Isaías 45:11 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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A los que del pueblo de Dios acataron la voluntad de Dios y esperaron pacientemente el tiempo de su liberación, se les asegura aquí que no esperan en vano.

1. Se les invita a inquirir acerca del resultado final de sus aflicciones (v. Isa 45:11) «Preguntadme de las cosas por venir. Recurrid a los profetas y ved qué dicen. Preguntad a los centinelas: ¿Qué hay de la noche?» No debemos pleitear, por medio de quejas importunas, con nuestro Hacedor, pero sí podemos luchar con Él por medio de una oración fiel y ferviente. Véase el poder de la oración y su fuerza que prevalece con Dios: «Tú clamarás y yo te diré: Aquí estoy, ¿qué quieres que te haga?» Sin embargo nota del traductor , son muchos los autores (y las versiones) que entienden el versículo Isa 45:11 en forma interrogativa: «¿Vais a pedirme cuentas de mis hijos, o dictarme lo que han de hacer mis manos?» (versión de Moriarty, y alternativa de Slotki).

2. Se les anima a depender del poder de Dios cuando estén abatidos y se sientan totalmente incapaces de ayudarse a sí mismos (v. Isa 45:12). Su ayuda está en el nombre y en las manos del Dios que creó el cielo y la tierra.

3. En particular, se les dice lo que Dios iba a hacer por ellos, y esto había de conducirles a esperar un Redentor más glorioso, del cual Ciro era tipo.

(A) Les es proclamada la libertad (v. Isa 45:13). Ciro será el instrumento de Dios en esto: «Yo lo suscité (a Ciro) en justicia, es decir, para mi propósito de salvar a mi pueblo, y enderezaré todos sus caminos, haré que todo le salga a pedir de boca». Dos cosas tiene que hacer Ciro por Dios: (a) Ordenar la reedificación de Jerusalén, la ciudad de Dios, que ahora está en ruinas; (b) ordenar la suelta de los deportados de Dios, pues, aun cuando ahora están en cautiverio, siguen siendo de Él. Ciro debe soltarlos sin exigir ningún rescate. Cristo fue ungido para hacer por todos nosotros, cautivos en el pecado, lo que Ciro hizo por los deportados en Babilonia: «Proclamar libertad a los cautivos» (Isa 61:1), en una esclavitud mucho peor que la de los judíos en Babilonia».

(B) Les es anunciada abundante provisión. Marcharon pobres, incapaces de pagar los gastos de su establecimiento; por eso, les es prometido que el trabajo de Egipto (v. Isa 45:14) y las mercancías de Etiopía y de otras naciones pasarán a ser de ellos. Así como no salieron de vacío del país de Egipto, tampoco saldrán de vacío del país de los caldeos. A quienes Cristo redime, también los enriquece. Cuando Dios levanta los ánimos para ir a la Sion celestial, también da seguridad de que podemos depender de Él para cubrir las expensas del viaje, pues todo el mundo es nuestro en la medida en que nos sirve para nuestro bien (v. 1Co 3:22).

(C) También tendrá abundancia de prosélitos (v. Isa 45:14): «Hombres de elevada estatura se pasarán a ti y serán tuyos; irán en pos de ti, pasarán encadenados; te harán reverencia y te suplicarán diciendo: Ciertamente en ti está Dios». Esto se cumplió en parte cuando muchos nativos se hicieron judíos (Est 8:17). Dirán: «Dejadnos ir con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros» (Zac 8:23). También se había de cumplir, en mayor escala, cuando los gentiles habían de obedecer al Evangelio con la palabra y con las obras (Rom 15:18).

4. Se les exhorta a que confíen en Dios aun antes de que se les manifieste. El profeta hace la siguiente reflexión (v. Isa 45:15): «Verdaderamente tú eres un Dios que te escondes». Se escondía al no manifestarse Su gloria ni Su poder para salvar a Su pueblo mientras éste permanecía en el cautiverio. La salvación de una persona es llevada a cabo de modo misterioso, oculto, mientras el Espíritu de Jehová de las huestes trabaja en el espíritu humano (Zac 4:6) por medio de instrumentos débiles e incompetentes por sí mismos, y por medio de circunstancias que parecen casuales, cuando son providenciales. Nuestro consuelo está en que, aunque Dios se esconda, estamos seguros de que es el Dios de Israel, que salva (v. Isa 45:15, al final; comp. con Job 35:14).

5. También se les asegura que sus enemigos, los idólatras que fabrican imágenes, quedarán confusos, avergonzados y cubiertos de oprobio todos juntos (v. Isa 45:16), mientras que Israel, el pueblo de Dios, nunca quedará avergonzado ni afrentado (v. Isa 45:17), sino que será salvo por Jehová con salvación eterna. Más allá de la liberación de Babilonia, deben mirar hacia aquella salvación eterna que sólo el Mesías podrá procurarles: «No sólo seréis libertados de la vergüenza y confusión eternas (Dan 12:2), que serán la porción de los idólatras, sino que tendréis honor y gloria eternas». Quienes quedan confundidos como penitentes por sus pecados, no serán confundidos como creyentes en la promesa y en el poder de Dios.

6. Quedan comprometidos a que se adhieran, para siempre, a Dios y a no abandonarle jamás. Que el Dios a quien servimos y en quien confiamos es el único Dios verdadero se manifiesta por las dos grandes luces que son la de la naturaleza y la de la revelación.

(A) Se echa de ver por la luz de la naturaleza; pues Dios creó el mundo y, por tanto, justamente demanda el homenaje de Sus criaturas (v. Isa 45:18): «Porque así dijo Jehová, que creó los cielos …, el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso …: Yo soy Jehová y no hay otro». Dios no creó la tierra en vano (para que fuera un caos como vierte Moriarty acertadamente), no la creó tohu, como dice el hebreo (comp. con Gén 1:2, además de muchos otros lugares de Isaías); la creó para que fuese habitada. La creó de tal manera que fuese morada adecuada para el hombre, para habitación, escenario y laboratorio. Dios no hace nada en vano, sin orden ni concierto, sino que todo lo hace con orden y con algún propósito. Si hay seres humanos que demuestran haber sido creados en vano, ello se debe únicamente a la culpa de ellos.

(B) Se echa también de ver por la luz de la revelación. Así como las obras de Dios prueban abundantemente que sólo Él es verdadero Dios, así también lo prueba sobradamente Su Palabra, con el descubrimiento que, por ella, nos ha hecho de Sí mismo, de Su mente y de Sus planes. Todo lo que Dios ha dicho está claro: «No hablé en secreto, en un lugar oscuro de la tierra» (v. Isa 45:19). Las deidades paganas proferían sus oráculos desde el fondo de fosos y cavernas, con voz grave y ahuecada y con expresiones ambiguas; los que tenían espíritus familiares (Isa 8:19) susurraban y bisbiseaban; pero Dios dio Su Ley desde la cima del monte Sinaí, con voz distinta, audible e inteligible. La visión estaba escrita en caracteres claros y grandes, de modo que pudiese ser leída incluso por los que pasaban corriendo. Si para algunos resulta oscura, a sí mismos deben echarse la culpa. Cristo apeló, para su propia defensa, a lo que Dios dice aquí: «Nada he hablado en oculto» (Jua 18:20, al final). Dios, en Su Palabra, invita a los hombres a buscarle y nunca se hace el sordo a las oraciones de ellos. Si alguna vez considera que no es conveniente para el mismo que ora darle la cosa concreta que es objeto de la oración, le da otra cosa más conveniente o le otorga tal gracia, consuelo y satisfacción que superan con mucho a lo que se le había pedido. Lo que decimos del invierno es verdad también de la oración: Nunca se pudre en el cielo.

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