Jeremías 15:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Escasamente se pueden encontrar en cualquier otro lugar de las Escrituras unas expresiones tan patéticas de la ira divina contra un pueblo provocador como las que hallamos en estos versículos. El profeta había orado fervientemente por ellos y encontró algunos otros que se unieron a él; no obstante, ningún alivio se obtuvo ni hubo la menor mitigación del castigo.

1. Cuál fue el pecado que motivó esta severa sentencia. Lo que hizo Manasés en Jerusalén (v. Jer 15:4). Fue su idolatría la que causó la ruina de Jerusalén (2Re 24:3, 2Re 24:4) y por la sangre inocente que derramó … Jehová, por tanto, no quiso perdonar. Ahora, este pueblo no se arrepiente. Su pecado es que han dejado a Jehová (v. Jer 15:6): «Tú me dejaste, dice Jehová; has dejado mi servicio y el deber que tienes para conmigo; te volviste atrás y así has venido a ser el reverso de lo que deberías haber sido». Su obstinación es evidente (v. Jer 15:7, al final); «no se volvieron de sus caminos, los caminos de su corazón, para ajustarse de nuevo a los de los mandamientos de Dios». Hay misericordia para los que se han ido, si vuelven; pero, ¿qué favor pueden esperar los que persisten en su apostasía?

2. Cuál es la sentencia de Dios contra ellos: Es ruina.

(A) Dios los abandona (v. Jer 15:1): «No estará mi alma (lit.) con este pueblo». No se deja llevar de un arrebato de pasión, sino que se expresa con justa y santa indignación cuando dice: «Échalos de mi presencia y salgan, pues no me voy a molestar más por ellos».

(B) No quiere admitir ninguna intercesión que se haga por ellos (v. Jer 15:1): «Aunque Moisés y Samuel se pusieran delante de mí con oración o sacrificio para reconciliarme con el pueblo, no me podrían mover a perdonarles». Comenta admirablemente el Rashi (citado por Freedman): «Moisés y Samuel. Ambos habían intercedido con Dios a favor de Israel, pero sólo después de haber inducido a Israel a arrepentirse; fue entonces cuando Él prestó atención a las oraciones de ellos. Así, cuando Israel pecó con el Becerro de oro, primero destruyeron a los pecadores y entonces dijo Moisés: Yo subiré ahora a Jehová; quizá le aplacaré acerca de vuestro pecado (Éxo 32:30). De modo similar, Samuel persuadió primero a Israel a retirar la idolatría, y entonces oró por ellos (1Sa 7:2.). Pero tú (le dice Dios a Jeremías), oras por Israel aun antes de que se hayan reformado. En ese caso, ni siquiera Moisés y Samuel podrían tener éxito».

(C) Los condena a todos a un juicio destructor u otro; cada uno, al que haya sido decretado para él (v. Jer 15:2): «Y si te preguntan: ¿Adónde saldremos?, les dirás: Así dice Jehová: El que a muerte, a muerte; el que a espada, a espada; el que a hambre, a hambre; y el que a cautiverio, a cautiverio» (comp. con Jer 14:12; Jer 24:10; Jer 43:11; Eze 5:2, Eze 5:12; Zac 11:9; Apo 13:10). El cautiverio se menciona en último lugar porque, en opinión de algunos, es el peor de los castigos, al ser una continua miseria. La espada se repite en el versículo Jer 15:3, a la cabeza de otra serie de cuatro destruidores. Así como los que escapen de la espada (v. Jer 15:2) serán víctimas del hambre o del cautiverio, así los que caigan a espada (v. Jer 15:3) serán cortados por la venganza divina. Habrá perros para despedazar los cadáveres, y aves del cielo y bestias del campo para acabar con la carroña que los perros hayan dejado. Y si hay alguien que piense que ha escapado de la justicia divina, le pasará como a Caín, que tuvo que ser fugitivo y vagabundo en la tierra (v. Jer 15:4): «Y los entregaré para horror entre todos los reinos de la tierra».

(D) Caerán sin haber encontrado ningún alivio.

(a) Dios está contra ellos (v. Jer 15:6): «Yo extenderé sobre ti mi mano y te destruiré, un golpe premeditado que herirá en lo más profundo; estoy cansado de arrepentirme». Dios había estado muchas veces a punto de destruir a Su pueblo, pero se había vuelto atrás; ahora se le acabó la paciencia y no los aguantará más.

(b) Su propio país los expulsará y está a punto de hacerlo (v. Jer 15:7): «Y voy a aventarlos con aventador hasta las puertas de la tierra». Dice Asensio: «Como tamo arrastrado por el viento a impulso del bieldo (Jer 13:24; Sal 1:4), desaparecerán de la tierra los hijos de un pueblo que, empeñado en no rectificar sus caminos proceder , ha puesto en marcha el bieldo juicio de Jehová (Mat 3:12; Luc 3:17)».

(c) El pueblo se quedará sin hijos (v. Jer 15:7) y las mujeres se quedarán sin maridos (v. Jer 15:8): «Sus viudas se me multiplicaron más que la arena del mar». Dios dice «se ME multiplicaron …» porque, aun cuando los maridos fueron cortados con la espada de la justicia divina, las pobres viudas quedaron a merced de los brazos de la misericordia de Dios, quien ha tenido a bien contar entre Sus títulos el de Dios de las viudas. A Nabucodonosor se le llama (v. Jer 15:8) «destruidor a mediodía» (comp. con Jer 6:4), no ladrón en la noche (que teme ser descubierto), pues sin temor alguno estaba dispuesto a abrir brecha en la ciudad y destruirla. La mejor versión literal de la última frase del v. Jer 15:8 es la siguiente: «Hago que caiga sobre ella (la ciudad) de repente pánico y espanto». El hebreo ir no significa ciudad (v. Ose 11:9, al final, donde suele traducirse por «ira»), sino algo así como «excitación de pánico» que precede al sentimiento de terror o espanto.

(d) Cuando los hijos mueren, las madres languidecen (v. Jer 15:9) y llegan a expirar en la flor de la vida: su sol se ha puesto siendo aún de día, pues la vida de la madre estaba íntimamente ligada a la de sus hijos. Una mujer con siete hijos había de ser sumamente feliz (comp. 1Sa 2:5), pero ahora se la come la vergüenza. La última parte del v. Jer 15:9 cambia de la tercera persona femenina del singular a la tercera persona masculina del plural, y dice así: «y lo que de ellos quede, lo entregaré a la espada delante de sus enemigos, dice Jehová».

(E) Caerán sin que nadie tenga compasión de ellos (v. Jer 15:5): «Porque, ¿quién tendrá compasión de ti, oh Jerusalén? Cuando tu Dios te ha echado de Su presencia (v. Jer 15:1, al final), ni tus enemigos ni tus amigos tendrán ninguna compasión de ti. ¡Oh Israel, te has destruido a ti misma!»

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