Isaías 44:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Dos grandes verdades se hallan en estos versículos:

1. Que el pueblo de Dios es un pueblo dichoso, especialmente a causa del pacto que Dios ha hecho con ellos. Tres cosas hacen que su dicha sea completa:

(A) Sus pactadas relaciones con Dios (vv. Isa 44:1, Isa 44:2). Israel es llamado aquí Yeshurún, que significa «el recto», pues sólo son de verdad israelitas, como Natanael, aquellos en quienes no hay dolo. Jacob e Israel habían sido presentados al final del capítulo anterior como prevaricadores y expuestos al anatema de Dios, pero el presente capítulo se abre con un vau adversativo, cuya mejor traducción sería: «Con todo, ahora, etc.»; de nuevo se intercala así la misericordia dentro de la ira: «Con todo, ahora, escucha Jacob, siervo mío, y tú, Israel, a quien yo escogí; es decir, a pesar de todo, vamos a ser amigos de nuevo tú y yo». Esto es lo que da a entender en Heb 8:12, cuando dice: «Seré propicio a sus injusticias». Ahora bien, las relaciones pactadas con Dios son muy alentadoras: (a) Son sus siervos. (b) Son sus escogidos, y Él se atendrá a la elección que hizo de ellos; a los que ha escogido los guarda bajo especial protección. (c) Son sus criaturas: Él es su Hacedor y Él los formó (comp. con vv. Isa 44:21, Isa 44:24 y Isa 43:1, Isa 43:7) y, por tanto, les ayudará a cumplir los objetivos para los cuales los formó.

(B) Las bendiciones pactadas que Dios ha puesto en seguro para ellos y para sus familias (vv. Isa 44:3, Isa 44:4). (a) Los que son conscientes de sus necesidades espirituales y de la insuficiencia de las criaturas para satisfacerlas, tendrán abundante satisfacción en Dios: «Yo derramaré aguas sobre el sequedal, etc.». (b) Los que son estériles como la tierra seca, serán regados con la gracia de Dios. (c) El agua que Dios derramará sobre ellos es Su Espíritu (Jua 7:39, comp. con Joe 2:28-32 y Hch 2:17.). (d) Habrá un extraordinario aumento de convertidos al verdadero Dios, no sólo entre los judíos, sino también entre los no judíos, como se ve por el versículo Isa 44:5.

(C) Llegará un día en que un número creciente de no judíos (v. Isa 44:5) se adherirán alegremente al pacto que Dios hizo con Israel. También éstos serán descendientes espirituales de Abraham (v. Rom 4:16-24). Muchos de los que estaban lejos se acercarán y proclamarán su adhesión, en fe y obediencia, a Jehová y se tendrán por israelitas. Dice Slotki: «El nombre israelita será todosuficiente. Representará para él el nombre más honrado y dignificado, que sobrepasa con mucho a todos los demás títulos». Serán invitados a ello por la gloriosa manifestación de Dios a Su pueblo (v. Zac 8:23); y, con gran amor a Jacob, al pueblo de Dios, estarán dispuestos a seguir la suerte de los israelitas bajo toda clase de condiciones. Lo harán solemnemente, suscribiéndolo de su puño y letra (comp. con Neh 9:38). Cuanto más explícitos seamos en nuestro pacto con Dios, mejor (comp. con Éxo 24:7, aunque la sinceridad de los que así hablaban dejó mucho que desear).

2. Que, así como el pueblo de Dios es un pueblo dichoso, así también el Dios de ese pueblo es un gran Dios, el único verdadero Dios (vv. Isa 44:6-8). Esto ha de proporcionar abundante satisfacción a todos los que confían en Él. El Dios en quien confiamos es un Dios de incontestable soberanía y de irresistible poder: Es Jehová, el autoexistente y autosuficiente; es Jehová de las huestes, de los ejércitos celestes y de los ejércitos de Israel; es el Rey de Israel y su Redentor; y quienes toman a Dios por Rey, lo tendrán por Redentor. Es el Dios eterno, antes de todo tiempo y después de todo tiempo, desde siempre y para siempre. Si no hubiese un Dios para crear, nada habría existido. Sólo Él es Dios (v. Isa 44:6, al final): «Y fuera de mí no hay Dios». No hay otro Dios que Jehová. Es todosuficiente y, por tanto, no se necesita ningún otro. Su pueblo no había menester de esperar en ningún otro dios. Los que gozan de la luz del sol, no necesitan la luna ni las estrellas, ni la luz del fuego que puedan encender. Por eso, tampoco necesitaban tener miedo de ningún otro dios. Ningún otro fuera de Él (v. Isa 44:7) podía predecir lo venidero, como lo hizo Jehová, por medio de Su profeta, al anunciar en esta profecía lo que había de suceder más de 200 años después.

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