ningún error de tipo doctrinal, pues sabía, tan bien como lo sabía Pablo, que la fe en Jesucristo basta para la salvación de toda persona, tanto de extracción hebrea como pagana (v. Hch 10:43; Hch 11:17).
(c) Al haber comido antes con los gentiles, daba a entender que esa práctica era legítima. ¿Por qué, pues, se retrajo y se separó al llegar los de la circuncisión? La respuesta está en el mismo versículo: «Porque tenía miedo de los de la circuncisión» ¿Era este miedo fruto de cobardía personal? No es probable, después de la llenura de Pentecostés. La explicación más congruente es que, como dice Trenchard, «quería ganar a los recalcitrantes por consideraciones de tipo práctico, y esperaba que se reconciliasen así con la idea de la extensión del Evangelio entre los gentiles, sin que sufrieran demasiado por la aparente violación de sus escrúpulos en cuanto a las leyes alimentarias». Era, en el fondo, una incorrecta aplicación de lo que Pablo dice en 1Co 9:20 de «hacerse a los judíos como judío, para ganar a los judíos».
(d) Lo que en realidad hacía era una simulación (v. Gál 2:14, lit. hipocresía), no de intento, sino por miedo, al pensar que así podría congraciarse mejor con los circuncisos a favor de los de la incircuncisión.
(B) Aun así, la gravedad de la falta se echa de ver en el efecto que produjo en los judíos que le acompañaban (v. Gál 2:13). El ejemplo de un apóstol que, además, era una de las tres columnas mencionadas en el versículo Gál 2:9, tuvo tal fuerza que arrastró consigo nada menos que a Bernabé, que hasta entonces había dado pruebas de una irreprochable lealtad. Nótese el dolor del corazón de Pablo en ese «hasta el punto de que también Bernabé, etc.» (lit.).
(C) No es extraño, ante este complejo de circunstancias, que Pablo se sintiese obligado a resistirle en su cara (v. Gál 2:11): «Cuando vi, dice el apóstol (v. Gál 2:14), que sus pies no iban derechos en relación con la verdad del evangelio (lit.), le dije a Pedro enfrente de todos ellos (NVI), ya que el pecado había sido público y necesitaba pública reprensión: «Si tú, que eres judío, vives a la manera de los paganos que se convierten y no a la manera judía, ¿cómo es que quieres obligar a los paganos convertidos a que se atengan a las costumbres judías?» (NVI). Como si dijera: «Tú eres judío de raza y, sin embargo, te portas (y lo has hecho hasta hace unos momentos) como pagano en cuanto a las prácticas alimentarias, ¿cómo quieres obligar, con tu ejemplo posterior, a los convertidos del paganismo a que adopten las prácticas judías, ¡a judaizar!?» (lit.). Ruego, de paso, a los lectores, que corrijan, en la primera edición de la RV. 1977 (última línea del v. Gál 2:14), el vocablo «judíos», sustituyéndolo por «gentiles». Es errata de imprenta.
2. Continúa el apóstol con su argumentación, de la que puede verse una iluminadora paráfrasis en el comentario del Profesor Trenchard. Con la mayor probabilidad, se dirige todavía a Pedro, como parece indicarlo ese «Nosotros» con que encabeza el versículo Gál 2:15 y en el que engloba a todos los judíos conversos, pero en especial a Pedro y a sí mismo, pues son los dos interlocutores en esta ocasión. La argumentación de Pablo es la siguiente:
(A) «Nosotros (tú y yo) somos judíos de nacimiento; no pertenecemos al grupo de los que despectivamente llaman paganos pecadores (NVI) los inconversos de nuestra raza» (v. Gál 2:15).
(B) Sin embargo, «sabedores de que ningún ser humano alcanza a estar en correcta relación con Dios por medio de la observancia de la Ley, sino por fe en Jesucristo, TAMBIÉN NOSOTROS pusimos nuestra fe en Cristo Jesús, a fin de quedar en correcta relación con Dios en virtud de la fe que se pone en Cristo, y no en virtud de la observancia de la Ley, ya que por la observancia de la Ley ningún ser humano puede alcanzar la correcta relación con Dios» (paráfrasis personal del v. Gál 2:16). Los judíos inconversos creían que, por el hecho de poseer la Ley y cumplir externamente sus demandas, ya eran santos, aceptos a Dios, mientras que los paganos que no disponían de la Torah, eran, por eso mismo, inmundos pecadores, incapaces de salvación, a no ser que se hiciesen prosélitos de Israel. Pablo establece, pues, aquí, como en Rom 3:28, la doctrina que constituye el núcleo del Evangelio: La justificación, es decir, la posición legal de aceptos a Dios, en correcta relación moral y espiritual con Él, se obtiene por la fe sola, aparte de las obras (de la observancia) de la Ley.
(C) Puesto este principio general (que Pedro aceptaba), el apóstol se lanza a fondo con un argumento que esgrime con singular maestría en el versículo Gál 2:17, donde viene a decir lo siguiente: «Pero, si al tratar de alcanzar esa correcta relación con Dios y de serle aceptos en Cristo y por medio de su obra redentora, resulta que aun nosotros mismos seguimos perteneciendo al grupo de pecadores AL DAR DE LADO LA OBSERVANCIA DE LA LEY, ¿Va a resultar entonces que Cristo es ministro de pecado?» Como si dijese: «¿Para eso nos ha servido entonces Cristo? ¿Para dejarnos al nivel común de los pecadores que no poseen la Ley (v. Rom 2:14) y, por tanto, tener que volver a nuestra situación anterior de observantes de la Ley, si es que la fe en Cristo no basta para la justificación? ¡EN NINGUNA MANERA! ¡Eso no puede ser!»
(D) En el versículo Gál 2:18, Pablo muestra que el volver a las costumbres judías, abolidas por la Obra del Calvario (eso era prácticamente lo que Pedro había hecho con su simulación) equivalía a volver a edificar lo ya derribado. Y, si lo derribado no tenía fuerza para salvar y, al volverlo a edificar, se derribaba lo edificado mediante la Obra de la Cruz, ¿no era eso una transgresión manifiesta de la voluntad salvífica de Dios? El apóstol da a entender aquí a Pedro que lo que la conducta de éste, al retraerse de los gentiles, insinuaba era algo mucho más grave de lo que Pedro suponía: Vana era la fe (Rom 4:14), vana era la cruz de Cristo (v. Gál 2:21), en vano corría Pablo (v. Gál 2:2) al predicar el Evangelio de la justificación por la fe sola.
(E) Con admirable concisión, Pablo concluye su argumentación directa contra Pedro con una sentencia densa, profunda (nótese el enlace de los versículos Gál 2:17-19 por medio de los repetidos «Porque»): «Porque por medio de la Ley, yo he muerto para la Ley, a fin de vivir para Dios» (v. Gál 2:19). ¿Cómo puede alguien morir a la Ley por medio de la Ley? ¿Qué paradoja es ésa? La explicación es la siguiente: La ley exigía la muerte del pecador. En la Cruz Cristo murió como pecador (2Co 5:21; Gál 3:13), bajo la maldición de la Ley. Todo el que cree en Cristo es incorporado a Él en su muerte y en su nueva vida (Rom 6:3-11). Así que, al morir con Cristo, se cumple la sentencia que la Ley pronunciaba contra el pecador y, una vez muerto, queda libre de la observancia de la Ley, la cual sólo tiene vigencia en los que viven por ella (comp. con Rom 7:4). Pero el creyente no queda muerto para siempre, sino que, en Cristo y con Cristo, vive una nueva vida, vida eterna, para Dios (comp. con Rom 6:10, Rom 6:11).
3. Los dos últimos versículos (Gál 2:20 y Gál 2:21) de este capítulo, también dirigidos personalmente a Pedro (probablemente), guardan íntima conexión con todo lo que Pablo acaba de expresar. El versículo Gál 2:20 queda muy claro en la NVI, que dice así: «He quedado crucificado (pretérito perfecto: acción pasada, de efecto continuo) con Cristo, y ya no es mi yo el que vive, sino que es Cristo el que vive en mí. Y esta vida mortal que actualmente vivo, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí». Pablo se siente crucificado, muerto, con Cristo, ¡pero vive! El hombre viejo, el «yo» pecador, egoísta, autosuficiente, está legalmente muerto, pero el hombre nuevo, la nueva creación (2Co 5:17), vive. En la medida en que el creyente está muerto al pecado, en la misma medida está vivo por la gracia (comp. con Rom 8:13). Vive en la carne (lit), pero vive por fe. En cuanto a las apariencias exteriores (lo que se ve), vive y muere con las mismas miserias y enfermedades de los demás seres humanos, pero disfruta de una vida interior en Cristo, de un manantial que brota para vida eterna (Jua 4:14).
Nótese el afecto cálido que late en las últimas expresiones del versículo Gál 2:20, donde, al mencionar la fe en el Hijo de Dios, añade el apóstol: «el cual me amó y se entregó por mí». Una entrega que no es por amor, de nada vale (v. 1Co 13:3); por otro lado, al verdadero amor siempre sigue la entrega total (comp. con Jua 3:16 y Efe 5:25. Siempre el «amó» delante de el «se entregó»). Este mismo fervor de Pablo, como se muestra en estas expresiones, nos da a entender que el apóstol no se limitaba a exponer secamente, intelectualmente, verdades doctrinales, sino que las vivía intensa, profunda y totalmente. No hacían brotar en él solamente grandes sistemas doctrinales, ni siquiera febriles actividades de apostolado, sino que significaban toda una vida; nada menos que eso.
4. El versículo Gál 2:21 viene a compendiar el núcleo doctrinal del capítulo Gál 2:1-21: «Yo no quiero apartar a un lado (no desecho por inútil o inválida) esta gracia de Dios, porque si la justificación se puede alcanzar mediante la Ley, entonces eso significa que Cristo ha muerto en vano» (NVI). En efecto, «no era Pablo, sino los gálatas quienes hacían nula la gracia de Dios al tratar de conservar la Ley. Si Dios deseaba ser obedecido mediante la Ley, ¿por qué había de enviar a Su Hijo a sufrir y morir en una cruz?» (Ryrie).