Gálatas 6:6 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En esta porción hallamos una exhortación a hacer el bien, en un contexto que habla de la siembra y la siega, en conexión indudable con el versículo Gál 6:5.

1. El versículo Gál 6:6 dice literalmente: «Mas el que está siendo instruido en la palabra comparta (gr. koinonéito) todas las cosas buenas con el que (le) instruye». El verbo griego para instruir es aquí katekhéo, del que procede el castellano catequizar, así como el sustantivo catecúmeno. Este versículo suele entenderse en el sentido de que el enseñado debe hacer partícipe al que le enseña; «las cosas buenas» serían las cosas materiales, en paralelismo con 1Co 9:11, 1Co 9:14. Pero a esta opinión se oponen varias objeciones (el contexto es distinto del de 1Co 9:11, 1Co 9:14):

(A) En todo el Nuevo Testamento, koinonéo significa «participar» (en el sentido ya explicado en 1Co 10:16), no «hacer partícipe»; y las cosas buenas a las que alude aquí Pablo han de ser las cosas buenas que traen salvación; la contribución material del alumno al maestro está fuera de contexto. Dice Lenski: «El que instruye tiene esas cosas buenas; el que es instruido participa de ellas, en todas ellas. Las riquezas están en poder del maestro de la Palabra; la pobreza está con el alumno, y el alumno ha de practicar «compañerismo» con el maestro para enriquecerse. Ciertamente, no hay solamente cargas en las cuales debemos mostrar compañerismo, y ayudar a quienes las llevan, sino que también hay buenas cosas, cosas benéficas espiritual y moralmente, en las cuales nos podemos deleitar siendo compañeros de quienes las poseen. ¿Quiénes tendrán más que nuestros maestros? Las cargas penosas y las cosas buenas conducen a salvación, a deleitarse en ellas. Con los que tienen cargas y con los que tienen estas cosas buenas hemos de guardar compañerismo, hacer nosotros mismos compañerismo con ellos».

(B) Sería ésta muy mala oportunidad para que el apóstol trajese aquí, fuera de contexto, lo de que los enseñados en la Palabra hagan partícipes de sus bienes materiales a quienes les ofrecen los bienes espirituales, ya que, como apunta A. Kenneth S. Wuest (citado por Trenchard, aunque éste no opina como Wuest), sería «extraño que Pablo mencionara la comunión práctica de los hermanos con sus enseñadores en esta ocasión, cuando los judaizantes podrían aprovecharse de la exhortación para hacer ver que Pablo buscaba ganancias materiales». La misma objeción presenta Lenski en los siguiente términos: «Cuando tales sujetos codiciosos estuvieron trabajando en Galacia, Pablo difícilmente podía escribir a los gálatas en cuanto a compartir en todas las cosas materiales con sus maestros. Aparte de que esto le implicaba a él mismo, tal amonestación se referiría a los verdaderos maestros en Galacia, y vendría a sugerir que ellos también eran hombres que debían ser pagados».

2. La frase «No os llaméis a engaño» (NVI), o «no os dejéis engañar» (RV 1977), según que el griego planásthe se tome en la voz media o en la pasiva, es un aviso solemne, como se ve (v. Gál 6:7) por la frase siguiente: «de Dios nadie se mofa», es decir, nadie se burla impunemente de Dios. La razón es la siguiente (v. Gál 6:7): «Porque lo que haya sembrado un hombre, eso también cosechará» (lit.). Por el contexto anterior, es evidente que lo cosechará de manos de Dios. Toda la argumentación de los amigos de Job contra él, ya desde Job 4:8, se fundaba en esta ley de la siembra y la siega; la aplicación al caso de Job era falsa, según él mismo (aprobado después por Dios en eso) les mostró, ya que allí la siega se consideraba en términos materiales y durante la vida presente, mientras que aquí Pablo habla de una siembra y una siega muy diferentes, como vemos por el versículo siguiente.

3. En efecto, el versículo Gál 6:8 dice literalmente: «Pues el que siembra para (lit. hacia) la propia carne, de la carne cosechará corrupción, mas el que siembra para (lit. hacia) el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna» (comp. con Rom 6:23). Es un error escribir «Espíritu» con mayúscula, como hacen todas nuestras versiones, excepto la RV 1977, pues no se trata directamente del Espíritu Santo (aun cuando es Él quien nos infunde la vida espiritual). La antítesis es, como en toda la Epístola, entre «carne» y «espíritu», esto es, «la vieja naturaleza» y «la nueva naturaleza» del creyente (v. especialmente todo el cap. Gál 5:1-26). Es cierto que Pablo habla de «la propia carne», pero no dice «del propio espíritu». Ello, empero, se debe, como dice Lenski, a que «Pablo quiere decir que la carne es siempre muy nuestra, mientras que el espíritu es la nueva naturaleza que ha nacido en nosotros por operación divina, es dádiva de la gracia de Dios». Cada uno de los dos terrenos produce algo de la misma especie que lo que se sembró: la carne corrupta da corrupción; el espíritu regenerado da vida eterna. Pero aquí, Pablo no culpa (al contrario que Jesús en Mat 13:3.) al terreno, sino al sembrador. Dice Lenski: «La fuerza de la figura está en los sembradores y en lo que su labor consigue. Ni la semilla ni el terreno se mencionan, porque ninguno puede sembrar sin éstos».

4. Basado en el principio del versículo Gál 6:8, el apóstol prosigue (v. Gál 6:9): «No nos cansemos de practicar el bien, porque a su debido tiempo recogeremos una magnífica cosecha si no desfallecemos» (NVI). Hay, pues, aquí una exhortación a la perseverancia en el bien, pues hay quienes comienzan bien, pero no perseveran. Este había sido precisamente el fallo de los fieles de Galacia, como les dice el propio apóstol (Gál 5:7): «Empezabais a correr excelentemente. ¿Quién os cortó el paso, impidiéndoos obedecer a la verdad?» (NVI). La exhortación está muy adecuadamente colocada en el contexto de la siembra. Dice Trenchard: «A veces el labrador sufre a causa de los fríos del invierno y los calores del verano, que le producen molestias físicas y el natural cansancio del esfuerzo sostenido; pero no ha de acobardarse frente a las dificultades, ya que su experiencia le enseña que tras de la siembra vendrá la siega». «Hay en reserva una recompensa, dice M. Henry, para todos los que se dedican sinceramente a hacer el bien. Aunque nuestra recompensa se demore, de seguro llegará.»

5. «Por consiguiente, viene a concluir Pablo (v. Gál 6:10), según tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, y mayormente a nuestros familiares en la fe.» El apóstol no dice «tiempo» (gr. khrónos), sino «oportunidad» (gr. kairós). Mientras tenemos vida terrena, tenemos tiempo, pero no siempre tenemos las «oportunidades» de hacer el bien, por lo que no deberíamos dejar escapar ninguna de esas oportunidades, las cuales nunca vuelven; podrán venir otras, ya similares ya diferentes, pero las que pasaron sin ser aprovechadas, nunca más volverán; y de ellas se nos pedirán cuentas, conforme dice Jacobo (Stg 4:17): «Todo el que conoce el bien que debería hacer, y no lo hace, tiene pecado» (NVI). Finalmente, nótense los dos círculos concéntricos: Hay que hacer el bien a todos, pero en especial a nuestros hermanos en la fe, pues ellos son, para todo fiel creyente, los más «prójimos». Como se ve, Pablo no era de la opinión de quienes dicen: «¡No se preocupe usted de ésos, porque no son del Señor!»

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