Hechos 13:14 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Perge de Panfilia era un lugar notable; sin embargo, nada se nos dice de lo que Pablo y Bernabé hicieron allí, sino sólo que arribaron a Perge (v. Hch 13:13) y pasaron de Perge (v. Hch 13:14). El próximo lugar en que los encontramos es otra Antioquía, la de Pisidia, para distinguirla de la de Siria, de donde habían sido enviados. Abundaban allí los judíos residentes, y a ellos primeramente fue predicado allí el Evangelio. El sermón que Pablo predicó allí es lo que tenemos en toda esta sección.

I. Pablo y Bernabé se presentan en la sinagoga (v. Hch 13:14), en prueba del afecto que conservaban a su pueblo. Observaban el culto cristiano el primer día de la semana, pero si se hallaban entre judíos, guardaban con ellos el sábado: «Y el sábado entraron en la sinagoga y se sentaron», pues, aun cuando eran forasteros, eran judíos y no se les negó la entrada. Dondequiera nos hallemos, debemos buscar el lugar en que se reúnan los fieles adoradores de Dios para unirnos a ellos. Por otra parte, se ha de procurar en las iglesias que haya acomodación suficiente para los forasteros que vengan, aun para los más pobres.

II. La invitación que recibieron allí para predicar. 1. Se celebró primero el servicio acostumbrado de la sinagoga (v. Hch 13:15): «Después de la lectura de la ley y de los profetas», las porciones correspondientes a aquel sábado. 2. Acabada esta parte del culto, los principales de la sinagoga mandaron a decirles. Varones hermanos (comp. con Hch 2:37), si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad. Esto no tenía nada de extraño, pues ésa era la costumbre. No basta con leer en público las Escrituras; es menester que sean expuestas de viva voz y que el pueblo de Dios sea exhortado, con base en la Palabra, conforme a las circunstancias de la congregación, así como del tiempo y el lugar. Los que presiden deben procurar, no sólo que los hermanos reciban la conveniente instrucción, sino también aprovechar la presencia de siervos del Señor que se hallen de paso, a fin de que puedan oírse de vez en cuando voces nuevas.

III. El mensaje que predicó Pablo. Con gran satisfacción acogió la invitación que se les hacía y aprovechó la oportunidad de proclamar el Evangelio a sus compatriotas de aquel lugar (v. Hch 13:16): «Levantándose, hecha señal de silencio con la mano (a fin de que el auditorio fijase la atención en lo que iba a decir; comp. con Hch 12:17), dijo: Varones israelitas, y los que teméis a Dios (gentiles simpatizantes, pero no circuncidados; comp. con Hch 10:2), oíd. Pablo se dispone a convencer a los asistentes de que Jesús es el Mesías. Su discurso es una mezcla, resumida, del discurso de Pedro en Pentecostés y del de Esteban, pero no arranca desde Abraham, sino desde el éxodo de Egipto (¡sin mencionar la intervención de Moisés!) y pone su énfasis en que Cristo era el prometido hijo de David.

1. Reconoce delante de ellos que son el pueblo escogido por Dios (v. Hch 13:17), llamados a una especial relación con Él y por quienes había hecho grandes cosas el que, siendo el Dios del Universo, era de modo especial «el Dios de este pueblo de Israel»; por eso los sacó de la servidumbre de Egipto, los soportó (con extraordinaria paciencia) por unos cuarenta años en el desierto, como también a nosotros nos soporta con paciencia; ¡no nos creamos mejores que ellos!, y, habiendo destruido siete naciones (v. Deu 7:1), les dio en herencia el país de Canaán. Sobre el cómputo de 450 años (v. Hch 13:20), dice J. Leal: «Los rabinos decían que este número se empezaba a contar desde que Abraham entró en Canaán. Y añadir los cuarenta años que duró la peregrinación por el desierto y los diez de la conquista de Palestina, llegaban a los cuatrocientos cincuenta años (cf. Gál 3:17)». Pone de relieve que Dios les dio jueces (v. Hch 13:20) y después rey en la persona de Saúl, pues se lo pidieron (v. Hch 13:21). Pero tuvo que destituirle y elegir Él mismo («conforme a mi corazón») a David hijo de Isaí (v. Hch 13:22). «He hallado» significa que lo buscó por medio de Samuel.

2. Al partir ahora desde David (v. Hch 13:23): «De la descendencia de éste, y conforme a la promesa, Dios suscitó a Jesús por Salvador para Israel». ¡Cuán agradecidos deberían estar a esta proclamación, y cuán gozosos deberían recibir esta palabra fiel y digna de toda aceptación (1Ti 1:15)! De la familia real de David, y según había prometido, Dios ha suscitado un Salvador para Israel. Tan lejos estaba Dios de rechazarlos, que proveía, para ellos en primer lugar, el Salvador. ¿Por qué, pues, habían de rechazar ellos a tal Salvador?

3. Respecto a este Jesús, les dice:

(A) Que había tenido por precursor a Juan el Bautista (v. Hch 13:24), quien había sido considerado por todos como un gran profeta. Sin embargo, con la misma energía con que había predicado el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel, había negado ser él (v. Hch 13:25) el Mesías, y apuntado más bien hacia otro, de quien él no era digno de desatar el calzado de sus pies.

(B) Antes de pasar al punto central y más difícil de su sermón, Pablo vuelve a llamar seriamente la atención de sus oyentes (v. Hch 13:26, comp. con v. Hch 13:16), pues «a vosotros es enviada la palabra de esta salvación» y, tras este toque de especial atención, describe la forma en que los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes (v. Hch 13:27) por ignorar a Jesús (comp. con Hch 3:17), así como las palabras de los profetas que se leen todos los sábados (comp. v. Hch 13:15), las cumplieron al condenarle. ¡Es posible cumplir las profecías de la Escritura, mientras se quebrantan los preceptos de la Escritura! Se le mató sin causa (v. Hch 13:28) y fue sepultado.

(C) Llega luego al punto definitivo: La resurrección de Jesús (vv. Hch 13:30-37), la cual confirma con una curiosa acumulación de textos del Antiguo Testamento, citados libremente, ya que, como dice J. Leal, «la argumentación se inspira en los métodos rabínicos de la época», por lo cual tendrían fuerza probativa para los oyentes judíos. Nótese que, entre los testigos de la resurrección del Señor (v. Hch 13:31), no se cita a sí mismo (comp. con 1Co 15:8). Esta resurrección del Mesías es una Buena noticia (v. Hch 13:32) para los oyentes, pues significa el cumplimiento de las promesas hechas, no sólo a los patriarcas, sino especialmente a David (v. Hch 13:34). La cita del Sal 2:7 se ilumina a la luz de Rom 1:3 (v. Hch 13:33). La cita de Isa 55:3 en el versículo Hch 13:34 tiene su fuerza por la relación que el texto de Isaías guarda con Sal 16:10, citado a continuación (vv. Hch 13:35-37), en forma parecida a como lo había hecho Pedro en Pentecostés (Hch 2:25-31). El versículo Hch 13:36 debe traducirse así: «Porque David, ciertamente, habiendo servido al designio de Dios en su propia generación (lit.), etc.», es decir, en la época en que le tocó vivir» (NVI). Es cierto que David fue de provecho para su propia generación, pero no es eso lo que el texto sagrado quiere poner aquí de relieve.

4. Viene finalmente la aplicación del sermón a los oyentes (vv. Hch 13:38-41), donde hallamos un sincero ofrecimiento y una seria advertencia:

(A) Como en los versículos Hch 13:16 y Hch 13:26, Pablo les llama la atención (v. Hch 13:38): «Tened entendido, pues, varones hermanos», antes de anunciarles, por medio de Él, perdón de pecados y (v. Hch 13:39) justificación mediante la fe: «En Él es justificado todo aquel que cree», algo que la Ley de Moisés no podía otorgar. Por la obra de Cristo se había obtenido todo esto, y en el nombre de Cristo se anunciaba y se conseguía. Era, pues, una medida de gran prudencia acoger el Evangelio y no rechazarlo.

(B) Viene ahora (vv. Hch 13:40-41, comp. con Heb 2:3) la sería advertencia a no menospreciar el mensaje que se les ha predicado. Pablo cita de Hab 1:5 conforme a los LXX. Dice Leal: «El texto hebreo habla del castigo de las naciones paganas. El juicio o ira de Dios debe cumplirse por medio de los caldeos contra los impíos del pueblo de Israel. Los oyentes de Pablo deben hacerse la aplicación. Sobre ellos puede venir la ira de que habló el profeta». Las amenazas nos sirven de avisos, pues están destinadas a despertarnos y tenernos en continua alerta, a fin de que no caigan sobre nosotros los terribles castigos que dichas amenazas anuncian contra los menospreciadores de la Palabra de Dios. Cuanto mayores sean los privilegios de que disfrutemos, tanto más intolerable será la condenación en que hemos de incurrir si no recibimos con fe y correspondemos con obediencia a la gracia que tales privilegios comportan.

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