Hechos 14:19 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Al que hace unos momentos veíamos «deificado», lo vemos ahora apedreado y dejado por muerto (vv. Hch 14:19, Hch 14:20). Se repite la historia que hemos visto en otros lugares: «Vinieron de Antioquía (de Pisidia) y de Iconio unos judíos que persuadieron a la multitud» a mostrar su furia hostil contra Pablo, que era el que había llevado precisamente la voz cantante en el milagro de la curación y en la palabra de la predicación del Evangelio. Lucas abrevia la secuencia de los hechos, pero no ha de extrañarnos el rápido cambio de actitud en unas masas sentimentales, prestas a pasar de un extremo a otro cuando un grupo de demagogos supo tocar, como dice Trenchard, «los resortes más adecuados para sus fines». Los que hoy dicen Hosanna, mañana pueden decir Crucifícale, y el que había estado hacía poco expuesto a recibir en homenaje sacrificio, estaba ahora a punto de sufrir en ultraje sacrificio. Las masas se vuelven, como las veletas, hacia donde el viento sopla con mayor fuerza (comp. con Efe 4:14). Así que (v. Hch 14:19), «después de apedrear a Pablo (lo mismo que él había contemplado en Esteban), le arrastraron fuera de la ciudad (a Esteban le habían arrastrado antes de apedrearle), suponiendo que estaba muerto».

II. Pero Dios no le abandonó, ni tampoco los discípulos, quienes le rodearon (v. Hch 14:20), le atendieron y reanimaron, hasta el punto de que se levantó, no para huir, sino ¡para entrar de nuevo en la ciudad! Con todo, la persecución que habían sufrido era una indicación divina de que debían buscar en otros lugares las oportunidades de hacer el bien y, por tanto, Pablo al día siguiente salió con Bernabé para Derbe.

III. Después de anunciar (v. Hch 14:21) el evangelio a aquella ciudad de Derbe, y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía de Pisidia. Hacen, pues, el viaje de forma inversa hacia el mar por los lugares por donde habían pasado y sembrado la semilla del Evangelio. ¡Cuán gozosos volverían después de hacer en Derbe muchos discípulos, con la alegría que esto añadiría al gozo ya sentido por haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre (comp. con Hch 5:41)! Vemos que no hicieron ociosamente este viaje de vuelta, pues:

1. «Fortalecieron los ánimos de los discípulos» (v. Hch 14:22). Los recién convertidos están expuestos a vacilar y un pequeño contratiempo les asombra; por eso, estos discípulos necesitaban la exhortación a que permaneciesen en la fe, con lo que sus ánimos quedarían fortalecidos; plantados en Cristo, es menester andar en Él (Col 2:6, Col 2:7), es decir, crecer, progresar; y cuanto más crece la planta, tanto más necesita ahondar en el suelo y echar raíces. Y a los ministros de Dios compete el privilegio y la obligación de establecer a los santos, lo mismo que de convencer y despertar a los pecadores.

2. Para que no se tambaleasen en tiempos de persecución, Pablo y Bernabé advirtieron también a los discípulos (v. Hch 14:22): «Es menester que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios». Alguien podría pensar que éste no es método conveniente para fortalecer los ánimos de los discípulos. ¿No se desanimarían más bien? ¡No! Si se les advierte a tiempo y con buenas maneras, les hará mucho bien, pues las persecuciones futuras, la tribulación inevitable en el mundo (Jua 16:33), no les tomarán por sorpresa. Todo discípulo de Cristo debe estar dispuesto a tomar su cruz. Por eso, el Señor recomendaba sentarse a considerar el costo antes de seguirle, y una vez que hemos decidido entregarnos a Él y se han inscrito nuestros nombres en su registro, es preciso ser fieles a la palabra que le hemos dado. Y esto vale lo mismo para los generales que para los soldados; por eso no les dicen: «Es menester que paséis», sino: «Es menester que pasemos». Una cosa es cierta para consuelo de todos: Así como Cristo no ordenó a los apóstoles servicios más duros de lo que podían soportar, tampoco a nosotros nos ordena lo que no podemos llevar: «los mandamientos de Dios no son gravosos» (1Jn 5:3).

3. «Y tras designar para ellos con mano alzada ancianos en cada iglesia, etc.» (v. Hch 14:23). Eso dice literalmente el griego original, y cada vocablo tiene gran importancia. No es la congregación la que «vota democráticamente», aunque es probable que Pablo y Bernabé atendiesen al parecer y propuesta de la comunidad. Son los apóstoles quienes, «extendiendo la mano», según el sentido del verbo griego, designan y establecen en cada iglesia por ellos plantada los líderes responsables ante Dios de la comunidad que tomaban a su cargo. Aunque no se habla aquí de la «imposición de manos» (expresión muy distinta), es probable que la llevasen a cabo (comp. con Hch 6:6; Hch 13:3; 1Ti 4:14; 1Ti 5:22; 2Ti 1:6), no como un rito para establecer la llamada «sucesión apostólica», sino como un signo de identificación, según hemos dicho en otros lugares. También el contexto posterior favorece esta opinión: «y habiendo orado con ayunos (comp. con Hch 13:3), los encomendaron al Señor en quien habían creído» (v. Hch 14:23). Es cierto que esta solemne oración se extendía, lo mismo que el encomendarles al Señor, a toda la congregación, pero muy especialmente a los ancianos de cada iglesia, no sólo porque así parece exigirlo el contexto, sino porque ellos lo necesitaban de manera especial, debido a las responsabilidades de su cargo.

4. Continuaron predicando el Evangelio en otras ciudades donde habían estado (vv. Hch 14:24, Hch 14:25). Desde Antioquía pasaron por el resto de la provincia de Pisidia y vinieron a la provincia de Panfilia, cuya ciudad principal era Perge, donde habían estado antes (Hch 13:13). Allí volvieron a predicar la palabra (v. Hch 14:25). Desde allí descendieron a Atalía, que era otra ciudad de la provincia de Panfilia. No se detuvieron mucho en cada lugar, pero dondequiera se hallaban, se esforzaban por echar los cimientos para la edificación de una iglesia cristiana, así sembraban las semillas que a su tiempo producirían una gran cosecha.

IV. Por fin (v. Hch 14:26), desde Atalía, regresaron por mar a Antioquía de Siria, donde vemos: 1. Por qué volvieron allá: «Porque desde allí habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían cumplido». Querían que los miembros y, en especial, los líderes de la iglesia local a la que ellos mismos pertenecían como «profetas y maestros» (Hch 13:1), participasen en sus alabanzas a Dios, así como les habían ayudado a ellos con sus oraciones. 2. Qué informe les dieron de la obra cumplida (v. Hch 14:27): «Y habiendo llegado y reunido a la iglesia, refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles». No dicen lo que ellos habían hecho, sino lo que Dios había hecho, pues Él es quien no sólo obra en nosotros el querer y el hacer (Flp 2:13), sino también obra con nosotros todo cuanto hacemos con provechosos resultados. La gracia de Dios puede hacerlo todo sin la predicación de sus ministros, pero la predicación de los ministros no puede hacer nada sin la gracia de Dios. También refieren que Dios había abierto la puerta de la fe a los gentiles. Es cierto que no se puede entrar en el reino de Cristo sino por la puerta de la fe, pero el sentido más probable aquí es, como dice J. Leal, la posibilidad que Dios les ha dado de abrazar la fe cristiana. El capítulo termina con la referencia escueta (v. Hch 14:28) de que «se quedaron allí mucho tiempo (lit. no poco tiempo ) con los discípulos», lo cual no es de extrañar, pues allí tenían de momento su residencia.

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