Jeremías 40:7 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Jeremías 40:7 | Comentario Bíblico Online

1. Se abren claros los cielos sobre el remanente de los judíos que habían sido dejados en su país, y se percibe una perspectiva de paz y tranquilidad después de los muchos años de aflicción y terror. La divina providencia parecía infundir y alentar tal expectación, que podía ser para este pueblo tan abatido como vida de entre los muertos.

(A) Gedalías, uno de ellos, es nombrado gobernador de la tierra (v. Jer 40:7), puesto por el rey de Babilonia. Era hijo de Ajicam, el hijo de Safán (v. Jer 40:9), uno de los príncipes. Su padre (Jer 26:24) se puso de parte de Jeremías contra el pueblo. Parece que había sido un hombre de gran sabiduría y temperamento apacible y que, bajo su gobierno, los pocos que habían quedado podrían haber sido muy dichosos.

(B) Todos los que eran ahora los judíos de la dispersión vinieron a ponerse bajo su gobierno y protección. Los hombres de pro que habían escapado de los caldeos vinieron y se sometieron pacíficamente a Gedalías. Se mencionan aquí (v. Jer 40:8) varios. Vinieron «ellos y sus hombres» (v. Jer 40:8, al final), esto es, sus criados y sus soldados. El rey de Babilonia tenía tan buena opinión de Gedalías, que no le daba celos el incremento de estas fuerzas; más bien parece que le complacía eso. Los pobres hombres que habían huido a refugiarse en los países limítrofes tales como Moab, Amón y Edom, fueron incitados por el amor que le tenían a su país a regresar a él tan pronto como oyeron que Gedalías había sido encargado del gobierno allí (vv. Jer 40:11, Jer 40:12). Dios se acordó de la misericordia y admitió algunos de ellos tras una ulterior prueba de su obediencia.

(C) El modelo de este nuevo gobierno está diseñado y establecido mediante un contrato original (v. Jer 40:9). «Venid, les dice Gedalías; no tengáis temor de servir a los caldeos». Aunque la ley de Dios les había prohibido hacer alianzas con los paganos, la sentencia de ese mismo Dios les había obligado a rendirse al rey de Babilonia, por lo que no era ninguna vergüenza para nadie el obedecerle. «No temáis las consecuencias de ello viene a decirles Gedalías . Si queréis vivir en paz, no hay más que hacer; no molestéis al gobierno, y el gobierno no os molestará. Servid al rey de Babilonia, y os irá bien» (v. Jer 40:9, al final).

(D) Probablemente bajo órdenes del rey de Babilonia, Gedalías trata en todas las ocasiones de actuar a favor de ellos (v. Jer 40:10): «En cuanto a mí, heme habitando en Mizpá (lit.), para estar delante de los caldeos que vendrán a nosotros, para rendirles homenaje en nombre de toda la comunidad si se presenta la ocasión, para recibir órdenes y para pagar el tributo que les debemos». Gedalías les asegura bajo juramento (v. Jer 40:9) que les protegerá, pero, al ser caritativo, no les exige a ellos bajo juramento que le sean fieles; si lo hubiese exigido, quizás podría haber sido evitada la traición que veremos después. Aunque sus tierras son, de derecho, de los caldeos, ellos tendrán, no obstante, pleno usufructo de ellas (v. Jer 40:10): «mas vosotros tomad el vino, los frutos del verano y el aceite, y haced uso de ellos; ponedlos en vuestros almacenes (lit. en vuestras vasijas) para el resto del año, como quienes viven en un país de paz y esperanza para comer del fruto de sus labores».

(E) De acuerdo con estas instrucciones de Gedalías, ellos recogieron vino y abundantes frutos (v. Jer 40:12, al final). El vocablo hebreo da a entender que eran frutos de verano, no la cosecha de cereales, pues el desastre había tenido su culminación en el quinto mes (2Re 25:8), es decir, hacia comienzos de agosto; pero quedaba aún la vendimia y las frutas de verano, pues «evidentemente, los babilonios no habían talado las cepas ni los árboles» (Freedman). Gedalías les permitió que disfrutasen de la abundante cosecha y, por lo que parece, no les exigió ningún tributo, pues no buscaba su propio provecho.

2. Se cierne luego una negra nube sobre este gobierno que está aún en la infancia, y les amenaza una terrible tormenta. Baalís, rey de los amonitas, odiaba a Gedalías y tramaba darle muerte, ya fuese por encono contra los judíos o por resentimiento personal contra Gedalías (v. Jer 40:14). Dice Freedman: «Su motivo era probablemente impedir la rehabilitación del país inaugurada por Gedalías, a fin de que Judea sucumbiese como fácil víctima ante sus propios planes expansionistas». Podría esperarse que este pequeño remanente estuviese a salvo bajo la protección del gran rey de Babilonia; sin embargo, es arruinado por los esbirros de este insignificante reyezuelo. Dichosos son los que tienen de su parte al Rey de reyes, pues el más poderoso rey de la tierra no puede asegurarnos contra la traición. Baalís usó, como instrumento de sus planes asesinos, a Ismael, hijo de Netanías (v. Jer 40:14; ya salió en el v. Jer 40:8), instigándole primero a que se enrolase entre los súbditos de Gedalías y le prometiese lealtad. Ismael era de la descendencia real (Jer 41:1) y, por tanto, fácilmente podía verse tentado a matar a quien había sido puesto por gobernador de Judá sin ser del linaje de David. Johanán (vv. Jer 40:13, Jer 40:15), hombre activo y conocedor de este complot, informó a Gedalías de lo que se tramaba y le ofreció sus servicios para impedirlo: «¿Por qué te ha de matar, etc.?» Pero Gedalías, hombre sincero a carta cabal, no sospechó nada y no quiso dar crédito a las palabras de Johanán (v. Jer 40:16) y le dijo: «No hagas esto, porque es falso lo que tú dices de Ismael». Muchos son los que se han arruinado por confiar demasiado en la fidelidad de quienes les rodeaban.

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