Hechos 9:10 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Dios había comenzado en Saulo una buena obra y no la iba a dejar sin completar.

I. Jesús (comp. con el v. Hch 9:17) ordena a Ananías que vaya a ver a Saulo y a imponerle las manos. Era este Ananías un discípulo que residía entonces en Damasco (v. Hch 9:10), no de los deportados allá desde Jerusalén, sino nativo del país, pues leemos (Hch 22:12) que era varón piadoso según la ley y tenía buen testimonio de todos los judíos que allí habitaban. Que era de raza judía lo denota su propio nombre. El Señor le llama por su nombre (v. Hch 9:10). A semejanza de los profetas del Antiguo Testamento, él contesta: «Heme aquí, Señor» (comp. 1Sa 3:4, 1Sa 3:10). «Ve, le dice Jesús, a la calle que se llama Recta y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso» (v. Hch 9:11). Cristo sabe muy bien dónde se encuentran los suyos, en cualquier condición en que estén. Tenemos en el cielo un amigo que sabe en qué calle vivimos, en qué casa y, lo que es más importante, cuál es nuestro nombre y nuestro estado.

II. Dos razones se le dan a Ananías para que vaya:

1. Porque Saulo está orando (v. Hch 9:11) y la llegada de Ananías a él será la contestación a su oración. Esta era la razón por la que (A) Ananías no debía tener miedo de él (vv. Hch 9:13, Hch 9:14). No hay duda, viene a decirle Jesús, de que es un convertido de veras, porque, mira, está orando. Ese «mira» indica la certeza del hecho, lo mismo que el asombro mismo por el hecho. Pero, ¿tan extraño era que Saulo orase? ¿No era fariseo? Sí, pero ahora comenzaba a orar de modo muy diferente; antes recitaba sus oraciones; ahora las oraba. Un cristiano espiritualmente vivo sin oración es tan imposible como un hombre naturalmente vivo sin aliento: si no hay aliento, no hay vida; si no hay oración, no hay gracia. (B) Ananías debe ir allá a toda prisa. No hay tiempo que perder, porque está orando. Estaba bajo convicción de pecado, la cual habría de conducirnos a orar. Estaba también bajo aflicción corporal, ciego y enfermo. Cristo le había prometido que alguien le daría más instrucciones sobre lo que había de hacer (v. Hch 9:6) y ora para que le sea enviado quien le instruya. Hemos de orar para que Dios nos cumpla lo que nos ha prometido, aun cuando sea seguro que lo cumplirá, pues no se lo pedimos por temer que no lo haga, sino para estimularnos a nosotros mismos a desearlo y poseerlo.

2. Porque ha visto en visión a uno que venía hacia él; así que la venida de Ananías debe dar cumplimiento a dicha visión, pues ésta procedía de Dios (v. Hch 9:12): «Ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista». Esta segunda visión que Saulo tiene puede ser considerada: (A) Como respuesta inmediata a su oración y para mantenerle así en comunión con Dios. (B) Como medio para animar su expectación y hacer que la visita de Ananías le resulte más familiar. Véase cuán grande cosa es juntar al paciente y al médico, pues aquí tenemos dos visiones a este efecto.

III. Ananías pone objeciones a esta visita.

1. Alega que este Saulo era un notorio perseguidor de los discípulos de Cristo (vv. Hch 9:13, Hch 9:14): «Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén». No había ninguna otra persona a la que se le tuviese tanto miedo como a Saulo. Y precisamente su visita a Damasco ahora tenía por objeto perseguir a los cristianos. «Y aquí (v. Hch 9:14), añade Ananías, tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre». Dice Trenchard: «Al recibir el mandato de acudir a Saulo, que ya oraba, expuso lo que sabía de tal hombre y de la naturaleza de la misión que le había llevado a Damasco, y usa de una franqueza que nos recuerda la de Abraham al conversar con su Señor (Gén 18:23-33); pero no es una franqueza impertinente, sino la de un discípulo de limpio corazón y conciencia, acostumbrado a exponerlo todo delante del Maestro».

2. Cristo responde a la objeción de Ananías (vv. Hch 9:15, Hch 9:16): «Ve, le dice Jesús, porque instrumento escogido (lit. vaso de elección; comp. con 2Co 4:7) me es éste»; así que no tienes por qué temerle, pues lo he escogido (A) para eminentes servicios: «para llevar mi nombre, como un abanderado, en presencia de los gentiles (había de ser apóstol de los gentiles), de reyes, del rey Agripa y del propio César, y de los hijos de Israel»; (B) para eminentes sufrimientos (v. Hch 9:16): «porque yo le mostraré cuánto es menester que padezca por mi nombre». El que había sido perseguidor, será perseguido. Los que llevan el nombre de Jesús han de esperar también llevar la cruz por su nombre; y los que más hacen por Cristo son llamados con frecuencia a sufrir más por Él. Es como decirle a un soldado de ánimo atrevido y valiente que va a entrar en acción sin tardar mucho. No es con ánimo de desalentarle por lo que se le dice cuán grandes cosas ha de sufrir por el nombre de Jesús.

IV. Ananías cumple la misión que le ha encomendado el Señor, pues ya no tiene nada que objetar.

1. Lleva a Saulo el mensaje que se le ha comunicado (v. Hch 9:17). (A) «Entró en la casa y le impuso las manos.» Saulo había venido para ponerles encima a los discípulos de Damasco unas manos llenas de violencia, pero ahora un discípulo le pone encima a él unas manos llenas de gracia y curación. (B) Le llama hermano. Su disposición a reconocerle como hermano insinuaba que Dios estaba presto a tenerle por hijo. Con la imposición de manos, Ananías se identificaba con el que horas antes venía como su perseguidor. (C) Le declara la comisión que el Señor le ha encomendado (v. Hch 9:17): «El Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado». La mano que hiere, cura también. «Su luz te dejó ciego viene a decirle, pero Él me ha enviado para que recobres la vista». No hay que aplicar corrosivos, sino lenitivos. (D) Le asegura que no sólo recobrará la vista, sino que también será lleno del Espíritu Santo.

2. Ananías vio el buen resultado de su misión. (A) En el favor que Cristo dispensó a Saulo. Con las palabras de Ananías, salió de su confinamiento al recobrar la vista (v. Hch 9:18): «Y al momento cayeron de sus ojos como escamas». La curación fue súbita, para mostrar que era milagrosa, significando además que salía de la ceguera espiritual de su condición farisaica, abiertos los ojos por la gracia, y de la oscuridad de sus temores actuales. Cayeron de sus ojos las nubes y brilló en su alma el Sol de justicia, y trajo curación en sus alas. (B) En la sumisión de Saulo a Cristo (v. Hch 9:18): «se levantó y fue bautizado», con lo que se sometió visiblemente al gobierno de Cristo, poniéndose enteramente en manos de la gracia de Dios. Saulo es ahora un discípulo de Jesús de Nazaret; no sólo cesa de oponerse a Él, sino que se dedica enteramente a su servicio.

V. La buena obra que ha sido comenzada en Saulo avanza de manera admirable.

1. Recibe fuerza corporal (v. Hch 9:19). Había ayunado por tres días, lo que le había debilitado notablemente; pero, habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. El Señor es para el cuerpo y, por tanto, hay que cuidarlo debidamente a fin de que sirva al alma lo mejor posible en el servicio de Dios.

2. Se asocia con los discípulos que había en Damasco. Antes de llegar allá, respiraba amenazas y muerte contra ellos, pero ahora respira amor y afecto hacia ellos. Los que toman a Dios por Padre, toman a sus hijos por hermanos. Así hacía pública profesión de su fe cristiana y se declaraba abiertamente discípulo de Cristo.

3. «Y enseguida se puso a predicar a Cristo en las sinagogas» (v. Hch 9:20). Estaba tan lleno de Cristo que el Espíritu le constreñía a predicarlo a otros. Y lo predicaba en las sinagogas de los judíos. Allí es donde predicaban contra Cristo y castigaban a los discípulos de Cristo. Allí es donde ahora Saulo confronta a los enemigos de Jesús de Nazaret, en el lugar donde más se le odiaba, se le atacaba y se le perseguía. Desde el momento en que Saulo comenzó a ser predicador del Evangelio, ya no quiso predicar otra cosa, sino a Cristo, y éste crucificado (y resucitado), «diciendo que éste era el Hijo de Dios» (v. Hch 9:20), titulo mesiánico, como se ve por la sinonimia con el «Cristo» (el Mesías) del versículo Hch 9:22.

4. Vemos también el efecto que su predicación hacía en quienes le oían (v. Hch 9:21): «estaban atónitos y decían: ¿No es éste el que perseguía (lit. destruía) en Jerusalén a los que invocaban este nombre? ¿No había venido acá a eso, para arrestarlos y llevarlos presos ante los principales sacerdotes? ¿Quién podía pensar entonces que había de predicar jamás a Cristo como lo hace?» Este milagro llevado a cabo en la mente de este hombre superaba con mucho a todos los milagros en los cuerpos humanos; y darle a este hombre un corazón nuevo de tal clase era mucho más que darles a los hombres el hablar en otras lenguas.

5. Conforme se familiarizaba más y más con el Evangelio de Cristo, Saulo (v. Hch 9:22) mucho más se llenaba de poder y confundía a los judíos que moraban en Damasco; se volvía más valiente y resuelto en la defensa del Evangelio, sin temor a las sospechas de muchos cristianos que tardarían en convencerse de que era un convertido sincero, ni a las amenazas de los judíos inconversos que le tenían por un renegado, más furiosos todavía por cuanto Saulo era un polemista de primer orden. Se ve que muchos fueron convertidos por la predicación de Saulo, pues en el versículo Hch 9:25 se nos habla de «sus discípulos» (lit.), lo que demuestra, como dice Trenchard, «que algunos le consideraban ya como su padre espiritual».

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