Jeremías 21:8 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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A juzgar por el cortés mensaje que el rey envió a Jeremías, podría pensarse que tanto él como el pueblo comenzaban a tenerle respeto; pero la respuesta que Dios le obliga a dar es suficiente para destrozar el poco respeto que comenzaban a tenerle y para exasperarles contra él más que nunca. No sólo las predicciones de los anteriores versículos, sino también las prescripciones de los versículos presentes les iban a resultar provocativas.

1. Aconseja al pueblo que se rindan a los caldeos, como único medio para salvar la vida (vv. Jer 21:8-10). Este consejo desagradaba a los que eran lisonjeados por los falsos profetas para que tomasen la resolución desesperada de resistir hasta el fin, al confiar en el grosor de sus murallas, en la bravura de sus soldados o en la ayuda de alguna potencia exterior con la que poder levantar el cerco de la capital.

(A) El profeta les asegura (v. Jer 21:10) que la ciudad … será entregada en manos del rey de Babilonia, el cual no sólo la saqueará, sino que la quemará a fuego, pues Jehová mismo dice (v. Jer 21:10): «He puesto mi rostro contra esta ciudad para mal, y no para bien». Así que el mejor partido que podían tomar era pedir cuartel a los caldeos y rendirse a ellos como prisioneros de guerra.

(B) Tanto la Ley como los profetas les habían puesto delante con frecuencia la vida y la muerte en otro sentido la vida si obedecían la voz de Dios, la muerte si persistían en la desobediencia (Deu 30:19) . La expresión (v. Jer 21:8) «He aquí pongo delante de vosotros el camino de la vida y el camino de la muerte» no denota, como en Deu 30:15., una alternativa entre una existencia próspera y una existencia miserable, sino un dilema melancólico, aconsejándoles a escoger el menor mal entre dos males: El que se quede en la ciudad (v. Jer 21:9) morirá de cierto, ya sea de muerte violenta a espada, de hambre o de pestilencia; pero el que se persuada a abandonar sus vanas esperanzas, que salga y se pase a los caldeos … vivirá, y su vida le será por despojo, esto es, como se consigue agarrar algo de manos de un hombre forzudo, ya que no se pueda conseguir otra cosa. Al fin y al cabo, un hombre da cualquier cosa a cambio de la vida.

2. Exhorta al rey y a los príncipes a reformarse. Hay en la respuesta al mensaje regio un consejo especial para la casa del rey (vv. Jer 21:11, Jer 21:12): «Haced justicia cada mañana, esto es, justa, pronta y diligentemente, sin dilaciones ni favoritismos, y librad al oprimido de manos del opresor, para que mi ira no salga como fuego, y lo paséis peor los que pensáis escapar mejor, por la maldad de vuestras obras». Precisamente era la maldad de sus obras la que había encendido el fuego de la ira de Dios. Con esta claridad le habla a la misma casa del rey; porque quienes deseen beneficiarse de las oraciones del profeta, tienen que recibir con agradecimiento las reprensiones del profeta. Los príncipes deben empezar dando un buen ejemplo, para que el pueblo se sienta animado a reformarse. Les hace a la memoria que son la casa de David (v. Jer 21:12, primera frase) y, por tanto, que deben seguir las pisadas de David, el cual hizo juicio y justicia a su pueblo.

3. Les muestra la vanidad de todas sus esperanzas mientras continúen sin reformar (vv. Jer 21:13, Jer 21:14). Jerusalén es presentada aquí como moradora del valle y de la roca de la llanura (v. Jer 21:13), lo que resulta muy difícil de entender, ya que Jerusalén no estaba edificada ni en una llanura ni sobre una roca. Dice Asensio: «El recuerdo del rey ha provocado la inserción un tanto enigmática de Jerusalén, descrita como moradora del valle (¿Tiropeón?) y roca de la llanura (que circundaba el monte donde estaba edificada)». Con esta explicación concuerda la del rabino Kimchi, citado por Freedman, quien dice: «Como Jerusalén estaba sobre una colina, el terreno circundante era una llanura». Quizás opinión del traductor la explicación esté en la segunda parte del versículo, donde los moradores de Jerusalén retan a quien se atreva a bajar (el valle) hacia ellos o a entrar en la ciudad, para ellos inexpugnable como una roca. Pero este reto, insultante para el profeta y para Dios mismo, es necio e inútil, porque contra Dios nadie puede prevalecer (v. Jer 21:13): «He aquí yo estoy contra ti». Y después (v. Jer 21:14): «Yo os castigaré conforme al fruto de vuestras obras, dice Jehová, etc.». Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros? (Rom 8:31). Pero, si Dios está contra nosotros, ¿quién podrá hacer algo por nosotros?

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