Isaías 57:17 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos Dios continúa animando al contrito, mientras hace una seria advertencia al impenitente.

I. Aquí (vv. Isa 57:17-19) se muestra que la ira de Dios se debe a la iniquidad del pueblo. Pero Dios, en Su misericordia, quebrantará el corazón del pecador, para sanarle y consolarle.

1. Los justos reproches que el pueblo recibe por su pecado (v. Isa 57:17): «Por la iniquidad de su codicia me enojé y le herí». La codicia era un pecado que abundaba mucho. Los que no se dejaban llevar de la idolatría material a imágenes idolátricas, se entregaban a la idolatría espiritual, pues tal es la codicia, y hacían del dinero un dios (Col 3:5). Pero muchos de ellos, aun siendo codiciosos, eran pródigos y derrochadores en el servicio de sus ídolos (v. Isa 57:6). Es difícil afirmar cuál de las dos cosas provocaba más a Dios, si su prodigalidad en servir a los ídolos, o su codicia en todo lo demás. Por estos pecados, Dios se enojó con Su pueblo, le hirió, le reprendió por medio de Sus profetas, le corrigió por medio de Su providencia y le castigó en aquellas mismas cosas de las que más codicioso estaba. Dios esconde Su rostro (v. Isa 57:17) mientras le castiga. Cuando estamos bajo la vara de Dios, podemos soportarla si Dios se nos manifiesta; pero si se esconde de nosotros, no nos envía profetas y no nos habla palabra de consuelo, no podemos hallarnos más miserables.

2. La obstinación e impenitencia de ellos bajo estos reproches (v. Isa 57:17): «y él siguió rebelde por el camino de su corazón, es decir, por el malvado camino que había escogido». Véase cuán insuficientes son, de suyo, las aflicciones para reformarnos, a no ser que la gracia de Dios actúe juntamente con ellas.

3. Pero, finalmente, triunfa la misericordia de Dios sobre los que todavía continuaron en su obstinación, pues a pesar de ver sus caminos (v. Isa 57:18), determina sanarlos, guiarlos y consolarlos. Tales son las riquezas de la misericordia divina, y tanto se alegra esa misericordia al triunfar sobre el juicio, que tenemos esta, al parecer, paradoja de viendo sus caminos malvados, determina sanarles. Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (Rom 5:20). Dios les da gracia, y entonces, no antes, les da paz. Es como si Dios dijese: «He visto sus caminos, que de suyo no se va a volver a mí; por tanto, yo mismo lo voy a volver».

(A) Dios le va a curar de su disposición viciosa y corrompida. No hay enfermedad espiritual tan inveterada que la gracia de Dios no pueda curar.

(B) Dios le va a guiar también. Él continúa rebelde, respirando maldad como Saulo, pero Dios le va a cambiar la mentalidad, guiándole por un camino mejor.

(C) Y entonces le restaurará aquellos consuelos a los que había él renunciado, y para cuyo retorno Dios lo ha preparado. Hubo primero una admirable reforma llevada a cabo en el corazón de los exiliados a Babilonia y, después, hubo una admirable redención llevada a cabo a favor de ellos.

II. Pero así como cuando el pueblo fue llevado a la cautividad algunos de ellos eran higos buenos, muy buenos, otros eran higos malos, muy malos, y, de acuerdo con eso, la cautividad fue para ellos cosa buena o cosa dañosa (v. Jer 24:8, Jer 24:9), así también, cuando volvieron del exilio, todavía algunos de ellos eran buenos, pero otros eran malos y su liberación estuvo de acuerdo con la condición de cada uno.

1. Para los que eran buenos, el regreso de la cautividad fue paz, tipo de la paz que había de ser predicada por Jesucristo (v. Isa 57:19): «Produciré fruto de labios», esto es, gratitud (comp. con Heb 13:15). El hebreo dice literalmente: «El que crea fruto de labios». Él mismo dice a continuación: «Paz, paz, al de lejos, al que no ha salido todavía del exilio o en camino de vuelta, y al de cerca, que ha llegado a la patria. Paz de conciencia, una santa serenidad de mente, una cierta seguridad, después de las muchas reprensiones de la conciencia y de las muchas agitaciones del espíritu, bajo las que se habían hallado en el exilio. Cuando Dios nos habla paz, nosotros debemos hablarle alabanza. Esta paz es el fruto de los labios de Cristo, quien predicó paz a los de lejos, a los gentiles, y a los de cerca, a los judíos (Efe 2:17).

2. Para los que continuaban en su impiedad, aunque volviesen con los demás, el regreso no implicaba paz (v. Isa 57:20). El impío, dondequiera se halle, en Babilonia o en Jerusalén, lleva consigo el principio de su propia inquietud. No quiere ser curado por la gracia de Dios y, por tanto, no podrá disfrutar de los consuelos de Dios. Los impíos son siempre como el mar en tempestad, pues llevan consigo: (A) Corrupciones no mortificadas. Sus pasiones sin freno les ponen el corazón como el mar en tempestad. (B) Conciencia no pacificada. Están siempre bajo la aprensión de la propia culpa y de la ira de Dios, como estaba Caín; no pueden estarse quietos. El profeta repite, pues, lo que había dicho en Isa 48:22, con una pequeña variante: Allí dijo «Jehová», mientras que aquí dice «mi Dios». La frase principal continúa la misma: «No hay paz para los impíos». No hay paz con Dios, ni hay paz de Dios, para ellos.

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