Jeremías 22:10 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Tenemos aquí primeramente la sentencia contra Salum, sobrenombre de Joacaz (v. 1Cr 3:15), pues se dice que «reinó en lugar de Josías su padre» (v. Jer 22:11). Fue el pueblo quien le eligió, aun cuando no era el primogénito (2Re 23:30; 2Cr 36:1). Quizás lo eligieron porque vieron en él un joven más activo que su hermano mayor y mejor equipado para gobernar; pero pronto les mostró Dios la insensatez de esta injusticia, porque en el término de tres meses vino contra él el rey de Egipto, lo depuso y se lo llevó prisionero a Egipto, conforme a la amenaza de Dios (Deu 28:68). No se dice que ninguna otra persona del pueblo fuese llevada al cautiverio con él. Tenemos el relato de esto en 2Re 23:34 y 2Cr 36:4. Ahora bien:

(A) Se exhorta al pueblo a hacer lamentación por él, más bien que por su padre Josías (v. Jer 22:10): «No lloréis al muerto, esto es, no hagáis ya más duelo por el rey Josías». Jeremías mismo había hecho lamentación por él (2Cr 35:25); pero ahora, también él tendrá que desviar sus lágrimas hacia otro canal. Deben llorar amargamente por Joacaz, que se va, es decir, que se marchó cautivo a Egipto.

(B) Josías se fue al sepulcro en paz y honor, no hay que llorar por él, sino por su desdichado hijo, que está destinado a vivir y morir en la desgracia y la miseria de un prisionero. Bien pueden ser envidiados los santos en su muerte, mientras que han de ser compadecidos los pecadores en vida y, por supuesto, en muerte. Joacaz no volverá jamás (vv. Jer 22:10, al final; Jer 22:11, al final) de su cautividad, contra las expectaciones del pueblo y las suyas propias, sino que morirá en el cautiverio. Como les costaba mucho creerlo, se repite una y otra vez. Esto le sobrevino por no seguir el buen ejemplo de su padre y por usurpar los derechos de su hermano mayor.

2. Tenemos luego la sentencia de Joacim, que le sucedió. No gobernó mejor que su hermano menor y, al final, tampoco lo pasó mejor que él.

(A) Se le reprende por sus pecados. No se le acusa aquí de idolatría, sino que los crímenes por los que se le reprende aquí son orgullo y ostentación vanidosa; como si todo el negocio de un rey fuese aparecer grande, sin tener el menor interés en hacer el bien.

(a) Quiere edificar para sí un palacio suntuoso (v. Jer 22:14): «una casa amplia y salas espaciosas». Las ventanas tienen que abrirse según la última moda, los techos han de estar cubiertos de cedro, la clase más cara y valiosa de madera, y todo pintado de bermellón. Lo malo de todo esto es que tenía por objeto halagar su propia vanagloria. Reinó los primeros tres años por permiso del rey de Egipto; el resto de su reinado, por permiso del rey de Babilonia; y al figurar como un virrey, codiciaba rivalizar en pompa con los más poderosos monarcas.

(b) Lo peor del caso es que (v. Jer 22:13) edificó su casa con injusticia … sirviéndose de su prójimo de balde y no dándole el salario de su trabajo. A esta extorsión injusta añadió la opresión y la violencia (v. Jer 22:17): «Mas tus ojos y tu corazón no son sino para tu avaricia, para derramar sangre inocente, para opresión y para hacer violencia». Dios se da cuenta de la violencia que los mayores potentados hacen a sus pobres criados y obreros, y no dejará sin castigo a quienes tratan sin justicia a los que emplean en su servicio. En la codicia, el corazón se va detrás de los ojos; por eso se la llama concupiscencia de los ojos (1Jn 2:16; Job 31:7).

(c) Lo que hacía más graves todos estos pecados: El rey era hijo de un buen padre, y le había dejado un buen ejemplo, si él hubiese querido seguirlo (vv. Jer 22:15, Jer 22:16). Jeremías le dice que la conducta de su padre le debería haber servido de pauta para el cumplimiento de las obligaciones regias. Josías (v. Jer 22:15) hizo juicio y justicia y así le fue bien. No sólo no usó del poder para hacer el mal, sino que lo usó para fomentar el bien. Él juzgó (v. Jer 22:16) la causa del afligido y del menesteroso. Esto sí que fue conocer a Jehová (v. Jer 22:16, al final), es decir, amarle, seguirle y servirle. Y Dios le bendijo con bienestar y paz. Joacim edificó una casa grande para servirle de orgullo, mientras que su padre Josías conservó una casa buena que le sirvió de alabanza. Es mejor vivir con Josías en un palacio pasado de moda y hacer el bien, que morar con Joacim en un suntuoso palacio y dejar deudas sin pagar.

(B) Se le lee fielmente a Joacim la sentencia (vv. Jer 22:18, Jer 22:19). Podemos suponer que Jeremías puso en peligro su vida al predecir la vergonzosa muerte de Joacim; pero «así ha dicho Jehová acerca de Joacim» y, por tanto, así lo dice también Jeremías: Morirá sin que nadie haga duelo por él. Se ha hecho tan odioso por su opresión y su crueldad, que nadie le hará el honor de derramar una lágrima por él. Ni siquiera sus parientes más allegados le lamentarán. Sus súbditos no harán tampoco duelo por él como solían hacerlo junto a las tumbas de sus príncipes. «Como un asno será enterrado» (v. Jer 22:19), es decir, sin sepelio, pues el cadáver de un animal era arrojado a un pozo o a un estercolero. No será llevado en pompa a un suntuoso mausoleo, sino que se lo llevarán arrastrándole y echándole fuera de las puertas de Jerusalén. Flavio Josefo dice que Nabucodonosor le dio muerte en Jerusalén y dejó su cadáver expuesto al público en un lugar a gran distancia de las puertas de Jerusalén.

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