Isaías 58:3 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Estos hipócritas se quejan ahora (v. Isa 58:3) de que Dios no hace caso de tantos actos religiosos con que le obsequian: «¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso; humillamos nuestras almas, y no te diste por enterado?» Así iban por el camino de Caín, quien se resentía de que Dios no aceptaba sus sacrificios. Al ponderar sus ayunos y sus penitencias, como se exigían en el día de la Expiación, hacían como el fariseo de la parábola (Luc 18:12), que se jactaba de ayunar dos veces por semana, como dándole a Dios más de lo que Él exigía. Pensaban que sus actos religiosos eran tan buenos, que por fuerza se debía dar Dios por enterado de ellos. Culpan a Dios de injusticia y parcialidad, y quizás insinúen con eso que mejor sería abandonar toda religión, ya que no hallan ningún provecho en ello (comp. con Job 21:14, Job 21:15; Mal 3:14).

II. La verdadera razón por la que Dios no aceptaba sus ayunos ni respondía a las oraciones que le hacían en sus festividades: No lo hacían correctamente. Ayunaban, sí, pero no como los ninivitas (Jon 3:8), «convirtiéndose cada uno de su mal camino», sino que dice Dios «He aquí (v. Isa 58:3) que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y explotáis a todos vuestros trabajadores».

1. Eran, pues, unos explotadores, codiciosos e inmisericordes. Aun cuando ayunaban, sus injusticias con el prójimo continuaban siendo las mismas, a pesar de que era al final del ayuno anual cuando se proclamaba liberación de deudas y servidumbres adquiridas por causa de extrema pobreza. Dice Moriarty: «Tal vez se trate aquí de los ayunos con que después de la vuelta del destierro conmemoraban la caída de Jerusalén» (Zac 7:3; Zac 8:19).

2. Eran también contenciosos y despectivos (v. Isa 58:4): «Mira, para riñas y contiendas ayunáis». Cuando proclamaban ayuno, aparentaban escudriñar los pecados que más provocaban a Dios; y, con esta buena excusa, llegaban a acusar falsamente a personas inocentes, como pasó a Nabot el día del ayuno de Jezabel (1Re 21:12). Así, en lugar de juzgarse a sí mismos, condenaban a otros. Comenta Slotki: «En ausencia de un motivo religioso, los estómagos vacíos sólo excitan la irritabilidad y las riñas».

3. Por eso, les dice Dios (v. Isa 58:4): «No ayunéis como hoy, es decir, como lo hacéis ahora, para que vuestra voz sea oída en lo alto». Esta última frase ha de entenderse en el sentido siguiente: «como si así pudiese oírse en lo alto vuestra voz». Comenta Slotki: «Ayunos como los que aquí se describen no ayudan en forma alguna a que las oraciones de los hombres asciendan al cielo».

III. Se dan claras instrucciones acerca de la verdadera naturaleza de un ayuno religioso.

1. En general, un ayuno tiene por objeto: (A) Honrar y agradar a Dios. (B) Humillarse a sí mismo. Ayuno es un día de afligir el alma; si no expresa un genuino arrepentimiento del pecado y no promueve una verdadera mortificación de las pasiones, no es ayuno.

2. Nos interesa, por tanto, inquirir, en un día de ayuno, qué es lo que resultará aceptable a Dios y aflictivo para nuestra naturaleza corrompida.

(A) Aquí se nos dice en forma negativa lo que no es el ayuno que Dios ha escogido. (a) No basta con poner cara de melancolía ni inclinar la cabeza como un junco que se marchita y se quiebra, como los hipócritas (Mat 6:16), que afectaban un aspecto triste y desfiguraban el rostro para mostrar a los hombres que ayunaban. El publicano, cuyo corazón estaba verdaderamente humillado, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo (Luc 18:13); pero aquí (v. Isa 58:5) era una pura mímica, un gesto exterior al que no correspondía nada en el interior. (b) No basta con «yacer en ceniza vestido de saco» (espléndida versión de Moriarty), mortificando el cuerpo por algún tiempo, mientras el cuerpo de pecado queda intacto. ¿Llamaréis a esto ayuno? ¡No! No es más que sombra de ayuno.

(B) También se nos dice en forma positiva cuál es el ayuno que Dios ha escogido. No es afligir el alma por un día, sino algo que incluye la vida entera. Lo que aquí se requiere es:

(a) Que nos portemos correctamente con aquellos a quienes venimos tratando malamente (v. Isa 58:6): «desatar las cadenas de maldad», esto es, las ataduras que hemos impuesto injustamente a otros. «Que sea suelto el encarcelado por deudas quien no tiene nada con que pagar, que se acabe la vejación que pesa sobre el vecino, que sea manumitido el esclavo que es retenido por la fuerza por más tiempo que el de su esclavitud, y se rompa así todo yugo; no sólo han de ser sueltos los que son oprimidos injustamente bajo cualquier yugo, sino que debe quebrarse el yugo mismo, para que no vuelva a oprimir».

(b) Que seamos caritativos con los que están necesitados (v. Isa 58:7). Contribuir al rescate de los que son oprimidos por otros, a la liberación de los cautivos y al pago de las deudas que los pobres han contraído. Éste es, pues, el ayuno que Dios ha escogido:

Primero: Proveer alimento para los que lo necesitan: Compartir tu pan con el hambriento. Debe ser, no el pan ajeno, sino el tuyo, el que has ganado honradamente. Hemos de negarnos a nosotros mismos, a fin de tener algo que dar al necesitado. Éste es verdadero ayuno, darle al hambriento hogaza, no contentarte con despedirlo con una migaja.

Segundo: Proveer albergue para los que lo necesitan (v. Isa 58:7): «y a los pobres errantes (esto es, vagabundos) albergues en tu casa». Si el vagar así no se debe a la holgazanería de ellos, sino a la injusticia de otros, albérgalos en tu casa; y si no tienes espacio, págales el alojamiento en otro lugar conveniente. No te niegues a hospedar extranjeros, pues podrías hospedar a Cristo mismo (comp. con Mat 25:35): «fui forastero, y me recogisteis».

Tercero: Proveer vestido a los que carecen de lo necesario para cubrirse: «que, cuando veas al desnudo (esto es, al mal vestido), lo cubras». Todo esto tiene mayor urgencia cuando el necesitado es un pariente próximo: «y no te escondas de tu hermano» (lit. de tu carne).

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