Hechos 24:22 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Prórroga del proceso (v. Hch 24:22): «Entonces Félix, oídas estas cosas estando mejor informado de este Camino, les dio largas, diciendo: Cuando descienda el tribuno Lisias, decidiré vuestro asunto». Durante sus años como gobernador, Félix había aprendido muchas cosas acerca de los judíos y del judaísmo, pero, con la intervención de Pablo, se había dado cuenta de que la diferencia entre el cristianismo de Pablo y el judaísmo de Pablo estribaba en cuestiones religiosas y de que en nada afectaba a los asuntos de la administración romana. Halló, pues, una disculpa en la necesidad de oírles a todos en presencia de Lisias o después de oír a éste. En realidad, no deseaba ofender a los miembros del Sanedrín, pero tampoco quiso soltar a Pablo a pesar de percatarse de su inocencia. ¿Qué podía esperarse de un juez que ni temía a Dios ni tenía consideración a los hombres?

2. Optó, pues, por detener en prisión a Pablo, al pensar además que un hombre de tantas dotes como Pablo debía de tener muchos amigos y por eso, quizá podría beneficiarse él mismo de esta situación (v. el v Hch 24:26). Así se explica su orden al centurión (v. Hch 24:23) de que, no sólo se le concediese a Pablo alguna libertad, sino también que no impidiese a ninguno de los suyos servirle o venir a él. Una prisión que no sea incómoda puede convertirse, de alguna manera, en la propia casa de uno cuando los amigos y familiares tienen libre acceso a la cárcel.

3. Nos pueden extrañar las frecuentes conversaciones (v. Hch 24:26) de Félix con Pablo, pero, además de la esperanza de sacarle dinero que se nos menciona en este mismo versículo, Drusila, la mujer con quien vivía en concubinato, era hija de Agripa I; por tanto, bisnieta de Herodes el Grande y hermana de Agripa II y de Berenice. Había nacido el año 38, poco después de la conversión de Pablo. El proceso actual de Pablo se lleva a cabo, con la mayor probabilidad, en el año 57. Así que Drusila tiene escasos 19 años y ya ha sido arrebatada por Félix y, por llevar sangre judía, estaría interesada en conocer lo que predicaba este judío, aunque tenido como «hereje» por el Sanedrín.

4. A esta pareja les va a explicar Pablo el Evangelio de Cristo, que no sólo contenía la fe en el Resucitado, sino también la justicia, el dominio propio (con el énfasis en la castidad conyugal) y el juicio venidero (comp. con Hch 17:30, Hch 17:31). Podemos explicarnos el terror de Félix (v. Hch 24:25) ante estas enseñanzas que tan de cerca le atañían. Dice Leal: «La reacción del procurador fue la del que tiene mala conciencia; siente miedo y no quiere que sigan exponiéndole la verdad. El desorden de la vida le hace rechazar la luz (cf. Jua 1:5; Jua 3:20)». El terror de Félix ¡el gobernador!, contrasta con la valentía de Pablo ¡el preso! ¿Por qué? Porque: (A) Pablo, en su predicación, no tenía acepción de personas, como tampoco la tiene la Palabra de Dios; (B) en sus mensajes, Pablo quería llegar al fondo del corazón de sus oyentes a fin de convencerles de pecado y prepararles para recibir la salvación; (C) Pablo prefería servir a Cristo y hacer bien a las almas, antes que mirar por su propia seguridad personal; (D) Pablo estaba dispuesto a correr todos los riesgos en su labor, aun cuando fuesen mínimas las probabilidades de sacar algún fruto, como en este caso. Félix y Drusila eran pecadores endurecidos; sin embargo, Pablo no deja, por eso, de anunciarles el Evangelio. El atalaya de Cristo ha de dar el aviso; aunque no le escuchen, habrá salvado su responsabilidad. Nótese el poder de la Palabra de Dios: o consuela o aterra; o salva o endurece a los oyentes, pero nunca deja indiferentes a los que la oyen. Nadie queda «igual que antes», después de oír una clara exposición del Evangelio.

5. La forma en que Félix despidió al predicador (v. Hch 24:25): «Vete por ahora; pero cuando tenga oportunidad te llamaré». Se contentó con un «temblor», al temer ante las consecuencias del pecado, pero sin llegar a arrepentirse del pecado mismo. No quiso luchar contra su convicción, por lo que se quedó en su corrupción. Como un deudor apenado, pide demora para pagar: «… cuando tenga oportunidad» (comp. con Hch 17:32). Esa «oportunidad», por lo que sabemos, no llegó jamás. ¿Hay mejor oportunidad que cuando se siente el fuego de la verdad para batir en caliente el corazón? Una vez que se deja pasar la oportunidad, la convicción se enfría y el temor disminuye hasta desaparecer por completo. En lo que atañe a la salvación, toda demora es sumamente peligrosa. ¡Cuántos se han despeñado en la condenación eterna por dejar para otra oportunidad la resolución de aceptar a Cristo y romper con el pecado!

6. Triste final de este capítulo (v. Hch 24:27). «Al cabo de dos años (y llegamos al 59 o al 60 de nuestra era), recibió Félix por sucesor a Porcio Festo». Como sabemos por la historia, Félix fue destituido de su cargo ante las fuertes acusaciones que los judíos presentaron contra él. Así se explica mejor que dejase a Pablo en prisión, queriendo congraciarse con los judíos (comp. con Hch 25:9). Es frecuente el caso en que un inocente es sacrificado en aras de la reconciliación entre jurados enemigos. El día en que Cristo fue crucificado, Herodes y Pilato se volvieron amigos. Vergonzosa fue, pues, la salida de Félix de su cargo de procurador romano. No logró alcanzar la amistad de los judíos, como sabemos por la historia. Por otra parte, de Pablo no sacó el oro y la plata que codiciaba, pues Pablo no tenía oro ni plata, y rechazó lo que podía Pablo proporcionarle, que era mucho más valioso que la plata y el oro. Así suele pagar el diablo a los que le sirven (comp. con Rom 6:23).

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