Jeremías 19:10 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Se corrobora ahora el mensaje que fue predicado en los precedentes versículos:

1. Mediante un signo visible. El profeta tiene que llevar consigo una vasija de barro (v. Jer 19:1) y, cuando haya comunicado el mensaje, tiene que quebrar la vasija (v. Jer 19:10). En el capítulo anterior había comparado este pueblo al barro del alfarero, que fácilmente se estropea cuando se trabaja con él. Pero alguien podía decir: «Eso ya no cuenta para nosotros, pues hemos sido hechos y endurecidos hace mucho tiempo». «Y ¿qué importa eso?, viene a decir Jeremías; la vasija del alfarero se rompe en la mano de cualquier hombre lo mismo cuando está hecha y endurecida que cuando es aún barro blando y se echa a perder en la mano del alfarero; pero ahora el caso es mucho más grave, pues cuando la vasija es todavía barro blando, puede volver a moldearse, pero si se quiebra después que se ha endurecido, no es posible juntar de nuevo los pedazos». Vean, pues, que:

(A) Así como la vasija se ha roto fácilmente y sin remedio, así serán quebrantados (v. Jer 19:11) Judá y Jerusalén por el ejército caldeo. Dependían ellos mucho de la firmeza de su constitución y de la bravura de sus ánimos, con lo que se creían endurecidos como una vasija de bronce; pero el profeta les muestra que eso les ha servido solamente para endurecerles como a una vasija de barro, la cual, por dura que sea, es quebradiza y se rompe con mayor facilidad que otras cosas que no son tan duras. Dios mismo, que los hizo, es el que resuelve ahora deshacerlos: «Así quebrantaré a este pueblo y a esta ciudad, como quien quiebra una vasija de alfarero». Éste era el destino de los gentiles (Sal 2:9; Apo 2:27), pero ahora es el de Jerusalén (Isa 30:14). Una vasija de alfarero, cuando se ha roto, no se puede restaurar más. Sólo el que hirió a Judá y Jerusalén los puede curar; sólo el que quiebra esta vasija la puede reparar. Pero no lo va a hacer ahora.

(B) Esto se llevó a cabo en Tófet, para significar dos cosas: (a) En Tófet se enterrarán, porque no habrá otro lugar para enterrar (v. Jer 19:11, al final). (b) Yo pondré esta ciudad como un Tófet (v. Jer 19:12). Así como ellos habían llenado el valle de Tófet con los muertos que habían sacrificado a sus ídolos, así también Dios iba a llenar toda la ciudad con los muertos que habían de caer como sacrificios a la justicia de Dios. Los cadáveres y toda otra cosa sucia, contaminante, de la ciudad, eran traídos acá, y allí ardía continuamente el fuego para quemar lo que al valle se arrojaba. Tan execrable era considerado el lugar, que, en el lenguaje de nuestro Salvador, servía para aludir al infierno: ¡Gehenna! ¡El valle de Hinnom! Pues hasta las casas de Jerusalén (v. Jer 19:13) y las casas de los reyes de Judá serán como el lugar de Tófet, inmundas, a causa de las idolatrías cometidas allí. Los tejados planos de sus casas eran usados a veces por la gente piadosa como lugares convenientes para orar (Hch 10:9), y por los idólatras como lugares altos en los que ofrecían sacrificios a dioses ajenos, especialmente al ejército del cielo, esto es, al sol, a la luna y a las estrellas. Se nos habla (Sof 1:5) de los que sobre los terrados se postran al ejército del cielo. Este pecado sobre los terrados acarreó a las casas una maldición.

2. Mediante un solemne reconocimiento y una firme ratificación, en el atrio de la casa de Jehová (v. Jer 19:14) de lo que había dicho en el valle de Tófet. El profeta regresó de Tófet al templo, que estaba sobre la colina que domina dicho valle, y allí confirmó lo que había dicho en Tófet. (A) El juicio con que aquí se amenaza es el cumplimiento de las profecías. El pueblo se hacía la ilusión de que las amenazas no tenían otro objeto que asustarles, pero el profeta les dice que se engañan (v. Jer 19:15), pues «así dice Jehová de las huestes, Dios de Israel, que tiene poder suficiente para dar cumplimiento a Sus palabras: He aquí, yo traigo sobre esta ciudad y sobre todas sus villas todo el mal que hablé contra ella». Dios se manifestará contra el pecado y contra los pecadores tan terrible como lo presenta la Escritura. (B) El pecado de que aquí se les acusa es el desprecio de las profecías (v. Jer 19:15, al final): «porque han endurecido su cerviz para no oír mis palabras».

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