Hechos 19:8 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Como siempre, Pablo entra en la sinagoga (v. Hch 19:8) antes de predicar en cualquier otro lugar. Su tema era el reino de Dios (v. Hch 19:8), lo cual demuestra que no se limitó ahora a explicar lo fundamental de la fe cristiana, sino que extendió su predicación a lo que las profecías del Antiguo Testamento habían anunciado acerca del reino mesiánico. Pablo discutía, es decir, argumentaba, daba razones, a fin de que, no sólo creyesen, sino que viesen también los motivos para creer; y persuadía, trataba de convencer con amor y entusiasmo. Así lo hizo por espacio de tres meses, lo que daba a sus oyentes suficiente tiempo para reflexionar. En cuanto al éxito de su labor, se insinúa (no se dice) que algunos creyeron, pues (v. Hch 19:9) algunos se endurecían y se volvían desobedientes (es decir, no se dejaban persuadir, según indica el verbo griego), hablando mal del Camino (epíteto frecuente en Hechos para designar al cristianismo). Al no dejarse persuadir, se endurecían en sus prejuicios contra la fe cristiana y hacían todo lo posible para que los demás siguiesen también resistiendo al Espíritu Santo.

2. Por fin, Pablo se apartó de ellos (v. Hch 19:9) y separó también a los discípulos para librarlos así de la ponzoña que las lenguas de aquellos maldicientes destilaban. Salió de la sinagoga, pero no salió de su oficio de enseñar, pues trasladó su cátedra a la escuela de un tal Tiranno. Por el testimonio de varios MSS, sabemos que enseñaba allí desde la hora quinta hasta la décima, es decir, desde las once de la mañana hasta las cuatro de la tarde, pues la escuela solía estar ocupada desde las primeras horas de la mañana hasta las once cuando los alumnos de Tiranno se marchaban a comer. Pablo, por su parte, emplearía en su oficio manual las primeras horas de la mañana. Esta escuela tenía más ventajas que la sinagoga, pues en ella Pablo podía predicar y discutir, no sólo los sábados, sino también los demás días de la semana y, además, a ella podían acudir lo mismo gentiles que judíos. Así continuó por dos años (v. Hch 19:10. En total, tres años, según Hch 20:31), de forma que el Evangelio pudo ser escuchado por todos los que habitaban en Asia proconsular. La céntrica situación de Éfeso favorecía esta difusión de la Palabra de Dios.

3. Dios confirmaba con milagros extraordinarios (v. Hch 19:11) la predicación de Pablo. Estos milagros no eran meros portentos con que asombrar a los oyentes, sino prodigios curativos, ya que por manos de Pablo, Dios (v. Hch 19:12) hacía curaciones extraordinarias y expulsaba espíritus malos. Más aún, muchos se curaban con sólo aplicarles pañuelos y delantales que habían estado en contacto con la piel de su cuerpo (NVI), con lo que, como en el caso de Pedro (Hch 5:15), los discípulos hacían mayores cosas que el Maestro (Jua 14:12), pues Jesús había curado a una mujer que tocó la orla de su manto (Mat 9:20 y paral.) llevándolo puesto, pero ahora los pañuelos y delantales de Pablo curaban sin que los llevase puestos.

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