Hechos 18:24 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El texto sagrado deja aquí a Pablo con sus viajes y viene ahora al encuentro de Apolos en Éfeso.

1. Tenemos primero una descripción de su carácter: (A) Era judío, aunque nacido en Alejandría de Egipto (v. Hch 18:24). (B) Estaba muy bien equipado para el ministerio de la Palabra (v. Hch 18:24): «varón elocuente, poderoso (es decir, muy versado) en las Escrituras». El vocablo griego indica que no sólo conocía bien las Escrituras, sino que las exponía con poder persuasivo. (C) «Había sido instruido en el camino del Señor» (v. Hch 18:25); es decir, conocía los conceptos generales del Evangelio y los principios fundamentales del cristianismo. Los que han de enseñar a otros deben primero ser instruidos en la Palabra de Dios como camino de salvación, no sólo para saber hablar de Cristo, sino también cómo andar en Cristo. Esto lo hacía Apolos (o Apolo, abreviatura de Apolonio) siendo de espíritu fervoroso … (D) «aunque solamente conocía el bautismo de Juan». Esto quiere decir que sabía cómo preparar el camino del Señor, más bien que el camino mismo de Cristo. Había sido bautizado con el bautismo de Juan, pero no con el bautismo del Espíritu Santo. Su predicación era, pues, exacta y fervorosa, pero incompleta. (E) No sólo tenía una buena cabeza, sino también un corazón valiente (v. Hch 18:26): «Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga, como quien tiene plena confianza en Dios y no teme en modo alguno a los hombres».

2. El ministerio de Priscila y Aquila para perfeccionar los conocimientos de este hombre (v. Hch 18:26): «Cuando le oyeron», le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios». Ya vimos (vv. Hch 18:18, Hch 18:19) que Pablo llegó a Éfeso con Priscila y Aquila, por lo que éstos tendrían ya allí una nueva residencia, y es a ésta, a su casa, adonde probablemente invitarían a Apolos para enseñar al ya bien versado predicador. Por ambas partes podemos aprender los creyentes dos grandes lecciones que muy raras veces se observan en el pueblo de Dios: (A) Corregir con humildad y amor a los que están equivocados, pero no en presencia de otros, sino tomándolos aparte. Por desgracia, suele hacerse lo contrario: criticarlos en presencia de todos o censurarlos a espaldas de ellos. (B) Tomar con la misma humildad y afecto agradecido la corrección. El creyente (y el ministro de Dios) que desee aprender, ha de estar dispuesto a ser enseñado, lo mismo que a ser corregido. Por fortuna, en el caso que nos ocupa, se observaron las normas que deberían observarse en todos los casos. No leemos que Aquila hablase en la sinagoga, pero dio a Apolos material adecuado para que luego él lo revistiera con palabras aceptables. Apolos era varón elocuente, poderoso en las Escrituras (v. Hch 18:24), pero no se tuvo a menos de ser enseñado por trabajadores manuales.

3. Vemos enseguida el progreso que hizo en el servicio a la iglesia de Corinto. Pablo había puesto los fundamentos de aquella congregación. Muchos habían sido convertidos al Evangelio y necesitaban ser consolidados en la fe. Ahora que Pablo se había marchado de allí, era la oportunidad de Apolos para ejercitar el don que poseía, perfeccionado ahora con la enseñanza que Priscila y Aquila le habían impartido. Al estar él dispuesto a pasar a Acaya (v. Hch 18:27), los hermanos le animaron, etc. Aunque los de Éfeso se quedaban sin los provechosos servicios de Apolos (y Pablo se había marchado), no tuvieron envidia de los de Acaya, sino que, por el contrario, mostraron su interés en recomendarles a Apolos: «escribieron a los discípulos que le recibiesen». A continuación se nos dice que «fue de gran provecho a los que por medio de la gracia habían creído», por donde vemos que, no sólo somos salvos de gracia mediante la fe (Efe 2:8), sino también que somos justificados por fe mediante la gracia, al ser así todo el proceso de la salvación un don de Dios, lo cual (volvemos a repetir una vez más) no suprime, sino que exige, nuestra cooperación. El versículo Hch 18:28 da a entender que el provecho que los creyentes obtenían de su predicación se debía (por lo menos, en gran parte) a que «vigorosamente refutaba en público a los judíos, demostrando por medio de las Escrituras que Jesús era el Cristo, es decir, el Mesías». Se esforzaba, pues, en su ministerio y lo hacía a gusto de todos. Si los judíos hubiesen estado dispuestos a creer, habrían visto que la ley misma y los profetas les enseñaban lo mismo que Apolos les decía. El método que observaba para refutar a los judíos era basarse en las Escrituras. Los ministros de Dios han de ser competentes, no sólo para predicar la verdad, sino para demostrarla con base en la Palabra.

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