Jeremías 7:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos comienza otro sermón, el cual se continúa en los dos capítulos siguientes, y tiene por objeto persuadirles al arrepentimiento.

I. Las órdenes que se le dan al profeta: Era «palabra que vino a Jeremías de parte de Jehová» (v. Jer 7:1). 1. Dónde tenía que ser proclamada «en la puerta de la casa de Jehová» (v. Jer 7:2), por la que se entraba al atrio exterior o, más probablemente, entre el atrio exterior y el interior (comp. con Jer 26:2) . Esto molestaría a los profetas falsos y enfurecería a los sacerdotes, pero Jeremías no ha de temer rostro de hombre. 2. A quiénes tenía que ser proclamada a los hombres de Judá, los que entraban por aquellas puertas para adorar a Jehová (v. Jer 7:2) . Es probable que esto sucediese en una de las tres grandes fiestas, cuando todos los varones habían de presentarse y no podían venir con las manos vacías.

II. El contenido y el objetivo del sermón. Se proclama en nombre de Jehová de las huestes, el Dios de Israel (v. Jer 7:3), que manda en el mundo entero, pero hace pacto únicamente con Su pueblo. El profeta les dice aquí:

1. Cuáles eran las verdaderas palabras de Dios.

(A) En breve, si se arrepienten y se vuelven a Dios, Él les hará recobrar la paz, curará sus heridas y se volverá a ellos en misericordia (v. Jer 7:3): «Enmendad vuestros caminos y vuestras obras». Dios les muestra dónde y cómo tienen que enmendarse y les promete aceptarlos (v. Jer 7:3, al final): «os haré morar en este lugar; moraréis pacíficamente aquí y será detenido lo que ahora amenaza vuestra expulsión».

(B) La enmienda ha de ser completa: una reforma general y constante, y perseverar sin vacilaciones. Deben ser honestos y justos en todos sus tratos. Los que ocupan puestos de autoridad tienen que «con verdad hacer justicia entre un hombre y su prójimo» (v. Jer 7:5, al final), imparcialmente. No deben oprimir al extranjero, al huérfano y a la viuda (v. Jer 7:6), ni proteger a los que los oprimen. No deben derramar sangre inocente, pues con ella se profana este lugar y la tierra que habitan.

(C) Deben adorar únicamente al verdadero Dios (v. Jer 7:6, al final): «ni andéis en pos de dioses ajenos para mal vuestro». Viene a decirles: «Emprended a toda prisa una obra de completa reforma y yo os haré morar en este lugar (v. Jer 7:7); este templo continuará siendo vuestro refugio, el lugar de vuestra reunión con Dios y de unos con otros; y nunca se os echará de la casa de Dios ni de vuestras casas». Lo disfrutarán por pacto; no por providencia, sino por promesa. Eso será para siempre (v. Jer 7:7, al final). Nunca los perturbará nadie; nada sino el pecado los podía expulsar. Aquí se asegura una herencia perpetua en la Canaán celestial a todos los que viven en piedad y honestidad.

2. Cuáles eran las palabras mentirosas en las que no debían confiar (v. Jer 7:4): Las de los falsos profetas quienes daban al pueblo vanas seguridades, como si la presencia física del templo fuese garantía de que, con eso, no les podía ocurrir nada malo. El pueblo creía estas palabras de mentira y las repetía confiado. Es corriente entre los que más lejos están de Dios jactarse de estar los más cercanos a la Iglesia (comp. con Sof 3:11). Tenían la forma de la piedad sin el poder de la piedad (v. 2Ti 3:5). Dios es Santo, pero, con las excusas que ponían, hacían a Dios contemporizar con los pecados del pueblo (vv. Jer 7:9, Jer 7:11). A pesar de cometer toda clase de prevaricaciones (v. Jer 7:9), pensaban que con llegarse al templo y ofrecer sacrificios ya estaban a salvo (v. Jer 7:10). De esta manera convertían (v. Jer 7:11) «en cueva de ladrones, escondrijo seguro de un pueblo prevaricador y tapadera de sus vicios, una casa de santidad que, llamada con el nombre de Jehová, es habitación y posesión de Jehová» (Asensio). Aunque los cuernos del altar eran santuario de refugio para quienes mataban involuntariamente a una persona, no lo eran (v. Éxo 21:14; 1Re 2:29) para los malhechores que cometían los crímenes mencionados en el versículo Jer 7:9 y que, por cierto, para mayor énfasis, se hallan en infinitivo en el original hebreo: «¡Hurtar, matar, adulterar, etc.!»

3. Les muestra la insuficiencia de este pretexto en el caso de Siló (vv. Jer 7:12-14). «Andad les dice (v. Jer 7:12 ) ahora a mi lugar en Siló, etc.». Aquél fue el primer lugar donde estuvo el santuario en la tierra de Canaán (Jos 18:1), pero los servidores del santuario se habían corrompido totalmente, por lo cual Dios lo abandonó (Sal 78:60). Como ellos repiten ahora todas estas obras (v. Jer 7:13), los pecados mencionados en el versículo Jer 7:9, Dios va a repetir en el templo de Jerusalén (v. Jer 7:14) el desastre ocurrido en Siló. Cita también otro precedente (v. Jer 7:15): la ruina del reino de las diez tribus del norte, que también eran simiente de Abraham y descendencia de Jacob, pero fueron llevados al destierro por los asirios a causa de sus idolatrías.

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