Hechos 15:6 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Hechos 15:6 | Comentario Bíblico Online

Llegamos ahora a lo que ha venido en llamarse «el Concilio de Jerusalén», aunque más bien debemos considerarlo como una reunión de los líderes de la iglesia de Antioquía con los apóstoles, los líderes y los hermanos de la iglesia de Jerusalén, aun cuando las decisiones allí tomadas habían de tener carácter universal y perpetuo para la Iglesia entera. No se precipitaron a dar su juicio, sino que consideraron el asunto con toda detención, siempre guiados por el Espíritu Santo.

1. Reunidos, pues, los apóstoles y los ancianos para considerar este asunto (v. Hch 15:6) y (v. Hch 15:7) después de mucha discusión, Pedro, como portavoz de los apóstoles, se levantó y pronunció su discurso. Sus palabras habían de tener doble fuerza, ya que, por una parte, él era judío; por otra parte, como él mismo dice: «Dios me escogió de entre nosotros (o, más probable, de entre vosotros), para que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen». Pedro, pues, habló después de haber sido considerados todos los pros y contras del asunto, como debe hacerse. Pedro, en su discurso,

(A) Recuerda a los reunidos la comisión que había recibido de Dios mismo, tiempo atrás, de abrir a los gentiles la puerta del Evangelio. Los mismos judíos de Jerusalén habían escuchado de labios de Pedro el relato de lo ocurrido en casa de Cornelio y se habían regocijado de que también a los gentiles hubiese concedido Dios arrepentimiento para vida (Hch 11:18), sin que entonces pusiesen ellos ninguna objeción en cuanto a la necesidad de circuncidar a los gentiles convertidos. ¿Por qué, pues, habían de poner objeciones en cuanto a los gentiles que se habían convertido al oír el Evangelio de boca de Pablo?

(B) También les hace a la memoria la forma en que «Dios (v. Hch 15:8), que conoce los corazones, les dio testimonio (a los gentiles convertidos, véase Hch 11:15-17), dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros, los del Aposento Alto de Hch 2:1.» A quienes Dios da el Espíritu Santo, les da testimonio de que son suyos. Así que (v. Hch 15:9) «ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones». Puesto que los gentiles convertidos tenían comunión con Dios mediante la fe, sin más añadiduras, no había ningún impedimento para que tuviesen también comunión unos con otros, ya que no podemos poner más condiciones para aceptar por hermanos a unos creyentes, de cualquier raza o condición que sean, que las condiciones que Dios haya puesto para aceptarlos Él mismo. La fe cristiana es preciosa en todos y produce los mismos frutos en todos los que, por ella, están unidos a Cristo. Así como no hay diferencia (Rom 3:22, Rom 3:23) en cuanto al pecado, tampoco la hay en cuanto a la gracia (v. también Gál 3:28).

(C) Reprende severamente a los judaizantes (v. Hch 15:10): «Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, imponiendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?» En efecto, (a) reclamar de los gentiles convertidos algo que Dios no les había exigido para la salvación era «tentar a Dios». ¿Acaso podían ellos prescribirle a Dios lo que tenía que hacer? (b) La ley había sido un yugo, así como una carga (v. Hch 15:28) insoportable, de la que Cristo nos libertó (Gál 5:1-4). Exigir, pues, a los gentiles convertidos la observancia de la ley mosaica era una afrenta a Dios, a su Santo Espíritu y a Jesucristo. «Creemos, añade Pedro (v. Hch 15:11), que por la gracia del Señor Jesús somos salvos, de igual modo que ellos» (comp. con Efe 2:8). No hay un modo de salvación para los judíos, y otro para los gentiles (Gál 5:6). La reprensión de Gál 2:14-16 había hecho su efecto.

2. Un breve resumen del informe de Bernabé y Pablo (v. Hch 15:12). Este informe no es una digresión del tema para «entretener» a quienes tenían los ánimos caldeados por la discusión, sino una confirmación experimental de lo que Pedro acababa de decir: Dios había confirmado por medio de señales milagrosas la predicación de Pablo y Bernabé entre los gentiles. ¿Qué más pruebas se necesitaban cuando Dios había puesto su sello inconfundible en la conversión de los gentiles? Notemos que «toda la multitud calló, y escuchaban a Bernabé y a Pablo, etc.», lo que demuestra que las experiencias tienen mayor eficacia para persuadir que todos los argumentos posibles. Los que de veras temen a Dios están dispuestos a prestar atención a quienes pueden decir lo que Dios ha hecho por su alma. Como dijo el recién curado ciego de nacimiento (Jua 9:25): «Una cosa sé, que yo era ciego y ahora veo».

3. El discurso que Santiago pronunció ante el sínodo, «cuando ellos callaron» (v. Hch 15:13) y después de despertar modestamente la atención de los reunidos. (Nos apartamos enteramente de M. Henry hasta el v. Hch 15:22. Nota del traductor.)

(A) Se refiere primero a lo dicho por Pedro, a quien llama (lit.) Simeón, pues ése era, en realidad, su nombre hebreo. Confirma lo dicho por Pedro acerca de la voluntad de Dios con respecto a la salvación de los gentiles por medio de la fe, de forma que también ellos fuesen «pueblo de Jehová» (comp. con 2Pe 2:9 y 2Pe 2:10).

(B) Para dar más fuerza a lo dicho por Pedro, de forma que los de extracción judía no viesen en este asunto algo contra lo profetizado en el Antiguo Testamento, cita de Amó 9:11, Amó 9:12 dentro de un contexto en que Amós se refiere a la restauración de la dinastía davídica en el reino mesiánico futuro. Por eso (comp. con Hch 2:16), no dice que aquí se haya cumplido tal profecía, sino que (v. Hch 15:15) «con esto concuerdan las palabras de los profetas». Dice Trenchard: «¿Cómo se prestaba la cita de tal profecía como confirmación de que Dios había abierto la puerta de la Iglesia a los gentiles en igualdad de condiciones con los judíos y que sobre aquéllos no se había de imponer el yugo de la Ley? Se destaca, desde luego, la intención divina de bendecir a los gentiles que invocaran Su Nombre, pero según el contexto original ésa se lleva a cabo por medio de la bendición de Israel y el levantamiento de la Casa de David».

(C) Con estos «considerandos» por delante, vienen los «resultandos» que Santiago, como presidente del Sínodo y pastor de la iglesia de Jerusalén, expone. Ryrie alude al «claro veredicto de Jacobo», con toda razón, pues el verbo griego (kríno) que Lucas usa aquí, muestra a las claras que no se trata de una mera «opinión» (según opina M. Henry), ni aun una «recomendación» (como la apellida Trenchard), sino como un veredicto judicial autorizado, aunque en representación de la comunidad y bajo la guía y conducción del Espíritu Santo. Téngase en cuenta que el versículo Hch 15:19 tiene enorme importancia para refutar la idea catolicorromana de que el apóstol Pedro era el pastor de la iglesia de Jerusalén antes de marchar a Roma para establecer allí la «dinastía papal». ¿Dónde estaba el «papa» de Roma cuando Pablo escribió su Carta a los romanos? ¿Se habría interferido Pablo en asuntos ajenos? ¿Y qué decir de los saludos de Rom 16:1-27, sin nombrar siquiera al llamado «Sumo Pontífice»?

(D) Santiago decide que «no se inquiete (es decir, que no se obligue a observar la Ley) a los que de entre los gentiles se convierten a Dios», dando así por supuesto que son salvos por la fe, sin las obras de la Ley (Rom 3:28). Pero, a continuación (vv. Hch 15:20, Hch 15:21), trata de un problema práctico. Ahora sí se trata de una recomendación, y es acerca de ciertos aspectos de la Ley, especialmente repugnantes para los judíos observantes, en beneficio de quienes ¡como de hermanos más débiles!, los gentiles «fuertes» debían abstenerse de lo que se detalla a continuación (comp. con Ro. todo el cap. Rom 14:1-23 y parte del Rom 15:1-33 y 1 Co. todo el cap. 1Co 8:1-13). No se trata de un compromiso, ni de una imposición duradera, sino de una actitud de amor como en un compás de espera. En efecto, ninguno de los cuatro puntos es de suyo pecaminoso para el creyente cristiano: (a) Las contaminaciones de los ídolos se refieren a los manjares ofrecidos en sacrificio a los ídolos. Como dirá Pablo (Rom 14:14, comparado con 1Co 8:7-13), ningún manjar es inmundo en sí mismo, pero es nocivo para el que lo come sin seguridad de conciencia; por lo cual, el hermano fuerte debe abstenerse de ese manjar por amor al hermano débil que esté presente y pueda escandalizarse de ello. (b) La fornicación (gr. porneia) no es aquí el pecado sexual que suele conocerse por ese nombre (¡eso nunca es lícito!), por lo que no era necesario nombrarle entre las cosas que se recomendaba no practicar, sino, con toda probabilidad, las uniones matrimoniales con parientes en grado prohibido por la ley mosaica (Lev 18:1-30). Véase el comentario a Mat 5:32; Mat 19:9, donde ocurre el mismo vocablo y, con la mayor probabilidad, en el mismo sentido que aquí. (c) Lo estrangulado, porque no se le había sacado la sangre «en la cual está la vida» (Lev 17:11) y (d) con mayor razón, comer la sangre. Un motivo más, agrega Santiago (v. Hch 15:21), para abstenerse de estas cosas era la lectura, cada sábado, en todas las sinagogas, de la ley mosaica, por lo que los creyentes judíos conocían bien estas prohibiciones desde su niñez. Por tanto, no hay que ser severos en criticarles si les cuesta mucho apartarse de repente de estos preceptos de la ley, observados por sus mayores durante muchos siglos. Déseles tiempo y, mientras tanto, úsese de moderación por amor a estos hermanos en Cristo. Santiago trata así, con este espíritu de santa conciliación, de satisfacer a ambas partes y no provocar a ninguna.

Hechos 15:6 explicación
Hechos 15:6 reflexión para meditar
Hechos 15:6 resumen corto para entender
Hechos 15:6 explicación teológica para estudiar
Hechos 15:6 resumen para niños
Hechos 15:6 interpretación bíblica del texto

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí