Hechos 12:20 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. La muerte de Herodes. Dios le pedía ahora cuentas, no sólo de la muerte de Jacobo y de su malvado designio de hacer lo propio con Pedro, sino, sobre todo (v. Hch 12:23), por haberse arrogado implícitamente la gloria que sólo a Dios se debe.

1. Un orgullo satánico fue el pecado que colmó la medida de sus pecados, pues Dios resiste a los soberbios.

(A) Los habitantes de Tiro y de Sidón habían ofendido a Herodes (v. Hch 12:20), el cual estaba presto a ofenderse por el menor detalle; pero los ofensores hallaron el truco para congraciarse de nuevo con él, pues les convenía grandemente, ya que el territorio de ellos era abastecido por el del rey. Tiro y Sidón vivían del comercio, pero dependían de los trigales de Galilea para su alimentación. Mucho más deberíamos nosotros granjearnos la amistad de Dios, pues de Él nos viene toda provisión, tanto de grano como de gracia. El método que emplearon fue el soborno, con una buena «propina» a Blasto, el camarero mayor del rey. Blasto sabía cómo ablandar la dureza de sentimientos del rey, y les fue fijado un día a los comisionados de Tiro y Sidón para tener audiencia con el rey, pedirle perdón y prometer no volver a ofenderle.

(B) Herodes apareció en público con toda la pompa de que disponía, se sentó en el tribunal y les arengó (v. Hch 12:21). Los necios se dejan impresionar demasiado por el exterior de las personas, como si las ropas regias fuesen la expresión de un regio corazón. Quizás el rey los tuvo en suspenso en cuanto al favor que le pedían, a fin de que el acto de gracia resultase más espectacular y agradable en medio de un espléndido discurso.

(C) «Y el pueblo aclamaba gritando: ¡Voz de Dios y no de hombre!» (v. Hch 12:22). El vulgo necio siempre está presto a aclamar al orador de quien espera favores y privilegios, no importa lo que diga ni cómo lo diga. Este «pueblo» aclamaba gritando para mejor ganarse el aprecio y el favor del orgulloso rey. Los hombres que están en altos puestos de poder y autoridad son fácil presa de aduladores sin escrúpulos, lo cual es una vergüenza y una necedad para quienes cierran así los ojos a los verdaderos motivos de tales halagos. De tal manera se hinchan con la adulación, que se exponen al peligro de reventar y caer en la condenación del diablo (1Ti 3:6).

(D) Herodes aceptó gustoso estas blasfemias, al no decir ni una sola palabra para declarar que era «hombre y no Dios», por lo cual no dio la gloria a Dios (v. Hch 12:23). «Al momento, un ángel del Señor le hirió»; puede significar que entonces contrajo la enfermedad intestinal que le llevó al sepulcro, pues Josefo escribe que murió a los cinco días. Es de notar que a Lucas le interesa dar concisamente la noticia para poner de relieve la rápida secuencia del crimen y el castigo. «Expiró comido de gusanos» parece ser una expresión proverbial para designar, como dice J. Leal, «una muerte dolorosa, vergonzosa y rápida». Es notable el parecido con la muerte del Antíoco IV Epífanes, el gran perseguidor de los judíos en el siglo II antes de C. (v. 2Ma 9:5-9, libro que los evangélicos tenemos como no inspirado, pero fidedigno como documento histórico). Toda la descripción de la muerte de Herodes tiende a poner de relieve la forma tan repugnante en que Dios puso fin al satánico orgullo del rey.

II. El progreso del Evangelio después de esto (vv. Hch 12:24, Hch 12:25). 1. La palabra del Señor crecía y se multiplicaba (v. Hch 12:24). La conjunción griega de hace notar el contraste de la caída de Herodes con la subida de la Palabra de Dios. La valentía de los mártires de Cristo y la milagrosa protección de Dios tenían mayor eficacia para atraer a la gente a abrazar el cristianismo, que la fuerza que los sufrimientos y las persecuciones podían poner en juego para disuadirles. 2. Bernabé y Saulo (v. Hch 12:25), cumplido su servicio de llevar la colecta para los pobres de Judea (v. Hch 11:29, Hch 11:30), volvieron de Jerusalén a su iglesia de Antioquía donde tenían el trabajo y, por tanto, el deber de estar. Llevaron ahora consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos (redactor del Evangelio que lleva su nombre). En casa de su madre se habían reunido los hermanos para orar por Pedro. Es probable que tanto Bernabé, probablemente sobrino de María, como Pablo, se hubiesen hospedado allí durante su estancia en Judea. Ello explicaría mejor todavía el que se llevasen consigo al joven Marcos, a fin de entrenarle para el futuro ministerio. Una de las mejores obras que los ministros de Dios pueden hacer es educar bien para el ministerio a jóvenes que muestran inclinación y dones para ello.

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