Hechos 14:8 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Curación milagrosa llevada a cabo por Pablo en Listra en la persona de un cojo de nacimiento (v. Hch 14:8), tan imposibilitado de los pies, que jamás había andado. Por eso estaba sentado, pues no podía tenerse de pie. Este hombre quedó tan afectado por la predicación de Pablo (v. Hch 14:9) que éste, fijando en él sus ojos, y viendo (por el don de discernimiento de espíritus) que tenía fe para ser sanado, dijo (v. Hch 14:10) a gran voz (comp. con Jua 11:43), no sólo porque así podía la gente darse cuenta del milagro, sino también por la misma eficacia que la palabra ejerce en la victoria sobre la enfermedad: Levántate derecho sobre tus pies. Como si dijese: «Ejercita la energía que te es otorgada». Así lo hizo: «Dio un salto y se puso a caminar» (comp. con Hch 3:8). Los que, por la gracia de Dios, han sido sanados de su cojera espiritual deben mostrarlo saltando de santo gozo y caminar con santa conducta.

II. La impresión que este milagro produjo en el pueblo (v. Hch 14:11). Como dice Trenchard: «la señal tuvo demasiado éxito ». Mientras los milagros de Jesús provocaban el enojo y el menosprecio de los judíos, estos paganos llegaron al frenesí cuando vieron el milagro realizado mediante el ministerio de Pablo: «La gente, visto lo que Pablo había hecho, alzó la voz, diciendo en lengua licaónica: Los dioses se han hecho semejantes a los hombres y han bajado hasta nosotros». Esto concuerda con la leyenda, precisamente conectada con Listra y, por ello, conocida de sus oyentes, de que los dioses Zeus y Hermes (para los romanos, Júpiter y Mercurio respectivamente) habían descendido a este mundo y habían tomado forma humana. Como refiere Lucas (v. Hch 14:12), «llamaban a Bernabé Júpiter, y a Pablo Mercurio, porque éste era el que dirigía la palabra». Hermes (de donde viene el vocablo castellano «hermenéutica») era considerado el intérprete de los dioses. Bernabé era de porte sobrio, lo suficiente humilde como para dejar a Pablo la «voz cantante» y, a no dudar, de mejor presencia física que Pablo, por lo que los licaonios lo identificaron con Júpiter, el padre de los dioses (pues eso es lo que Júpiter significa). Consecuentes con sus nociones, se dispusieron a ofrecerles en sacrificio toros enguirnaldados por medio del sacerdote de Júpiter, que fue el que tomó esta medida, como dice Trenchard: «sin importarle demasiado quizá que fuese verdadera o supuesta (tal visitación) con tal que diera fama al santuario y que aumentara las contribuciones de los devotos de Zeus». Cuando Cristo apareció como hombre entre los hombres e hizo muchísimos milagros, lejos de ofrecerle ningún sacrificio, le mataron con una muerte que fue el sacrificio de Sí mismo, mientras que Pablo y Bernabé, por obrar sólo un milagro, son inmediatamente tenidos por dioses.

III. Pablo y Bernabé, horrorizados ante esto, protestan y hacen todo lo posible para impedirlo, consiguiéndolo a duras penas (v. Hch 14:18). Los emperadores romanos eran tenidos por dioses y así se consideraban a sí mismos muchos de ellos, creyéndose justamente agasajados cuando se les rendían honores divinos; pero los siervos de Cristo rehusaron esos honores cuando trataban de otorgárselos. Se indignaron de ello (vv. Hch 14:14, Hch 14:15): se rasgaron las ropas y se lanzaron en medio de la multitud. No se limitaron a protestar, sino que se pusieron a actuar a fin de impedir efectivamente que les ofrecieran los sacrificios planeados. Y razonaban a gritos, dando voces, con ellos, a fin de que todos escuchasen: «¿Por qué hacéis esto?» Como si dijesen: «¿Por qué nos vais a tratar como a dioses sin serlo?» En efecto:

1. «Nuestra naturaleza no nos lo permite: También nosotros somos hombres de igual condición que vosotros. Afrentáis al verdadero Dios si nos dais a nosotros o a cualquier otro hombre el honor que sólo a Dios se debe. No sólo somos hombres, sino de igual condición que vosotros, expuestos a las mismas debilidades, miserias y pecados (comp. con Stg 5:17), muy lejos, pues, de ser dioses».

2. «Nuestra doctrina se opone también a ello: ¿Vamos a ser añadidos a la lista de falsos dioses, cuando nuestra tarea consiste en hacer que renunciéis a tales deidades falsas? Os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo» (v. 1Ts 1:9). Cuando predicaban a los judíos, sólo necesitaban anunciarles la gracia de Dios en Cristo, sin tener que predicarles contra la idolatría; pero, al predicar a los gentiles, tenían que comenzar por rectificar el error fundamental concerniente a la naturaleza divina. Los dioses que ellos y sus padres adoraban eran vanidades, cosa vacía, inerte, inútil, mientras que el Dios verdadero era vivo, activo y creador, pues «hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay, incluidos nosotros y vosotros mismos».

3. «El mundo debe a la paciencia de Dios el no haber sido destruido hace tiempo a causa de tanta idolatría (v. Hch 14:16): En las generaciones pasadas Él ha dejado a todas las gentes (exceptuando así al reducido número de los israelitas) andar en sus propios caminos». Esta frase no significa que Dios soltase las riendas a los paganos para que hiciesen lo que mejor les pareciese, pues disponían de la luz de la ciencia (Rom 1:19, Rom 1:20), de la conciencia (Rom 2:14, Rom 2:15) y de la providencia (v. Hch 14:17) que, dándoos lluvias del cielo y estaciones del año fructíferas, llenando de sustento y alegría vuestros corazones dice Pablo , les daba suficiente testimonio de un Dios vivo, próvido y amoroso, inclinado a hacer el bien (comp. con Sal 145:9). Aquellos gentiles que vivían sin Dios en el mundo, vivían, no obstante, dependiendo en todo de ese Dios a quien ignoraban. Todos hemos de reconocer que Dios llena nuestro corazón, no sólo de sustento para vivir, sino también de alegría para vivir con gozo; y si Él nos llena de sustento y alegría, también deberíamos estar llenos de amor y de gratitud.

4. Finalmente, «diciendo estas cosas, aunque a duras penas, lograron impedir que la multitud les ofreciese sacrificio» (v. Hch 14:18). Pablo y Bernabé habían sanado milagrosamente a un tullido y, por eso, el pueblo los tenía por dioses. Esto debe hacernos muy precavidos, a fin de que no demos a otros, ni tomemos para nosotros mismos, el honor que a sólo Dios es debido.

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