Jeremías 17:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El profeta se retira para meditar en privado, a solas con Dios.

1. Reconoce el gran favor de Dios a Su pueblo al establecer entre ellos una religión revelada y al añadirles dignidad con instituciones divinas (v. Jer 17:12): «Trono de gloria, excelso desde el principio, es el lugar de nuestro santuario». El templo de Jerusalén, donde Dios manifestaba Su presencia especial, donde el pueblo pagaba sus respetos a su Soberano y adonde se refugiaba en tiempos de apuro, era el lugar del santuario de ellos. Era trono de santidad, el trono de Dios. Jerusalén es llamada la ciudad del gran Rey, no sólo del Rey de Israel, sino del Rey de todo el orbe, de forma que se la puede llamar la ciudad regia del mundo entero. Lo era desde el principio (2Cr 2:9). Jeremías lo menciona aquí para suplicar a Dios que tenga misericordia del país o como agravante del pecado del pueblo al dejar a Dios, a pesar de que Su trono estaba en medio de ellos.

2. Reconoce la justicia de Dios al abandonar a la ruina a quienes le retiraban la pleitesía que le debían (v. Jer 17:13). Le habla a Dios como suscribiendo la equidad de Sus juicios: «¡Oh Jehová, esperanza de Israel!, de los israelitas que se adhieren a ti, todos los que te dejan serán avergonzados. Y de ti se apartan los que no escuchan tu palabra que yo he predicado; y los que a mí se vuelven, a ti se vuelven (Jer 15:19, al final); y los que se apartan de ti serán escritos en el polvo, donde se borrará su memoria, como se borra todo lo que se escribe en el polvo, porque dejaron a Jehová, manantial de aguas vivas (Jer 2:13), a cambio de cisternas agrietadas.

3. Ora a Dios para que le conceda gracia salvífica sanante (v. Jer 17:14): «Sáname, oh Jehová, y seré sano; sálvame, y seré salvo. Jeremías tenía el espíritu herido con muchas heridas, pues estaba continuamente expuesto a la malignidad de hombres incapaces de razonar. Pero sabe que si Dios le sana, no habrá quien le pueda herir; si Dios le salva, no hay quien le pueda perder; porque tú eres mi alabanza, en Ti me glorío de que Tú eres mi Ayudador y me librarás de mis enemigos (Freedman)».

4. Se queja de la infidelidad y de la atrevida impiedad del pueblo al que dirigía sus mensajes de parte de Dios. Les había dado fielmente el mensaje de Dios y ¿qué respuesta tenía que dar, de parte de ellos, al que le había enviado? «He aquí (v. Jer 17:15) que ellos me dicen: ¿Dónde está la palabra de Jehová? ¡Que se cumpla ahora!» (comp. con Isa 5:19). Se burlaban del profeta y negaban la verdad de lo que él decía: «Si es la palabra de Jehová lo que nos hablas, ¿dónde está? ¿Por qué no se cumple?» Con esto, retan al mismo Dios: «¡Que haga el Dios Omnipotente todo el mal que pueda! ¡Que acontezca todo cuanto dice! ¡Ya nos las arreglaremos! ¡No es tan fiero el león como lo pintan!» (v. Amó 5:18).

5. Apela a Dios acerca de su fiel desempeño del cometido que le había asignado (v. Jer 17:16). Él continuaba constante en su trabajo. Su oficio, en lugar de servir para protegerle, le exponía al menosprecio y a la persecución. «Con todo dice él , en cuanto a mí, no me he apresurado a dejar de ser un pastor en pos de ti (lit.); no he abandonado mi ministerio». Tal clase de pastor era Jeremías; y, aunque tenía que afrontar tantas dificultades y desalientos como nadie jamás encontró, no emprendió la huida como Jonás ni deseó que se le excusase de seguir cumpliendo encargos de Dios. Siempre conservó su gran afecto hacia el pueblo de Dios. Aunque ellos se portaban muy mal con él, él tenía compasión de ellos (v. Jer 17:16): «Ni deseé día de calamidad, tú lo sabes». El día en que se cumpliesen sus profecías iba a ser de veras un día aciago en Jerusalén y, por tanto, él deseaba que nunca llegase. Dios no desea, y, por tanto, sus ministros tampoco deben desear, la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Por otra parte, él cumplía fielmente las instrucciones que Dios le daba. Aunque le habría sido fácil ganarse el favor del pueblo, si no hubiese sido tan severo en sus reprensiones, él resolvió proclamar fielmente su mensaje (v. Jer 17:16): «Lo que de mis labios ha salido, fue manifiesto delante de ti» (lit.).

6. Humildemente ruega a Dios que le reconozca por Suyo, le proteja y le haga proseguir con alegría en la tarea para la cual tan claramente le llamó. Dos cosas desea aquí: (A) Que encuentre consuelo en servir al Dios que le envió (v. Jer 17:17): «No me seas tú por ruina, esto es, no permitas que mi lealtad hacia Ti sea la causa de mi ruina (Freedman), pues mi refugio eres tú en el día malo, esto es, tú eres el único que puede protegerme el día en que sobrevenga la calamidad». (B) Que tenga valentía para comportarse con el pueblo al que ha sido enviado (v. Jer 17:18). Le perseguían precisamente los que deberían haberle acogido y animado: «Señor», dice, «avergüéncense los que me persiguen y no me avergüence yo, esto es, que queden fallidos los planes y las maquinaciones de ellos y que no deje de cumplirse la palabra que tú me has dado para comunicarla a ellos; desmayen ellos, al verse impotentes, y no desmaye yo de predicar al ver sus amenazas; trae sobre ellos, mis perseguidores, el día aciago, y quebrántalos a ellos con doble (es decir, completo) quebrantamiento, con la esperanza de que los demás puedan escarmentar en cabeza ajena y de que la completa ruina de ellos pueda servir para la salvación de algunos».

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