Estudio Bíblico | Explicación de Hechos 27:12 | Comentario Bíblico Online
1. Se hacen de nuevo a la mar (v. Hch 27:12) por voto de la mayoría, ya que la brisa del sur (v. Hch 27:13) auguraba un próspero viaje para llegar, al menos, a Fénice (o Fénix), puerto de Creta donde podrían invernar (v. Hch 27:12). Sin embargo, pronto vieron frustradas sus esperanzas, pues de pronto les acometió un viento huracanado (v. Hch 27:14) llamado Euraquilón (del latín Euro, viento del este, y Aquilón, viento del norte). Era, pues, un viento nordeste.
2. Comienza la tempestad (v. Hch 27:15.). De tal manera era la nave juguete del huracán, que tuvieron que dejarse llevar por él a la deriva (vv. Hch 27:15-17). Costearon (v. Hch 27:16) un islote llamado Cauda (mejor que «Clauda») y tuvieron que hacer subir a bordo (v. Hch 27:17) el esquife, especie de chalupa de madera, que servía de salvavidas y entonces se remolcaba detrás de la nave; las olas lo empujaban en todas direcciones, con peligro de estrellarlo contra la propia nave. Los comentaristas hacen notar la forma vívida y detallada con que nos refiere Lucas todas las peripecias de aquel viaje y que debieron de quedársele bien grabadas en la memoria.
3. La cosa se puso tan seria que los marineros no tuvieron más remedio que reforzar la nave (v. Hch 27:17) y pasar por debajo grandes maromas con que la ciñeron y, después de arriar las velas, que sólo les servían de estorbo, navegar a la deriva, esto es, dejándose llevar del viento. Al huracán se unió, al día siguiente (v. Hch 27:18), una furiosa tempestad, viéndose obligados a aligerar la nave, y echar por la borda parte del cargamento. Véase por aquí de qué sirven las riquezas de este mundo; puede llegar el momento en que resulten una carga demasiado pesada, no sólo para llevarla, sino hasta para hundirnos con ella. Pero tal es la necedad de los mundanos que, aun llegando a ser tan pródigos para deshacerse de sus bienes cuando son un peligro para su vida temporal, no los usan como deberían, sino que abusan de ellos con gran peligro de su alma. Finalmente (v. Hch 27:20), como la tempestad no cedía después de muchos días, ya se fue perdiendo toda esperanza de salvarnos. No es difícil imaginarse la situación: Muchos días de ser zarandeados por las olas; es probable que muchos de ellos se hallasen mareados, así como debilitados por la falta de alimentación (aunque todavía tenían provisiones, v. Hch 27:38), por lo que no ha de extrañarnos que llegasen a desesperar de salvarse de una muerte segura.
