Jeremías 3:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Estos versículos abren una puerta de esperanza. Dios hiere para curar.

1. Cuán vilmente había abandonado este pueblo a Dios y se había ido a prostituirse lejos de Él. Ya hubiese sido bastante maldad admitir entre ellos a un dios extraño, pero ellos eran insaciables en su seguimiento de los falsos dioses (v. Jer 3:1): «Tú has fornicado con muchos amantes». Buscaban oportunidad para sus idolatrías y buscaban también nuevos dioses a los que adorar (v. Jer 3:2): «Junto a los caminos te sentabas para ellos, como ramera que se ofrece a los que pasan (v. Gén 38:14; Pro 7:8-22; Jer. 42:43; Eze 16:25, Eze 16:26), como árabe en el desierto», pues así se sientan los beduinos a la puerta de su tienda para atropellar a los indefensos caminantes. No sólo se habían contaminado a sí mismos, sino que habían contaminado la tierra (v. Jer 3:2, al final), pues era un pecado nacional. No obstante (v. Jer 3:3), seguían con su cara dura y sin vergüenza, como cualquier ramera: «has tenido frente de ramera y no quisiste tener vergüenza». Enrojecer de vergüenza es color de virtud o, al menos, su reliquia; pero los que han pasado de la vergüenza, han pasado de la esperanza.

2. Cuán benignamente les había castigado Dios por sus pecados (v. Jer 3:3), pues se limitó a detener la lluvia. Lo más probable es que las aguas, o aguaceros, que se mencionan en primer lugar, hagan referencia a la lluvia temprana, que solía caer a fines de octubre, así como la lluvia tardía, que se menciona a continuación, en la que caía durante marzo y abril.

3. Cuán justamente habría obrado Dios si hubiese rehusado volver jamás a recibirlos; esto habría estado conforme a la norma establecida acerca de los divorcios (v. Jer 3:1), pues se dice en Deu 24:4 que «no podrá su primer marido, que la despidió, volverla a tomar para que sea su mujer, después que fue envilecida». Eso sería mancillar la tierra. Pero Dios no se ata con las leyes que ha hecho para nosotros ni se resiente como nosotros. Quiere portarse con Israel más finamente de lo que cualquier marido ofendido lo haría con su mujer adúltera, y les dice (v. Jer 3:4): «A lo menos desde ahora, ¿no me llamarás a mí: Padre mío, tú eres el amigo de mi juventud?» Como si dijese: «Ahora que se te ha hecho ver tus pecados (v. Jer 3:2) y el castigo por ellos (v. Jer 3:3), ¿no los abandonarás y te volverás a mí, diciendo: Iré y me volveré a mi primer marido, porque mejor me iba entonces que ahora (Ose 2:7)?» Espera que ellos apelen a su constante relación con Dios, llamándole Padre y amigo de su juventud (equivalente a novio).

4. Cuán irremediable parece la condición de Israel (v. Jer 3:5) mientras las obras no estén de acuerdo con las palabras. Buenas son las frases del v. Jer 3:4 y Jer 3:5, pero ¿son algo más que frases? «He aquí cómo has hablado, pero has hecho maldades y las has colmado.»

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